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25.5.22

II. "CUANDO YO ERA PEQUEÑO LOS COSMONAUTAS VIVÍAN TANTO COMO LOS ROBLES", Eric Pauwels, Valencia: Shangrila 2022 (Colección Swann)




PREFACIO
Eric Pauwels: Viaje iconográfico

GUILLERMO G. PEYDRÓ


La deuxième nuit, Eric Pauwels, 2016


Siendo ésta la primera traducción de una novela de Eric Pauwels a otra lengua, quizá no esté de más acompañarla de algunas notas de presentación del autor y de su universo creativo. Antes de publicar su primera novela, en 2008, Eric Pauwels, cineasta y escritor belga nacido en Amberes en 1953, había realizado una veintena de películas de duración y estilo variables. Formado bajo la dirección del cineasta y etnólogo Jean Rouch, a quien dedicará su cortometraje Lettre à Jean Rouch (1992), sus primeros trabajos se acercarán a las danzas y ritos del Sudeste Asiático (por ejemplo, Rites et possession en Asie du Sud-Est, 1986), para después redirigir esa mirada fílmica, con la coreografía entre la cámara y los cuerpos en éxtasis, hacia la filmación de piezas de danza contemporánea belga (por ejemplo, Trois danses hongroises de Brahms, 1990). Tras ello, danza y etnografía se entrelazan a su vez con la fabricación de ficciones dialogadas con actores, resultando en híbridos exuberantes como Les Rives du fleuve (1991) o La fragilité des apparences (1995), para terminar desembocando en la oralidad como fuente de transmisión de relatos con su serie de film-ensayos, que van desde un primer experimento, Voyage iconographique: Le martyre de Saint Sébastien (1989) a Journal de Septembre (2019). Esta filmografía esbozada no es ajena, como descubrirá el lector, al libro que tiene entre las manos. La novela reverbera con ecos constantes hacia pasajes y temas de su cine, y así, quien quiera oír esa grabación tempestuosa que Anton le hace escuchar al protagonista en su casa de la Hussenstrasse, el frenético ensayo de Toscanini dirigiendo a su orquesta mientras tararea, grita y comenta, podrá hacerlo hacia la mitad de Les Rives du fleuve (1991); quien quiera ver la road movie sobre la iconografía del mártir San Sebastián en la que el protagonista del libro fue asistente “de un amigo cineasta”, podrá hacerlo viendo Voyage iconographique: Le martyre de Saint Sébastien (1989); y quien quiera ver lo más parecido a esa misteriosa película de Anton que contendría todas las películas que había soñado hacer, podrá hacerlo también viendo Les films rêvés (2010). 

El libro está dedicado a su hijo menor, Léo (“para más adelante”), como su libro anterior lo estaba a su hijo mayor, Gaspard, y su película Lettre d’un cinéaste à sa fille (2002) a su hija Charlotte. Tres relatos iniciáticos escritos en tres lenguajes diferentes, tres invitaciones a sumergirse en los misterios de la vida, donde se convoca lo sublime y no se oculta lo trágico, lo doloroso, lo cruel. La película dedicada a su hija es una ofrenda, un regalo: la enseñanza de la libertad de elección del propio destino, una enseñanza transmitida de padre a hija después de haberla recibido éste de su propia madre, como explicará en esa bellísima elegía fílmica que es La deuxième nuit (2016). Enseñanza ésta que será, también, la clave última de la arquitectura del libro al que estas líneas sirven de prefacio, subrayada por esa puesta en abismo del relato completo que es el cuento filosófico escrito por Anton. Por su parte, los dos libros dedicados a sus dos hijos varones, las dos únicas novelas del autor, son a su vez perfectamente complementarios entre sí: el primero sobre el vértigo del niño ante el encuentro inicial con el mundo, el segundo sobre el vértigo del adulto ante el final de la vida. El primero, Le voyage de Gaspard (2008), es un emocionante relato iniciático con tonos, objetos, paisajes e historias en las que laten ecos de Borges, las Mil y Una Noches, Robert Louis Stevenson o Italo Calvino, acompañado capítulo a capítulo por deslumbrantes ilustraciones de la mujer de Pauwels, Eliza Smierzchalska. El segundo, este Quand j’étais petit les cosmonautes vivaient aussi longtemps que les chênes (2016), se acerca más a las formas ensayísticas de su cine hecho de relatos entrelazados con reflexiones personales, a menudo autobiográficas, pero insertando el conjunto en un nuevo espacio en el que adquiere una presencia central el diálogo y la descripción psicológica de personajes y paisajes.

