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2.6.23

RESEÑA DE "MI VIDA EN CIFRAS", de Raymond Queneau, Valencia: Shangrila, 2023.



Reseña de Mi vida en cifras, de Raymond Queneau,
en Kaos en la red. Por Iñaki Urdanibia




Raymond Queneau par lui-même

Al escritor francés, como a sus compañeros o discípulos de escrituras como George Perec o Boris Vian, le iba el juego, las combinaciones, las variaciones numéricas o estilísticas como dejó claro en sus necesarios e inevitables Ejercicios de estilo, para él, el acto de escribir era una fiesta en la que no había que ceñirse a límite alguno, lo que no quita para que recurriese a ciertas restricciones impuestas, por él mismo, a las que circunscribir sus textos: asociaciones libres, sueños y ensoñaciones como materia prima que le hicieron caminar por las proximidades de los surrealistas, hasta que rompió con el dominante André Breton, y más experimentalmente en el Oulipo con los Ítalo Calvino, Marcel Duchamp, François Le Lionnais, y etcétera, sin obviar su implicación en el Colegio de Patafísica, junto a Boris Vian y Max Ernst, o su elección para la Academia Goncourt y a la Academia del Humor, responsabilidades compaginadas con la defensa de Isidore Isou y Henry Miller, ambos acusados de obscenidad, o la protesta contra la acusación que pesó sobre André Breton por de degradación de monumento público; más tarde trabajaría en la editorial Gallimard como lector y director de la Enciclopedia de la Pléyade. A nuestro hombre también le gustaba hurgar en distintas enumeraciones de seres variopintos y fuera de lo que se suelen considerar como los cánones de la normalidad, en ese terreno ahí está su antología de locos literarios. La suya era una apuesta firme por los derechos de la literatura, una gran afirmación, a la escritura con sus plenos derechos y sus propias reglas, la misma voluntad de estilo que la defendida por Paul Valéry o Stephan Mallarmé, que no se los marca nadie sino ella misma.

Ahora, editado por Shangrila, ve la luz «Mi vida en cifras», pequeño volumen en el que se reúnen tres sabroso textos de tonalidades autobiográficas, eso sí, con el sello propio del espíritu lúdico del autor. Tanto el primero de los textos que es el que da título al libro como el tercero, El apartamento, cabalgan por el campo matemático: en el primero aritmetizando su existencia, desde su propio nombre y apellido, las letras contadas, a sus señas de identidad, ampliando los números a la cantidad de los alimento ingeridos y la cantidad de los componentes químicos de estos, sin dejar de lado la asistencia a algún bistrot y las cantidades de líquido y sólido ingeridos, los minutos de la vida, las horas trabajadas, del baño y otros menesteres, todo ello por la senda de lo que afirmase en otro lugar: «La virtud que más me atrae es la universalidad; el genio con el que más simpatizo es Leibniz», lo que denota el gusto por las matemáticas, que necesarias resultan -según señalaba- «hasta para los poetas más refractarios a ellas, pues hasta éstos están obligados a contar hasta doce para componer un alejandrino». Nadie ha de temer no obstante, ya que su lectura no supone el requisito que coronaba la Academia de Platón: «que nadie entre aquí si no es geómetra». En lo que hace al tercero, en él confiesa que en sus años escolares, no ayudaba mucho a la comprensión un profesor que era un verdadero zote, reconvertido de peón en docente, no comprendía nada de nada en el terreno de las matemáticas; entre los libros amontonados de su apartamento, convertido en almacén, halló un libro de álgebra al que luego sumó otros que por allá andaban, tuvo una verdadera iluminación que le llevó a comprender las ecuaciones y el resto, abriéndole las puertas de una verdadera afición, podría hablarse de enamoramiento. En el texto no aparece que su afición le llevó hasta adherirse a la Sociedad Matemática de Francia, y a frecuentar el grupo Bourbaki, pionero entre otras cosas de la teoría de conjuntos; auténtico auto-didacta, ya que su formación académica había sido la filosofía llegando a participar en el célebre seminario, hasta lo mítico, de Kojéve sobre Hegel junto a Jacques Lacan, George Bataille, André Breton, Raymond Aron, Eric Weil, Maurice Merleau-Ponty, Pierre Klossowski, etc. Dicha afición a los numérico no quedaba fuera de su quehacer literario como puede observarse en los dos textos a los que he aludido, y en otros en los que juega, aleatoriamente, combinando y sustituyendo palabras halladas en diccionarios.

