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28.4.20

VIII. "PARA RONDAR CASTILLOS", José Luis Márquez Núñez (coord.), Shangrila 2020



Caligrafías 3
Werner Herzog. Del extranjero aquí junto






Por supuesto que sí, me miro al espejo cuando me afeito; pero nunca para estudiar mi identidad o mi alma. No es asunto mío. No me decidiría a hacerlo nunca, por mucho que viva. Creo que es un error. Un error del siglo XX. Un error que comenzó en el siglo XIX, pero un error que pertenece sobre todo al siglo XX. [...] Creo que el surgimiento del psicoanálisis fue un error enorme. Un error de gran magnitud, comparable de alguna manera con la Inquisición española. La Inquisición española tenía la finalidad de detectar los últimos bolsones no cristianos, los musulmanes, los moros, etc. Procesarlos, torturarlos para que revelasen la naturaleza más profunda de su fe. Los resultados fueron catastróficos. No hay que hacer eso. Si usted es portador de una convicción o de una fe profunda, nunca haría nada para conseguir que me la revelara. Nunca le lanzaría un desafío semejante. Respetaría por el contrario lo que usted es. Dejaría absolutamente intacto lo que usted es. No hay que tratar de desnudar los rincones más sombríos, los más profundos de nuestra alma. Es una de las mayores equivocaciones de nuestra cultura.
Al respecto, hay una metáfora que ya utilicé muchas veces. Si ustedes viven en un departamento donde todos los rincones, hasta el último, están iluminados, ese departamento se volverá inhabitable. Los seres humanos que sacan a la luz los rincones más oscuros de sus almas se vuelven seres humanos inhabitables. Nunca pude estar con una mujer que no tuviera una especie de secreto o de misterio. Nunca he podido vivir con alguien que se esfuerce por decirlo todo, convencido de que eso es la base de una relación. Es el punto de partida para el crimen. Es todo. Frente a una actitud así, la única respuesta sería el crimen.


Werner HERZOG, Manual de supervivencia


Imágenes: Werner Herzog: Nosferatu, vampiro de la noche, 1979 / Corazón de cristal, 1976




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Para rondar castillos







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1.10.15

y XLIV. VIAJE AL CORAZÓN DE NUESTRAS TINIEBLAS: "INTO THE ABYSS" (2011), Sonia García López: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Into the Abyss (2011)


(...) Into the Abyss (2011) es una de las más sobrias indagaciones en torno a la muerte jamás llevadas a cabo por el director. El abismo al que alude el título de la película no se encuentra en escenarios exóticos como el volcán en erupción de La Soufrière o la jungla de Little Dieter Needs to Fly, ni tiene como protagonistas a personajes excéntricos al estilo de Timothy Treadwell o Walter Steiner, sino que, por el contrario, hay que buscarlo en el corazón de la sociedad capitalista, donde la muerte es omnipresente siempre que se trate de accidentes, catástrofes o sucesos noticiables, pero se ha convertido en tabú, en algo inconcebible dentro de la esfera privada. Cuando no es producto de un accidente, de una catástrofe o de un suceso, la muerte tiene lugar, por lo general, en una aséptica habitación de hospital; cuando es resultado de una sentencia judicial, se ejecuta en la aséptica sala, completamente equipada, de una institución penitenciaria. Los métodos empleados, como la inyección letal, aspiran a ser indoloros, inodoros e insípidos. Michael Perry y Jason Burkett son dos jóvenes norteamericanos de raza blanca condenados respectivamente a pena de muerte y cadena perpetua por un triple homicidio perpetrado en Conroe, un pequeño municipio de Montgomery County, Texas, el 24 de octubre de 2001. En el momento de la filmación, ambos habían pasado ocho años en prisión y, tan solo ocho días después de que Herzog le entrevistara, Michael Perry fue ejecutado a la edad de veintiocho años. Perry y Burkett fueron condenados por un crimen cuya gratuidad establece de antemano una distancia con respecto a su causa, y es esa distancia desde la que Herzog se propone articular su discurso, que además trasciende la perspectiva de los condenados para indagar en su entorno y el de las víctimas y sus allegados (...)





