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26.5.23

XV. "UNA VUELTA MÁS", REVISTA SHANGRILA Nº 42-43, Valencia: Shangrila, 2023.




CIEN AÑOS Y UN DÍA
[Fragmento inicial]

Jesús Cortés


Erich von Stroheim

 

 
1972. La editorial Seghers publica un libro coordinado por el crítico suizo Freddy Buache sobre la figura del cineasta vienés Erich von Stroheim.

Aparte de un recorrido cronológico por su carrera, el volumen recopila testimonios sobre sus películas escritos, entre otros, por Jacques Rivette, Luis Buñuel, Michel Ciment, Jean Mitry, Jean Renoir, André Bazin, Georges Franju, Lotte Eisner y Henri Langlois.

La deuda con su obra, la gratitud, el asombro renovado de todos ellos, es patente en cada página. Incuestionable es la palabra que mejor define por entonces su legado.

Habían pasado “solo” cincuenta años, medio siglo, desde el estreno de Esposas frívolas (Foolish wives), su tercer largometraje y sin embargo, como es sabido, el principio del fin de la carrera de un director referente del cine mudo desde el mismo momento en que inició su andadura, como hijo adoptivo primero de David W. Griffith y después de Carl Laemmle, hasta que la finalizó en 1932.

Algunos de los cineastas citados en el libro de Buache y otros, como Orson Welles, Luchino Visconti o el ya fallecido Jacques Becker, estaban entre la lista de los adscritos a su descendencia en el sonoro, los que lo llamaron maestro. A pesar de las décadas transcurridas y lo lejana que empezaba a quedar ya su muerte, acaecida en 1957, su memoria permanecía viva.  

Brotaban todo tipo de recuerdos de Esposas frívolas y de La marcha nupcial (The wedding march, 1928), Avaricia (Greed, 1924), Los amores de un Príncipe (Merry-go-round, 1923), codirigida con Rupert Julian, La Reina Kelly (Queen Kelly, 1929), La viuda alegre (The merry widow, 1925), ¡Hola, hermanita! (Hello, sister!, 1932) o su debut, Corazón olvidado (Blind husbands, 1919). Con cualquiera de ellas, con una sola, hubiese bastado para que Stroheim tuviese un lugar destacado en la Historia del cine. Y hubo más, perdidas para siempre, como La ganzúa del diablo (The devil’s passkey, 1920) o la continuación de La marcha nupcial, The honeymoon, de 1929, rodeadas desde tiempos inmemoriales de un aura mítica, como tesoros sin mapa que conduzca a ellos.

Su audacia para filmar lo que otros no se atrevieron y el precio que pagó por materializar en imágenes sus ideas, las mil leyendas sobre sus rodajes o su –cuantitativamente mayoritario– trabajo como actor para otros cineastas una vez fue defenestrado como creador eran material más que suficiente para que cada cierto tiempo volviera a ser tenido en cuenta y no se borrase su antaño inconfundible huella.
Mucho más que Charles Chaplin o Buster Keaton, tanto como quizá solo Victor Sjöström, Erich von Stroheim era reverenciado al mismo nivel como cineasta y como intérprete y cualquiera que lo conociera había tenido la violenta y sensual certeza de sentir a la vez desprecio y atracción por sus personajes y por descontado una rendida admiración por la grandeza de los planos y secuencias que fue capaz de concebir desde el lado oculto de la cámara.
Cincuenta años más han pasado y nada cambió.

En 2023 cuando escribo estas páginas, el cine mudo no tiene conexión con cuanto propugnan los medios que (se) toman el pulso de la cinefilia. La mayoría de espectadores que empiezan ahora a ver cine ni se plantean siquiera buscar en ese pasado tan lejano que no es tenido en cuenta en absoluto por la práctica totalidad de cuantos filman o comunican. Llegará un día, y no está tan lejano, que la historia de los principales cines, el americano, el japonés, el francés incluso, se equipararán, por vergonzosa amnesia masiva, a las del indonesio, el filipino o cualquiera de los que prácticamente nacieron en los años ‘70 del pasado siglo.

Volver a Erich von Stroheim y en particular, a cien años vista, dar a ver Esposas frívolas, el primero de los filmes demasiado grandes para un arte que nació pequeño, es por consiguiente, a poco que se sea un poco fiel a la realidad, un placer cada vez más difícil de compartir, quizá imposible de restituir a quien no interesa otra cosa que su rico anecdotario.