El segundo texto, Autobiografía amañada, presenta algunos flashes acerca de su familia, y su proverbial espíritu de moderación, intercambiable con mediocridad, que él heredó y que lo elevó a mayor potencia. La mediocridad se dejó ver en sus estudios. A los 18 años entró a trabajar en un banco, e informa también de que vivió con sus padres hasta que éstos murieron. Sostiene que no es que fuese el colmo de practicante de las relaciones sociales en el trabajo ni fuera de él, siendo prácticamente sus únicos intercambios los que mantenía con los diferentes comerciantes con los que trataba, a las que se han de sumar algunas conversaciones realmente insustanciales. Jubilado, sin sentir frío ni calor, ya comenzó a leer novelas y vio que contenían tantas ideas falsas que decidió escribir una…fue a por folios a un quiosco y junto a él se topó con una niña parlanchina…y se produjo un encantamiento que le transformó.

Y con una prosa que se balancea entre la literaria y la hablada, entre sueño y realidad, por los bordes de los límites borrosos, avanzamos no sin humor y frases contenidas, por la existencia de este escritor ue dinamizó las letras y que acogíó en la capital del Sena a Gertude Stein, a Carson McCullers, abiendo las puertas de la escritura al propio Patrick Modiano.

Libro que se abre con un Prefacio de Pierre Bergounioux, Homo numericus, y se cierra con un Posfacio, El color de los cangrejos de río, del traductor Manuel Arranz, yendo acompañado por los dibujos de Claude Stassart-Spinger.


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15.4.23

RESEÑA DE "MI VIDA EN CIFRAS", de Raymond Queneau, Valencia: Shangrila, 2023.



Reseña de Mi vida en cifras, Raymond Queneau,
en El Periódico Mediterráneo. Por Eric Gras


Raymond Queneau




Tres textos de Queneau que no son un mero juego literario

Shangrila pubica Mi vida en cifras, unos relatos inéditos del autor francés con prefacio de Pierre Bergoiunioux y traducción (más posfacio) de Manuel Arranz

Para algunos, la literatura no es más que un juego, o incluso una broma que no deberíamos tomarnos muy en serio. Para otros, es en ese juego, en esa broma, donde encuentran un elemento clave a desarrollar, un inicio o ruta que emprender para hacer de la literatura un arte. Y es que la literatura, en parte, es un juego, un juego de palabras, con las palabras, un juego que atraviesa las palabras, que puede deformarlas, dotarlas de otro sentido. Y también puede ser, en parte, una broma, pero no una broma cualquiera, sino, más bien, un ejercicio inteligente disfrazado de divertimento y que hace más ameno algo tan serio como ese forcejeo (necesario, a veces) con el lenguaje. 

Raymond Queneau sería uno de esos autores que jugaron, que se divirtieron seriamente para demostrarse a sí mismo que ciertas reglas científicas podrían aplicarse, por qué no, sobre un texto. Diríase que el propio Queneau ideó una técnica específica, como hiciera James Joyce o Raymond Roussel, que, aplicada a su literatura, transformara esa relación entre lo que es real y lo que no, lo que uno narra y la forma en que lo narra y el propio texto.

En Mi vida en cifras (Shangrila), encontramos tres textos inéditos del célebre escritor francés –al que me acerqué, como tantos otros imagino, leyendo su Zazie en el metro– en los que hay una presencia matemática importante y donde uno intuye un lado mucho más personal del propio autor gracias a una ausencia de vanidad de quien no ha de demostrar nada (o no quiere). Dicho de otro modo, son tres textos breves que parecen bosquejos, sencillas historietas que le sirvieron de estudio para aplicar luego ciertas ideas a otros escritos, si bien éstos tienen entidad propia, son independientes y rezuman pequeñas dosis de autoficción. 

