Botonera

--------------------------------------------------------------
Mostrando entradas con la etiqueta Adrián Tomás Samit. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Adrián Tomás Samit. Mostrar todas las entradas

24.3.14

XIV. NARRATIVAS [MÍNIMAS] AUDIOVISUALES, Eduardo José Marcos Camilo / Francisco Javier Gómez Tarín (Coords.), [Encuadre] libros 2, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014.







Las cutscenes constituyen un relato singular en el seno de entidades discursivas más amplias, como son los videojuegos. Su vinculación con el texto fílmico es evidente, sea por herencia o por deseo expreso, pero también lo es su diferenciación, lo cual enriquece el microanálisis que en este libro abordamos desde diversas perspectivas y que actúa como leit motiv.

Entendemos por
cutscenes aquellas secuencias cinemáticas incluidas en un videojuego que no permiten, o lo hacen de manera limitada, el control de las acciones del personaje por parte del jugador. Las cutscenes han formado parte de lo videojuegos prácticamente desde el Pac-Man (1980). Con los años, la evolución de la infografía y el auge de los juegos de aventuras/acción y de rol, en contraposición a los Beat’em up originarios de las primeras máquinas recreativas y que fueron perdiendo fuelle con la llegada de las videoconsolas, las cutscenes han cobrado mayor importancia y se han constituido como una pieza clave bien sea para el desarrollo de la narración en el juego, para la espectacularización de las acciones puntuales o para un pretendido realismo en el caso de retransmisiones deportivas en videojuegos de dicho género.

En consecuencia, siendo las
cutscenes un producto diferenciado de la dinámica lúdica participativa, pero deudor de un supuesto lenguaje cinematográfico, parece evidente que uno de los ejes esenciales de relación estará necesariamente en la constitución del punto de vista y de la enunciación, que es, para el cine –y por definición para el audiovisual en su conjunto–, lo esencial del (...)




GESTIÓN DEL PUNTO DE VISTA
EN CUTSCENES DE VIDEOJUEGOS
Fco. Javier Gómez-Tarín / Adrián Tomás Samit 







NARRATIVAS
[MÍNIMAS] AUDIOVISUALES
Coordinación
Eduardo José Marcos Camilo / Fco. Javier Gómez-Tarín


[Encuadre] libros 2
17x23cm. - 368 páginas
ISBN: 978-84-941753-6-7
PVP: 22.00 euros






22.3.14

IX. NARRATIVAS [MÍNIMAS] AUDIOVISUALES, Eduardo José Marcos Camilo / Francisco Javier Gómez-Tarín (Coords.), [Encuadre] libros 2, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014.




 Nombre: Carmen, Jean-Luc Godard, 1983


“Os haré una promesa: si os quedáis conmigo y trabajáis duro, nos olvidaremos del dinero. El sueldo le quita al hombre su libertad. No olvidéis que no hay nada como la libertad. Sed libres, amigos míos. Uno para todos, todos para mí; yo para vosotros, y tres para cinco, y seis para veinte” proclamaba Groucho Marx a los botones que le reclamaban cobrar su sueldo en el hotel de Los Cuatro Cocos (The Cocoanuts, Joseph Santley y Robert Florey, 1929). El don de la palabra y la tergiversación queda más que patente; las interpretaciones, tantas como personas hay en el mundo, sobre un objeto de estudio, sea cual sea: un libro, una pintura, una película o las cortinas del baño con dibujos de mazorcas, pueden justificarse de tal manera que puedan parecer lógicas, coherentes, incluso verdaderas. Pero nunca hay que olvidar que “el analista no debe nunca hacer decir al texto aquello que este no dice, pero, el analista no debe nunca impedir que el texto diga aquello que dice no diciéndolo”. Por lo tanto, todo análisis fílmico tiene una fuerte impronta subjetiva que dependerá de la visión, el conocimiento y la ética del analista. Desde aquellos estudios que focalizan su atención en temáticas concretas como el género, el uso de la violencia, la incitación al consumo, etc., encuadrados dentro de una perspectiva sociológica (por poner un ejemplo) que obvian, mayoritariamente, las estrategias narrativas y formales del objeto analizado, hasta los practicantes del análisis textual como herramienta que atiende a una interpretación objetiva de la construcción del objeto para luego elaborar unas interpretaciones subjetivas pero no falaces.

Por otra parte, en esa cita de Marx (Groucho) nos encontramos con los números, el “uno para todos” se convierte en un “seis para veinte” a lo largo de una frase que pierde toda la coherencia lógica del discurso y llega al caos y la sátira. Se dice que los números no mienten, que las matemáticas son la más pura fuente de fiabilidad, pues si se realizan bien las operaciones y el resultado es correcto, este es válido. Pero siempre existe un margen de error. Además, y más allá del proceso matemático, existe la manipulación de los resultados frente al receptor que desconoce los datos y el proceso de (...) 





"¡MÁS MADERA!" LA AVERAGE SHOT LENGHT
COMO LA NUEVA HERRAMIENTA DE ANÁLISIS FÍLMICO
Adrián Tomás Samit






NARRATIVAS
[MÍNIMAS] AUDIOVISUALES
Coordinación
Eduardo José Marcos Camilo / Fco. Javier Gómez Tarín


[Encuadre] libros 2
17x23cm. - 368 páginas
ISBN: 978-84-941753-6-7
PVP: 22.00 euros






14.12.13

XXIII. "ADENTRARSE EN LAS NIEBLAS DE CITERA. DERIVAS EN TORNO AL DESENCANTO DEL CINE GRIEGO EN EL SIGLO XXI", Adrián Tomás Samit, Shangrila revista nº 18-19, "Theo Angelopoulos. El paso suspendido: punto de encuentro".




Canino, Yorgos Lanthimos, 2009




En el principio había oscuridad y después se
hizo la luz... y la luz se separó de la oscuridad.
Voula en Paisaje en la niebla