Yendo un poco más lejos, ¿quién va a encontrar ejemplar, y menos aún querer seguir su ejemplo, que es otro cantar, a alguien que murió prácticamente en la indigencia después de estar veinticinco años trabajando en lo que pudo y cuyo mejor momento profesional fue un camino de obstáculos? ¿Un muerto sin revalorizar interesa ya a los jóvenes?  

Temo que incluso a un nivel puramente cinematográfico, el aspecto audaz y despiadado de sus películas sea ya lo único llamativo del cine de Stroheim y apenas nada se retenga del orden moral, el secreto romanticismo, la belleza que matiza todo su arte.

Es un cine tan acabado el suyo y que vive tan de espaldas a que pudiese llegar el sonido, ese progreso largamente deseado... por los moneymakers del negocio, que no es necesario extrapolar nada, ni pensar en el valor potencial de ninguno de sus elementos. Más bien convendría dejar de escuchar el tic tac del reloj que marcaba la hora de la muerte de esta silenciosa forma de expresión y tratar de desentrañar lo que de verdad fue importante y todavía lo es; es decir, con cuánta atención y capacidad aprehende un cineasta, en un instante, a un personaje, por insignificante que sea, con qué cuidado y sentido elige encuadres y profundidades de cada plano, cuándo y por qué deja abierta una escena seguro de completarla o cambiarle el sentido con la siguiente, cómo dosifica la información para construir un elemento dramático, de qué manera hace irrumpir la comedia en la más terrible de las situaciones o sabe ensombrecer cualquier remanso de ligereza.

De esos secretos, como tantos directores de su estirpe, apenas dijo nada Stroheim las muy pocas veces que se refirió a su obra y las palabras ajenas pobremente han podido desvelarlos, ni siquiera en los años en que eran multitud los que hubiesen querido conocerlos.



Afiche de Esposas frívolas


Esposas frívolas fue la única de las empresas grandes que acometió no contaminada desde su mismo nacimiento por las injerencias, censuras, advertencias y amenazas que le acompañarían toda su carrera. Cuando llegaron, durante el rodaje, quizá no supo aceptar que iban a ser consustanciales a su forma de filmar y de pensar el cine y las afrontó con humor y dando pruebas de fuerza, dos armas que le serían negadas ya para siempre cuando comenzase a preparar su siguiente película, Avaricia.

Su elevado coste y sus avatares de producción no me interesan demasiado porque las películas son lo que se ve en pantalla y nada más debería ser necesario para reconocerles su valor digamos neto, aunque páginas y páginas de fabulaciones más o menos veraces hayan tratado de arrinconarlo como si fuese el residual.

La censura que se cernió sobre ella, como todas las censuras, vengan travestidas de las más imaginativas formas, tuvo (y aún hoy tiene) una base puramente económica y resulta, por muchos argumentos moralizantes que se esgriman para justificarla, en tirar dinero a la basura a priori, sin dejar que sea el público el que juzgue si le gusta o es capaz de estar sentado más tiempo del habitual en la sala. El hecho de que a continuación de semejante fiasco fuese alumbrado uno aún mayor, el de Greed, con sus nueve horas de metraje esquilmados hasta roerle los huesos, da que pensar.

Por ejemplo, en cómo vieron los directivos del estudio el hecho de que una pareja de millonarios norteamericanos como lo son los otros protagonistas de Esposas frívolas sea tan vilmente engatusada, expuesta y avergonzada públicamente por nobles rusos, decadentes además. También en la imagen de Montecarlo como ciudad del vicio, imán para tahúres y trampa para ricos extranjeros. Cómo no se detuvieron en la consideración del cine que estaban haciendo los extranjeros en Hollywood, campando a sus anchas y sacando las vergüenzas a los países de donde procedían y al que los acogió y les dio crédito ilimitado en función de un currículo que muchos directamente se inventaron o embellecieron sin el menor pudor.

Y estos cabos podrían desatarse sin problemas si Avaricia hubiese remediado la injusticia cometida con el creador, pero el solo hecho de permitirle iniciar la adaptación de una novela que fue un hito de la literatura más descarnada y menos conservadora de finales del siglo anterior era la crónica de una muerte anunciada. Por supuesto fue un nuevo fracaso, por supuesto fue devorada por la crítica.

En realidad es para lo que nació.


[...]




