Botonera

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3.2.21

III. "ENTRE ADOQUINES: CINE Y MAYO 68", Manuel Vidal Estévez, Valencia: Shangrila 2021

 

PRÓLOGO (completo)


París - Mayo 1968



El libro que el lector tiene en sus manos no es una nueva evocación más o menos analítica del mítico Mayo 68. No intenta decir algo distinto de cuanto aconteció ni de por qué aconteció ni de cómo aconteció. Todo ello es ya moneda común de nuestra memoria colectiva y abunda en suficiente bibliografía. No es, en definitiva, un libro sobre la política y sus conflictos en la época. Digámoslo ya: es sobre todo y básicamente un libro de cine. Con un matiz importante, que se hace preciso anticipar: no aborda en absoluto las películas realizadas con posterioridad a los hechos aludidos. Es decir, por ejemplo no aborda ni Milou en mayo (Milou en mai, Louis Malle, 1990), ni Soñadores (The Dreamers, Bernardo Bertolucci, 2003), ni Les amants règuliers (Philippe Garrel, 2005), ni Code 68 (Jean-Henri Roger, 2005), ni Después de mayo (Aprés mai, Oliver Assayas, 2012), por citar, solo las más conocidas, todas de sobra citadas y alguna entre ellas no tanto.

Su objeto de estudio es otro bien distinto, aunque participe del mismo referente: mayo 68 y cine. Diría incluso que aborda el fehaciente cine de mayo del 68, por lo menos el más decisivo; más que ningún otro que se refiera a él, sea ficción o documental. Pero decimos que es un libro de cine en tanto que habla no solo de películas, también habla de sus gentes; tanto de sus acciones como de sus prácticas, sus acciones políticas y sus prácticas fílmicas, léase películas, breves y menos breves. Pero de unas películas, eso sí, no precisamente muy conocidas. Y desde luego mucho menos reputadas que las citadas anteriormente. Entre unas y otras hay una relación referencial pero también un evidente paralaje temporal. Son disímiles pese a su similitud. Disímiles al menos respecto al punto de vista enunciativo de su conjugación. Pese a que las películas se conjugan siempre en presente, la enunciación de unas remite al pasado y la de otras al más perentorio presente.

Dicho en pocas palabras, de lo que aquí se trata es de mostrar la sucesión de acontecimientos significativos con los que el mundo del cine exhibió su repentina politización y asumió cómo y cuánto pudo lo que acontecía en París, en sus calles y en sus fábricas. En este sentido, serán los acciones de las gentes del cine las que dicten todos y cada uno de sus capítulos. Acciones que engloban, por supuesto, hechos políticos y hechos fílmicos. De ahí su metafórico título: Entre adoquines: cine y Mayo 68. Va de suyo que lo político se hace presente en todos y cada uno de ellos, y mal que bien se nos propone implícito. Y digo lo político en vez de la política para diferenciar las acciones obviamente políticas de la institución cine, cine francés en este caso, de las acciones directas y explícitamente dictadas por las instituciones políticas, llámense gobierno o sindicatos, por nombrar dos bien representativas. 

El orden seguido vino dictado por la sucesión de acciones políticas junto a la realización de diferentes prácticas fílmicas con las que el cine francés asumió su circunstancia. Primero protestando fácticamente contra la censura, luego conjeturando fílmicamente sobre la revolución, para proseguir inmediatamente tomando nítida conciencia fílmica acerca de la importancia del conflicto bélico de la época. No faltaron quienes acto seguido decidieron mirar hacia la clase obrera y quisieron otorgarle su protagonismo, pero este pronto se evidenció improvisado, demasiado improvisado. Más que improvisado, cabría decir. Prácticas todas ellas que si bien mostraron una gran energía y voluntad política de transformación exhibieron al desnudo innumerables contradicciones. Y también más de una carencia. El resultado de la proclamación de los llamados Estados Generales del Cine Frances lo exhibió notablemente.