Casus belli (Giorgos Zois, 2010), es una muestra del cine griego más interesante que ha surgido en la última década, y que tiene como mayor preocupación la crisis económica, social e identitaria del país. Un cine de “propuestas conceptuales, formalistas, llenas de un intelectualismo distante y un esteticismo hermético. A priori, todo lo contrario que Angelopoulos”. Los nuevos cineastas griegos se han distanciado del pragmatismo del director heleno para optar por unas posturas formales más cercanas a la angustia e incomodidad de un Michael Haneke o el acercamiento a temas polémicos mediante un “lenguaje cinematográfico realista reminiscente del idioma visual de Lars Von Trier”. Pero no es el único modelo de representación que predomina en esa industria en la que los cineastas han tenido que convivir con la crisis (también la temática), una sombra que ha llegado hasta nuestro país. A este metacine reflexivo, le acompañan apuestas más punk, cine comercial, comedias a las costas del Egeo como Mikro eglima (Christos Georgiou, 2008) o filmes de época. Y, entre todas estas apuestas se encuentran los últimos trabajos de Angelopoulos. Un cineasta tan personal, con un estilo tan marcado, imposible de crear escuela sin provocar comparaciones y/o duplicados, que no ha dejado lugar a una herencia estilística que se le aproxime y de la que los nuevos realizadores griegos han decidido distanciarse, aún manteniendo ciertos puntos de conexión que van más allá de la forma. Y es que el cine de Angelopoulos, sus temas, sus personajes, son de carácter universal, al mismo tiempo que están profundamente arraigados en su tierra. Lo universal resulta de lo particular. Por lo que algunas preocupaciones temáticas que Angelopoulos ha tratado a lo largo de su filmografía están presentes en las derivas de estos cineastas emergentes. El exilio, la ausencia del padre, el conflicto fronterizo… Pero, de los personajes-símbolo de Angelopoulos se ha pasado al acercamiento intimista y personal de los protagonistas. El distanciamiento brechtiano (que todavía conservan, en cierta medida, los filmes de Lanthimos o Tsangari ) ha dejado paso al primer plano y la complicidad con el personaje. Los grandes paisajes se han tornado claustrofóbicas estancias herméticas. Más que revelarnos la historia quieren hacernos partícipes de ella, de la angustia de sus protagonistas. Como bien expone Vrasidas Karalis: “el paso lento, las tomas largas, las  (...)


Adentrarse en las niebles de Citera.
Derivas en torno al desencanto del cine griego en el siglo XXI
Adrián Tomás Samit







THEO ANGELOPOULOS
EL PASO SUSPENDIDO: PUNTO DE ENCUENTRO
Shangrila revista nº 18-19
20x28cm. - 328 páginas










18.8.13

BI(T)BLIOGRAFÍA: "ALBERT SERRA (LA NOVE-LA, NO EL CINEASTA)", FORNS, ALBERT, BARCELONA: EDITORIAL EMPÚRIES, 2013

COORDINACIÓN: AGUSTÍN RUBIO ALCOVER




FORNS, Albert
Albert Serra (la novel-la, no el cineasta)
Barcelona: Editorial Empúries, 2013


POR ADRIÁN TOMÁS SAMIT








Comienza agosto y comienzan las vacaciones. Una carrera de veinte minutos por el paseo marítimo, unos largos en la playa y convertirse en una gamba cocida a la orilla del mar. En ese momento tumbado boca abajo, contemplando unas arenas que se convierten en dunas, pasan tres señoras, de buena vida de pensionista (de las pocas que ya quedan) y comienza el espectáculo: su caminar vacilante y con tropezones, dejándose media chancla clavada en la grava. La colonización del espacio junto al mar plantando la sombrilla, y la entrada al agua, remojándose tobillos, muñeca, nuca… y poco más, el pelo nunca, que la laca ha hecho bien su faena. Contemplando a estas señoras, en mi posición horizontal, formándose una imagen de estética cuasi fílmica, me viene a la memoria el baño de los reyes magos en El cant del ocells (2008) de Albert Serra. Entonces, me acuerdo de aquel libro que vi en la librería del CCCB (Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona) el día antes de venir de vacaciones a Benicàssim. Acababa de salir del Xcentric, donde me había puesto la película de Chantal Akerman Je, tu, il, elle (1976), y lo vi en el escaparate. Una fotografía de Albert Serra sujetada por una mano, una clara suplantación de la identidad en la que el autor quiere convertirse en Albert Serra. Pero “¿por qué justamente en Albert Serra?”, me pregunté. No me llegaba el suelto, así que me quedé con la fotografía de la portada y el título del libro: Albert Serra (la novel·la, no el cineasta) de Albert Forns.  Las señoras salieron del agua, con su rítmico movimiento. Una de ellas, que no se había quitado la gorra de paja y las gafas de sol, vio como una de su amigas se secaba el sudor que ya le comenzaba a caer por debajo del enlacado pelambre. “Deu meu!  Quina calor! Pilar, no mires al sol, que te torrarás! Senyor!”, gritó. De pronto, la señora y su amiga pasaron de convertirse de los reyes magos al Quixot y Sanxo de Honor de cavalleria (2006). Estaba decidido, una de mis lecturas de verano tenía que ser Albert Serra (la novel·la, no el cineasta).

Su autor, Albert Forns, lo tiene bien claro, cuando en una playa nudista menorquina le dice a Emma, su pareja en la ficción (pseudónimo de la verdadera Gemma), que “[…] amb trenta pàgines en tinc prou per saber si m’agradarà o no(1) (p.17) y “no sé qui va dir que el més interessant d’una novel·la no és la historia, sinó la veu del autor, la seva manera d’entendre el món(2) (p.18). Y, así, planteado en el segundo capítulo del libro, Forns se pone de manifiesto y se aplica a sí mismo sus comentarios. A las cuarenta páginas el lector ya puede hacerse una idea de la propuesta que el autor le está planteando, y que lo más interesante es la manera en la que organiza el puzzle en el que se va convirtiendo la narración. Pero, ahí está, en esta estructura donde van apareciendo diferentes piezas, donde cada capítulo te ofrece un descubrimiento y un análisis acerca de un tema en concreto, y la gracia con la que está escrito es lo que a uno le anima a seguir con la lectura. Al final, todos los conceptos que se han ido trabajando, todos los autores de los que se ha hablado (principalmente Vila-Matas, Dalí, Barceló y Warhol; aparte del coprotagonista de la novela: Albert Serra), todas las ideas expuestas que parecían deshilvanarse en cualquier momento en esa mezcla entre realidad, ensayo y ficción, cobran todo su sentido y su unidad después de el The End del libro (p.255), un falso final que se produce a falta de cien páginas para terminar y en el que toda la acción se va centrando en Albert Forns junto a Albert Serra en el Documenta de Kassel donde el cineasta está rodando Els tres porquets (2012). Pero ¿cómo se llega a viajar hasta Alemania de la mano de Albert Serra?


1. Con treinta páginas ya tengo suficiente para saber si me gustará o no.
2. No se quien dijo que lo más interesante de una novela no es la historia, sino la voz del autor, su manera de entender el mundo.


La primera novela de Forns es un viaje iniciático, válgase la vulgaridad del término a estas alturas, en el que ya es una frase socorrida para cualquier crítico, pero que en esta ocasión tiene todo su sentido. Resumiendo: Albert Forns está pasando unas vacaciones junto a su pareja Emma en Menorca. Un día en la playa decide que se quiere convertir en Albert Serra, y comienza un proceso en el que irá cambiado externamente (vestir, dejarse bigote, utilizar términos y acentos de Banyoles) e internamente a medida que vaya reflexionando sobre cómo se crea un personaje como el de Albert Serra y qué lo configura. Durante este proceso, el autor, que después de sus vacaciones regresa a Barcelona sigue con su trabajo de funcionario, a medida que las circunstancias van haciendo que se introduzca en el mundo del cineasta con la excusa de que está colaborando en un documental: primero una entrevista en Banyoles, donde Serra les invitará a ir un par de días al rodaje de su última película, Història de la meva mort, en Francia; y terminará con el viaje a Kassel para seguir el trabajo que está realizando para el festival y que ha interrumpido el montaje del filme.