Viaje al corazón de nuestras tinieblas:
Into the Abyss (2011)
Sonia García López

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XLIII. EPIFANÍA MURAL: "LA CUEVA DE LOS SUEÑOS OLVIDADOS" (2010), Imanol Zumalde: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




La cueva de los sueños olvidados (2010)


(...) Como hicieron en su día Leni Riefenstahl, John Ford o Humphrey Jennings, Werner Herzog viene demostrado que el cine documental no está reñido, sino más bien al contrario, con el cine de autor (o que, si se prefiere, la construcción de un artefacto fílmico que enuncia una verdad documentada sobre el mundo no es incompatible con la puesta en valor de un trabajo de la forma en el que trasluce el hacer singular de un artista). A diferencia de tan ilustres precedentes, sin embargo, la afirmación de veracidad en la que se cimientan sus películas documentales se hace sobre la base de un posicionamiento explícitamente subjetivo o poniendo el acento en su rol de intermediario-documentalista hasta extremos histriónicos (la analogía la encontramos aquí con Michel Moore o Robert Spurlock). En el documental made in Herzog, por añadidura, la manifestación de la individualidad y el posicionamiento subjetivo del documentalista se presentan como signos de honradez y sinceridad. Lo que, amén de conferir, como se irá viendo, una nada despreciable dimensión humorística a un filme que se quiere pegado a la realidad, acaba redundando en beneficio de su verosimilitud (...)



Epifanía mural:
La cueva de los sueños olvidados (2010)
Imanol Zumalde

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XLII. FLAMENCOS ROSAS: "MY SON, MY SON, WHAT HAVE YE DONE" (2009), Carlos Reviriego: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




My Son, My Son, What Have Ye Donne (2009)


(...) Es indudable que Werner Herzog y David Lynch negocian con sus egos desde creencias extremistas. De intereses y métodos radicalmente opuestos en muchos sentidos, también podemos detectar ciertos vínculos que los hermanan. Sus trayectos creativos no en vano se cruzaron (o colisionaron, según queramos verlo) en el año 2008, en el que Herzog dirigió una película producida por Lynch –“David Lynch presents…”–, que podemos entender no tanto como la hibridación de sus voces como el encontronazo de sus desenfrenos. Ciertamente lunática y esquizoide, vaya por delante que My Son, My Son, What Have Ye Done? no se cuenta entre lo más memorable de la filmografía herzogiana (y menos aún de la lynchiana), si bien emerge como precioso objeto especulativo en torno a las combinaciones improbables y las soluciones insolubles.

Intrigado por el encuentro que puso en marcha la esquizofrenia creativa del discurso herzoguiano en el marco de producción de la poética lynchiana, tuve la oportunidad de preguntar directamente a ambos creadores sobre los detalles de aquel encuentro seminal. Aunque morosos y no especialmente dados a entrar en detalles, sí revelaron lo suficiente, cada uno por su lado, como para disparar aún más la calenturienta imaginación de cualquier cinéfilo. Si quieren, repito, llámenlo mitomonía (...)







Flamencos rosas:
My Son, My Son, What Have Ye Done (2009)
Carlos Reviriego

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XLI. SHUGA: AVATARES DE UN PAISAJE EN MOVIMIENTO: "HAPPY PEOPLE: A YEAR IN THE RAIGA" (2010), Pablo Ferrando García: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Happy People: A Year in the Taiga (2010)



(...) Cuando uno se asoma a las imágenes de Happy People: A Year in the Taiga se tiene la fuerte sensación de haber adquirido una intensa experiencia. Esta impresión se recoge gracias al vivo latido de sus imágenes, pero también se debe a la contemplación deslumbrante de la naturaleza. La pregnancia visual proviene de una mirada testimonial y emocionante sobre la percepción fenomenológica del vasto entorno de la taiga. Es, pues, ese milagro de la naturaleza, su propio desarrollo vital, el que empuja a los responsables del documental a elaborar “el pathos sobre el que se alza una poética nietzscheana de la acción emparentada con los Bergfilme o filmes de montaña de los años treinta. Hay un ejercicio retórico basado en la proyección del estado del alma” que pretende ofrecer al espectador una emoción vívida. Se busca una mirada limpia y subjetiva que provoque la turbación en quien la contempla. Esta es la verdadera esencia del cine de Herzog y que en buena medida apreciamos en Happy People: A Year in the Taiga (...)




