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22.2.24

III. "ANTONIO DROVE. TRAVESÍAS Y NAUFRAGIOS DE UN CINEASTA ESPAÑOL", Miguel Zozaya Fernández

 

Introducción


Antonio Drove


Antonio Drove (Madrid, 1942 – París, 2005) fue un cineasta español. Estudió en la Escuela Oficial de Cinematografía durante su época dorada, a mediados de los años sesenta, y comenzó su carrera cinematográfica en los últimos años del franquismo. Siendo, sin lugar a dudas, una de las mayores promesas de su generación de directores, por distintos motivos –que analizaremos a lo largo de este volumen– nunca consiguió desarrollar una carrera estable. Si bien tiene trabajos de notable interés, tanto para el cine como para la televisión, e incluso contando en su haber con una de las prácticas de fin de carrera mejor valoradas y más recordadas de la historia de la EOC, alguna exitosa incursión en el cine comercial y una obra capital del cine de la Transición como lo es su adaptación de La verdad sobre el caso Savolta, Drove nunca consiguió alcanzar un estatus que le permitiese desarrollar su talento con la suficiente libertad. Por el contrario, su fama de director problemático y rebelde (que le granjeó el apelativo de “el Drove feroz”) le condenó definitivamente al consabido malditismo. Pese a ser un caso muy singular, su figura resulta a la vez un claro ejemplo de toda una generación (“bloqueada” y, a la postre, podríamos decir “perdida”, al igual que la conformada por sus admirados escritores norteamericanos de entreguerras) que encontró serios problemas a la hora de comenzar y desarrollar sus carreras cinematográficas durante el tardofranquismo. El presente estudio pretende dilucidar cuáles fueron dichos obstáculos en el caso concreto de Drove.

Por otra parte, entre distintos encargos y trabajos alimenticios, su obra alberga una serie de películas y guiones de marcado carácter personal, muchas de ellas poco conocidas o directamente ocultas para el público, al tratarse de prácticas de la Escuela, cortometrajes o trabajos para televisión (o, simplemente, por llevar años sin ser programadas en la gran o pequeña pantalla ni conocer edición doméstica por el momento). Un notable dominio de las herramientas de la narración cinematográfica (con predilección por ciertas fórmulas provenientes del cine clásico americano) y su fijación por algunos temas concretos (principalmente el funcionamiento de los mecanismos represivos del poder y la interiorización de la moral de los opresores por parte de los oprimidos; pero también la máscara y la representación –especialmente en el mundo teatral–) dotan a sus trabajos realizados con mayor libertad de evidentes conexiones, que, lejos de permitir la defensa entre nosotros de un “autor” –máxime tratándose de uno de los escasos ejemplos dentro del cine español con voluntad de convertirse en un artesano a la manera hollywoodiense–, sí revelan una fuerte identidad y su vocación de cineasta con estilo. Drove siempre reconoció su voluntad de trabajar como un director profesional capaz de bregar con todo tipo de géneros y encargos, siempre y cuando tuviese la opción de llevarlos mínimamente a su terreno o abordarlos desde su particular enfoque –con la mala fortuna (y, tal vez, algo de ingenuidad) de pretenderlo en una raquítica industria que raramente podía dar opción a ello–. Mediante el detenido análisis de sus películas, este trabajo intentará dar cuenta de las estrategias formales utilizadas por Drove para construir el sentido de sus films o para reconducir o doblegar el de los encargos en cuyos guiones no pudiera intervenir, según el caso.

El estudio de la trayectoria profesional y vital de Antonio Drove permite, además, abordar una serie de hechos de indudable interés en la historia del cine español, en el periodo que transcurre desde mediados de los años sesenta hasta principios de los años noventa: desde los agitados años de su promoción en la EOC hasta la época de las grandes producciones amparadas por la “ley Miró”, pasando por su participación en las convulsas Jornadas de Sitges; su implicación en el grupo conocido como la “Escuela de Argüelles”; el surgimiento y desarrollo del cortometraje independiente a finales de la década de los sesenta; la “generación bloqueada” que se vio obligada a comenzar su carrera profesional en la incipiente segunda cadena de Televisión Española; el proyecto de producción de José Luis Dibildos denominado “tercera vía” a mediados de los años setenta; los conflictos con la censura (tanto en cine como en TVE); la puesta en evidencia de la picaresca de la industria cinematográfica española; los cambios en la industria televisiva generados por el desembarco de las cadenas privadas, etc.