Dos, pues, son los personajes que configuran el libro: Albert Forns (descubriéndose así mismo y descubriendo al espectador su manera de entender el mundo) y Albert Serra, en intrínseca relación con las reflexiones de Forns acerca de la copia, la falsificación, la finalidad artística, etc. (descubriendo como el director ha gestado a su personaje público y la personalidad privada que oculta en el seno de su productora Andergraun Films y el trato con su equipo). Todo cobra sentido en la novela de Forns, que se estructura como una ficción inspirada por la realidad, donde esta irá ganando mayor peso a medida que avance la trama, insuflada por pasajes ensayísticos, anotaciones de “idea para una novela”, escenas de una posible película o la divertidísima simulación de una exposición para el Documenta de Kassel cuyo título es “L’art de la merda”(3) y donde las salas unen los trabajos y personalidades/personajes de Dalí, Warhol y Serra. Sin lugar a dudas, es imposible aquí esbozar cómo Forns es capaz de dotarle de sentido  y aunar todos los conceptos que se van acumulando.


3. El arte de la mierda.


La labor de documentación realizada por el autor y el trabajo de reescritura son encomiables, pues logra ofrecer una novela con un ritmo trepidante, llena de ideas complejas en torno al arte moderno y contemporáneo, dichas con sencillez y empaque. También es cierto que de tanto investigar, e intentar conseguir un lenguaje “estándar”, el autor patina sobre el pseudo-intelectualismo en algún momento con frases como: “A la reserva dels despilotats, quatre avorrits humanistes i mitja dotzena d’exhippies desencantats, Houllebecqs i Beigbeders vinguts a menys, personatges de Denys Arcand(4) (p.43). El otro aspecto que salta ligeramente es la autoconsciencia que parece demostrar Forns de que esta es su primera novela, y ocasionalmente utiliza, describe, narra tópicos, y reconoce que son tópicos, y reconoce que reconoce que está utilizándolos. Por ejemplo, el pie de página nº53: “Sí, aixó de posar el noms d’IKEA està molt vist, perdoneu…(5) (p.315). Pero en otra reciente lectura veraniega: La dona que es va pedre (Marina Espasa, Empúries, 2012), la autora realiza la misma estrategia narrativa salvavidas, y, de la misma manera que Forns, lo hacen de modo divertido, con sinceridad y se lo podemos permitir.


4. A la reserva de despelotados, cuatro aburridos humanistas y media docena de exhippies desencantados, Houllebecques i Beigbederes venidos a menos, personajes de Denys Arcand.
5. Sí, esto de poner los nombres del IKEA está muy visto, perdonad…


Para intentar esbozar brevemente las piezas del puzzle que conforman este libro vamos a clasificarlo en tres vías. En primer lugar, la básica, la que hace avanzar el relato y que hemos descrito más arriba. La vida de Albert Forns, el funcionario que de vacaciones reflexiona con la idea de convertirse en Albert Serra, cómo hacerlo y cuando lo consigue, se encuentra con el verdadero Serra y le provoca otra serie de planteamientos tales como cómo cambiar a la persona con el personaje en menos de un guiño, y las dificultades que conlleva mantener a ese personaje, hasta el punto de llegar a los extremos contradictorios que el personaje debe defender aunque la persona no esté en completamente a su favor.

La segunda pieza se deriva de la primera. Al querer convertirse en Albert Serra, Forns debe reflexionar acerca de multitud de conceptos, y es cuando la narrativa se encuentra con el ensayo. Esta es la parte más interesante de los dos primeros bloques que configuran la novela, antes de conocer a Serra en persona.  En el primer bloque, titulado Migjorn (Mediodía), con Forns de vacaciones en Menorca, haciéndose a la idea de que debe convertirse en Serra, se cuestiona conceptos acerca del reciclaje artístico/la copia/el plagio: “[…] O senzillament evolucionem cap a un món de postproducció, de reciclatge, de reutilització, on es farà difícil detectar l’origen de tot? Caminem cap a un art caníbal i agonitzant, tal com pronosticava Baudrillard?(6) (p.25). Lo que le llevará a hablar de la falsificación y las historia de los grandes falsificadores van Meegeren, Keating y de Hory, y relacionarlo con Barceló y Warhol, que a su vez están intrínsecamente relacionados con Albert Forns y Albert Serra. Lo que culminará con su escritor fetiche Vila-Matas: “Si «mai seràs el primer a escriure», que deia Vila-Matas, tampoc «mai seràs el primer a pintar», i de fet aquest ha estat un dels grans llocs comuns de la historia de l’art: Tothom aprèn a pintar copiant, i fins i tot, els grans Mestres del segle XX”(7) (p.35). Lo relaciona con el trabajo de Mike Bidlo y su obsesión por convertirse en Pollock, el mismo caso que le sucede a Forns con Serra, y a Serra con el concepto de personaje de Dalí o Warhol. Con este fugaz esquema vemos cómo teje Forns su novela y cómo hila los temas, de una manera sutil, sin ser directo a la hora de marcar el porque habla de una cosa u otra, dejando al lector el placer de ir descubriendo los nexos de unión entre discurso y relato, entre pensamiento y acción.


6. ¿O sencillamente evolucionamos hacia un mundo de posproducción de reciclaje, de reutilización, donde se hará difícil detectar el origen de todo? ¿Caminamos hacia un arte caníbal y agonizante tal como pronosticaba Baudrillard?
7. Si “Nunca serás el primero en escribir”, que decía Vila-Matas, tampoco “nunca serás el primero en pintar”, y de hecho este ha sido uno de los lugares comunes de la historia del arte: todos aprenden a pintar copiando, incluso, los grandes maestros del siglo XX.


Este tema de la falsificación y la copia abre la novela para justificar el porqué de querer ser Albert Serra, y a esta cebolla narrativa se le irán incorporando capas. En los siguientes capítulos de este primer bloque de la novela se seguirán trabajando estos conceptos ampliándolos fusionando anécdotas del escritor en la playa con sus reflexiones. Los pensamientos en torno al arte contemporáneo se abrirán a otras ideas, más a vuela pluma, y de menos calado, pero que ahí están, ejemplificadas satíricamente entre la fauna que el escritor contempla desde la arena. El Estado del Bienestar, la especulación inmobiliaria, la política y el avance de la sociedad visto por inventados descendientes de ilustres pensadores como Albright, Bauman, Orwell o Derrida en el divertido microrelato futurista La Part dels crítics (I filòsofs i savis diversos) (La parte de los críticos, y filósofos y sabios diversos) (p.44-45). Lo que engancha con la vuelta a los orígenes y nuevas narrativas, o escapismos de narrativas como las de Georges Perec. Otro punto a favor de Forns es la citación, con título del libro, editorial y año, al que se refiere cuando trata ciertos temas y autores. Perec conecta con Serra y su Honor de cavalleria, donde se citan las críticas cosechadas por el filme, donde destaca el “Una pila de excrementos cinematográficos” (Oti Rodriguez Marchante, ABC) (p.51) que enlazará con la propuesta de instalación sugerida al final del libro y mencionada más arriba. Y se empieza a trabajar sobre el personaje Albert Serra y sus personajes y diálogos, que Forns irá incorporando a sus conversaciones con Emma, cada vez más absurdas, más albertserrianas.  Intentando no perdernos, y siendo más estructurados y comedidos, entendido el funcionamiento de la escritura de su autor citaremos otros temas ensayados por Forns en estos bloques: el catalanismo (interesantísimo, reseñable, el texto que el autor nos descubre: El Quijote va esborrar el Quixot de Lluís M. Mandado), la iconización y la mercantilización de/en el arte moderno, las relaciones de pareja, etc.