El protagonista del libro es un doble del autor ligeramente desplazado, nacido en el mismo lugar pero once años antes, con recuerdos propios y ajenos, y Pauwels juega al desdoblamiento y la metaficción de raíz cervantina con algunos personajes reales, como Jean Rouch, con otros personajes imaginarios, y con todo tipo de alusiones y complicidades en grados variables para su círculo íntimo. Todo ello, a su vez, entrelazado con pasajes metaficcionales sobre el propio acto de escribir, de desdoblarse, de fabricar personajes, de fabricar ficciones. El libro es una invitación al viaje, al placer del diálogo, al perfeccionamiento de la mirada a través de la pintura. Sus relatos, imágenes y objetos son a su vez llaves que abren, página a página, nuevos relatos potenciales no menos novelescos que se despliegan y continúan fuera del libro, como el envenenamiento de la bella Agnès Sorel tras posar para un cuadro decisivo del siglo XV francés, o el descubrimiento en marzo de 2022 del Endurance de Shackleton tras un siglo hundido. Ninguna continuación tan insólita, seguramente, como la del cuadro central del capítulo de Verona: al poco de terminar la redacción del libro, tres hombres armados y enmascarados entraron en el Castelvecchio de Verona y se llevaron el inquietante cuadro de Caroto que tanto intriga al protagonista y a su amigo historiador del arte, Mirek, junto a otras dieciséis obras del museo; un año más tarde, el cuadro acabará siendo encontrado en un prado de la isla de Turunciuk, en el río Dnesdr, en los confines de Ucrania. El propio presidente del país en la época, Poroshenko, apareció en la televisión cuando la policía recuperó los lienzos, diciendo que al fin habían podido ser rescatadas esas obras de algunos de los mejores pintores del mundo, citando entre ellos expresamente a Caroto, lo que no deja de resultar altamente irónico a la vista del análisis que hacen del cuadro los personajes en la novela. Pauwels, antes que ellos, ya nos había descubierto en todo caso el enigmático cuadro en La fragilité des apparences (1995), y había previsto quizá todo este relato posterior de no ficción al escribir Le Voyage de Gaspard (2008), que tiene como punto de partida el robo de un cuadro en un museo.

Utilicen, pues, las llaves que va diseminando Eric Pauwels por sus páginas: vean o vuelvan a ver el deslumbrante cortometraje Paris qui dort, de René Clair, con su París vaciado que anunciaba el de un siglo después, en 2020; lean o vuelvan a leer Amo y criado, abrumador relato de Tolstoi; escuchen una y otra vez el tango To Ostatnia Niedziela, “música oscura y magnífica”, como hacen los dos viejos amigos después de esa conversación nocturna en un hotel de Verona. Vayan en fin, si pueden, a ver la luz atravesar esa Sacra Conversazione que Bellini pintó hace cinco siglos para la iglesia veneciana de San Zaccaria. El propio viaje, peregrinación literaria posible para hipotéticos lectores entusiastas, propone un itinerario que conecta dos miradas: la primera, al inicio, a unos peces en un relato filosófico chino, como interrogación del punto de vista de cada uno y su distancia con el otro; la segunda, al final, a un pequeño perro blanco pintado por Carpaccio para una recóndita capilla de madera junto a un canal, como ejemplo de identificación e interrogación de la distancia hacia uno mismo, esa distancia entre superficie y fondo que recorremos al replegarnos, como hace la ciudad de Venecia.