La sorpresa de esta edición, que se une, claro está, a la sorpresa de estos textos que le sacan a uno la sonrisa, está en el prefacio firmado por Pierre Bergounioux y el posfacio de Manuel Arranz. Del primero, confesar otra debilidad, pues junto a Pascal Quignard y Pierre Michon conforman una triple «p» simple y llanamente extraordinaria dentro de las letras francesas, europeas y universales. Del segundo, destacar su labor traductora y, cómo no, las pistas que nos ofrece sobre los breves relatos de Queneau. Unas pistas que vienen en forma de preguntas, preguntas que el mismo Arranz se formula y que nos interpelen, como si este es un proyecto de autobiografía abortado. ¿Lo fue? ¿Lo es?  

Este volumen, breve, brevísimo, se lee con sumo placer y nos devuelve la sonrisa ante algunos relatos o novelas que parecen tomarse demasiado en serio pero que están vacíos, huecos de originalidad. Así, resulta lógico que, de cuando en cuando, necesitemos regresar a ciertos autores que arriesgaron, que demostraron tener picardía, que rompieron esquemas, para ofrecernos otra manera de leer, de entender la literatura, o de ser conscientes de que no todo en la literatura debe regirse por las normas, los cánones, el aburrimiento de las imposiciones. 





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25.3.23

RESEÑA DE "MI VIDA EN CIFRAS", Raymond Queneau, Valencia: Shangrila 2023.



Reseña de Mi vida en cifras, de Raymond Queneau en Valencia City.
Por Rafael Ballester Añón.


Raymond Queneau


La editorial Shangrila recupera en un único volumen tres relatos del escritor francés.

El poeta y escritor Raymond Queneau (El Havre 1903- Paris 1976) comenzó vinculado al movimiento surrealista del que se distanció; fue cofundador de Oulipo (iniciales, en francés, de  Obrador de literatura potencial), grupo de experimentación  literaria creado en 1960; se proponía crear obras  a partir de  premisas o limitaciones matemático-formales autoimpuestas; estaba constituido por escritores y matemáticos; entre sus miembros habían nombres tan ilustres como George Pérec, Marcel Duchamp o Italo Calvino.

Queneau fue también miembro destacado del Colegio de Patafísica —concepto tomado del presurrealista Alfred Jarry, que  lo definía como «un saber de  las excepciones» y la  postulaba  como  una «ciencia de  las soluciones imaginarias»—. Queneau es autor de títulos de notable nombradía como Ejercicios de estilo o Zazie, en el metro.

La editorial Shangrila acaba de publicar un breve y exquisito volumen que acoge tres textos de Queneau: Mi vida en cifras, Autobiografía amañada y El apartamento. Los acompaña un prefacio del escritor Pierre Bergounioux, un posfacio de Manuel Arranz —traductor, a su vez, de todo el libro— y  unas sobrias ilustraciones de Claude Stassart-Springer.

En Homo numericus, el prefacio de Bergounioux, éste asegura que nada tan absurdo como introducir la exactitud numérica en la futilidad de la vida cotidiana, habida cuenta de que las matemáticas tienen su origen en la pura abstracción. Los grandes eventos son susceptibles de cálculos geométrico-algebraicos, pero la mediocre rutina de la vida individual se adapta mejor  a una aprehensión intuitiva y meramente práctica. De este modo expone su admirativo desconcierto ante la inversión de procedimientos que emplea Queneau.

En su posfacio titulado El color de los cangrejos de rio, Manuel Arranz nos recuerda que en mayo de 1942, Queneau asistió en París a una interpretacion de El arte de la fuga de J.S Bach, con su amigo Michel Leiris, al que comentó que sería interesante hacer algo parecido en literatura. Ese fue el origen de componer 99 variaciones sobre un tema trivial, un pequeño incidente anodino en un autobús, del que surgió los mencionados, Ejercicios de estilo (1947), que está considerada su obra maestra. Aplicó pues de fórmulas músico-matemáticas a la escritura creativa.