En el segundo bloque, ya capaz de convertirse en Serra, Forns va probando su nueva personalidad en diferentes lugares. Esto es vehículo para hablar de otros temas: sigue conceptualizando y reflexionando acerca de ser la copia de otro, en un relato en el que el autor sigue a Vila-Matas por las calles de Barcelona; los estereotipos (el capítulo dedicado a los bigotes ilustres también está muy logrado (p.135)), los recortes del gobierno, las redes sociales, el trabajo en la oficina y los nacimientos, en otra hilarante y fugaz reflexión: “Sempre els mateixos llocs comuns, la versió optimista d’un enterro: «Oi que té els teus ulls? Doncs jo diría que s’assembla al teu marit. I què, ja et menja bé? Ja us deixa dormir?»(8) (p.125), la configuración de la personalidad a través de la mirada del otro en rasgos característicos: el bigote mencionado o los gustos de lectura; las prevenciones antiterroristas en el metro y demás paranoias y pánicos irracionales (p.164) (que indirectamente se relaciona con las dificultades de exhibición de Serra, en obras excesivas que rompen los esquemas preestablecidos, o su admiración por los dictadores, lo que genera un rechazo hacia el artista de Banyoles), la estrategia que debe adoptar el artista de cara al público y con su obra para ser reconocido o escuchado. Siendo este punto el núcleo de todo el libro.


8. Siempre los mismos lugares comunes, la versión optimista de un entierro: “¿Verdad que tiene tus ojos? Pues yo diría que se parece a tu marido. Y que, ¿ya come bien? ¿Ya os deja ir a dormir?


Cuando ya el mecanismo se está comenzando a rayar y las vueltas, por muchas que dé, comiencen a sonarnos a lo mismo de la página treinta se producirá un giro de 360º y la parte reflexiva y ensayística de los dos primeros bloques se transformará en una parte semidocumental en la que Forns comienza su interacción con Serra. Toda la idealización del icono/personaje Serra se destruirá después de su primer encuentro, y aquel personaje egocéntrico, antitodo, extremista, detrás de las cámaras será amistoso y cercano. Hasta este punto la novela nos habla del personaje de Serra con admiración, intentando comprenderlo pero sin llegar a empatizar con el. Se ve venir que el Serra persona será diferente y se producirá la caída del mito, pero el nuevo Serra llegará a ser simpático y agradable, y hasta se le cogerá cariño. Esto se logra gracias al exhaustivo análisis de todos los conceptos trabajados antes, y cómo los utiliza Serra para crear a su personaje y la lógica que ello conlleva, viendo el lector, así, las motivaciones e intenciones que el cineasta busca. Por supuesto, la apropiación de la idea por parte de Forns hacia Serra, siendo su personaje más empático, facilitarán el transito del Serra personaje al Serra persona. Y la novela seguirá la manera de trabajar del cineasta, convirtiéndose en un relato lleno de interés y atractivo donde escuchamos al director personaje, y vemos, a través de las palabras de Forns al cineasta cercano con su compañeros de Andergraun Films.  Y esta es la tercera pieza del puzzle, el diseccionamiento de Serra personaje mediante los diferentes temas de ensayo y su relación con precedentes como Dalí y Warhol, máximos referentes.

Albert Serra es uno de esos cineastas españoles invisibles para el gran público, su estrategia para llamar la atención es convertirse en un personaje polémico por el que se genere un cierto interés. No tiene el calado, ni el reconocimiento que tenían Dalí, y más allá de Cataluña, en España, el nombre de Albert Serra solo suena a los más cinéfilos. Pero, como el mismo cineasta dice: “El que importa és que es facin, les películes, no que la gent les miri! Per aquesta regla de tres el 80% de la gran literatura de la historia de la humanitat no s’hauria escrit perquè en el seu momento no van trobar gent que la llegís(9) (p.210). Así que el tiempo nos dirá la importancia de la obra de Albert Serra, y el resto de cineastas de “este cine español” (en palabras de Carlos Losilla) (10), que ya de por si tiene algo de interés y diferente al resto, que abre nuevas vías y maneras de entender el cine y ofrece posibilidades de aunarlo con otras artes y espacios.


9. ¡Lo que importa es que se hagan, las películas, no que la gente las vea! Por esta regla de tres el 80% de la gran literatura de la historia de la humanidad no se habría escrito porque en su momento no encontraban gente que la leyera.



Rodaje de El cant dels ocells, Albert Serra, 2008




12.8.13

EL FANTASCOPIO: DE LA MANO DE LAS ALMAS OSCURAS. "LA CAZA" ("JAGTEN", THOMAS VINTERBERG, 2012




DE LA MANO DE LAS ALMAS OSCURAS
LA CAZA (JAGTEN, THOMAS VINTERBERG, 2012)

POR ADRIÁN TOMÁS SAMIT






Una sensación de angustia y de malestar es lo que te deja La caza de Thomas Vinterberg. Por diversos motivos: el tema tratado y el enfoque desde el posicionamiento del supuesto pederasta, la dureza y crudeza con la que se desarrolla el tratamiento, las impecables actuaciones de todos los actores y actrices, la manera en como esa tensión va creciendo y pasa de ser del individuo Lucas (Mads Mikkelsen) al núcleo familiar formado por su exmujer, su novia y, principalmente, su hijo Marcus (Lasse FogelstrØm); hasta el colectivo que son sus amigos más cercanos, la escuela, la iglesia… y acaba convirtiéndose en un ser oscuro e invisible el que termina amenazando de muerte con un disparo al protagonista mientras caza en el bosque en la secuencia final.

El filme de Vinterberg ofrece varias lecturas y desde diferentes ángulos, siendo un objeto de interés para cualquier analista en diversos campos. En nuestro caso, por razones de interés y de extensión nos vamos a centrar en los dos aspectos clave que generan esa sensación que te revuelve las tripas a medida que avanza la película: el punto de vista y la focalización, ambas herramientas clave de la narrativa audiovisual que el director emplea con maestría para guiar (y manipular los sentimientos) del espectador.