Si toda la cultura humana es una gigantesca máquina para desafiar a la muerte, como afirma el personaje de Louise, este libro es una gran máquina poética para pensarla, para acotarla y levantar el tabú, sustituyendo la angustiosa partida medieval de ajedrez por un hedonista viaje en tren que se detiene, siguiendo un ritmo preciso de dos días por lugar, a impregnarse de algunos de los lugares más bellos de Europa. Lugares que, aun así, consiguen difícilmente ocultar las cicatrices de violencias pasadas, se diría que periódicas, en las que la Humanidad en general y Europa en particular tocan fondo una y otra vez, y que solo el contrapunto del arquetipo de la madre con su recién nacido, nos dice Pauwels, puede intentar cauterizar. Ese arquetipo jungiano es concretado aquí en una serie de mujeres reales y pintadas, con sus recién nacidos reales y pintados, que tienen en el imperturbable cosmonauta pintado por Georges de La Tour su imagen icónica. El protagonista, doble aproximado del autor, reconoce en el último capítulo haber aprendido lo esencial de lo que sabe gracias a sus hijos: la paternidad y la maternidad reajustan la perspectiva, las prioridades, los objetivos. “Y una nueva era será posible”, dice de nuevo el personaje de Louise, “un tiempo en el que al fin el heroísmo de Aquiles, ese heroísmo en el que la cuestión es la de saber por qué morir, será reemplazada por el humor y la malicia de Ulises, por la pregunta muy humana de saber cómo vivir".

Mi agradecimiento a Jeanne de Petriconi por su valiosa ayuda en el descifrado de no pocas expresiones francesas resbaladizas, y a Shangrila por decidirse a publicar este libro magnético e inagotable.

4.9.20

SEMINARIO "EL CINE SOBRE ARTE"




Anunciamos que ya están abiertas las inscripciones para EL CINE SOBRE ARTE, seminario organizado por L'Alternativa, Festival de Cine Independiente de Barcelona y ECIB Escola de Cinema de Barcelona, que impartirá el cineasta y doctor en historia del arte, Guillermo G. Peydró.
Durante dos días, 8 horas, se tratará en profundidad las múltiples estrategias con que los y las cineastas han ido enriqueciendo la filmación de las artes a lo largo de un siglo.
El seminario se complementa con la proyección de un ciclo de films en el marco de l'Alternativa, organizado con la colaboración del MACBA Museu d'Art Contemporani de Barcelona, Museo Reina Sofía y Shangrila Textos Aparte, comisariado por el propio Guillermo G. Peydró.





3.5.20

RESEÑA DEL LIBRO "EL CINE SOBRE ARTE", GUILLERMO G. PEYDRÓ, SHANGRILA 2019




Reseña del libro
El cine sobre arte.
De la dramatización de la pintura al cine ensayo
Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019
en el último número de la revista Archivos de la Filmoteca

Por Lola Martínez
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"Click" en las imágenes para ampliarlas





3.3.20

3.2.20

RESEÑA DE "EL CINE SOBRE ARTE. DE LA DRAMATIZACIÓN DE LA PINTURA AL CINE-ENSAYO", Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019




Reseña del libro El cine sobre arte.
De la dramatización de la pintura al cine-ensayo,
Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019, en la revista
Caimán. Cuadernos de cine,  90 (141)
Por José Enrique Monterde

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19.12.19

XIII. FRAGMENTO INICIAL DE LA CODA A "EL CINE SOBRE ARTE. DE LA DRAMATIZACIÓN DE LA PINTURA AL CINE-ENSAYO", Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019




CODA
Experimentos multimedia
e instalación museística






Fig.156 - Instalación Ma cabane de l’échec, de Agnès Varda, grabada por ella misma para su autorretrato Les plages d’Agnès (2008)



