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27.9.22

III. "ENSAYOS SOBRE JEAN-CLAUDE ROUSSEAU", VV. AA. (Valencia: Shangrila, 2022)




HABITACIÓN EN LLAMAS
(fragmento inicial)

José Manuel Mouriño


Festival (2010)


Ahí donde horada la punta del compás.
Jean-Claude Rousseau


Aceptemos que la historia narrada por una película actúa como la razón de su comportamiento orgánico. Es decir, como el impulso que desde el interior de la obra gobierna su desarrollo; como aquello que compromete, antes incluso de llegar a darse, la articulación de sus partes y hasta su ambición expresiva. Al fin y al cabo, esa historia contiene el principio figurativo que está detrás de todo aquello que la película muestra y de lo que no. Pues, aunque la historia que la motiva sea una fuerza dispuesta a cobrar forma en ella (o debido, precisamente, a ese su obrar como un flujo en busca de cauce), ninguna película será lo suficientemente libre como para dotarla por completo de imagen. Tampoco lo necesita. Una exigencia de este tipo pone a la obra ante un riesgo extravagante. Al futuro filme ha de resultarle necesariamente imposible conceder imagen a determinados motivos. Tanto, como obligado el que pueda generar instantes, más o menos fugaces, que sean un puro deseo de imagen hecho imagen; sin más relato que la luz que inunda de materia el encuadre. ¿Se trata, acaso, de una privación y exuberancia que se complementan, eso a lo que juegan imagen e historia a narrar en el medio cinematográfico? De hecho, sin imágenes con que vestirla también se da una historia en la película que la pretende. Basta con que la imagen se haga sentir como algo inminente, lo que también desemboca en un puro deseo de imagen. El cine de Jean-Claude Rousseau pertenece a esas fronteras del discurso cinematográfico. Tierra de nadie, allí donde la imagen y la historia se comportan como dos márgenes inhóspitos que se buscan mutuamente; que buscan, tal vez, justificar la necesidad de una frente a la otra. Pues no es fácil distinguir si lo que ambas fuerzan en la obra de Rousseau (o evocan como algo deleitable) es su desaparición o supervivencia mutua. ¿Es el suyo un cine que narra historias inexistentes o son sus películas las que están hechas con imágenes insaciables de historia? ¿Se concentra Rousseau en un grado cero de las posibles relaciones entre imagen e historia a narrar o pretende dar a ver, por el contrario, la autosuficiencia significativa que es posible obtener de ciertas imágenes extremas? ¿Maneja historias tan sublimes que son imposibles de narrar (excepto con la negación de la propia historia), o relatos que enmudecen frente a una imagen absolutamente permeable a cualquier argumento que se le avecine? ¿Teme Rousseau que la imagen agote la posible infinitud de una historia? ¿Intenta evitar que esa historia, si se afirma con demasiada autoridad, ensucie la pureza de un instante filmado en el momento justo? 


Imágenes cáusticas

Quizás, lo más apropiado sea comenzar observando esa compleja relación entre la historia y la imagen a partir de muestras cuya ambigüedad no resulte tan radical. Por ejemplo, alguna referencia que presente, entre historia e imagen, un estrato enunciativo conforme a estas dos partes, un marco en el que ambos márgenes intercambian sus réplicas siendo conscientes de los límites que ambos presentan. Existe un ejemplo revelador, a este respecto, en El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962). Pensemos que la aflicción que pesa sobre todo ese filme de John Ford no responde, o no de una manera tan determinante como cabría esperar, al hecho de que la muerte de su protagonista, de nombre Tom Doniphon (John Wayne), sea la excusa que pone en marcha la narración. En realidad, la auténtica causa del duelo que oprime a esta película, de principio a fin, es la forma en que sus imágenes responden a una parte de la historia ensombrecida abruptamente. Esa historia que es adaptada en la película fuerza el colapso de un horizonte argumental que ella misma hizo brotar, obteniendo como respuesta inmediata una contracción no menos abrupta en imagen. Pues esta no se limita a acompañar dócilmente el repliegue que, en cualquier caso, estaba obligada a secundar de todos modos. La imagen no deja de asistir a ese repliegue ineludible, pero lo hace apoyándose en lo que figura en el guion para resolver su propia insuficiencia a través de una inmolación convulsa de la película. En imagen cobra forma una verdadera cauterización, en carne (imagen) viva, que quiere suturar sin miramientos esa parte de la historia que ha sido extirpada. La imagen ha reconocido, con mayor viveza que la propia historia a la que se debe, que la película que ambas conforman ha embocado en un callejón sin salida. Y no es que pretenda evitar la escisión, sino que la imagen necesita que la película haga honor a la gravedad de lo que está a punto de suceder. Aquello a lo que el argumento niega imagen era una vía de escape para la película y la imagen obra en consecuencia. En este caso, las imágenes resultan ser mucho más perspicaces que la historia y se anticipan a ella. Reaccionan como síntomas a la premonición del vacío [...]