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23.11.20

y XXII. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




SUMARIO


He stands in the desert counting the seconds of his life  (Jonas Mekas, 1986)




PRÓLOGO: DESCUBRIMIENTO DE UN BLOG
Miguel Marías

INTRODUCCIÓN
Jesús Cortés

DALECARLIA
La voz de los antepasados (Victor Sjöstrom, 1919)
El camino de Dios (Victor Sjöstrom, 1920)

Y LOS NIÑOS CANTABAN EN VOZ ALTA
El hombre sin piernas (Wallace Worsley, 1920)

LA LEYENDA DE LOS RÁPIDOS
A través de los rápidos (Mauritz Stiller, 1921)

LA NOVIA VENDIDA
La novia de Glomdal (Carl Theodor Dreyer, 1926)

MEJOR QUE CUALQUIERA
El hermanito (Ted Wilde, 1927)

CUANTO FUIMOS
La cerillerita (Jean Renoir, 1928)

LA HISTORIA DE JIMMIE WILSON
La lucha (David W. Griffith, 1931)

DESPUÉS DEL AMANECER
Rayo de sol (Pál Fëjos, 1932)

OTRO BLUES
El secreto de una noche (Georg W. Pabst, 1934)

DERIVADOS DEL ESTILO
Nobleza obliga (Leo McCarey, 1935)

OTRA VIDA
Lo desconocido (Frank Wisbar, 1936)

TRES TRENES
Cuando volvamos a amarnos (Edward H. Griffith, 1936)

SUS PERTENENCIAS
La hora radiante (Frank Borzage, 1938)

TENNANT & CO.
¡Dejadnos vivir! (John Brahm, 1938)

DIECIOCHO AÑOS
Tempestad de almas (Marcel Pagnol)

ENEMIGOS PRIVADOS
El último en todo (Jacques Becker, 1942)

DE TUMBAS Y LÁMPARAS DE ACEITE
El capitán intrépido (Abel Gance, 1942)

HONORES
Sagrado matrimonio (John M. Stahl, 1943)

BIOQUÍMICO
El gran momento (Preston Sturges, 1944)

TESTIGOS
El asesino está entre nosotros (Wolfgang Staudte, 1946)

TIEMPO DE AMAR, TIEMPO DE VIVIR
La llegada de la primavera (Mikio Naruse, 1947)

LOS NIÑOS DEL PARAÍSO
Los niños del paraíso (Hiroshi Shimizu, 1948)

LO QUE SUCEDIÓ EN REALIDAD
La historia secreta (Allan Dwan, 1948)

BAJO LAS ESTRELLAS
Mil ojos tiene la noche (John Farrow, 1948)

MARGARITA
Thunderhoof (Phil Karlson, 1948)

DESDE LA TIERRA DE DAN
Sansón y Dalila (Cecil B. DeMille, 1949)

NUNCA VOLVEREMOS A CASA
El grito de la tierra (Duilio Coletti, 1949)

LA MUJER DE TOM HARPER
Almas desnudas (Max Ophüls, 1949)

TWO LOVERS
Sin temor (Ida Lupino, 1950)

SERES QUERIDOS
Amarga sombra (Rudolph Maté, 1950)

UNDERWORLD USA
M (Joseph Losey, 1951)

UN AÑO Y UN DÍA
La mujer pirata (Jacques Tourneur, 1951)

TIFFANY'S, CARTIER, STARR...
Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks, 1953)

EN AGUAS PROFUNDAS
Laughing Anne (Herbert Wilcox, 1953)

THIS LAND IS YOUR LAND
Cuna de héroes (John Ford, 1955)

UNA BUENA PEDRADA EN LA FRENTE
El soldado desconocido (Edvin Laine, 1955)

UN LUGAR EN EL MUNDO
Busca tu refugio (Nicholas Ray, 1955)

UN CUADERNO PARA UN VERANO
Viaje a la prehistoria (Karel Zeman, 1955)

OTRA CANCIÓN SOBRE LA LLUVIA
El techo (Vittorio De Sica, 1956)

ÁLBUM

TUS LABERINTOS
Hospital general (Carlos Arévalo, 1956)

LAS ALEGRÍAS DEL AMOR
Té y simpatía (Vincente Minnelli, 1956)

AL OTRO LADO DEL RÍO
El caballo que llora (Mark Donskoi, 1957)

DE BLANCO
Arenas de muerte (Henry Hathaway, 1957)