Shuga: Avatares de un paisaje en movimiento:
Happy People: A Year in the Taiga (2010)
Pablo Ferrando García

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XL. LA MIRADA DE LA IGUANA: NARRATIVAS AUDIOVISUALES DISLOCADAS EN "TENIENTE CORRUPTO" (2009), Aarón Rodríguez Serrano: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Teniente corrupto (2009)


(...) La cinta arranca entre las ruinas. Una ciudad (Nueva Orleans) después del Huracán Katrina ha sido, literalmente, arrasada por el agua. Queda convertida en una suerte de horrendo acuario gigantesco ante la comunidad internacional, que corre a desplegar sus mecanismos compasivos y de ayuda humanitaria. Sin embargo, en los sótanos de la tragedia, en las habitaciones tenuemente iluminadas, se arrastran las verdaderas víctimas, seres/anfibios que coleccionan los retazos de una vida arrasada y ante la que, ya lo saben, no habrá piedad alguna. Teniente corrupto comienza con un acto heroico protagonizado por un hombre anodino: un policía que intenta salvar a un preso de perecer ahogado por el agua y, como contrapartida, acabará sufriendo una lesión y enganchándose a todo tipo de estupefacientes.  Para más datos, la salvación es borrada del metraje con una suerte de violentísima elipsis que nos hurta las imágenes.

Herzog, podemos empezar en esta dirección, no tiene el menor interés por la vieja figura del héroe. De hecho, toda su película no deja de ser una suerte de reflexión irónica sobre el territorio del después, ese espacio de duda que se abre una vez que se clausura el relato clásico y que, por poner un único ejemplo, John Ford había solucionado de manera magistral tras el cierre final de la puerta en
Centauros del desierto (The searchers, 1956). El héroe queda expulsado de los núcleos de significado que él mismo ha construido, y a su espalda sólo queda ese desierto de un vagar interminable (...)




La mirada de la iguana: Narrativas
audiovisuales dislocadas en Teniente corrupto (2009)
Aarón Rodríguez Serrano

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XXXIX. DE PLUMAS Y ANTIFACES: ENCUENTROS EN EL FIN DEL MUNDO" (2207), Diego Salgado: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Encuentros en el fin de mundo (2007)



Postproducción de Grizzly Man (2005). Werner Herzog sorprende al compositor de su banda sonora, Henry Kaiser, asimismo experto buceador, mostrándole a un conocido imágenes submarinas que ha grabado bajo la barrera de hielo de Ross. El metraje entusiasma a Herzog. Recontextualiza parte del mismo en la science fiction fantasy The Wild Blue Yonder (2005), y consigue que la National Science Foundation de Estados Unidos y el Discovery Channel le sufraguen una estancia en la Antártida; dispondrá de siete semanas para rodar allí un documental. Único apoyo, su director de fotografía desde 1995, Peter Zeitlinger.

Con su característica voz en off, propia de un Robert Walser que jugase a ser Martin Heidegger, el cineasta alemán confiesa en los planos iniciales de Encuentros en el fin del mundo que no tiene claro si podrá cumplir con el encargo de la National Science Foundation. El resultado, avisa, estará en todo caso lejos de conformar el enésimo documental afable y didáctico sobre pingüinos. Dando por supuesto que muchos espectadores del Discovery Channel no sabrán quién es Werner Herzog, aclara que sus inquietudes girarán una vez más en torno a la condición humana y su discutible vínculo con el mundo en sí: “¿Por qué nuestra especie recurre para ocultar la identidad a las plumas o los antifaces? ¿Por qué ciertos tipos de hormigas ostentan la capacidad de esclavizar a los pulgones y, en cambio, un animal tan sofisticado como el chimpancé no se sirve de especies inferiores?”.

Estas reflexiones, que prologan su llegada y la de Zeitlinger a la estación McMurdo, asentamiento humano más poblado de la Antártida y centro logístico a partir del cual el explorador se adentra en el sexto continente, en el Polo Sur, constituyen no solo una declaración de principios. También, de intenciones (...)