Unos y otros evidenciaron que la llamada revolución no se improvisa. La revolución no es una cena, como canta Claude Channes en La Chinoise (Jean-Luc Godard, 1967). Acaso no le faltase razón a Proudhon cuando, con motivo de la insurrección de 1848, afirmó que la nación francesa es una nación de comediantes. O acaso, como afirma Gabriel Albiac en su Mayo del 68. Fin de fiesta: 1968 cierra 1848; es posible; yo pensaba que el 17. Pero numéricamente es más redondo el portazo de 1968 respecto al 1848. En todo caso creemos que, cuando menos, de 1968 podría decirse algo parecido a lo dicho por Proudhon. Nada de ello significa que careciera de sentido, ni mucho menos. Ni mucho menos, reitero. Los cambios que produjo en la subjetividad de toda una generación saltaron pronto a la vista. Y los cambios políticos a su vez no tardarían en manifestarse, en apenas veinte años, no demasiado tiempo, en 1989. Lo que el 68 adelantó, la Historia lo confirmó. Difícil no entenderlo así. La película de Chris Marker, estrenada casi diez años después, en 1977, da buena cuenta, aunque tímidamente, de ello. La película culmina a modo de síntesis no solo la Historia con mayúscula en general sino también la historia, con minúscula ahora, de la recepción de Mayo 68 en la izquierda convencional, entendiendo por tal al PCF. De ahí que la incluyamos aquí como cierre y conmemoración.

El sesgo metafórico del título remite al presente más inmediato. Al menos eso es lo que intenta proponer. Evocar al tiempo que analizar los acontecimientos más significativos del universo cinematográfico en su momento, no por frecuentemente olvidados menos importantes. Compuesto de once capítulos, intenta dar cuenta lo más pormenorizadamente posible de todos ellos, desde la incipiente politización en contra de la censura de La religiosa (La religieuse), película de Jacques Rivette estrenada en 1967, y que aquí hace las veces de introducción, hasta El fondo del aire es rojo (El fond de l’air est rouge, Chris Marker), estrenada en 1977, a la que recordamos a modo de epílogo. Diez años que ya son Historia. Los cuatro primeros describen sus antecedentes; los seis centrales abordan los hechos principales protagonizados por las gentes el mundo del cine, impulsados por la crítica, particularmente Cahiers du cinéma, y las películas realizadas al pie de los sucesos; y los últimos abordan sus efectos fílmicos más notables y por lo general escasamente estudiados.

Además de recordar las películas realizadas a pie de obra, por decirlo así, la metáfora del título no describe solo la realización de películas apegadas al presente más rabioso e inmediato. Es también, por supuesto el relato de lo que le antecede, y de lo que lo cierra. Entre las películas que lo anteceden, sin afirmar que políticamente lo anticipan, no hay que olvidar la politización que supuso la censura contra La religiosa, la maoización que propagó La Chinoise y la resistencia que impulsó Loin du Vietnam (VV.AA., 1967). Y entre aquellas que lo cierran, es imprescindible abordar esa película documental tan significativa como poco conocida; El fondo del aire es rojo, ya citada. Sin olvidarnos, por supuesto, de los títulos enmarcados bajo la denominación del Grupo Dziga Vertov, bien porque, pese a que su desfase temporal respecto a los hechos resulta evidente, los representan con la mayor radicalidad formal imaginable y la mejor vivacidad de todas sus contradicciones. 

El hecho de que los primeros capítulos expongan los antecedentes, y los últimos aludan a su cierre contextualizado en su devenir históriográfico, conforman una especie de tríptico. Entre uno y otro se produjeron los films que recaban nuestra atención. Por ejemplo: La reprise du travail aux usines Wonder (Jacques Willemont, 1968), los cine-tracts y films-tract., entre otros. No son un cine ni muy conocido ni muy mitificado. Menos aún en nuestro país. De ahí que nos haya parecido útil y necesario echarle un vistazo para procurar conocerlo y comprenderlo mejor. Algunas de sus películas ni siquiera se nombran cuando se habla de los sucesos de mayo, aunque, en realidad, “sean mayo”, fílmicamente hablando, más que ninguna otra, por hiperbólico que parezca decirlo. No hay aniversario que olvide alguno de los títulos citados al comienzo de estas líneas; sí lo hacen, sin embargo, con las que aquí nos conciernen.

Todo, o casi, se ha dicho ya acerca de los acontecimientos de 1968. No es mi afán desde luego enmendar o corregir nada de lo dicho hasta ahora. Si acaso, como el lector pronto podrá comprobar, solo quiero complementar, o añadir, algo a lo ya dicho; naturalmente desde el punto de vista del cine, y que hasta ahora no he visto expuesto en publicación alguna, sea libro o revista. (1) Insuficiencia mía, seguro. Me refiero a la sucesión cronológica de aquellas prácticas que el universo cinematográfico, puede mostrar como huella indeleble de cuanto aconteció en las calles, o si se prefiere, cuanto aconteció en el universo estudiantil y obrero y que tanto ha dado que hablar a lo largo de los cincuenta años transcurridos desde entonces.

1. Excepción hecha de la revista Materiales por derribo, cuyos números han albergado algunos de los capítulos del presente libro. Llegado el momento lo precisaremos. 




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