Botonera

--------------------------------------------------------------

18.11.14

XII. "LAS DISTANCIAS DEL CINE (INTERSECCIONES)", REVISTA SHANGRILA Nº 22, SANTANDER: SHANGRILA TEXTOS APARTE, 2014






DISTANCIAS/POLÍTICAS/ESPAÑA
Ricardo Adalia Martín





El puente, Juan Antonio Bardem, 1977




Todo empieza con un viaje a Torremolinos. Juan (Alfredo Landa) es un mecánico que trabaja en un taller cualquiera de Madrid y tiene a la vista un puente de verano. Pretende irse a la sierra con su novia y unos amigos pero, finalmente, descubre que ninguno de ellos es lo que creía ser; le han traicionado. Como nadie le espera en ningún sitio, como no tiene a donde ir y se encuentra totalmente despechado, decide coger su Ponderosa (una arcaica y bastante vetusta motocicleta) para acudir al Sur, a ese Torremolinos símbolo de la libertad sexual para ligar con unas cuantas “rubias” y “suecas”. Contado de esta manera, El puente (Juan Antonio Bardem, 1977) no es más que una de las tantas “españoladas” que se rodaron durante los ‘70. Pero como sucede en otros de los trabajos que Juan Antonio Bardem firmó durante esta década, al director le interesa utilizar y explorar el mito de su actor protagonista, al mismo tiempo que desarrolla “una historia” alrededor del personaje.  Alfredo Landa como mito del destape, como ícono de una época, como figura que encarna el intento de liberación sexual de toda una generación.

A diferencia de los trabajos arquetípicos de lo que se considera una “españolada”, la acción de El puente nunca se llega a desarrollar en ese Sur turístico y sexual. Por el contrario, se centra en el interminable viaje entre los puntos de la geografía española señalados, para hacer del camino que recorre Juan/Alfredo Landa un viaje iniciático, siguiendo la mejor tradición de las road movies. Por una parte, Juan se va encontrando con la realidad española que desconoce: los presos políticos, los represaliados por el régimen de Franco, lo arcaico de las tradiciones españolas, los “niños bien” que usan y abusan de un entorno y de su población en pos de su diversión. Por otra, se va derrumbando la de imagen de macho ibérico de Alfredo Landa hasta que consigue encontrarse con esa realidad con la que se va topando Juan. El viaje de Alfredo no es nada inocente: es una toma de conciencia de la realidad que le rodea y desconoce. Sin duda, este recorrido se podría equiparar al trayecto de Ingrid Bergman en Europa 51 (Roberto Rossellini, 1952) y su distancia física, con una distancia política (...)