En el ensayo, cada una de las variables de la narrativa audiovisual es repensada de manera crítica. La utilización de la música, voz, montaje, encuadres, duración o formato de grabación, reenvían constantemente a un posicionamiento con respecto a los caminos transitados previamente, los abusos y carencias, los clichés, la repetición de relatos míticos. El ensayista desmonta una a una las verdades transmitidas en las escuelas de cine, en los manuales prácticos, y nunca deja de hacerse preguntas conflictivas. ¿Es posible un film-ensayo sin voz en off? ¿Es obligatorio que el espectador de cine sea pasivo? ¿Están condenadas todas las películas, aunque su contenido sea tan diverso, a ser proyectadas en tamaños de pantalla estándar? En este sentido, una vez que el cineasta ha jugado a explorar de manera crítica todos los recursos tradicionales del audiovisual, estos terminan por revelar sus límites. Y entonces pueden desbordarse, transgredirse. Un primer paso obvio es explorar todas las novedades tecnológicas para expandir la forma de grabar el arte; es lo que hacen ensayistas como Alain Fleischer (Sculpture: Constantin Brancusi, 2013) (433) o Werner Herzog (Cave of forgotten dreams, 2010) al decidir utilizar la grabación 3D, que permite grabar los volúmenes escultóricos mejor de lo que nunca fue posible, sean las formas sinuosas de mármol o bronce de Brancusi o las pinturas rupestres con volumen en los pliegues internos de la Cueva de Chauvet. 

433. La película forma parte de un proyecto triple de Artline Films para la cadena ARTE, que incluye tres films en 3D sobre los escultores Brancusi, Bourdelle y Rodin.

Pero abierta la exploración, se aspira a llegar mucho más lejos. Como teorizaban ya a inicios del nuevo milenio autores como Dominique Païni –que ha dedicado varios estudios a nuevas propuestas de conservación y difusión, dialogando con las teorías pioneras de Henri Langlois (434)– el cine estaba comenzando a hibridarse con el museo; y como explica por su parte Christa Blümlinger (435), algunos de los principales ensayistas audiovisuales, de Marker a Farocki, habían dado el salto a la instalación ensayística como último paso lógico en su afán experimentador. En el museo, en efecto, estos investigadores del relato podían multiplicar el número de pantallas (Farocki, Schnittstelle: Interface, 1995) (436), variar sus tamaños y formatos (José Luis Guerin, La dama de Corinto, 2011), romper el visionado lineal con la aleatoriedad (Chris Marker, Zapping Zone, 1991), explorar nuevos usos del celuloide para la creación de espacios poéticos (Agnès Varda, Ma cabane de l’échec, 2006) (437) o permitir al espectador insertar sus propias experiencias personales en la obra (Chris Marker, Roseware, 1999). [Figs.156-158]

434. Ver PAÏNI, Dominique, Le temps exposé: le cinéma de la salle au musée, París: Cahiers du cinéma, 2002. En castellano, la revista Secuencias dedicó un número monográfico al tema; ver WEINRICHTER, Antonio (ed.), El cine en el espacio del arte, Secuencias. Revista de Historia del Cine, nº 32, 2010. Ver también COSTA, Antonio, Il cinema e le arti visive, op. cit., p.37 y ss.
435. BLÜMLINGER, Christa, “Harun Farocki...The art of the possible”, en Stuff it. The video essay in the digital age, Biemann, Ursula (ed.), Zürich: Institut for Theory of Art and Design, 2003, p.99 y ss.
436. Christa Blümlinger realizó un análisis detallado de esta propuesta museística de Farocki en BLÜMLINGER, Christa, “Incisive divides and revolving images: On the installation Schnittstelle”, en Harun Farocki. Working on the sight-lines, Elsaesser, Thomas (ed.), Amsterdam: Amsterdam University Press, 2004, p.61 y ss.

437. Esta instalación, que muestra y describe Varda en su ensayo autobiográfico Las playas de Agnès, es parte de una más amplia, L’île et elle. Sobre ella ver CHAMARETTE, Jenny, “Spectral bodies, temporalised spaces: Agnès Varda’s motile gestures of mourning and memorial”, en Image & Narrative, vol.12, nº 2, 2011. Sobre la nueva faceta de Varda en el museo, ver ROMNEY, Jonathan, “Step into my office: Agnès Varda’s new career as an installation artist”, en The Independent, 4 de octubre de 2009.





