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28.9.15

XXX. "LA SITUACIÓN PUEDE QUE SE NOS VAYA DE LAS MANOS". "COBRA VERDE" (1987)", Santiago Rubín de Celis: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Cobra Verde (1987)


(...) No son demasiadas las personas con las que Werner Herzog pasaría un buen rato charlando sobre el caminar. Y a uno le viene a la cabeza, así, de sopetón, aquello que escribe otro ilustre caminante, Henry David Thoreau: “En el curso de mi vida me he encontrado solo con una o dos personas que comprendiesen el arte de Caminar; esto es, de andar a pie; que tuvieran el don, por expresarlo así, de deambular”. Cualquiera que haya leído el famoso Del caminar sobre hielo (Barcelona: La Tempestad, 2003) sabrá que, para el cineasta muniqués, caminar no es ninguna tontería; más bien algo así como una vía de introspección similar al bushidō (no en vano la mejor traducción de este sería “el Camino” en vez de “el Código” del samurai). Así, consecuentemente, la primera recomendación del director –”el mundo se revela a aquellos que viajan andando”– a los alumnos de sus seminarios itinerantes de cine es que olviden el coche y el transporte público y se desplacen a pie a las clases. En esto, Herzog parece seguir los pasos del joven Leigh Fermor, que atravesó Europa a pie en la década de los treinta, desde la playa de Hoek van Holland a Constantinopla, recopilando vivencias que serían la base de algunos de sus libros. Miembro de esta happy few de “caminantes andantes” –como él mismo confesó en uno de sus libros–, otro viajero perpetuo, Bruce Chatwin, con el que Herzog compartía itinerarios, experiencias, desafíos. Solo era cuestión de tiempo, pues, que sus sendas acabaran encontrándose: el cineasta, sabiendo que Chatwin acababa de recorrer el outback australiano, le ofreció colaborar en Donde sueñan las verdes hormigas (Wo die grünen Ameisen träumen, 1984). La cosa no cuajó –la colaboración, me refiero–, pero de ahí surgió una “amistad” (quizás sería mejor decir una “camaradería”) que alcanzó lo más recóndito de todo: como los dos compartían el arte del caminar, pues, claro, lo más lógico es que hablaran de ello (...)


"La situación puede que se nos vaya
de las manos": Cobra Verde (1987)
Santiago Rubín de Celis

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25.9.15

XXVI. "WOYZEK" (1979), O UNA INVESTIGACIÓN SOBRE UN CIUDADANO BAJO TODA SOSPECHA, Santiago Rubén de Celis: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Woyzek (1979)


En 1968, tras realizar Signos de vida (Lebenszeischen, 1965), en una de sus primeras entrevistas, publicada en el número de marzo de la ilustre Filmkritik, Werner Herzog era interrogado sobre su formación y su experiencia, respondiendo con su habitual desenfado (al que siempre le he encontrado un punto de osadía, pero que en ese momento preliminar, claro, resonaba aún con más fuerza): “Jamás trabajé como asistente ni, a pesar de haber utilizado algún equipo del antiguo Instituto del Cine y la Televisión en Munich, no he estudiado en escuela de cine alguna. No provengo de ningún sitio; ni de la literatura, ni del teatro, ni de la fotografía o de cualquier otra disciplina”. Más allá de lo anecdótico de la respuesta, atendiendo al personaje y a su psicología, el prototipo de cineurgo visionario (“Mis películas son lo que yo soy”, ha afirmado en numerosas ocasiones), sus palabras resultan bastante reveladoras; no puede entenderse el arte cinematográfico de Herzog perdiéndole ojo a su individualismo y a su radical separación de los otros, a sus ansias de libertad absoluta y a su espíritu aventurero y curioso, a su predisposición natural como trotamundos, a ser eso, en fin, que Rimbaud denominó muy bellamente “un hombre con suelas de viento”, a su carácter heterodoxo que le permite despistar cualquier propósito taxonómico. No es que Herzog no sea un cineasta “cultivado”, sino que él hace suya toda la cultura desde sus principios para volver a empezar; filma como si jamás se hubiera filmado (...)




Woyzek (1979), o una investigación
sobre un ciudadano bajo toda sospecha
Santiago Rubín de Celis

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