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19.9.22

NOVEDAD: I. "ENSAYOS SOBRE JEAN-CLAUDE ROUSSEAU", VV. AA. (Valencia: Shangrila, 2022)




124 páginas - 16x23 cm. - Valencia: Shangrila 2022




Este libro es una aproximación a la obra cinematográfica de Jean-Claude Rousseau, una circunnavegación o un asedio. Dado que para Rousseau la imagen es un don, no hay una explicación de su cine, porque su cine se acoge, se recibe, se experimenta como una suma de destellos. Su cine es un extraño animal fuera de todo canon, cercano a Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, riguroso y ascético, pródigo en reverberaciones, de una inmensa fertilidad en su cruce con otras disciplinas. Un cine en el que la línea deviene abstracción, en el que un gesto puede ser el primero o el último, en el que el espacio se disuelve en roces y el tiempo cronológico se astilla ante el impacto de la pura presencia. Este libro, entonces, solo puede auscultarlo, para dar cuenta de la espesura de bosque de sus capas, de su carácter de poliedro facetado, de numen o fractal. La filmografía de Rousseau se lee aquí en relación con el De rerum natura de Lucrecio, un western de John Ford y un ángel exterminador según Buñuel, los versos de Petrarca y el balbuceo de Beckett, el sol negro de la melancolía y la pintura de Cézanne, el “cine de poesía”, la gravitación y la atracción magnética, Barthes y Blanchot, las ceremonias secretas, las filiaciones íntimas, el rechazo del plan y la potencia liberadora del encuadre, la música de Bach y de John Cage, el reino del más allá en los ojos de un gato, esa “otra parte”, ese otro lugar inaccesible que solo nos es permitido vislumbrar. Física y filosofía, poesía y música. El cine de Rousseau como un lento tesoro de descubrimientos, el precio a pagar por el extraño privilegio de habitar una imagen: sumergirse y desaparecer en ella, estar en todas partes y en ninguna. Exquisitamente desmembrado, derramado, disuelto. Secuestrado por un fulgor. 


Textos
Javier Oliva - Mariel Manrique
José Manuel Mouriño - Miguel Ángel Ramos
Alberto Ruiz de Samaniego 
  


JEAN-CLAUDE ROUSSEAU (París, 1950).  Jean-Claude Rousseau hace filmes desde Jeune femme à sa fenêtre lisant une lettre, rodado en 1983. Filmó primero en Super 8 y luego en digital, a partir de Lettre à Roberto (2002). Próximo a Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, premiado en numerosas ocasiones en los festivales internacionales de cine más importantes (Locarno, FidMarseille, Entrevues de Belfort), ha construido una obra personal, contemplativa, conmovedora, exhibida entre otros lugares en el Centre Pompidou, la New York University, la Cinémathèque Royale de Bélgica y el Fresnoy.

Entre sus filmes se destacan Keep in touch (1987), Les Antiquités de Rome (1989), La Vallée close (1997), De son appartement  (2006) y su último cortometraje, Le tombeau de Kafka (2022). 