EL HOMBRE AL QUE MATÉ
El americano tranquilo (Joseph L. Mankiewicz, 1958)

EL TIGRE EN LA JUNGLA
Tarawa beachhead (Paul Wendkos, 1958)

INVENTARSE UNA VIDA
Días sin vida (Henry King, 1959)

WHITE TRASH
La joven (Luis Buñuel, 1960)

EL OTRO
Las dos caras del Dr. Jekyll (Terence Fisher, 1960)

EL PAN Y LAS UVAS
Bambini (Raffaele Andreassi, 1960)

AGUAS TRANQUILAS BAJO PUENTES DE MADERA
El otoño de la familia Kohayagawa (Yasujiro Ozu, 1961)

LA VIDA POR DELANTE
Alma negra (Roberto Rossellini, 1962)

DILEMAS
La caída del Imperio Romano (Anthony Mann, 1963)

MANELA
Tiburoneros (Luis Alcoriza, 1963)

MIRAR AL ABISMO - p.195
Viaje a los senos de Duília (Carlos Hugo Christensen, 1965)

EL ÚLTIMO DE LOS ARNOLFINI
L’authentique procés de Carl-Emmanuel Jung (Marcel Hanoun, 1966)

BLANCO Y NEGRO
Rebelión of Japan (Heinosuke Gosho, 1967)

ARCADIA
La noche deseada (Otto Preminger, 1967)

1962
Topaz (Alfred Hitchcock, 1969)

ÁRBOLES ALEGRES, ÁRBOLES TRISTES
Poco a poco (Jean Rouch, 1971)

SIN UN RASGUÑO
Los nuevos centuriones (Richard Fleischer, 1972)

LA NOCHE EN QUE NOS CONOCIMOS
American grafiti (George Lucas, 1973)

UNA NOCHE
Behindert (Spethen Dwoskin, 1974)

A UN DIOS INVÁLIDO
Karl May (Hans-Jürgen Syberberg, 1974)

LOS FANTASMAS DEL SÁBADO POR LA NOCHE
Háblame como la lluvia (Douglas Sirk et al., 1975)
Nochevieja (Douglas Sirk, Hajo Gies, 1978)
Bourbon street blues (Douglas Sirk, Hnas Schönherr, Tilman Taune, 1979)

TRES AÑOS SIN DIOS
Tres años sin Dios (Mario O’Hara, 1976)

DULCE EMOCIÓN
A speck in the water (Ishmael Bernal, 1976)

EN LA CARRETERA
Renaldo y Clara (Bob Dylan, 1978)

UN OCÉANO PACÍFICO
El gran Miércoles (John Milius, 1978)

G & G
Poto and Cabengo (Jean Pierre Gorin, 1980)

EL MUNDO DE AYER
Welcome in Vienna 1: God does not believe in us anymore (Axel Corti, 1982)
Welcome in Vienna 2: Santa Fe (Axel Corti, 1984)
Welcome in Vienna 3: Welcome in Vienna (Axel Corti, 1986)

CASA VERDI
Il bacio di Tosca (Daniel Schmid, 1984)

LAVANDA Y JENGIBRE ROJO
Chidambaran (Govindan Aravindan, 1985)

LOS AÑOS INSOMNES
El diablo en las colinas (Vittorio Cottafavi, 1985)

HISTORIA(S) DE...
He stands in the desert counting the seconds of his life (Jonas Mekas, 1986)

EL FANTASMA Y LA SEÑORA ROSSELLINI
À flor do mar (Joao César Monteiro, 1986)

HUELLAS VERDES Y BLANCAS
Landscape suicide (James Benning, 1987)

EL SUR
El zoo de cristal (Paul Newman, 1987)

MISHNÁ
Histoires d’Amerique stories, food, family and philosophy
(Chantal Akerman, 1989)

COSAS QUE ME GUSTARÍA HABER DICHO
Primer plano (Abbas Kiarostami, 1990)

AUBERGE RAVOUX
Van Gogh (Maurice Pialat, 1991)

ELOGIO DEL ABRAZO
US go home (Claire Denis, 1994)

VOLVERÁN LOS VIENTOS CÁLIDOS
Nubes pasajeras (Aki Kaurismäki, 1996)

UNAS ALAS Y UNA PLEGARIA
Sunchaser (Michael Cimino, 1996)