Lo primero que nos llama la atención es, como hemos mencionado, el posicionamiento que toma el filme al contar la historia desde la perspectiva de Lucas, el acusado de practicar abusos sexuales a los niños de la escuela donde es profesor. Pero esto no tendría el impacto que se logra si no fuese por la manera en la que se nos suministra información, con lo que punto de vista y focalización están ligados de una forma que imprescindiblemente uno va con el otro.

Recordemos rápidamente el concepto de focalización: es el saber, y puede ser en relación espectador-personaje, lo que implica una focalización externa (el espectador sabe menos que el personaje), interna (sabe lo mismo que el personaje) o espectadora (sabe más que el personaje). Y la relación espectador-filme global, siendo omnisciente (transparencia enunciativa) o interna (anclada a un personaje). Siguiendo las palabras de Gaudreault, las preguntas esenciales son “quién habla en un filme” (enunciación) y “quién ve” (a través de qué punto de vista).




La caza a Lucas comienza al generarse un suspense hitchcockiano en el que el espectador sabe más que el personaje, ¿pero sabemos más que el meganarrador? Tanto Lucas como el público saben que Klara (Annika Wedderkopp), ante las acaloradas discusiones entre sus padres se refugia en el cuidado de su vecino y profesor Lucas. La relación para Klara llega a un punto en el que aprovecha un juego para besar a Lucas en la boca y después hacerle una carta de amor “anónima”. Ante esta actitud, Lucas opta por tomar distancia y rechaza la carta de Klara. Esto es lo único que hemos visto y por lo que nos posicionaremos con Lucas cuando Klara, afectada por el rechazo, le acuse de haber abusado de ella. Pero, y ahí reside uno de los intereses del filme, la ambigüedad y la contradicción irán creciendo ante la firmeza con la que Lucas es acusado. Se nos ha contado el caso de Klara, pero el ambiente destila algo oculto y nunca sabremos si Lucas tocó o no a alguno de esos niños. Al final se demostrará que los alumnos se imaginaron esos abusos, que no hay ningún sótano en casa de Lukas, pero… todavía hay desconfianza hacia él. Y su actitud, calma, controlada ante la acusación, hace dudar de su completa inocencia. Será una sospecha que se quedará después de haber visto la película y es lo que hace que esta cale como lo hace.

Aunque no solo será esta ambigüedad en torno a la figura de Lucas, sino el saber que luego se va generando. Después de escuchar la acusación de Klara a la directora de la escuela, y la entrevista que le hacen para saber si lo que está diciendo es real o inventado; es decir, cuando se comiencen a tomar medidas legales contra Lucas, la focalización pasará completamente a él. El espectador sabrá lo mismo que Lucas. Llegará con el a esas reuniones “clandestinas” en las que se habla de lo que va a suceder, no se le informará de cómo va avanzando la investigación, ni de las nuevas declaraciones de Klara, ni de lo que esta o los demás niños cuentan a sus padres. Lucas y el espectador están en la inopia y eso genera desconcierto, angustia y nerviosismo. Pero, para lograr ese suspense, esa intensidad y ese calado emocional el espectador parte con aquella ligera ventaja previa de saber que es lo que ha dicho Klara inicialmente.

Se genera aquí otro punto de interés en las lecturas del filme. La opresión y el ostracismo que sufre Lucas. Las palabras de Klara se toman por verdaderas por el simple hecho de ser una niña “que no miente” o  que “nunca ha dicho una mentira”, como dicen varios personajes. Partiendo de la premisa de que los niños siempre dicen la verdad, a Lucas no se le deja dar una explicación, no se le permite hablar ni dar su versión de los hechos. Nadie le habla de la carta, con lo que él no puede explicar su modo de actuar ante aquella situación. La mera inculpación implica una marginalidad donde la opinión del acusado es anulada. Nadie quiere conocer su punto de vista de los hechos, o lo que él piensa que sucedió. La gente del pueblo se posiciona en su contra a través de las palabras de los niños, movidos por las emociones y por las influencias que reciben del mundo exterior. La frase que Klara le dice a la directora de la escuela es la que sus hermanos le dijeron al ponerle en la cara una película pornográfica. Las acusaciones de Klara son muy graves y parten de un rechazo, una confusión, una mentira y la influencia del entorno. Con el reciente estreno del filme Hannah Arendt (Margarethe von Trotta, 2012) se ha avivado el término de banalidad del mal, que podría formar parte de la reflexión que genera La caza de Vinterberg. Pues las declaraciones de Klara y el trato de “monstruo” que recibe Lucas no nacen en ellos mismos, en el individuo, sino en las circunstancias que los rodean.

Vinterberg, tras la aclamada obra inaugural del Dogma, Celebración (Festen, 1998) vive a la sombre de Lars Von Trier, y su reconocimiento es tibio. Con La caza ha vuelto a demostrar que tiene mano para manipular al espectador y que es un maestro a la hora de utilizar los recursos narrativos para generar sensaciones, que el subtexto y el tema gane fuerza sin llevarlo a un primer plano o que aplaste a la historia, y hacer una de esas películas que, como se suele decir, te dejan K.O.








17.7.13

NUESTRO CINEMA - UN SOPLO EN EL CORAZÓN ("LOS ILUSOS", JONÁS TRUEBA, 2013)


UN SOPLO EN EL CORAZÓN
(LOS ILUSOS, JONÁS TRUEBA, 2013)


UN TEXTO DE ADRIÁN TOMÁS SAMIT








¿Un nuevo cine español al margen?

Javier Rebollo, Alberto Morais, Carla Subirana, Isaki Lacuesta, Elías León Siminiani, Mercedes Álvarez, Eloy Enciso, Roser Aguilar, Neus Ballús, Andrés Duque, Daniel Villamediana, Virginia García Del Pino, María Cañas, Albert Serra, Marc Recha, Manuel Martín Cuenca… y, entre otros tantos, Jonás Trueba. En los últimos años una nueva tanda de jóvenes realizadores españoles han ido ganando mayor protagonismo y han conseguido hacerse un hueco mediante la aparición de plataformas digitales como Filmin, Márgenes o la reciente PLAT, y la presencia en festivales de todo el mundo.