Paralelamente, Jean-Claude Rousseau ha escrito sobre cine y, a lo largo de los años, esa escritura se ha concentrado en sus notas sobre el cinematógrafo, una suerte de cuaderno de bitácora sobre el oficio de mirar. 

Shangrila acerca a sus lectores un doble programa-Rousseau: Ensayos sobre Jean-Claude Rousseau, una exploración multidisciplinar de su obra, y muy pronto Las sábanas dobladas de la cama grande, las notas sobre el cinematógrafo de Rousseau que bien podrían leerse como su propia caligrafía desplegada, como una pista secreta, en los huecos y pliegues de sus películas.  


Más información:




15.4.21

EN "EL SÉPTIMO VICIO" (RADIO 3): "ANDRÉI TARKOVSKI Y LA CULTURA UNIVERSAL", Tamara Djermanovic / Olena Velykodna (coords), Shangrila 2021

 


Andréi Tarkovski y la cultura universal, Tamara Djermanovic / Olena Velykodna (coords.), Shangrila 2021, en El Séptimo vicio (Radio 3), 14/04/2021.

Javier Tolentino entrevista a una de las coordinadoras del libro, Tamara Djermanovic, junto a tres de los autores de los textos del volumen:
Rafael Argullol, José Manuel Mouriño y Carlos Muguiro.


Escuchar aquí.



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14.12.20

XIV. "ANDRÉI TARKOVSKI Y LA CULTURA UNIVERSAL", Tamara Djermanovic / Olena Velykodna (coords.), Valencia: Shangrila 2020




EL PENSAMIENTO EN SU TEMPESTAD.
SOBRE LAS LECCIONES DE CINE DE ANDRÉI TARKOVSKI
José Manuel Mouriño


Foto: Archivo del Instituto Internacional Andréi Tarkovski.




Y así se corre por los claros del bosque análogamente a como se discurre por las aulas, de aula en aula, con avivada atención que por un momento decae –cierto es– y aun desfallece, abriéndose así un claro en la continuidad del pensamiento que se escucha: la palabra perdida que nunca volverá, el sentido de un pensamiento que partió. Y queda también en suspenso la palabra, el discurso que cesa cuando más se esperaba, cuando se estaba al borde de su total comprensión. Y no es posible ir hacia atrás. Discontinuidad irremediable del saber de oído, imagen fiel del vivir mismo, del propio pensamiento, de la discontinua atención, de lo inconcluso de todo sentir y apercibirse, y aun más de toda acción. Y del tiempo mismo que transcurre a saltos, dejando huecos de atemporalidad en oleadas que se extinguen, en instantes como centellas de un incendio lejano.
 María Zambrano, Claros del bosque

La luz no está en la luz, está en las cosas
que arden de luz tenaz bajo la lluvia.
José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro


Los documentos sonoros que conforman las Lecciones de cine de Andréi Tarkovski, un conjunto de registros magnetofónicos cuya suma total alcanza las noventa horas de duración, proceden del archivo privado de María Chugunova. Además de amiga personal, María (Masha) fue asistente del director en diversos proyectos previos a la salida definitiva de Tarkovski de la Unión Soviética en 1984. (1) Ella misma realizó la grabación en directo de los audios, registrados durante la celebración de sucesivas intervenciones públicas de Tarkovski entre los años 1975 y 1981. Casi la mitad de estas grabaciones, unas cuarenta horas aproximadamente, corresponden a dos ciclos de lecciones de cine propiamente dichas. Estas lecciones fueron impartidas por el director, a modo de clases magistrales, en los conocidos como “Cursos superiores para directores y guionistas de Moscú” (“Высшие курсы сценаристов и режиссёров”, ВКСР). En el caso concreto de Andréi Tarkovski, su participación se produjo en las ediciones organizadas en 1977 y 1981. (2) Además de estos dos ciclos, otras cuarenta horas de grabaciones fueron obtenidas a partir de 1976 y durante distintos eventos públicos repartidos entre las ciudades de Gorki (hoy Nizhni Nóvgorod), Dnipropetrovsk, Kazán, Leningrado (hoy San Petersburgo), Novosibirsk, Riga o Tomsk. Estos otros encuentros, a los que acudían espectadores que no necesariamente eran estudiantes de cine ni profesionales de su industria en la Unión Soviética, servían como promoción a las películas del director cuyo estreno tuvo lugar durante los años señalados. Finalmente, la duración total de las cintas se completa con diez horas extraídas de encuentros mantenidos con profesionales: conferencias ofrecidas a cineastas de Estonia o charlas en las que Tarkovski era acompañado por los protagonistas del filme Stalker (Stalker, 1979), en Tallin, 1975-1980; talleres teóricos dirigidos a técnicos y jóvenes directores de fotografía de Mosfilm (Moscú, 1980) u otra serie de talleres similares organizados por la Unión de Cineastas (Moscú, 1981).