THE KIDS ARE ALRIGHT
Demi-tarif (Isild Le Besco, 2003)

CUENTOS DE LA VIEJA CALIFORNIA
A propósito de George Sherman

LAS FÉRTILES TIERRAS NEGRAS
A propósito de Yuliya Solntseva

PALABRAS MENORES
A propósito de Cherd Songsri

PASADOS Y FUTUROS
A propósito de Nils Malmros

EPÍLOGO
Roberto Amaba





LEER:




XXI. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




ÉPILOGO
SIGUIENDO MI CAMINO

Roberto Amaba


Van Gogh (Maurice Pialat, 1991)


Rara vez se justifica el espacio alternativo reclamado por los márgenes. Amigo de imposturas y falsas disidencias, requiere de propiedades que, en su aparente sencillez, resultan de difícil cumplimiento. En este caso me refiero a la curiosidad que mueve al conocimiento y a la originalidad que escapa del gregarismo propio de la escritura cinematográfica. Una otredad cierta y sincera que va adquiriendo forma a lo largo de esta filmografía cosechada por Jesús. Lo hace combatiendo la pereza, eludiendo ese reciclaje de clichés, mentiras y medias verdades que hemos dado en llamar historia del cine. Es esta una otredad discreta que aparece con el único fin de prometer su desaparición porque sabe que, así, permanecerá. Historia parcial, marginal, fragmentaria y no obstante universal, que no necesita abrazar causas perdidas porque ella es, en sí misma, olvido y omisión. Imágenes que no requieren de grandes plataformas ni de soldados de la cinefilia para restituir su vigencia y vigor.

Uno de los pensamientos inmediatos que brota tras cotejar el texto con las películas que lo propiciaron, es el de la imagen perdurable. En tiempos de hastío intelectual generado por debates encauzados que decaen antes que el sol, hemos de recibir con dicha esta idea de permanencia, de eternidad latente, de imágenes que nunca se cansarán de esperar a que volvamos la vista hacia ellas. Planos, palabras y secuencias que se posan sobre modos, objetos, paisajes y gestos que nos acompañarán con carácter orgánico el resto de nuestras vidas. Más allá del clasicismo, más acá de la modernidad, las imágenes adquieren la forma y la fuerza de un desafío, de refugios frente a imposiciones, de baremos frente a modas. Imágenes que facilitan modos de percibir y de expresar ajenos a las disputas entre crítica, academia y diletantismo. Quizá se pueda dibujar una solución a este conflicto entregando nuestro ego, y tal movimiento se intuye durante la lectura. Un repudio del narcisismo dentro y fuera de la pantalla donde el yo, contracorriente, deja de ser importante, donde el autor apenas ejerce de chico de los recados, de médium prudente pero entusiasmado que nos recuerda que hoy concluyeron las excusas para elegir imágenes, para apartarse de unas y para acceder a otras bien diferentes a las impuestas por la fatídica agenda social. 

De entre estas emociones encarnadas por todo tipo de personajes que Jesús se limita a señalar, destaca cierto sentimiento de lo cotidiano, de una naturalidad afectiva marcada por la tolerancia, el sacrificio y la bondad. Como en una película de Kaurismäki, nos deslizamos en la ausencia absoluta de estridencia, en la profunda necesidad de dejar vivir a los demás sin imponer normas, gustos y conductas. Porque de esta ruptura tan presente de los espacios y de los tiempos del prójimo, nacen muchas de las tragedias, de las aventuras y de las comedias aquí recogidas. La reclamación tranquila de esa emoción privada que, a hurtadillas, el mejor cine supo respetar y compartir, nos ofrece una confluencia entre letra e imagen que hoy resulta, más que nunca, reconfortante.


Salamanca, enero de 2020





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XX. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




THE KIDS ARE ALRIGHT
Demi-tarif (Isild Le Besco, 2003)


Demi-tarif (Isild Le Besco, 2003)


¿Puede un filme cambiar de género cinematográfico suprimiendo un solo personaje? La respuesta, y me temo que audacias como la de Alfred Hitchcock para hacerlo in media res no abundan, genera dudas para terminar siendo afirmativa: lo conseguiría a costa de desnaturalizarlo. Muchos filmes de Raffaello Matarazzo, eliminados sus villanos, mudarían de melodramas a comedias costumbristas; uno de Howard Hawks privado de su personaje femenino, viraría de comedia a tragedia; otro de Sacha Guitry, sin el propio Guitry, en fin, no sería un filme de Guitry.