Que un cineasta con la sólida formación y el apreciable bagaje profesional de Antonio Drove fuese dejado de lado por el aparato cinematográfico español y relegado al olvido, viéndose forzado a un temprano refugio en la televisión, la publicidad, la docencia y la escritura desde finales de los años ochenta hasta su muerte, resulta francamente inquietante en el seno de una profesión que, en nuestro país, no ofrece precisamente un superávit de talento. Un trabajo de estas características, en consecuencia, parecía una necesidad dentro del panorama de la historiografía del cine español, tan dada a olvidar figuras clave del mismo como puede ser la de Drove, que pese a no haber conseguido levantar una carrera cinematográfica estable, o precisamente por este motivo, resulta de innegable interés para arrojar luz sobre los problemas que ha arrastrado nuestro cine desde tiempos inmemoriales.

Hasta la fecha, el único trabajo que se ha esforzado en levantar acta sobre la importancia de la figura de Antonio Drove es el libro publicado por el historiador (y colaborador del cineasta) Ferrán Alberich, al abrigo del homenaje que le dedicó la 32º Edición de ALCINE, Festival de Cine de Alcalá de Henares, en el año 2002. En el catálogo de dicha edición, Alberich decía: “Es la primera retrospectiva que se realiza a Antonio Drove. Conviene mantener fresca la memoria, ya que quedan pocos cineastas de su calibre. Él fue un personaje clave de su generación y de la difícil etapa de la transición. (…) Este es un libro más apasionado que racional; solo pretende ser una aproximación a su obra. Pero queda un trabajo por hacer, que es un repaso histórico y preciso”. Alberich entiende su publicación como “el comienzo de la reivindicación de un gran cineasta que no debe ser olvidado nunca. Porque él es mucho más que el responsable de obras tan cruciales como La caza de brujas y La verdad sobre el caso Savolta. Antonio debe figurar, por méritos propios, en un pedestal de oro por su decisiva contribución a la historia del cine español”.

Aun teniendo en cuenta que estas afirmaciones pertenecen a un amigo y compañero de trabajo de Antonio Drove, no falta razón en sus palabras: la de Drove es una figura clave para entender la larga y compleja etapa que nuestro cine atraviesa desde los últimos años del franquismo hasta la segunda década de la frágil democracia española. Así mismo, se presenta como personaje extremadamente singular y, no obstante, paradigmático de toda una generación de cineastas a la que le tocó lidiar con algunos de los momentos más difíciles, industrial y políticamente, de la historia de nuestro cine. Sin embargo, la complicada y algo errática deriva profesional de Drove le ha situado en una injusta zona de sombra, tanto en la memoria de muchos espectadores como en la propia historiografía del cine español. Este trabajo se propone recoger el guante lanzado por Ferrán Alberich, abordando la obra cinematográfica y televisiva de Antonio Drove en su contexto y tratando así de llevar a cabo ese “repaso histórico y preciso” que reclamaba Alberich.

La rigurosa investigación histórica, la detallada reconstrucción del contexto que rodeó a sus trabajos y la nueva mirada a una serie de cuestiones relevantes de la historia del cine español (para las que Drove nos sirve de privilegiado hilo conductor) se completan y complementan con el análisis fílmico de su obra, que pretende arrojar luz sobre sus métodos de trabajo y valorar sus resultados en su justa medida, para poder así colocar su aportación en el lugar que merece (ni más, ni menos).

De esta manera, el estudio que aquí comienza pretende contribuir, humildemente, a un proyecto mucho más amplio y enriquecedor: la construcción de una nueva historia del cine español, un largo camino al que algunos historiadores llevan dedicando ya unas décadas de ingentes esfuerzos y valiosos trabajos. Especialmente en los últimos veinticinco años (desde la aparición de esa piedra angular para la nueva historiografía de nuestro cine que es la Antología crítica del cine español coordinada por Julio Pérez Perucha), han aparecido numerosos estudios parciales sobre nombres y aspectos poco frecuentados (cineastas, productoras, guionistas, géneros, corrientes, aspectos industriales o jurídicos, etc.) que han venido a alumbrar un panorama que permanecía oscuro e inexplorado en muchos casos. Este es el marco en el que pretende inscribirse este trabajo.




21.2.24

II. "ANTONIO DROVE. TRAVESÍAS Y NAUFRAGIOS DE UN CINEASTA ESPAÑOL", Miguel Zozaya Fernández

 

Prólogo

¿QUIÉN TEME AL DROVE FEROZ?