Muchos son amigos, algunos son más solitarios, unos  entran de lleno en el género documental, otros renuevan el campo de la ficción, la mayoría proponen interesantes y estimulantes hibridaciones entre ambos terrenos. Cada uno tiene un estilo muy marcado, sus películas son muy diferentes unas de las otras, la cinefilia y el amor, por un trabajo que consideran un arte, es infinito. Se dice que en los tiempos de crisis surgen las mejores racimas de creatividad y renovación de una cinematografía. Los movimientos que surgieron en la modernidad cinematográfica fallecieron En el curso del tiempo (1), y  la supuesta muerte del cine parecía dictar que en pleno siglo XXI no podría volver a surgir movimiento renovador alguno. A lo largo de la década se han intentado buscar nuevas cinematografías: el nuevo cine filipino, el nuevo cine iraní, el nuevo cine rumano, el nuevo cine sueco, el nuevo cine polaco… pero con la implantación del digital y la fuerte pregnancia de la posmodernidad en un tiempo de desolación y crisis, todos estos nuevos cines chocan entre sí. Tanto estética como temáticamente  son muy similares, más que un movimiento que representa la cinematografía de un país surgen como vestigios de un estar de un cine internacional, de presupuesto limitado, que se mueve en torno a arquetipos; y aquello que estamos llamando “nuevo” es, en mucho casos pero no en todos, porque no conocemos el “viejo” o simplemente porque alguna cinematografía que nunca tuvo un fuerte boom, de repente, ha tenido un brote de energía y valor histórico-social, además de una nueva forma de enriquecer un arte que, por momentos, parece anquilosado debido a la sobreexplotación con la que nos satura el mainstream norteamericano, que no cesa de repetir la misma formula en diferentes productos. Entonces ¿podemos hablar del surgimiento de algún movimiento o de un nuevo cine, uno nuevo de verdad, en este comienzo de siglo XXI? ¿Es todavía capaz de generarse algo que sea capaz de aglutinar a una serie de cineastas en pos de una dirección hacia la que mover a toda una cinematografía?¿Cómo sería ahora un movimiento? Aparte del cine rumano, en opinión personal, solo el cine español ha conseguido crear lo que podríamos llamar un “movimiento”, un nuevo cine español, pero un cine español en los márgenes, en la periferia, underground casi, pues en las grietas es el único lugar donde pueden crecer estas malas hierbas para la gran industria, que reniega de ellas y las esconde. Pero que son el verdadero corazón del cine.


1. En el curso del tiempo (Im Lauf der Zeit, Wim Wenders, 1976)


Como decíamos, las obras de todos los citados cineastas son muy diferentes entre sí, pero a todas las mueve el mismo espíritu: el “espíritu Guerín”, ¿podríamos llamarlo?, ya que es el principal referente (junto a Erice) para tomar una postura frente a la industria y la responsabilidad del cine como arte. Pero las referencias son muchas más y de toda clase, desde Kaurismäki hasta Hong Sang-Soo, pasando por Marker, Ford, Angelopoulos, Rohmer o Wiseman, y la lista sería casi infinita.  Estos nuevos cineastas, la gran mayoría, no viven de las películas, tienen que dedicarse a la docencia, colaborar en diferentes proyectos o moverse en diferentes campos (museos, internet, cortometrajes, largometrajes, etc.), y, al mismo tiempo, intentar sacar adelante sus proyectos. Son cineastas que se pasan el tiempo pesando en su próxima película, que tienen que esperar porque no hay una industria, ni las suficientes ayudas gubernamentales, que les tiendan la mano (al menos a la primera intentona). Hacer cine de autor o cine independiente en España está difícil, y cuando se consigue realizar, que la obra correspondiente llegue a las salas parece una quimera. Pueden pasar meses, años… la película puede estar circulando de sala en sala como antiguamente, con la presencia del director para acompañarla. Un cine cercano, un cine que se siente, que confía, que cree en el espectador y al que quiere acompañar. Un cine que cree en el cine.

El problema con el que se encuentra es que, en ocasiones, puede encerrarse en si mismo, puede tornarse tan metacinematográfico en su pasión por el séptimo arte y en ensalzar los valores de éste, que puede dejar fuera al espectador. Principalmente, al espectador (mal) acostumbrado al costumbrismo y al esperpento banal que ensalzan las comedias taquilleras o al deslumbramiento vacuo de los blockbusters imposibles. Todas estas condiciones que hemos esbozado se dan en Los ilusos. El film de Trueba bien podría ser el emblema de este “movimiento” que es el (nuevo) “cine español al margen” que tan bien ha sabido conjeturar la web márgenes dirigida por Diego Rodríguez. Los ilusos podría ser nuestra Al final de la escapada (À bout de soufflé, Jean-Luc Godard, 1960), nuestra Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, Roberto Rossellini, 1945) o nuestra El joven Törless (Der junge Törless, Volker Schlöndorff, 1966). En el caso de Los ilusos, no sería la película que inaugura un movimiento, que realmente ya no se podría llamar movimiento (en su concepción original), sino el film compendio, el film símbolo de este nuevo cine español al margen, que también sería interesante comparar con el nuevo cine español de los años sesenta.


Corazón, voluntad y limites

Guiada por ese impulso rohmeriano que desprende la luz de El rayo verde (1986) y las (de)construcciones narrativas que está trabajando Hong Sang-soo, Los ilusos se lanza al vacío, “sin guion y sin ideas preconcebidas, dejándonos llevar, haciendo la película sobre la marcha […] a golpe de intuición”, cuenta Jonás Trueba en “Caimán-Cuadernos de cine” (nº15, abril 2013). Los ilusos es una película sincera, transparente, echa con cariño y por amor al cine y a la vida, porque para los que la hacen, para Trueba y sus amigos/colaboradores, el cine y la vida se unen, no existe lo uno sin lo otro. El film se abre con dos rótulos claros en sus intenciones:








Una “película de entretiempo”, una película que busca una película… a la que termina encontrando. León es un cineasta que pulula por las calles de Madrid ideando su nueva obra. Cafeterías, librerías, bares, restaurantes asiáticos y cines serán transitados por él solo o con sus amigos. Conversaciones de todo tipo, ningún hilo narrativo, sucesos que muestran la importancia de las pequeñas cosas que hacen la vida cotidiana, y como nos construyen, a la manera de Georges Perec, sumado con la presencia del realizador y su equipo dentro del film, aunando vida y cine, como decíamos. Al final, lo que coqueteaba con La noche americana (La nuit américaine, François Truffaut, 1973) y el cine de Jean Eustache y Philippe Garrel, termina derivando en una especie de Mi noche con Maud (Ma nuit chez Maud, Eric Rohmer, 1969) al ritmo de una canción de Nacho Vegas, mientras se retrata a una Madrid oscura, desoladora, donde la única esperanza es salir con la cámara, subirse a los tejados y rodar.






No cabe duda de que esta película se ha convertido desde su rodaje en un film de culto, y como tal ha sido recibida por la crítica especializada con muy buenos ojos por mostrarse como una carta abierta al cine, al hecho de ser cineasta y el valor que éste puede generar y desde el Ministerio no quieren ver. Los ilusos no es la película perfecta, pero es la perfecta película para los tiempos que corren en el cine español, acorde al apartado anterior. Pero, por esto mismo, también desvela las razones por las que este cine está limitado en un circuito mayoritario. Gran parte se debe a la mala educación que recibe el espectador por parte de televisiones y paquetes de venta a las salas de cine que apenas dejan espacio para estos estrenos, convirtiéndolos en marginales. Los ilusos, además de otros films como Volar (Carla Subirana, 2012), Mapa (Elías León Siminiani, 2012) El muerto y ser feliz (Javier Rebollo, 2012) o Arraianos (Eloy Enciso, 2012) han llenado la Cineteca de Madrid. Pero la han llenado de un público que las demandaba, un publico preparado para estas propuestas, que aceptan, que aprecian este cine. Pero ¿qué pasa más allá de estos estrenos organizados de tal forma que se convierten en un éxito?