Que el funcionamiento plausible de este recurso sea en el sentido contrario, es decir, cuando se suma un intérprete a la trama, no es tan fácil de explicar. Por mencionar el caso más misterioso, El díptico Tú y yo de Leo McCarey se convierte en melodrama en cuanto aparece en plano la abuela Janou, y así continúan cuando ella desaparece. En Demi-tarif, la actriz Isild Le Besco, con veintiún años, se atrevió para su debut en la dirección a hacer las dos cosas al mismo tiempo no sé si calculando todas las implicaciones. Por un lado, suprimió a la madre de los tres hermanos que viven en una ciudad cualquiera, haciéndola ausentarse mientras ellos se las apañan de día y de noche. La mayor seguridad o espontaneidad de los pequeños actores sin un tutor en los planos domésticos, fue la razón logística. Le Besco refuerza esas escenas en la casa, pero también las que protagonizaban desde la idea original en solitario: las del metro, la calle, el colegio o cualesquiera destinos habituales. Lo hace con un carácter añadido, una voz en off retrospectiva y neutra, a veces casi ajena a lo que vemos encuadrado [...]





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22.11.20

XIX. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




VOLVERÁN LOS VIENTOS CÁLIDOS
Nubes pasajeras (Aki Kaursmäki, 1996)


Nubes pasajeras (Aki Kaurismäki, 1996)


No habría demasiado acuerdo a la hora de elegir el momento donde Nubes pasajeras se convierte en una película especial. Algunos se decantarían por la última noche del Dubrovnik, el restaurante demodé que cierra sus puertas porque los clientes son demasiado viejos y ya no pueden consumir como antes. En un plano memorable, la dueña saluda uno a uno a los comensales –de gala, con echarpes ellas y pajaritas ellos, como cuando era el mejor sitio de la ciudad... después de la guerra–, pero no capta el momento en el que se van y toca agradecerles la fidelidad de tantos años. Aki Kaurismäki no abre el objetivo para recoger cuándo media más cercanía entre los personajes y se funden en un abrazo en lugar del ceremonial apretón de manos, creando esa pequeña incertidumbre, tan escurridiza al captar un gesto, de la intimidad. 

Otros quizá saltarían de la butaca con una sencillísima escena en la que Ilona (Kati Outinen) espera a Lauri (Kari Väänänen) al terminar su jornada como conductor de tranvía. Ella sube y lo besa sin decir nada más; plano lateral del vagón cuando se cierra la puerta y descenso hasta las vías mientras arranca la música; plano frontal que recoge a ambos viajando solos: ella agarrada a la barra, él ajustándose la corbata; plano fijo de otros tranvías dirigiéndose a su lugar de reposo y panorámica cuando el que atraviesa el encuadre es el de nuestros protagonistas; plano del coche en el que abandonarán el lugar, mirando en dirección contraria. Sirviéndose tan solo de su talento para la composición, Kaurismäki aprovecha el plácido reencuentro de cada noche para transformar un medio de transporte público en uno privado a través de un cotidiano interludio romántico que completa la metamorfosis hasta el modesto utilitario de él. Podrían ser otras escenas y quizá haya mejores ejemplos, pero todos se rigen por un mismo principio tan elemental como es el de saber qué mostrar de los personajes y cómo hacerlo [...]





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XVIII. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




ELOGIO DEL ABRAZO
US go home (Claire Denis, 1994)


US go home (Claire Denis, 1994)


Cuando Alain (Grégoire Colin) lee a modo de prólogo el hermosísimo y demoledor extracto de Séneca, De la brevedad de la vida (49 d. C.), brota la duda sobre el ángulo con el que Claire Denis se aproximará a los años de su juventud. ¿Será una mirada pedante, trufada de citas cultas, con el retrovisor siempre limpio de coyunturales pasos en falso, entonando la canción de la madurez? A poco que se conozca su cine se pensará que no, y un detalle que puede pasar desapercibido ayuda a saberlo: Alain se sabe el texto, solo mira el libro para recordarlo con rapidez. Al fin y al cabo, nos lo dice a nosotros y por primera vez, nervioso. No es la cineasta quien se expresa por su boca, podía haberlo hecho en off o podía haber utilizado al actor declamando ante el objetivo; antes bien, le ha invitado a aprender, a sentir las palabras.