Santos Zunzunegui


Antonio Drove


Como comprobará de inmediato el lector, este libro pone sus cartas sobre la mesa cuando Miguel Zozaya decide iniciarlo con esta afirmación que puede calificarse de lapidaria: “Antonio Drove fue un cineasta español”. Le bastará a ese mismo lector empezar a recorrer el itinerario que el autor le propone por la carrera y personalidad intransferible de un hombre de cine singular, para caer en la cuenta que esa expresión resume, mejor que cualquier otra, sus avatares y sintetiza en el mínimo de palabras necesarias el sino bajo el que se movió. Tanto más cuanto que eligió, como forma de expresión y como profesión, desenvolverse en el interior de una industria cinematográfica que, en palabras contenidas en la muy bella oración fúnebre que le dedicó su amigo Víctor Erice, se mueve demasiado a menudo entre el “oportunismo y la vulgaridad”.

Podríamos repetir el tópico que afirma que Drove formó parte de esa generación “perdida” o “bloqueada” que se asomó al balcón cinematográfico español en torno a finales de los años sesenta del pasado siglo. Si no fuera porque, una tras otra, todas las generaciones de cineastas españolas han sido “bloqueadas” bien por razones coyunturales (sociales, políticas) bien por la adscripción, de forma más o menos consciente, de una buena parte de sus integrantes a una manera de entender el cine que siempre acababa poniendo coto a su ímpetu creativo: el gusto por ese “naturalismo degradado”, por esa enfermedad que acecha a los creadores españoles en forma de neo-costumbrismo y que incluso en nuestros tiempos hipermodernos asoma la patita a través de la explotación inmisericorde e interesada de opciones temáticas à la page

Y bien que, como muestra de forma clara, ordenada y sensata Zozaya, Antonio Drove dio la batalla, en la medida de sus fuerzas, a ese cine que se nutre de formas domesticadas, practicando cuando le fue posible un “bandolerismo narrativo” (la expresión pertenece a Juan Cueto), la “experimentación sensitiva” (véase su gusto confesado por eso que solemos denominar con el eufemismo de “música contemporánea”) e incluso en tiempos de zozobra, esa “fontanería cualificada” (ahora el que habla es Miguel Marías) cuando se movía en lo que algunos calificaban como “tercera vía”, ese camino que, dicen, se aparta de la demagogia cutre sin caer en la indigesta vanguardia. De todo eso y más cosas el volumen que el lector tiene entre sus manos deja constancia evidente sin complacencia. Moviéndose con algo más que un punto de desgarro entre la consulta al I Ching y la querencia por el vitriolo brechtiano, Drove formó parte de una generación que tuvo que darse de bruces con el abrupto final del sueño y descubrir que sus navegaciones en lugar de llevarse a cabo por el mítico río Mississippi iban a transcurrir por ese “pequeño río Manzanares” que pese a su insignificancia ha servido de escenario a tantos tristes naufragios y está lleno de pecios desolados.

En el fondo, y este libro lo muestra sin levantar la voz pero hablando claro, Drove siempre se movió entre una dicotomía insalvable: hacer cine (como profesional) o ser un cineasta (como artista). Lo segundo es cuasi impracticable en un cine como el nuestro donde cualquier ambición creativa suele ser mirada por encima del hombro (“¡Nos ha jodido el Visconti este!”), salvo que se amolde a unos patrones que confunden estética con espectáculo, o lo que es aún peor, con la decoración y la moda. El problema es que, incluso adscribirse a la primera opción suele requerir una resistencia inhumana, que nosotros no fuimos tan felices como se pensaba y que, sobre todo, a un tiempo de vivir nunca le sigue uno de revivir. 

Cuando yo era adolescente mis padres me compraban dos tebeos editados en México que se organizaban, ad usum delphini, en dos series complementarias: Vidas ejemplares y Vidas ilustres. Ahora que cierro las páginas del libro que hace cuentas definitivas con el hombre y el cineasta que peleó con bravura de forma incansable para sobrevivir sin ceder un ápice en su pasión por el cine, me doy cuenta de que su lectura ha desplazado definitivamente la figura de Antonio Drove de la primera serie a la segunda. Si su “caso” puede ilustrar el drama de tantos y tantos artistas cuya obra es un remedo de la que pudo ser, no menos puede servir para hacer visible que lo que realmente nos enseña su ejemplo podría definirse (y de ahí su inclusión en el campo de los ilustres) con el título de uno de esos filmes que amó: murió con las botas puestas. 