De plumas y antifaces:
Encuentros en el Fin del Mundo (2007)
Diego Salgado

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30.9.15

XXXVIII. LA NATURALEZA NO INDIFERENTE: "GRIZZLY MAN" (2005), Imanol Zumalde: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Grizzly Man (2005)



Nacido en la Costa Este (Long Island, 1957), Timothy Treadwell viajó a California con el propósito de cumplir el sueño americano como actor en la meca del cine, pero una personalidad proclive a la aflicción y diversas decepciones laborales le precipitaron en el abismo del alcohol y las drogas (su padre sostiene que “cayó en picado” al quedar segundo tras Woody Harrelson para el papel de camarero en el casting de la serie Cheers). El joven descarriado viajó a Alaska en busca de nuevos horizontes y allí, en el fastuoso McNeil River State Game Sanctuary, avistó por primera vez osos grizzly en su elemento. Estamos en 1989 y este avistamiento supuso la caída del caballo para Treadwell, quien desde ese catártico instante decide consagrar su vida a la protección de los plantígrados y su hábitat, ferviente misión que, amén de permitirle superar las drogas (la expresión paulina también sirve en estos términos), dio en lo sucesivo un sentido pleno y gozoso a su existencia.

Aventurero y ecologista autodidacta, Treadwell estableció su teatro de operaciones en el Parque y Reserva Nacional de Katmai, en Alaska, donde a partir de 1992 pasó los veranos instalado en una tienda de campaña viviendo junto a los osos y demás fauna del entorno durante la época en las que los
grizzly se acercan al río en busca de salmones. Tras una década testimoniando sus experiencias en fotografías y diarios escritos, desde 1999 hasta que murió, junto a su novia Amie Huguenard, devorado por un oso en octubre de 2003, empleó una cámara de video Minolta para inmortalizar sus correrías estivales en Katmai. El sangriento deceso fue noticia de alcance nacional no tanto por la dramaturgia gore del incidente (encontraron parte de su anatomía –hasta llenar cuatro bolsas de basura– en el estómago del oso asesino y fragmentos del resto, incluido su brazo derecho con el reloj, desperdigados por las inmediaciones), cuanto porque Treadwell se había convertido en un personaje de cierta notoriedad a causa de su organización ecologista Grizzly People y su incansable apostolado en favor de los plantígrados que, amén de a púlpitos catódicos prominentes (sus apariciones en Discovery Channel o en el Talk Show de David Letterman dan fe de una alta exposición mediática), le condujo a innumerables centros educativos donde intentó concienciar a la infancia estadounidenses acerca del peligro que acechaba a sus idolatrados osos (...)






La Naturaleza no indiferente:
Grizzly Man (2005)
Imanol Zumalde

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XXXVII. EL VUELO DE UNA LÁGRIMA: "THE WHITE DIAMOND" (2004), Alexander Zárate: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




The White Diamond (2004)



Un blanco diamante que vuela, un globo. Una lágrima que asciende para aliviarse de un peso.

Hay un blanco diamante que se extrae de la tierra, en plural, en las minas de Guyana. Y hay otro, singular, un globo aerostático, que intenta elevarse hacia el cielo, sostenerse sobre las copas de los árboles, sobre la fronda de los bosques de Guyana, desafiando a esa gravedad que nos atrae hacia el centro de la Tierra, pese a que nos separen miles de kilómetros. Esa gravedad que nos mantiene con nuestros pasos en el suelo. Aunque saltemos, la gravedad nos hace retornar a nuestra condición. Y cuanto más elevadas las alturas, más fatal la caída. La gravedad se convierte en un mazo que pisa nuestros pasos. Pero aunque no dispongamos de alas, la imaginación vuela y desafía a la naturaleza. No ha dejado de inventar artilugios que surquen lo que no parecía posible. Y los cuerpos se sostienen sobre el aire, aunque no sea de modo permanente. La mirada de Herzog desafía a la gravedad de mirarse a uno mismo, de mirar, una y otra vez, como quien mira señales de tráfico, a la realidad configurada y apuntalada en sus límites de trámites y hábitos, la gravedad de los familiares códigos de circulación por una realidad que presupone, la gravedad de la mirada que no aspira sino a reconocer, pero no a explorar, interrogarse. La mirada del cine de Herzog intenta elevarse a la vez que abrir brechas en esa gravedad de mirada, y lo consigue con esos fulgores que hacen de la pantalla asombro y epifanía, como ese encuadre que respira con miles de vencejos de punta blanca penetrando en la cueva tras la cascada de Kaieteur. Nadie ha logrado entrar en ese interior, nadie ha logrado hollar ese espacio, materia de leyendas para quienes habitan esas tierras. Lugar sagrado que prefieren mantener no visible, incógnita no resuelta, como si, para algunos humanos, fueran necesarios los territorios desconocidos, los misterios, en el mapa de la realidad. Un extranjero, el doctor de la expedición, sí logra entrever su interior, suspendido de una cuerda, pero los nativos prefieren no saber. Su realidad se resquebrajaría con esa certeza.

