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6.6.18

IX. "JOHN CASSAVETES. INTERIOR NOCHE", José Francisco Montero (coord.), Shangrila 2018




La madurez de Cassavetes:
Faces y Una mujer bajo la influencia

Ray Carney



 Una mujer bajo la influencia


[...] La filmografía de John Cassavetes es muy personal y marca un peculiar estilo. Se distancia de la mayoría de las películas norteamericanas, que tienen como  nexo la utilización de una técnica narrativa sintética para contar una historia. Cassavetes hacía películas del mismo modo que Robert Lowell escribía poemas o Picasso pintaba cuadros de sus amantes para explorar el significado de la vida. Su obra es la más profundamente autobiográfica de toda la cinematografía norteamericana, aunque lo que despistó a la crítica fue que lo autobiográfico era más emocional e intelectual que factual o empírico –y para borrar su rastro y no dejar huellas casi siempre presenta todo de forma velada, soterrada y sutil–. Todos sus filmes son expresión de sus ideas sobre la vida, estudios de sí mismo y de sus amigos, reflexiones sobre sus relaciones amorosas y sexuales, sobre su matrimonio y su carrera artística. Una mujer bajo la influencia se convirtió en motivo tanto de elogios como de críticas por parte de las feministas de segunda ola, basándose en el supuesto de que Cassavetes estaba retratando la vida de un ama de casa despreciada y subestimada o cosas similares. Sin embargo, Mabel Longhetti era en realidad un autorretrato artístico del propio director –no un retrato de un tipo de ama de casa del cual Cassavetes no tendría excesivo conocimiento o interés, no un retrato de su propia mujer, Gena Rowlands, que no se parece a Mabel en absoluto, sino un retrato del director mismo–. Aunque pueda parecer raro, Mabel y su situación eran una representación de cómo Cassavetes entendía la vida: la personalidad y la actitud de Gena Rowlands no las representa el personaje de Mabel sino su marido, Nick, una persona conservadora y retraída emocionalmente. Mabel refleja la presión que Cassavetes sentía no solo por su matrimonio sino, de forma más general, por las convenciones sociales acerca de lo que es y lo que no es un comportamiento “normal” y “aceptable”. Es un estudio del cruel destino que espera a un espíritu libre y una mente independiente (la concepción que Cassavetes tenía de sí mismo) en un mundo que, en su opinión, no solo teme y malinterpreta sino que además toma represalias contra aquello que se desvía de la norma.

Cassavetes era un hombre excéntrico, exigente y frustrado respecto a lo que en su época se entendía como conducta y expresión de emociones “normales”. Siempre estaba dispuesto a alejarse y transgredir las prácticas tradicionales como hace la protagonista de Una mujer bajo la influencia en su más pura expresión. En el transcurso de su vida construyó una filosofía de vida alrededor de la suprema importancia que tiene el inconformismo y la comunicación sin trabas o restricciones de todo sentimiento. Se trata de algo más que tener unas ideas sobre la vida: hablamos de una manera de ser. Desde su infancia había sido un “outsider” por su trastorno de déficit de atención, su hiperactividad –era incapaz de estarse quieto en clase o mantener la mente concentrada en sus estudios–, por no hablar inglés. En el instituto compensaba sus carencias educativas con chistes, haciendo el payaso y metiéndose con los profesores, para admiración y sorpresa de sus compañeros. Como adulto estuvo dominado por incontrolables e impredecibles cambios de humor. En esta etapa adulta Cassavetes se mueve por días, por semanas o meses entre estados de megalomanía, hiperactividad, euforia, y fases maníacas en los cuales cuando la exaltación estaba en su punto álgido, sus poderes le parecían infinitos y cualquier cosa, todo, se le antojaba posible. También experimentaba episodios de paranoia, cólera, agresividad y revanchismo pues pensaba que todo el mundo iba en contra de todo lo que él pensaba (la trasgresión de los tabúes sexuales o la infidelidad matrimonial, por ejemplo). Cassavetes siempre infringió todos los códigos de conducta ya fuese desde un punto de vista interpretativo, verbal, social o sexual. Lo hizo hasta límites que van más allá de lo concebible para alguien que no esté familiarizado con los altibajos de la enfermedad maníaco-depresiva. Dejaba atónitos a sus amigos –al tiempo que los inspiraba– con su bravuconería y chulería y aterraba a sus enemigos (y también a sus amigos) con sus constantes episodios de furia y rabia provocados por el enorme consumo de alcohol. Paradójicamente, Cassavetes recurría al alcohol para tratar sus cambios de humor y las consecuencias para sí mismo y los de su alrededor fueron terribles [...]





