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18.10.20

XX. "NIEVE. POSTALES DESDE EL FRÍO", Pasión Rivière (coord.), Shangrila 2020




ROBERT WALSER, EL CAMINANTE
Enrique Carceller Alcón






Quiero adormecerme en la cama del trabajo cotidiano y despertarme solo cuando la nieve eche a volar sobre la tierra y las montañas se blanqueen y los vientos del norte soplen hasta helarme las orejas y diluirlas en las llamas del hielo y de la escarcha.




Pronto empezó la nieve a arder con ese peculiar matiz rosa cálido, y aquella visión abrigadora, unida al frío real del aire, produjo un efecto vivificante y reanimador en el caminante, que no se detuvo ya más tiempo y siguió andando a buen paso.




¡Con qué nobleza ha elegido su tumba! Yace en medio de espléndidos abetos verdes, cubiertos por la nieve.
Saluda a los queridos y silenciosos muertos debajo de la tierra y no ardas demasiado en las eternas llamas del no ser.


© de las fotos
y selección de textos extraídos
de Los hermanos Tanner, Robert Walser:
Enrique Carceller Alcón






Leer:




8.12.15

XVII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.






Morir en la nieve: la mejor música para alguien que ya no puede oír ni sentir nada, vaticinó Robert Walser. Premonitorio y anticip[h]ado paseo último sobre la nieve última. Al final morimos cerca de aquello que más amamos. Me pregunto cuántos de nosotros moriremos cerca de una trilladora verde o un carro tirado por liebres u otros animales más invernales. El frío mundo subido en un trineo arrastrado por otras fuerzas. Qué silenciosos son los paisajes nevados. Qué silenciosas las liebres que tiran de un carro sobre la nieve helada. Pero el silencio no existe. El silencio es ruido. Casas, huertos y personas se transformaban en sonidos. ¿Cómo sino explicar los sonidos a una liebre muerta? ¿Dejando a los sonidos ser ellos mismos? Porque explicarle algo a un animal implica un sentido de existencia que es solo atractivo a la imaginación. La duda viviente es ese lugar intersticial en el que todo está vivo y muerto a la vez: la lengua, la liebre, la nieve. 
No sé por qué Beuys me llevó a Walser. Quizá fuera la mezcla de las palabras paseo y trineo, que al sumarlas me diera como resultado El paseo en trineo (Der Schlittenfahrt), aquella danza alemana de Mozart. O quizá fuera eso, el carro, la super-vivencia. La liebre muerta. Ese trineo sobre el suelo duro. La helada. Suelo que congelas y quemas y partes en trocitos todo cuanto vive. El hielo sobre el que el inconsciente niño Mozart desliza su trineo nuevo, mientras la nieve yace muerta sobre el cuerpo viejo de un Walser deslizante. Pero cambio de rumbo. Cambio la dirección de este carro porque, insisto, no sé qué me llevó a qué, ni qué dirección seguir. No sé si seguir al carro, al niño, a Mozart, a la liebre, al qué, a esa dirección que tomó Walser, o a la suma de todo, como aquella adición o mejor dicho, adicción que tuve hace líneas de Paseo + Trineo (...)


  "Der Schlittenfahrt. Los vehículos físicos de Joseph Beuys",
Nuria Ruiz de Viñaspre
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





XVI. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




 Robert Walser




Un par de niños que bajaban patinando alborozados en sus trineos de madera desde lo alto de la colina se encontraron con su cadáver en el campo cubierto de nieve. Era el día de Navidad de 1956. La luz cristalina de la mañana todavía se reflejaba en la nieve. Se dio aviso de inmediato a la policía de Herisau, localidad situada al este de Suiza. Al llegar, después de comprobar que estaba efectivamente muerto, sin apenas mover su cadáver, sacaron una serie de fotografías donde se mostraba un anciano con un largo abrigo negro y botas tirado en la nieve. En algunas de ellas se alcanza a ver sus ojos abiertos y su mandíbula desencajada en una extraña mueca, casi una sonrisa. En todas ellas, también aparecía su sombrero, a poca distancia, tirado sobre la nieve, como si se le acabara de escapar de las manos.
Aquel hombre muerto en la nieve era Robert Walser. (...)
En un pequeño poema suyo, tan banal en apariencia como todos los que escribió, deja constancia del tono difícil de precisar de [la] melancolía de la inocencia recobrada: “No desearía a nadie ser yo./ Solo yo soy capaz de soportarme a mí mismo. / Saber tanto, haber visto tanto y,/ decir nada acerca de nada.”


  "El último paseo", Pablo Perera Velamazán
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25