En cambio, para Herzog, la vida está alentada por las incógnitas, por cielos y cavernas a explorar, territorios desconocidos, umbrales que cruzar para dotar de luz a la ignota negrura (...)




El vuelo de una lágrima:
The White Diamond (2004)
Alexander Zárate

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XXXVI. CUERPO Y ESPÍRITU: "LA RUEDA DEL TIEMPO" (2003), Luis Miranda: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




La rueda del tiempo (2003)



La filmografía de Herzog, vista en su conjunto, obedece menos a una voluntad de ‘obra’ que a la eventualidad de una ocasión. En muchos casos, se trata de la ocasión de un viaje, pero siempre y en todo caso, la experiencia será menos la de un lugar remoto que la de un tiempo apartado de lo que entendemos como “nuestra época” –de ahí que en ocasiones el motivo no sea el lugar sino alguien que lo habita de acuerdo a una especie de reloj vital propio–. La rueda del tiempo representa en este sentido un viaje modesto por previsible. La zona es un lugar sagrado del norte de la India adonde llega una multitud de peregrinos buddhistas de origen diverso –aunque por lo general “locales”, si con ello se entiende una vastísima región de influencia tibetana, y por tanto adscritas a esa rama del buddhismo Mahayana–. Representan en este caso, no un margen excéntrico, sino otro centro, una humanidad “otra” pero reconocible, puesto que las múltiples derivas de la etnografía como fuente de visiones, nociones, contra-culturas y modas, nos lo han vuelto incluso familiar (...)



Cuerpo y espíritu:
La rueda del tiempo (2003)
Luis Miranda

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XXXV. HERZOG/KINSKI: LA MÁSCARA DE LA MÁSCARA: "MI ENEMIGO ÍNTIMO" (1999), Aarón Rodríguez Serrano: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Mi enemigo íntimo (1999)


(...) Es un rostro marcado por el odio, pero también por una extraña desesperación. Un rostro que pontifica y se posiciona en el lugar de Jesucristo, que aúlla extrañas profecías al micrófono en las que se anuda el gesto religioso-paranoide de Schreber y el graznido apocalíptico de un revolucionario que necesita, al mismo tiempo, exponerse y ser atacado. Klaus Kinski, transmutado en ese Jesucristo que recorría los teatros alemanes ofreciéndose como un profeta extremo, insultando al público, instalado en el filo mismo entre la iluminación y la angustia. Las imágenes abren el documental de Herzog Mi enemigo íntimo (Mein liebster Feind, 1999), pero no fueron captadas por la cámara del director. Prueba de ello son sus constantes temblores, sus bruscos cortes, ese ruido digital en la imagen casi amateur que remite a un otro operador. Kinski llega desde las sombras y clava sus profundos ojos en el fondo de la sala, el contraplano, el origen mismo de una luz dura y cadavérica que parece tensar sus facciones y recuerda, en efecto, a una segunda máscara cerúlea que se contorsionara contra la calavera incrédula (...)



Herzog/Kinski: La máscara
de la máscara: Mi enemigo íntimo (1999)
Aarón Rodríguez Serrano

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29.9.15

XXXIV. LA GRAMÁTICA DE LA SUPERVIVENCIA: "LITTLE DIETER NEEDS TO FLY" (1977) Y "RESCATE AL AMANECER" (2006), Nacho Cagiga: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Little Dieter Needs to Fly (1977)