1. Tomamos como referencia el 10 de julio de 1984, fecha en la que el cineasta, en una rueda de prensa realizada en la ciudad de Milán, hizo pública su decisión de exiliarse. Masha Chugunova fue ayudante de dirección en Solaris (Solyaris, 1972), El Espejo (Zérkalo, 1975) y Stalker (Stalker, 1979).
2. Nacidos a mediados del siglo pasado, estos cursos todavía se celebran hoy en Moscú. Según consta en el diario personal del director, desde el Goskino se esperaba que Tarkovski tutorizase uno más de estos ciclos en el año 1983. Así aparece reflejado, al menos, en la respuesta que por escrito recibió Giovanni Grazzini, presidente del Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, cuando solicitó a las autoridades rusas un permiso específico para que Tarkovski pudiese impartir, en esa conocida institución pedagógica italiana y durante el bienio 1983-1984, un ciclo de seminarios que recibirían el título de “¿Qué es el cine?”. Véase TARKOVSKI, Andréi, Diari Martirologio, Florencia: Edizioni della Meridiana, 2002, pp. 579 y 586 (trad. cast.: Martilogio: diarios, 1970-1986, Salamanca: Sígueme, 2011).

Las antiguas bobinas magnetofónicas originales, fruto de todo aquel seguimiento, se encuentran dentro de un proceso de restauración que garantizará su legibilidad y conservación futuras. De manera simultánea y mientras tanto, hemos iniciado un estudio paulatino del contendido presente en cada audio, aun a sabiendas de que la tarea se halla condicionada, necesariamente, por el calendario y las pautas de acceso que impone la inaplazable restauración programada. (3) No obstante, la escucha inicial de una parte estimable de las primeras cintas recuperadas (se trata de muestras de los audios ya digitalizadas) nos permite adelantar que, efectivamente, este acopio tan abundante de registros sonoros con la voz del cineasta (nunca antes abordados por completo (4), ni interpretados los audios como un conjunto relacionado, ni amparada su conservación por un tratamiento de restauración similar) se convertirá con el tiempo en una substancial fuente de referencias cuyo valor es tan extraordinario como cabía imaginar inicialmente [...]

3. Tal y como ya se ha hecho público, para que el inicio de este proceso de restauración haya sido posible, el Instituto Internacional Andréi Tarkovski de Florencia contó con el crucial apoyo de la Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián (EQZE); institución con la que firmó un acuerdo de colaboración, a este respecto, en el año 2017. El acuerdo ha permitido la consolidación del proyecto de investigación al que nos referimos. Sumado a estos trabajos de restauración y estudio pormenorizado de los materiales, se añade un ambicioso plan de difusión, capitaneado también desde EQZE, que ha promovido la escucha pública de distintos fragmentos de los audios originales en la ciudad de San Sebastián (durante los meses de noviembre de 2017 y mayo de 2018). Parte de estos fragmentos fueron también empleados en dos sesiones de estudio y una escucha pública, durante el mes de abril de 2019, en la Universidad Pompeu Fabra y en la Filmoteca de Catalunya, en Barcelona.
4. Una parte muy reducida de estas grabaciones (en torno a nueve horas aproximadamente) fueron transcritas, revisadas por Tarkovski y organizadas por el también cineasta Konstantin Lopushanski para su publicación en el año 1981. Sin embargo, esta no se concretaría hasta 1990 en varios números de la revista Iskusstvo kino. Posteriormente, en el año 2010 y bajo la supervisión de Andrea Ulivi y Andréi A. Tarkovski (hijo del cineasta y presidente del Instituto Andréi Tarkovski), se realizó una nueva edición de esas mismas transcripciones, además de su traducción al italiano, siendo entonces publicadas con el título de La forma dell’anima: il cinema e la ricerca dell’assoluto, Milán: Rizzoli, 2010. Existe edición en castellano: TARKOVSKI, Andréi, Atrapad la vida: lecciones de cine para escultores del tiempo, Madrid: Errata Naturae, 2017.