   



21.5.18

III. "JOHN CASSAVETES. INTERIOR NOCHE", José Francisco Montero (coord.), Shangrila 2018




Retorno a Shadows
Ray Carney

Rodaje y fotogramas de Shadows


[...] La película a la que nos referiremos como Shadows existe en dos versiones significativamente distintas. John Cassavetes rodó la primera versión, que de hecho se cuenta como su primer largometraje, entre marzo y mayo de 1957, y tras dieciocho meses de edición que implicaron un gran trabajo de doblaje para corregir los problemas surgidos en la grabación de sonido, se proyectaron en el cine “París” de Nueva York los 78 minutos de metraje en una serie de sesiones nocturnas los días 1, 2 y 3 de diciembre (puesto que ha habido cierto grado de confusión sobre el estado de esta versión de la película, podría ser interesante mencionar que lo que Cassavetes mostró fue un montaje final con un acabado completo en todos los aspectos, hasta llegar a la inclusión de una secuencia de créditos superpuesta y sincronizada con las escenas iniciales). Estimulados por la publicidad que se hacía en el programa de radio de Jean Shepherd Night People (Shepherd era uno de los productores de la película y un reconocido publicista), los pre-estrenos disfrutaron de buena acogida, aunque la película tuvo muy escasa trascendencia posteriormente. Los más esnobs y la gente cool de Nueva York no mostraron mucha alegría por el retrato que Cassavetes hacía de ellos y de sus vidas. Más que favorecerlos con una visión de su iconoclastia y creatividad, como lo haría una película como Pull My Daisy (Robert Frank y Alfred Leslie, 1959) un año más tarde, Cassavetes se centraba en sus problemas emocionales y vitales. Cada personaje de la película tiene defectos, es estúpido o las dos cosas. E incluso cuando esta semi-comedia eliminaba la crítica, negaba a los personajes el grado de vanidad con el que el público se veía a sí mismo. Muchos espectadores se reían de forma inapropiada y abucheaban durante la proyección (una escena en la que Tony hace una llamada desesperada desde una cabina de teléfonos y Cassavetes reemplaza el sonido de su voz con el chirrido de una instrumento musical fue un tema de casi burla universal), se salían antes de que la película terminase o (en el caso de los incondicionales que se quedaron hasta el final) expresaban asombro por la naturaleza del relato y hacían chistes acerca de la “pretenciosa” fotografía, diseño de sonido y edición en las sesiones de pregunta-respuesta que Cassavetes concedía tras cada proyección. Los escasos representantes de distribuidores que Cassavetes había invitado a estas y otras proyecciones privadas con la esperanza de estrenar la película le dijeron que no era adecuada por una serie de razones –incluyendo la “obscenidad” de varias escenas que incluían lenguaje grosero (por ejemplo, había un “jódete” muy visible grabado en la pared del contenedor durante la escena de la pelea) y la inclusión de referencias a relaciones sexuales y problemas raciales que se consideraron como de “extremadamente mal gusto” y “que se pasaban de la raya”–. Para colmo de males, los representantes señalaron que la película también contaba con al menos siete composiciones musicales para las cuales Cassavetes no había obtenido autorización, incluyendo canciones de gente demasiado propensa al litigio como Irving Berlin y Frank Sinatra (Cassavetes a menudo usaba música sin pagar derechos de autor en sus producciones de bajo presupuesto y aparentemente no aprendió la lección después de Shadows (1957-1959): Husbands (1970), Una mujer bajo la influencia (A Woman Under the Influence, 1974) The Killing of a Chinese Bookie (1976) incluyen música en similares circunstancias). Muchos de los problemas podrían ser corregidos con un poco de re-edición, pero la cuestión insalvable para los representantes de los distribuidores era la completa “dejadez”, “desorganización” e “incomprensibilidad” de la narración –incluyendo el hecho de que “una chica blanca [la americana de origen siciliano Lelia Goldoni] hacía un papel de negra”–. En una palabra, la película era un caos y Cassavetes se había vuelto loco pensando que alguien estaría interesado en distribuirla. La única respuesta entusiasta de alguien de la comunidad cinematográfica vino de Jonas Mekas, que dirigía y publicaba entonces una diminuta revista de “cine arte” llamada Film Culture y llamó a Cassavetes para decirle que había hecho una obra de arte y que pretendía dar a Shadows el por entonces término de nuevo cuño “premio a la mejor película independiente” [...]