Este brillante episodio rodado para la serie televisiva Tous les garçons et les filles de leur âge, es un certero ejemplo de aquello que decía el líder de los Black Crowes, Chris Robinson, cuando hablaba de las influencias musicales que habían forjado su personalidad: escucho a demasiados músicos decir, para impresionar, que han crecido con Son House y Blind Willie McTell. Es mentira, apostillaba. A pesar de su profundo conocimiento de la música a lo largo y ancho del siglo XX, Robinson no tenía problemas en admitir que cuando era un adolescente y empezaba a desplegar las alas, apenas tuvo tiempo para otra cosa que divertirse y equivocarse, es decir, para vivir. Las vocaciones y las pasiones llegaron a través de lo inmediato, filtrándose por las rendijas de lo que le resultaba atractivo o placentero.

Por suerte, Claire Denis pertenece a la misma estirpe y rememora sin ventajismos porque es capaz de mirar desde idéntico punto de vista al de sus personajes, con lo que se torna contagioso compartir las emociones que desprenden las imágenes [...]





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XVII. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




EL FANTASMA Y LA SEÑORA ROSSELLINI
À flor do mar (Joao César Monteiro, 1986)


À flor do mar (Joao César Monteiro, 1986)


Una de las mejores películas de los años ochenta que, como sucede con frecuencia en la literatura cinematográfica, hace difícil comunicar con palabras la fascinación que nos despierta. Las razones por las que nos refresca conexiones, excita recuerdos, enlaza con gustos quizá no muy compartidos y activa el inconsciente. Buena parte de los argumentos que se nos ocurran para defenderla, sabemos de antemano que serán poco sólidos y hasta contrarios a la percepción de quien escuche, lea o contemple. No debe ser extraño que alguien encuentre aburrido, pedante, irresuelto o fallido lo que a nosotros nos haya podido parecer hondo y hermoso. Esa década de los ochenta, comparada con otras, no es pródiga en obras que puedan generar esa clase de interés, aunque seguro que son más de las que podemos y queremos recordar. 

Tan culta, compleja, misteriosa y con implicaciones y ramificaciones en el pasado y el futuro cuando fue concebida y pensada, como sencilla, lógica, calmada e inteligente al plasmarla en celuloide. De asombrosa belleza plástica, À flor do mar es una de esas películas y quizá la culminación del cine del portugués João César Monteiro. Sin hacerlo de menos, cuesta desembarazarse de la sombra del cine de Jacques Rivette al contemplar sus imágenes, pese a que los atajos más evidentes y buscados como ciertas alusiones de diálogos y ciertos giros de la trama, parezcan godardianos. Aparece la silueta de Rivette en situaciones inequívocas, como aquella en la que un policía de carretera indica a los protagonistas dónde puede encontrar un ejemplar de la Divina comedia con la exactitud y la falta de vacilación de quién habla de una gasolinera. Y cuesta dejar de pensar en él, por lo que suele echarse en falta en las películas del cineasta y crítico francés: la certera emoción del momento sin que tenga que ser extraída, deducida, abstraída de lo visto; esa claridad meridiana [...]





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XVI. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




G & G
Poto and Cabengo (Jean-Pierre Gorin, 1980)


Poto and Cabengo (Jean-Pierre Gorin, 1980)


La primera película filmada por Jean-Pierre Gorin tras la disolución del Grupo Dziga Vertov, hacia 1972, y el par de trabajos posteriores en los que extendió su colaboración con Jean-Luc Godard y Anne-Marie Miéville, es un original documento sobre un caso insólito de didáctica. Grace y Virginia (Gracie y Ginny) Kennedy, dos hermanas gemelas de seis años diríase que aisladas en un suburbio de San Diego, un vecindario de aspecto prefabricado y hogares miméticos construido en la posguerra y destinado a la vuelta de combatientes, del que alguien dice que se parece al Berlín occidental, utilizaban un lenguaje privado e ininteligible para el resto de personas. Una improbable mezcla de inglés paterno y alemán materno con la que se comunicaban de manera fluida.