Fig.157 - La instalación Schnittstelle (1995) de Farocki en su versión monocanal.


Los espacios y recorridos entre cine y museo podían además confundirse, y así Tsai Ming Liang podía sacar las sillas de un enorme cine clásico de Malasia a punto de ser destruido para meterlas en el Pabellón de Taiwán de la Bienal de Venecia (It’s a dream, 2008) y Peter Greenaway podía transformar in situ obras maestras de la historia del arte en cine experimental (Nine classical paintings revisited, comenzado en 2006). Será de hecho el taiwanés Tsai Ming Liang quien diga explícitamente: “Suena como una contradicción, pero las películas necesitan abandonar los cines de hoy para poder resucitar”. (438) [...]

438. Ver BUCHAN, Noah, “Film’s death and resurrection. Interview with Tsai Ming Liang”, en Taipei Times, 25 de marzo de 2010.







   



17.12.19

XII. FRAGMENTO INICIAL DEL CAPÍTULO 7 DE "EL CINE SOBRE ARTE. DE LA DRAMATIZACIÓN DE LA PINTURA AL CINE-ENSAYO", Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019




FRAGMENTO INICIAL DEL CAPÍTULO 7
El film-ensayo sobre arte



1. Notas para una acotación





Fig.94 - Carteles de inicio de Une histoire de vent (1988),
con la propuesta de juego/viaje al espectador.




1.1. Films “proteicos e inclasificables”

Dentro de la tradición teórica del cine sobre arte, de raíz principalmente francesa e italiana, una serie de películas especialmente creativas en su planteamiento, estructura o recursos suele quedarse fuera de las categorías que permiten agrupar otros conjuntos de obras –como los films de dramatización de la pintura o los films críticos de historia del arte–, para sacar conclusiones. Para películas como Une histoire de vent (Joris Ivens y Marceline Loridan, 1988) o Looking for Richard (Al Pacino, 1996), Gilles Marsolais, autor de uno de los libros clave para comprender el cine reciente sobre arte, utilizaba en 2005 los términos “inclasificable” o “proteiforme”. La primera era definida concretamente como “film inclasificable que remite tanto a la ficción como al documental, trascendiendo ambos” (295), y la segunda era por su parte un film “proteiforme, [que] mezcla los géneros de una manera muy estimulante. Por un lado, tenemos un film documental sobre Shakespeare en proceso de construcción, con su parte de investigación; por otro, un trabajo sobre la obra, sobre la interpretación de los personajes por los actores amigos que Pacino ha reunido benévolamente alrededor de su proyecto”. (296) [Figs.94-95]

295. MARSOLAIS, Gilles, Le film sur l’art, l’art et le cinéma: fragments, passages, Montréal: Les Éditions Triptyque, 2005, p.93.

296. Ibid., p.113.

La película de Ivens puede resultar sin duda desconcertante para todo especialista del cine sobre arte, pero presenta sin embargo unas características bien definidas para todo aquel familiarizado con la teorización del cine-ensayo. En ella hay un autor que estructura la narración a través de una primera persona enunciativa, y éste, además, se pone a sí mismo en escena y comparte con el espectador el proceso de construcción de la obra, incluyendo la intromisión en la imagen de los recursos técnicos de filmación o los puntos muertos del relato –los problemas burocráticos para filmar los Guerreros de Xi’an, por ejemplo–. La película, además, realiza una relectura personal de la propia filmografía, adaptando algunos de sus temas a ficción, y se propone implícitamente construir una suerte de autorretrato del cineasta a los noventa años: un autorretrato a modo de testamento creativo, declarando como objetivo último del viaje el dominio del viento, en alusión poética a las dificultades respiratorias de Ivens.