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2.10.19

III. "EL LUGAR ERA EL DESIERTO. ACERCA DE PIER PAOLO PASOLINI", Alberto Ruiz de Samaniego, Shangrila 2019




PRÓLOGO
José Manuel Mouriño





El lugar era el desierto, constata en su conjunto este libro. Cada ensayo contempla aquí la creatividad de Pier Paolo Pasolini al trasluz de significativos desplazamientos advertidos en su obra, que evidencian la obstinación con la que el poeta tiende (en momentos claves de su filmografía y de su obra literaria, pero también en su propia vida) a buscar refugio o inmolación en espacios que comparten similares signos de desertización. Alberto Ruiz de Samaniego, su autor, descubre además que es justo en la proximidad con el desierto cuando las imágenes y las palabras de Pasolini deslumbran con mayor intensidad, que es en ese extremo de su obra donde se agudiza la conmoción. Acompaña su examen con el destierro paulatino de referencias que contextualizan la hondura cultural y ancestral de este intenso deseo de Pasolini por precipitarse en el desierto. Recuerda, así, desplazamientos que, en esencia, trazan el mismo movimiento crepuscular, corrientes mediante las que habilita la obra de Pasolini en substancial diálogo con las de Rainer Maria Rilke, Franz Kafka, Walter Benjamin, Arthur Rimbaud… 

Samaniego admira lo que sucede en las imágenes de Pasolini cuando estas vibran al asomarse al vacío. Prioriza el desierto como umbral en la obra del poeta; no para dejar constancia de sus gustos, sino para demostrar hasta qué punto la suya es una obra esencialmente limítrofe. Muestra todo lo que esa misma obra acaricia, precisamente, por hallarse en (o deberse a) un lugar extremo. Tomemos, como ejemplo, la importancia germinal que Samaniego concede a los Apuntes cinematográficos del italiano. El ensayista ubica, muy a propósito, a aquellas fascinantes casi-películas en uno de los principales márgenes desérticos –si se nos permite la expresión– de su creación: “en una suerte de temblorosa tierra de nadie. En un dominio previo al discurso fílmico que, acaso, habría que buscar en el núcleo primitivo o instintivo de todo decir. De todo acto de lenguaje, incluso: ese momento en el que se muestra la fractura entre mostrar y decir, entre indicación y significación, entre ver y hablar. Y donde las correspondencias entre las palabras y las cosas no están todavía resueltas ni definidas de antemano”. He aquí una lectura de los Apuntes que aclara sus vínculos con el esencial acontecimiento del “decir”. Pero no se detiene Samaniego en esta idea, apura aún más la aproximación al límite. En esa misma apertura del “hablo”, tal y como advirtió en su momento Michel Foucault (El pensamiento del afuera), acontece la simultánea disolución del individuo enunciante mientras la palabra pronunciada se proyecta hacia lo infinito del desierto, del afuera, del lugar… Matiz que también es anotado por Samaniego, quien además de tratarlo a propósito de Pasolini, ya lo aplica en anteriores escritos suyos –o en aproximaciones de otra índole, incluida la producción audiovisual–, con sus variantes correspondientes, a casos que proceden de distintas disciplinas y épocas: Fernando Pessoa, Georges Perec, Jorge Molder, Béla Tarr, Fleur Jaeggy… o, muy especialmente, a Maurice Blanchot, de quien Samaniego es uno de los mayores especialistas en lengua castellana (nombre clave en el devenir intelectual de Samaniego, Blanchot es, en lo que concierne a la citada desaparición, un evidente y decisivo enlace con el discurso de Foucault). La crucial disolución del ser, acaecida mientras lo que cobra cuerpo es la palabra, es una frontera que alimenta fisuras reveladoras de “realidad” para el individuo. Todo esto, así se nos desvela en el libro, se desata en Pasolini entre la imagen, la palabra y el mundo que sirve como modelo a ambas. Desarrollada esa relación, además, sin ensartar jerárquicamente la preeminencia de alguno de estos cuadrantes sobre el resto; observado el forcejeo en su esencial tierra de nadie, en su desierto; puesto en su abismo.