Ese mismo año estaba de vuelta Jean-Luc, el factótum del citado colectivo antiautoral, con la digamos más convencional Salve quien pueda, la vida (Sauve qui peut, la vie, 1980), con lo que la opción documentalista tomada por Gorin parece bastante consecuente con su rol anterior. Aunque de entre las opciones posibles, no era desde luego la más lustrosa. Contrasta esta fascinante Poto and Cabengo con las dos últimas obras que habían hecho en común Gorin y Godard, y no me refiero tanto al contenido sino al ángulo empleado. Dos filmes tan políticos como Letter to Jane. An investigation about a still (1972), una conversación-disección sobre la muy publicitada y activista fotografía de Jane Hanoi Fonda, y Aquí y en otro lugar (Ici et ailleurs, 1976), otro experimento, y como tal intervencionista, sobre la convivencia paralela de dos familias, una francesa y otra palestina. No podían estar ambos trabajos más alejados de esta investigación sobre procesos naturales de aprendizaje y virtualmente involuntarios en la edad infantil. La clave es ese plural, aprendizajes, pues no solo es importante el relativo a las niñas.

Poto and Cabengo fija su atención en averiguar las causas que habían conducido a ese resultado final de comunicación entre ambas, y en cómo conocer a contrarreloj los mecanismos puestos en marcha por los familiares y vecinos, educadores, logopedas, pedagogos, psiquiatras y por supuesto los periodistas, no para entender qué decían, sino para que regresaran a un estadio del habla normal, esto es, aquel donde solo cupiera el inglés. La situación deriva en una múltiple y sutil radiografía de los Estados Unidos de la era presidida por Jimmy Carter, aquel granjero de cacahuetes paladín de los derechos humanos. Surgen entonces, durante los análisis, interrogantes sociológicos que son antesala de los políticos, los mismos que tanto le habían interesado a Gorin en los años previos [...]





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21.11.20

XV. "EN LOS MÁRGENES DE LA HISTORIA DEL CINE. UN BLOG COMME LES AUTRES", Jesús Cortés, Valencia: Shangrila 2020.




UN OCÉANO PACÍFICO
El gran Miércoles (John Milius, 1978)


El gran Miércoles (John Milius, 1978)


El trío que nunca fue. A comienzos de 1978, John Milius se apuraba en terminar el guion de la que iba a ser la más accidentada película de la década y que debía estrenarse a finales de ese mismo año. Cuando Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1978), sorteando mil calamidades y con un récord de nueve productores asociados, ve la luz un año después, era ya una leyenda y Milius más famoso como guionista que como realizador. Adelantándose a Coppola, Michael Cimino, otro cineasta crecido y descubierto para la grandeza, había presentado el primer gran filme sobre la guerra de Vietnam: El cazador. Contrastando con las colosales hechuras de ambas y la consiguiente atención masiva de los medios de comunicación que veían nacer o asentarse a los relevos naturales de los mitos desaparecidos, desnortados o minados por el paso del tiempo, la visión del propio Milius sobre una América de los sesenta abocada a otra exótica contienda, hizo que El gran Miércoles se consumiera en la grisura hasta quedar arrinconada para la causa de las mejores películas americanas de los setenta.

Frente a Robert De Niro y Christopher Walken jugando a la ruleta rusa, frente a aquella cabalgata aérea de las valquirias y frente al semidiós Marlon Brando ahogándose en los versos de T. S. Eliot y en los gritos de Jim Morrison, ¿quién podía encontrar relevantes los avatares que hacían virar la existencia de tres amigos surferos, empecinados en seguir fantaseando con la gran ola de sus vidas? El lapso de tiempo transcurrido desde el final del conflicto, no permitía devolver al público una imagen reconocible de la América en retaguardia que no fuera la de un país preparándose para la partida. Esa marcha que tan certeramente había escenificado la primera parte de la obra de Cimino. América dolida y en compleja recomposición, preguntándose cómo y por qué había salido escaldada de Asia. También El gran Miércoles hablaba, sin retirarse media milla de un paraíso terrenal para veinteañeros, en playas infinitas y con chicas en bañador, entre bromas, fiestas y buenas peleas, de cosas importantes. Y bien que debió extrañar, porque ni las prometedoras Dillinger (1973) y El viento y el león (The wind and the lion, 1975) invitaron a pensar en Milius como en algo más que en un remedo de sus admirados Sam Peckinpah, David Lean o John Huston. El gran Miércoles retomaba asuntos decisivos para una generación recién despertada del flower power para ir a caer en la jungla de Indochina. Así, establecer un paralelismo entre esta maravillosa película con las citadas de Coppola y Cimino, resulta necesario para resituarla en su contexto social y cinematográfico [...]





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