Fig.95 - Inclusión en imagen del dispositivo de rodaje en Une histoire de vent


Veamos algunas características de Looking for Richard, el film de Al Pacino: un autor que estructura la narración a través de una primera persona enunciativa, que se pone a sí mismo en escena como director-actor-investigador, que comparte con el espectador el proceso de construcción de la obra, incluida la intromisión en la imagen de los recursos técnicos de filmación, para contar la puesta al día en Estados Unidos de una obra escrita por Shakespeare en la Inglaterra de finales del siglo XVI. Leídas así, desde la perspectiva del film-ensayo, estas dos películas siguen siendo proteicas, pero ya empiezan a parecer menos inclasificables. Y sabiendo que esta lectura es válida para no pocos de los más complejos y elusivos films sobre arte, ¿podría hallarse en la conjunción entre estas dos tradiciones teóricas y prácticas una suerte de Piedra de Rosetta que permita reunir experiencias tan personales y dispares bajo un mismo epígrafe? ¿Podrían reunirse estas obras en una clasificación crítica que nos permita a la vez comprenderlas mejor, hacerlas resaltar de entre los documentales realizados en serie y programarlas para todos los interesados en estas experiencias concretas, o incluso promover su realización futura de manera activa, tras exponer su sorprendente catálogo de herramientas creativas?

Un número significativo de las mejores películas de la historia del cine sobre arte caen en esta tierra de nadie del film “proteico e inclasificable”, como ocurre con Las estatuas también mueren (Les statues meurent aussi, Chris Marker y Alain Resnais, 1953), Con Dieric Bouts (Met Dieric Bouts, André Delvaux, 1975), Hubert Robert. Una vida afortunada (Robert. Schastlivaya zhizn, Aleksandr Sokurov, 1996), o Bella de noche (Bella di notte, Luciano Emmer, 1997). Contentarnos con aceptar una singularidad acrítica de estas obras supondría renunciar a lo que estas propuestas clave pueden enseñarnos sobre los límites del diálogo entre cine y arte, sobre sus facultades últimas en el terreno de la creatividad interdisciplinar. Por ello me sumo a las propuestas de teorización que intentan, tentativamente, reunir y explicar hasta cierto punto algunas de las claves conceptuales que comparten las películas que habitan esa supuesta tierra de nadie. Y quizá la más urgente –aunque seguramente no alcance a cubrir la totalidad de los ejemplos que a día de hoy se obstinan en permanecer como “inclasificables”–, sea la que resulta de cruzar la tradición teórica del cine sobre arte con esta otra tradición teórica del cine-ensayo, de raíz francesa, herencia de Michel de Montaigne. Al hacerlo, al poner en relación ambas líneas de pensamiento, muchas películas antes inclasificables adquieren, de pronto, una nueva luz [...]






   



15.12.19

XI. FRAGMENTO INICIAL DEL INTERLUDIO DE "EL CINE SOBRE ARTE. DE LA DRAMATIZACIÓN DE LA PINTURA AL CINE-ENSAYO", Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019




FRAGMENTO INICIAL DEL INTERLUDIO
La banda de sonido en el cine sobre arte



1. La banda de sonido




Fig.93 - Partitura de André Souris para la secuencia de Las ninfas de las aguas de Le monde de Paul Delvaux (H. Storck, 1946). Reproducida en el primer catálogo del cine sobre arte editado por la UNESCO, en 1949.



Ante los primeros atisbos de lo que habría de ser el paso del cine mudo al sonoro, con todo el repertorio de nuevas promesas, posibilidades y puertas abiertas para el cine como arte, S. M. Eisenstein, V. I. Pudovkin y G. V. Alexandrov firmaron en 1928 lo que denominaron como “Manifiesto del sonido”. En él alertaban del peligro de una comprensión simplista de lo que éste significaba, y proponían mantener siempre la exigencia de un empleo contrapuntístico que no repitiera o banalizara la imagen, sino que la completara críticamente por montaje:

Únicamente un empleo “contrapuntado” del sonido en relación a la pieza visual del montaje puede deparar una nueva potencialidad al desarrollo y perfección del montaje. Los primeros trabajos experimentales con el sonido deben dirigirse hacia la línea de su distinta no-sincronización de las imágenes visuales. (243)

Culminada la introducción plena del sonoro, y con la consiguiente decepción por la escasa creatividad que predominaba en el uso del sonido, el músico y teórico francés Pierre Schaffer hacía balance de algunos de los problemas clave de la banda sonora de un film, partiendo de la idea de que en ella se superponen tres elementos demasiado heterogéneos: el sonido, la palabra y la música. (244) Escribe Schaffer en la Revue du cinéma, en 1946:

Tan grande es la distancia entre la música y la palabra como entre la palabra y el sonido. La música se distancia deliberadamente de la realidad. Un texto poético comienza ya a despegarse del personaje que lo pronuncia. La música se despega sin duda. ¿Cómo asociar elementos tan diferentes? En realidad, eludimos la cuestión: no se los asocia. La música de film no tiene generalmente ninguna importancia. Tampoco tiene ninguna necesidad. Cualquier otra música valdría. La prueba es que la olvidamos. (245)

243. EISENSTEIN, Sergei M., Teoría y técnica cinematográficas, Madrid: Rialp, 2002, p.312.
244. Ver SCHAFFER, Peter, “L’element non visuel au cinéma (1). Analyse de la bande son”, en Revue du cinéma, nº 1, 1946, p.45.
245. Ibid., p.47.

Más recientemente y partiendo de los estudios de Schaffer, el francés Michel Chion es uno de los investigadores que más han contribuido al estudio y comprensión de la banda sonora en el cine. Una de sus principales afirmaciones, en efecto, es que en realidad no existe la banda de sonido. (246) Es decir, que en su opinión no puede hablarse en prácticamente ningún caso de una banda de sonido que existiría independiente y coherentemente si eliminásemos de una película cualquiera la banda de imagen –ésta sí, continua y coherente–. Lo que existe es una superposición incidental de sonidos, músicas y palabras que deben su razón de ser a la imagen y se organizan siempre en una jerarquía de la que son subordinados, perdiendo toda su coherencia al ser estudiados como una construcción autónoma. Con todo, Chion salva algunas “aproximaciones” a lo que podría ser una banda de sonido coherente, como las practicadas por Tarkovsky en sus diseños sonoros. (247) Añadamos también los intentos aún más sólidos de Aleksandr Sokurov, que había creado obras para radio en los años ochenta y que es capaz de construir películas que pueden ser oídas sin imagen; de su cine se ha escrito que funciona como instalaciones sonoras. (248)

246. Ver CHION, Michel, La Audiovisión, Barcelona: Paidós, 2008, p.44.
247. Ver Ibid., p.119.
248. Ver VIVEIROS, Paulo, “La imagen del sonido”, en Elegías visuales, VV.AA., Maldoror Ediciones, 2004, p.54.


En el caso del cine sobre arte, aun compartiendo problemas y hábitos tanto con el cine documental como con el cine de ficción, se dan algunas especificidades en relación a la banda de sonido –o al menos a la reunión de elementos más o menos coherentes o dispersos que se dan cita en ella–. Ante todo, palabra y música reciben por lo general una atención central, hasta el punto de dirigir jerárquicamente la banda de imagen, sea a través de un comentario informativo, o de un montaje musical de fragmentos de una obra. Es por ello por lo que Antonio Costa los pone en el punto de mira de su denuncia principal sobre este género, al afirmar que “los dos defectos más habituales del documental de arte son un comentario rimbombante y una música igual de rimbombante”. (249) En las páginas que siguen recorreré algunos de los debates y posibilidades de la banda de sonido en el cine sobre arte por parte de algunos directores, compositores y teóricos, organizando las reflexiones a partir de los cuatro elementos de dicha banda de sonido; ésta será más o menos coherente según los casos concretos, pero siempre existirá como armazón a rellenar con decisiones formales y conceptuales en una película sonora.