Los ilusos es una película echa con corazón y con voluntad, pero tanto corazón, algo tan personal, se termina cerrando sobre si mismo y no termina de funcionar. Un soplo de aire fresco que corre el riesgo de convertirse en un soplo en el corazón. Por ello, precisamente, Los ilusos sirve de punto de reflexión acerca del/para el nuevo cine español al margen. Los ilusos llegará a aquellos espectadores que nos pasamos los días pensando que la vida es el cine, que a cada momento puede surgir una película; a aquellos que escuchamos a Nacho Vegas a las dos de la madrugada o vemos películas de Tsai Ming-Liang o Hirokazu Koreeda, a los que tenemos una fotografía de Jonas Mekas o de Anna Karenina en el comedor, a los que nos pasamos los días en la Filmoteca o cualquier otra sala de cine donde pongan reposiciones de Ozu o del Nosferatu (1922) de Murnau. Solo los que conocemos el cine de Javier Rebollo, o directamente a Javier Rebollo, nos reiremos con los diferentes gags/cameos que realiza en varios momentos de la película. Los ilusos es un film que habla tanto de si misma y de sus realizadores, que solo es capaz de llegar a alguien como ellos. Más allá de ahí, el espectador medio se quedará con una sensación de intranscendencia. Así pues, muchas son las preguntas que genera un film como Los ilusos y que se deberían hacer desde todos los flancos: los propios realizadores, la industria, el gobierno, los espectadores, los productores, los distribuidores y los nuevos canales de comercialización … en un tiempo donde la cultura esta siendo vilipendiada tenemos que detenernos, tomar este ejemplo y saber hacia donde queremos llevar el cine español y los valores que este arte puede llegar a transmitir si se le respeta.





La construcción de una película de entretiempo

Los ilusos se presenta como una película transparente. Pero, por muy transparente que sea un texto, no puede escapar de las lecturas que surjan a su alrededor, ni de su contexto. Así pues, un servidor esbozará aquí algunas de las lecturas que le sugieren el film de Trueba y destacará ciertos momentos significantes de ser interpretados. En primer lugar, lo que es evidente y no se puede negar es la división de la película en capítulos, sin aparente conexión pero que llevan hacia una conclusión, si no premeditada, si buscada mediante esos “golpes de intuición” a medida que se rodaba.

Un prólogo se nos presenta de forma valleinclanesca remitiendo a sus Luces de Bohemia (1920 y 1924) mostrando a una serie de peculiares personajes en el vagar por la noche madrileña: la fiesta comienza en una casa jugando al “¿quién es el culpable?”, continua la conversación en torno a los planetas y el horóscopo y los cambios de signo, y termina la fiesta en un bar céntrico, donde las voces chocan y la ebriedad difuma el escenario. Ahí una mujer se revelará como actriz, contará su propia experiencia personal de las dificultades de conseguir un papel. Los tres personajes que han quedado, al alba cruzarán la plaza mayor de camino a sus casas. Cuando hayan desaparecido, la imagen se quedará contemplando los tejados madrileños mientras el técnico de sonido avisa de que va a grabar un audio ambiente.  Todo el prologo  circula sobre esas nuevas “estrellas místicas del pop en español” (que cantan Triangulo de Amor Bizarro): se nos presentan unos personajes bohemios, “culpables”, que hablan de las estrellas y del ser “elegidos” para lograr algo especial, de hacer algo diferente, pese a las dificultades que puedan tener, como bien expresa la actriz, y que les obliga a pasar largas noches dejándose llevar, esperando que una luz les indique el camino a seguir. Después de este prólogo cinco capítulos componen el film: “Genios o enamorados”, “La fugitiva”, “La muerte del cine”, “El rescate” y “Testamentos traicionados”.






Genios o enamorados (del cine): este bloque consiste precisamente en hablar de una mirada respecto al cine actual y la forma de llevarlo a cabo, principalmente en nuestro país. Las escenas son las siguientes: prueba de foco y de luz con Javier Rebollo a la claqueta en la esquina de una estrecha calle de Madrid (el mismo lugar donde el director rodó Lo que sé de Lola (2006) (según comenta Trueba en una entrevista para numerocero.es); León va a recoger el libro Suicidio de Édouard Levé, pero todavía no ha llegado a la librería; por la noche ha quedado junto a los cines Golem con una amiga, pero León al final prefiere ir a tomar algo: “Últimamente me cuesta mucho ver películas” le dice a su amiga; cuando salen del plano se muestran las tomas de sonido del mismo; en el restaurante de comida asiática habla con su amiga de las dificultades de entrar como actriz en una película: “Aquí en España hay directores realistas, que quieren un cine realista y necesitan extranjeros para dar esa realidad” comenta León. Después de cenar, el inevitable encuentro sexual, al cual acudimos al after sex, donde mientras vemos una cita en la pantalla, escuchamos como la actriz la prepara. El capitulo termina con la compra de Suicidio. Este bloque es toda una declaración de intenciones, y un posicionamiento hacia una industria y el rol que el realizador quiere jugar dentro de ella: un cine vivo, en exteriores, fuera de los platós, un cine pregnante incapaz de separarse de la realidad, que se muestra dentro de la ficción, una película suicida, o al menos con esa voluntad de saber que va a generar un discurso que la desplazará a los márgenes, pero que todavía necesita una reflexión de hacia donde quiere ir realmente. Se han generado unos testamentos de acuerdo con lo que el film pretende ser.







La fugitiva:


“Un juramento que fue promesa fugitiva
una mirada que fue mentira.
Un panorama que fue como una pincelada
que dio a la tarde transparencia organdí.

Juego de rosas que dios regó por tus caminos
labios divinos que yo bese.
Solo quedo la tarde de tu juramento
la fugitiva sensación de un beso que no ha de volver
la fugitiva sensación de un beso largo que huye
la fugitiva sensación de un beso largo que se me escapo”.

La fugitiva (Agustín Lara)


Muchas podrían ser esas fugitivas, pero la letra de Agustín Lara es la que más ecos nos provoca con el film. En este capítulo, León se reúne con su ex novia. Desde fuera del restaurante les vemos hablar, les vemos comer, pero no les escuchamos. Más tarde, en la calle, él le cuenta a ella que ha tenido la idea de hacer una película sobre el suicidio, le dice que se basa en una canción de Nacho Vegas, le cuenta el argumento. Entonces, ella le dice: “Es una película o es nuestra vida”. Y vuelta a mostrar las articulaciones de la ficción: la actriz lee su diálogo, hace pruebas de tonalidad. En una ventana que da a un patio interior, Trueba le explica que la película “es como un documental de vosotros” y le da instrucciones. Interludio musical con una canción de El Hijo en directo. “Corresponde al momento en el que la película se parte en dos. […] Es un punto y aparte. A partir de ahí, la película empieza a ficcionarse más, comienza la comedia…” explica Trueba. Pues en este bloque el autorretrato, la realidad, la ficción se han unido de tal forma que han comenzado a formar una ficción. Una vez planteados esos testamentos del bloque anterior, se sigue con ellos, pero se comienza a insinuar su ruptura, se comienza confundir cuando el realizador comienza a mezclar su vida con la de la ficción, y cuanta ficción hay en su vida dado a su manera de vivirla. Es decir, hasta que punto, León (y Jonás Trueba) no se fuerzan a que su vida necesite ser planteada como una película, hasta que punto una colisiona con la otra.