El Nuevo Cine Alemán sustituyó a la Nouvelle Vague desde principios de los setenta hasta finales de los ochenta... Para mi generación (los nacidos en los años sesenta), que conocíamos a los franceses vía televisión, fue un gran descubrimiento ver en cines, en vivo y en directo (expresión que tuvo sentido en la era analógica), surgir ese movimiento (para nada falso), y descubrir muchas de las nuevas posibilidades de la expresión cinematográfica de la mano de una serie de espléndidos directores como Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders, Werner Herzog, Alexander Kluge, Volker Schlondörff, Werner Schroeter, Hans Jürgen Syberberg o Edgard Reitz, este último sí vía televisión con su apasionante Heimat – Eine deutsche Chronik (1984) y las sucesivas temporadas ya vía DVD, entre otros. Algunos como Fassbinder nos abandonaron lamentablemente antes de tiempo. Otros se han mantenido fuera de los circuitos convencionales de exhibición, como Kluge, Reitz, Schroeter, o Syberberg. Y otros han ido perdiendo gas con el tiempo, como Wenders, Schlondörff o Herzog, si bien han sabido envejecer con la belleza perdida por el paso del tiempo, y, de vez en cuando, consiguiendo rememorar la grandeza de sus inicios. Herzog ha podido mantenerse más estable que muchos de sus colegas de antaño, pero la edad le ha ido quitando parte de su radicalidad y, aunque sigue siendo una garantía de buen cine, no es fácil encontrar en su obra filmes tan insólitos e innovadores como los de su primera época, desde sus inicios hasta la aparición de Klaus Kinski, con las magistrales piezas de cámara que hizo junto a Bruno S., El enigma de Gaspar Hauser (Jeder für sich und Gott gegen alle, 1974) a la cabeza, o con rarezas tan a la vanguardia como su hermosa Fata Morgana (1971). Lo que puso en pie en esa primera etapa de su filmografía, tanto a nivel de ficción como a nivel de no ficción (distinción que en el caso de Herzog no es demasiado concluyente, como se sabe), pasó a ser otra cosa en los filmes que hizo con su “enemigo íntimo” Kinski, filmes todavía marcados por su peculiar impronta, pero ya no tan decisivos para el lenguaje fílmico, y, finalmente, todo esto ha dado paso a una nueva etapa en la que junto al indudable interés que siguen guardando sus producciones, ya se ven formas y usos gramaticales más convencionales, que, si bien no enturbian el conjunto, sí que le restan cierta contundencia a su trayectoria artística. Un proyecto que en lo cinematográfico, allí donde es todavía un gran autor, sigue manteniendo un grado de discurso un tanto ambicioso y excesivo, en esa su particular búsqueda del Santo Grial, esas imágenes transparentes que nos hablen de nuestra actual civilización. Sirva pues este pequeño prolegómeno para entender mi punto de vista a la hora de abordar el díptico de películas que hizo alrededor de la figura de su querido Dieter Dengler, una primera resuelta como documental, mientras que la segunda, planteada como un largometraje de ficción con ínfulas comerciales dentro de la industria americana (...)



La gramática de la supervivencia: Little
Dieter Needs to Fly (1977) y  Rescate al amanecer (2006)
Nacho Cagiga

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XXXIII. LA OSCURA FUERZA DE LA IDENTIDAD: "INVENCIBLE" (2001)", Pablo Ferrando García: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Invencible (2001)


El cruce entre la mirada íntima y la objetiva en el cine de Werner Herzog constituye el fundamento esencial para desarrollar el viaje sobre el sentido y la afirmación de la identidad del sujeto. Esta fusión perceptiva debe trasladarse, en primer lugar, al trayecto vital del propio cineasta alemán, ya que la experiencia personal se sustancia en su obra artística, es decir, hay un trasunto de las vicisitudes personales en la formalización de su trabajo. Pero estas proyecciones particulares no son evidenciadas, sino que se enhebran en la construcción de los textos fílmicos. Podría decirse que, sin llegar a pronunciarse de manera abierta sobre cada etapa de su vida, sus películas se convierten en meros testigos de los avatares personales, aunque de forma distinta a como hiciera, por ejemplo, Roberto Rossellini (uno de los directores más célebres a la hora de entrelazar la vida privada con sus películas). El realizador alemán se postula en la búsqueda de imágenes puras con el fin de encontrar una verdad a través de la mirada singular del hombre sobre el mundo. El realizador italiano, en cambio, elabora relatos paralelos a su propia biografía que sirven para desvelar la epifanía de una realidad histórico-social concreta. El humanismo rosselliniano se inspira en una reflexión sobre la ética con resonancias socráticas y cristianas.1 En el extremo opuesto podemos encontrar a Herzog, que pone al hombre en un entorno dominado por el determinismo darwiniano mediante las leyes sociales y la naturaleza (...)