En este orden de cosas, citemos un fragmento de Mi vida en cifras:

«Me presento, Prosper Rimbaut, un apellido de 7 letras precedido de un nombre de 7 letras. Si añado que mi otro nombre es Adhémar, a nadie le extrañará ya que mis señas de identidad oficiales formen un total de 21 letras, cosa que es tanto más curiosa puesto que yo nací el 21.2.1921, y lo que es más, soy uno de los 212.121 empleados del Crédito Interregional de Nitratos, sociedad anónima con personal y capital variables, capital que asciende a 2.121.212.121 francos con 93 céntimos […].

Vivo en la nº 19 de la rue Lemercier en la puerta 17, en el 5º piso en un apartamento de 1, sola habitación por la que pago 10. 030 francos al mes, los 30 francos son para los buenos amigos».

En cuanto al relato Autobiografia amañada, se puede leer:

«La niñita que seguía allí parecía aburrirse.

Me dijo:

— Puedo transformarte en lo que yo quiera.

No iba a entablar ninguna conversación con aquella niña y, como antes, me limité a sonreírle y seguir mi camino. Fue entonces cuando me tocó con la varita mientras pronunciaba estas palabras:

— Eres un coche.

Me paré de golpe y me sentí obligado a ponerme a cuatro patas».

Humor intelectual, excéntrico, irrecusablemente francés, con su gusto por los modelos lógico-formales y las restricciones en cuanto incentivos compositivos. Pero no es ésta una invención del todo nueva: las complejas demandas técnicas de un magistral soneto barroco —pongamos por caso— son otra forma de matemática clandestina.

En varios aspectos Raymond Queneau nos recuerda a nuestro Ramón Gómez de la Serna. Dentro de sus respectivos ámbitos, han sido paladines de un tipo de vanguardia lúdica. El gusto pues por las idées recués y la literatura convencional, no fueron su fuerte.


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13.3.23

NOVEDAD: "MI VIDA EN CIFRAS", Raymond Queneau, Valencia: Shangrila, 2023.



50 páginas - 14x20 cm. - Valencia: Shangrila, 2023




Precisamente allí me encontraba el 29 de marzo de 1957 degustando el 5372avo cruasán de mi existencia (empecé tarde con los cruasanes pues al principio mis medios no me permitían más que las tostadas), cuando ―pero antes tengo que completar los datos que estaba facilitando sobre mi alimentación: esas medias no incluyen el sábado, ya que el sábado me permito alguna licencia. Me permito el azúcar, el almidón, el ácido yodhídrico, el anhídrido sulfuroso, etc…, cosas todas ellas que me prohíbo el resto de la semana.


Mi vida en cifras se parece a los intentos autobiográficos del autor, serios o no… En principio, bajo la forma de una oda a las matemáticas en la que todo es un pretexto para las piruetas algebraicas, en la que el recuento obsesivo (del número de horas trabajadas a la cantidad de cruasanes ingeridos) marca la eggsistence del narrador; luego, bajo la forma de una ficción inconclusa, la Autobiografía amañada. Todo describe una existencia banal finalmente perturbada por la locura creativa. 

La locuacidad de Queneau, una oscilación permanente entre sueño y realidad, entre literatura y lenguaje oral, nunca se separa de un humor erudito destinado a deleitarnos. El Colegio de Patafísica que Queneau integró, junto con Boris Vian o Max Ernst, no está lejos. Cada texto, repleto de picardía, despedaza el punto de vista tradicional y educado, y constituye una mirada nueva del mundo. 


RAYMOND QUENEAU.
(1903-1976). Colaboró en La Révolution Surréaliste desde 1924 hasta que rompió con André Breton. En 1937 comienza a trabajar para Gallimard y en 1954  dirige la Enciclopedia de La Pléyade. Entre otras obras es autor de Le Chiendent (1933), Les Derniers Jours / Los últimos días (1936), L’instant fatal / El instante fatal (1946), Pierrot mon ami / Mi amigo Pierrot (1954), Le Dimanche de la vie / La alegría de la vida (1952), Exercices de style / Ejercicios de estilo (1947), Zazie dans le metro / Zazie en el metro (1959), Le Vol d’Icare / El rapto de Ícaro (1968). Desde 1950 fue miembro de la Academia de Patafísica y desde 1951 de la Academia Goncourt. Su obra abarca la novela, la poesía, el ensayo, los aforismos...


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