La muerte del cine: es significativo que este bloque comience a la salida de un cine, después de proyectarse El verdugo (1963) de Berlanga, y que se presente un nuevo personaje, dueño de un videoclub donde puede encontrarse cualquier película que uno busque, cuyo apellido es Perucho. Irremediablemente, este nombre remite a Julio Pérez Perucha, eminencia en la investigación en torno al cine español. En el diálogo entre Perucho, León y su amigo actor surgen varias frases interesantes a destacar: Perucho habla, refiriéndose al Verdugo, de películas que resisten y “películas que están desenganchadas de su tiempo y sus circunstancias. Las escenas son torpes”. Los ilusos es consciente de la película en la que se quiere convertir, en esa película emblemática de los tiempos que corren, que será recordada por ello. También se mencionan las dificultades de trabajar ahora en esta industria: “Ruedo un día a la semana, el resto estoy buscando otros trabajos” dice el amigo actor de León.  Y termina con otra cita cinéfila por parte de Perucho, cuando León le cuenta su idea de hacer una película sobre el suicidio: “Filmar un suicidio es cosa de impostores”, decía Rivette.





Más tarde, en un café, León está esperando a una chica que tiene que hacerle una entrevista. Ésta llegará borracha y, ante su indisponibilidad de hacer la entrevista, terminarán en casa de él. Nueva desvinculación entre ficción y rodaje después de hacer ella presencia. Nuevo aviso de camino hacia la ficción invisible. En su casa se produce una situación incomoda, pero atrayente. Termina sin suceder nada, pero algo nos dice que esto no acabará así. León le cuenta lo sucedido a su amigo actor, se produce un breve flashback recordando la acción de despedida en el metro entre León y la chica. Se inserta una cita. Estamos a mitad del metraje.







Después de esto, para terminar con el capitulo se suceden dos secuencias genéricas que nos hablan de los origines del cine, de cuanto el cine consistía en contar historias. El film “ironiza con la muerte del cine”, vuelve a espetar Trueba. La primera, el gag de Javier Rebollo huyendo por las calles de Madrid, cual film noir, del amigo actor de León al que le había dicho unos días antes que le daría un papel en su próxima “pequeña película pero muy importante”. La segunda, un gag en la cafetería entre León y su amigo, y quien pagará el café, en un momento de buddy movie a lo Jerry Lewis y Dean Martin o Jack Lemmon y Walter Matthau. Mientras su amigo le cuenta la experiencia/sueño con Rebollo termina concluyendo que “Así debería ser todo. Te encuentras a alguien por la calle, te tomas algo, surge la posibilidad de trabajar o de hacer algo, no se, cualquier cosa, una película. Y ya está, y punto. Sin representantes, sin intermediarios de ningún tipo ¿no?”.







El rescate: León, solitario, comiendo en su restaurante asiático. Después dando una clase en la que habla de dilatar una secuencia y de “plantearse ¿qué pasaría si…?”. Y hacia ese planteamiento se va a dirigir la película. Llama a Sofía, la chica que tenía que hacerle la entrevista, para quedar con ella. Por la calle se vuelve a encontrar a Rebollo, que le dice que se va del país, “ahora mismo”. Entonces, la película se recoge y deja la parte metacinematográfica de mostrar el rodaje. Después de esa llamada a Sofía, la película se ha encontrado a si misma y ya no necesita de mentores que la guíen. Volveremos a ver a León, solo en su casa, comiendo fideos. 

El rescate terminará con León en el videoclub, donde Perucho le regala VHS de cine vietnamita y polaco. Esa noche, León, solo otra vez, verá Vive l’Amour (Ai qing wan sui, Tsai Ming-liang, 1994). Y después de esto comenzará el capítulo final, esa noche con Maud. Antes de pasar a él, otro momento interesante que vale la pena destacar es la llegada de León al videoclub, pues Perucho está catalogando las películas, concretamente todas las que comienzan por “America”, la mayoría cine completamente opuesto a los VHS que le regalará a León, y que esté dejará sobre un contenedor porque no tiene forma de verlos.







Testamentos traicionados: la reflexión sobre la digitalización del cine vuelve a darse en este capítulo, cuando León y Sofía van a ver una película de Ozu. León saldrá de la proyección para preguntar si la copia es mala. Le contestarán que no, que “es en blu-ray” y que pronto ya se pasaran por satélite. ¿Qué queda del cine? Esta escena, por el contrario, se produce muda, con rótulos en lugar de diálogos, como acto de resistencia ante la destrucción de esa mitología cinéfila del film en película y pantalla grande. Se hará un breve recorrido por los cines que la película todavía no había transitado, como los Verdi.







Este capítulo, como su nombre índica, parece traicionar al resto de la película. Pero no es así, al menos no de manera injustificada, pues ya se ha ido construyendo para llegar a este punto. El mismo Jonás Trueba lo reconoce: “es verdad que se traiciona a si misma, aunque lo hace de una manera que para mí es bella, porque es muy simple […]. […] me parece que una cosa sin la otra no tendría la misma intensidad, la misma fuerza. Es algo que nos pasa hoy a muchos cineastas, quizás porque para contar la misma historia de siempre, ya no la podemos contar igual. Es como si necesitáramos rodearla, dar muchas vueltas para encontrar una manera de llegar hasta ella”. Al final, Sofía y León pasearan por las calles de Madrid, irán a su piso, se acostarán, se levantarán juntos, desayunaran… y todo ese tiempo hablaran, de muchas cosas, de la responsabilidad, de la paternidad, y del cine. León le dirá a Sofía que “el cine es como la vida. Esta llena de cosas alegres y tristes”, ella le responderá que “entonces, no hay porque ir al cine”. “Desde que se inventó el cine vivimos tres veces más” será la conclusión de León.





En el epílogo, la cintas VHS que León había tirado aparecen por arte de magia, la magia del cine. Y los niños que hay en el salón juegan con ellas, las pisan, las destrozan, hacen del cine algo material, algo tangible, algo lleno de vida y despertador de ilusiones. “Jugarán otro niños en el prado, dormirán bajo tierra otros cansancios; pero la pensativa primavera como la nieve llegará a su tiempo”. Con esta cita de Emily Dickinson se cierra el manifiesto de Jonás Trueba por un cine que espera su momento, y ese momento está llegando.