19.2.24

NOVEDAD: I. "ANTONIO DROVE. TRAVESÍAS Y NAUFRAGIOS DE UN CINEASTA ESPAÑOL", Miguel Zozaya Fernández

 

488 páginas - 16x23 cm. - Valencia: Shangrila - ISBN: 978-84-127663-3-2


Antonio Drove, cineasta español, comenzó su carrera en los últimos años del franquismo. Pese al reconocimiento y éxito de sus primeras obras, y aun consiguiendo desarrollar una notable carrera tanto en cine como en televisión (con hitos de la altura de La verdad sobre el caso Savolta, filme capital de la Transición), nunca consiguió alcanzar un estatus que le permitiese desarrollar su talento con la suficiente libertad. Por el contrario, su fama de director conflictivo (que le granjeó el apelativo de “el Drove feroz”) le condenó definitivamente al consabido malditismo

El estudio de la trayectoria profesional y vital de Antonio Drove nos permite abordar una serie de hechos de indudable interés en la historia del cine español en los que el director madrileño participó activamente: desde los agitados años sesenta en la Escuela Oficial de Cinematografía hasta la época de las grandes producciones amparadas por la “ley Miró”, pasando por el surgimiento del cortometraje independiente; la conocida como “Escuela de Argüelles”; las convulsas Jornadas de Sitges; la salida profesional televisiva abrazada por aquella generación autodenominada como “bloqueada”; el cine de la “tercera vía” producido por Dibildos; los conflictos con la censura (tanto en cine como en TVE); la picaresca de la industria cinematográfica española; o los cambios en la televisión generados por el desembarco de las cadenas privadas, entre otros asuntos.

Que un cineasta con la sólida formación y el apreciable bagaje profesional de Antonio Drove fuese dejado de lado por el aparato cinematográfico español y relegado al olvido, viéndose forzado a un temprano refugio en la televisión, la publicidad, la docencia y la escritura, resulta francamente desalentador en el panorama de nuestro cine. El presente trabajo pretende recuperar su figura y, mediante el análisis detenido de su obra y sus métodos de trabajo, colocarla en el lugar que merece, pues, dentro de su singularidad, puede ayudarnos a arrojar luz sobre los problemas que ha arrastrado el cine español desde tiempos inmemoriales.

      


MIGUEL ZOZAYA FERNÁNDEZ

Doctor en Teoría, Análisis y Documentación Cinematográfica por la Universidad del País Vasco. Es autor de la monografía José Germán Huici (Filmoteca de Navarra, 2021), coeditor del volumen Los Encuentros de Pamplona (MUN, 2017) y ha publicado artículos en libros como Género negro sin límites (Andavira, 2019); Paulino Viota. El orden del laberinto (Shangrila Ediciones, 2015) y Previously On. Estudios interdisciplinarios sobre la ficción televisiva en la Tercera Edad de Oro de la Televisión (Universidad de Sevilla, 2011), así como en diversas revistas académicas y divulgativas.

Como investigador, ha participado en dos proyectos de investigación de la UN (2010-2013 y 2014-2017) en torno a la productora X Films, y fue seleccionado para la Residencia Arché-Work organizada por los festivales DocLisboa y Márgenes (2019).

Como programador, es miembro del Comité de Selección del Festival Punto de Vista desde 2018, ha sido Vocal de Cinematografía del Ateneo Navarro (2016-2021) y ha comisariado ciclos para instituciones como la Filmoteca de Navarra o la Filmoteca de Murcia, entre otras. Ha participado como jurado en festivales como SEMINCI e IBAFF.



Más información en

24.9.15

XV. "JAULA DE TODOS": "UNA COMUNIDAD QUE CONSISTE EN UN SEÑOR, UNA SEÑORA Y DOS ESCLAVOS, SUMANDO EN TOTAL DOS, Miguel Zozaya: "Paulino Viota. El orden del laberinto".








Jaula de todos (Paulino Viota, 1974)



Pese a no resultar del todo difícil establecer ciertos lazos de contacto con sus otras películas, Jaula de todos (Paulino Viota, 1974) constituye una pequeña isla en la obra cinematográfica de Paulino Viota, como él mismo reconocía en una entrevista reciente. De hecho, la mayoría de las veces este cortometraje suele ser obviado en artículos y entrevistas, tanto por parte de los escritores y entrevistadores como por el propio cineasta. A ello puede contribuir en cierto modo su ubicación temporal, a caballo entre sus dos primeros largometrajes y por tanto aislada de sus primeras tentativas en el cortometraje amateur durante su juventud en Santander. Así mismo, sus propias características (su breve duración, su condición de adaptación literaria) parecen situarlo a cierta distancia del resto de la obra de Viota.

Jaula de todos supone su película más cercana al cine “profesional” hasta la fecha (sin olvidar las condiciones de producción y la escasez de medios) y una obra singular tanto dentro de su filmografía como en el contexto en que se inscribe, que no es otro que el del cortometraje independiente del tardofranquismo (...)




Jaula de todos: "Una comunidad que consiste en un señor,
una señora y dos esclavos, sumando en total dos".
Miguel Zozaya


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