Sería saludable que abundasen más estudios como este, que trata sobre Pasolini sin obviar la complejidad que plantea que, bajo su nombre, se cobijen simultáneamente un verdadero cineasta, un verdadero teórico y un verdadero poeta (amén de otros perfiles no menos auténticos en su persona). De lo contrario, se corren riesgos como el de reducir su influencia en el campo de la semiótica cinematográfica a lo que dejó por escrito en sus análisis teóricos. En ocasiones, el Pasolini estrictamente teórico puede empujarnos a tomar por definitivas conclusiones en exceso asépticas. Lo son, asépticas o reduccionistas, cuando menos, si las comparamos con determinadas encrucijadas de su cine como la que acabamos de mencionar: cómo su obra digiere en imagen ese punto, al tiempo cegador y clarificador, donde la palabra pronunciada por el ser se abre hacia un afuera al que se refiere. Si bien, en la misma medida y sobre el mismo caso, cuando nos limitamos a reconocer en él solamente a un cineasta, podríamos cometer la imprudencia de simplificar su modo de vérselas con la realidad. El problema, entonces, es que las consideraciones sobre lo real se ocupen solamente de aquello que en ocasiones se vende como “realismo”, un estereotipo derivado de su querencia por recrear en tantas ocasiones la vida “real” de los marginados… Esta reflexión sobre lo real fomenta, en ocasiones, una sobreexposición del concepto que impide que se tome en cuenta, hasta su extremo necesario, la trascendencia intrínseca del habla o de la escritura, en relación con lo real, más allá del argumento de un film. 

El libro ayuda a comprender, en definitiva, que hay algo en las creaciones de Pasolini (escritas o filmadas) que necesita contemplar el vacío donde también se “resuelve” su confluencia. Que en ellas existe la contradicción de verse completadas con el vacío, la necesidad de verse enquistadas en la inconclusión. El cineasta encuentra su centro en el vacío abierto por el poeta y viceversa. Y es que la paradoja de la cesura poética es, precisamente, la de que algo se desborde o se sacie cuando se ve cortado a sangre, silenciado abruptamente, cuando pende sobre un desierto, cuando una interrupción en su continuidad es lo que en realidad obra. Dicho de otro modo (por el propio Pasolini): “cuando se escribe en un papel que arde”.