La oscura fuerza de la identidad:
Invencible (2001)
Pablo Ferrando García

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XXXII. LA CONQUISTA DE UNA IMAGEN: "GRITO DE PIEDRA" (1991)", Hilario J. Rodríguez: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Grito de piedra (1991)


Como buena parte de las  películas de Werner Herzog, Grito de piedra (Cerro Torre: Schrei aus Stein, 1991) pretende movernos, obligándonos a ir en una dirección inusual, y al mismo tiempo conmovernos, aceptando a personajes a quienes podemos ver llevando a cabo empresas en apariencia imposibles que jamás llegamos a entender por completo. La obra del cineasta alemán parece seguir aquel silogismo de Wittgenstein que establecía que «lo que decimos será fácil, saber por qué lo decimos será muy difícil». No es una aventura cinematográfica más, posible gracias a los trucajes y la tecnología, sino una aventura anterior a cualquier efecto especial generado por ordenador, en la que el cine se convierte –parafraseando a Gilles Deleuze y a Serge Daney− en arte en el tiempo (o en arte del presente). Cuando en algún momento seguimos las peligrosas ascensiones de los protagonistas de Grito de piedra, estamos viendo a especialistas de verdad escalando las paredes del Cerro Torre en Argentina, una de las cumbres más impracticables de todo el planeta, objetivo final para aquellos a quienes ya no les quedan ochomiles que subir en la Cordillera del Himalaya, como le sucede a uno de los personajes de esta película. Más que por su altura, es la verticalidad de sus paredes y las duras condiciones climatológicas lo que hacen especialmente apetecible su escalada. Intentar coronar la cumbre conlleva muchos riesgos, de ahí que cualquier expedición que pretenda hacerlo tenga mucho de suicida. Pero el alpinismo se basa, en buena medida, en la noción de un límite adonde es preciso llegar, aunque sólo sea para constatar que más allá de él sólo aguarda la nada o el vacío, o el enfrentamiento del hombre con la Naturaleza en sus rincones más fieros y depredadores. Es difícil saber qué mueve a cierta gente a asumir tales riesgos, la mayoría de las veces sin obtener demasiadas recompensas, sin una medalla al valor, sin una aclamación multitudinaria. Tan difícil como explicar las motivaciones de Werner Herzog para seguir esos pasos que también llevan al cine a sus límites (...)


La conquista de una imagen:
Grito de piedra (1991)
Hilario J. Rodríguez

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28.9.15

XXXI. SIGNOS DE MUERTE, SEÑALES DE VIDA: "ECOS DE UN REINO OSCURO" (1990)", Nacho Cagiga: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Ecos de un reino oscuro (1990)


(...) Como bien dice Antonio Weinrichter en su libro dedicado a los documentales de Herzog, tan importante, o más, como la figura del dictador Jean-Bédel Bokassa sería la del periodista y colaborador fílmico del cineasta, su amigo Michael Goldsmith, motor de las pesquisas sobre el tirano centroafricano, y verdadero protagonista del documental. El propio Herzog le concede ese estatus de muy diversas maneras. El filme se abre y se cierra con él, de inicio, con la carta que Herzog había recibido suya antes de empezar el rodaje del filme, y que este lee preocupado ante el espectador porque es una carta de alguien que se encuentra en ese momento en paradero desconocido en medio de la guerra de Liberia (sabemos ahora que Goldsmith no sobrevivió); y de final, con su presencia física, de mirada y gesto amargo, pidiendo a Herzog que pare de rodar, que ya ha llegado al límite de su aguante. Y todo el filme, en suma, se construye como su vía crucis personal, el calvario de un hombre dañado por su extrema experiencia con el régimen del dictador, quien le hizo prisionero, lo torturó y estuvo a punto de ejecutarlo, aunque fuera perdonado in extremis. Su supervivencia física no significa que haya sobrevivido del todo psicológicamente a su cautiverio, aunque en la carta enviada a Herzog se muestre tranquilo y verbalice su “frialdad” ante los hechos que le ocurrieron, lo cierto es que el documental no puede evitar desmentir de alguna manera esa fachada. El horror vivido por Goldsmith mientras estuvo prisionero de Bokassa le ha dejado cicatrices, materia muerta, en el interior de su ser. Y de eso, de cómo sobrevivir al horror, nos habla Herzog en este filme (...)




Signos de muerte, señales de vida:
Ecos de un reino oscuro (1990)
Nacho Cagiga

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