Durante la relectura de los ensayos aquí reunidos recordé –aunque no debo dar por bueno el que realmente se trate de un recuerdo– que en alguna ocasión pude ver una breve secuencia que valdría como emblema de todo lo que en ellos se explora. Sostengo que la imagen en cuestión habría de pertenecer a algún tipo de reportaje o “making-of” realizado durante el rodaje de Teorema. Recuerdo (o tal vez solo quiero recordar) que Pasolini aparecía en ella sosteniendo una cámara cinematográfica mientras filmaba personalmente una toma de la escena final en las laderas del Etna. El volcán mostraba su perfil más desértico y una intensa ventisca recorría los cuerpos de Pasolini y de sus asistentes durante la filmación; velaba parcialmente incluso, al levantar la ceniza del suelo, la imagen. Hacia el final del corte, alguien (¿Tonino Delli Colli?), con gritos y aspavientos, daba el pertinente aviso a Pasolini de que el negativo que rodaba en el interior de la cámara se había agotado. Tras esa señal, y siendo indudable que Pasolini era ya consciente de ello, se percibe con la misma claridad que el director desatiende el aviso y continúa “filmando”, prestando aún más atención a lo encuadrado. Como si pudiese todavía rascar o apurar una especie de fijación residual de la nada. Me ha resultado imposible, hasta el momento, encontrar de nuevo aquellas imágenes ni dato alguno sobre su existencia. Aunque debo reconocer, muy a mi pesar, que no sería esta una pura fabulación surgida, justamente, de la nada… En varias ocasiones, según me han confirmado, Ninetto Davoli ha hecho alusión a una anécdota muy similar y también referida al rodaje de Teorema en sus localizaciones del Etna. Tal vez, de manera inconsciente, yo mismo he interiorizado el relato de Davoli sin recordar el documento concreto donde lo obtuve. En cualquier caso, que no resulte fácil verificar la existencia real de la secuencia descrita no resta utilidad a la descripción misma, sobre todo por tratarse de Pasolini. Antes bien, de haber ser sido apenas soñadas, en efecto, esas imágenes inexistentes cerrarían por completo su absoluta relación con lo tratado. Haber soñado unos rushes de película anónima donde se aprecia, en un instante, el ansia de Pasolini por exprimir hasta el desfase la nada, por arañar hasta el último extremo la propia vivencia del desierto. Justo en el instante en el que se consumen los últimos milímetros de una película donde (ya no) se habría de fijar la toma. El poeta fundiéndose en una imagen de la nada, que a su vez se evapora irremediablemente frente a los ojos del cineasta. Pasolini en su abismo: el lugar era, efectivamente, el desierto.





   



27.4.15

XIV. "PIER PAOLO PASOLINI. UNA DESESPERADA VITALIDAD", Revista Shangrila nº 23-24, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




PASOLINI Y EL CINE ENSAYO:
INTERPONER EL CUERPO A LA IMAGEN
José Manuel Mouriño









Hay, pues, vivencias que no podrían ser expresadas por ningún gesto y que, sin embargo, ansían expresión. Por todo lo dicho sabes a cuáles me refiero y de qué clase son: la intelectualidad, la conceptualidad como vivencia sentimental, como realidad inmediata, como principio espontáneo de existencia; la concepción del mundo en su desnuda pureza, como acontecimiento anímico, como fuerza motora de la vida. La cuestión directamente formulada: ¿qué es la vida, el hombre y el destino? Pero solo como pregunta; pues la respuesta no aporta tampoco aquí ninguna solución…
Georg Lukács, Sobre la esencia y forma del ensayo: carta a Leo Popper




Pocas certezas caben, como premisa, en un estudio sobre el origen del envite artístico. No muchas más, desde luego, que la de reconocerlo en sus primeras muestras como una mera opción de réplica al mundo. Nos refugiamos entonces –para indagar en ellas– en respuestas que circundan ese origen, como las de aquel que se dice poeta. Son las suyas el lugar en que se exhuman conflictos iniciáticos de toda índole; en ellos el poeta, al menos, convierte en verosímil un cerco al origen.

Reparemos en la forma en que ese mismo poeta paladea las palabras y su tránsito. Este acto viene respaldado por la adopción de un “fondo” que, en cuanto tal, las precede y aventaja (a las palabras). Para el poeta es imprescindible disponer de este paño, en él se contrasta la ocupación del silencio por un decir y gracias a él, a la palabra se le permite un fértil distanciamiento, o relativa desatención, de su funcionalidad inmediata. Esto es necesario porque el habla solamente se avendrá a surgir frente a él –y no desde él o entre él y los otros– cuando con trabas de ese tipo se la despoja de su fluidez natural. Podrá el poeta entonces, a partir de esa prenda, contemplar a la palabra “emplazada” y acometerla en sí misma, no solo atravesarla como cuando se sirve de ella inconscientemente –allí dejan de ser transparentes las palabras–. Compensado por ese fondo habrá de sentirse el poeta, de su remonte obtiene un arte.



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