249. COSTA, Antonio, “L’estetica del frammento”, en Cinema e arte, documentari italiani dal 1940 al 1960, Bologna: Cineteca del Comune di Bologna, 1992, p.20.


2. Elementos de la banda de sonido

2.1. La música


A partir de las declaraciones de algunos de los principales implicados, podrían esbozarse tres decisiones prácticas del realizador con respecto de la música en el cine sobre arte, en las cuales quedan englobadas la mayor parte de las propuestas existentes. No pretendo agotar con ello el abanico de matices y posibilidades, sino subrayar los tres casos que considero más representativos, y que están ya descritos y pensados por sus autores desde los mismos inicios del cine sobre arte. 

En primer lugar, la opción de la ausencia de música, entendida como elemento extraño, extradiegético, que transforma en un sentido no buscado el mensaje transmitido por las imágenes y/o el comentario. Es la opción deseada por Carlo Ludovico Ragghianti, representante temprano de un cine sobre arte que pretende exponer un pensamiento crítico a través de las imágenes. Con todo, dicha opción teórica no la podrá materializar, y una música subrayará insistentemente todo su cine, en tanto que las instancias oficiales italianas imponían la existencia de tres elementos en estas producciones: película, materia artística, y música. (250) Explica entonces Ragghianti que su idea inicial era traducir en música los elementos rítmicos de las imágenes, pero al no poder hacerlo, la música en sus films no tiene ningún significado, es sólo un sottofondo. (251) Otro ejemplo más reciente en este sentido sería la opción del realizador Stan Neumann, quien afirma no adscribir la ausencia de música a ninguna forma de purismo, sino a su incompatibilidad con la variable primera que defiende en su cine sobre arte: la narración. (252) La utilización psicológica de la música en el cine de ficción, derivada de la ópera, no tiene según Neumann razón alguna de ser en el documental, a diferencia del sonido, que sí puede aportar información importante. La investigadora Fanny Etienne, en su libro centrado en el cine sobre arte, aporta también el ejemplo de la cineasta Elsa Cayo, que destierra la mayoría de las veces la música de acompañamiento de sus films. (253)

250. Lo explica Ragghianti en GASPARINI, Massimo, “Conversazione con C. L. Ragghianti”, op. cit., p.70.
251. Ibid., p.71.
252. Ver NEUMANN, Stan, “Imagination et mémoire”, en Le film sur l’art et ses frontières, op. cit., p.196.
253. Ver ETIENNE, Fanny, Films d’art, films sur l’art. Le régard d’un cinéaste sur un artiste, París: L’Harmattan, 2002, p.69.

Una segunda opción formal del realizador es la de ceder a un compositor completa libertad creativa para trabajar su parcela del film, ya sea construyéndolo junto a él o entregándole la película ya terminada para que éste la complete desde su propia sensibilidad. Es el caso, por ejemplo, de la película Le monde de Paul Delvaux (Henri Storck, 1944-46); para ella, el cineasta belga Henri Storck concibió, como vimos, un trabajo colaborativo en el cual cada participante sería responsable de su parte de la pieza. Sobre su papel en el film, el compositor André Souris escribió un artículo donde justificaba sus decisiones formales: la música, defiende Souris, debe integrarse como un tercer elemento estético en la coherencia de la obra, junto a la pintura y al cine:

Un conjunto de cuadros filmados se presenta al músico como la unión de dos estructuras; la del pintor y la del cineasta. Puede ocurrir que estas dos estructuras sean completamente heterogéneas, en cuyo caso la unidad del film queda definitivamente comprometida. Pero si, de algún modo, estas estructuras coinciden, el papel del músico debe consistir en descubrir en su lenguaje el o los elementos susceptibles de multiplicar las coincidencias. En otras palabras, cuáles pueden ser los elementos o las funciones comunes a los cuadros, al film, y a la partitura. (254)

254. SOURIS, André, “Musique et tableaux filmés. Notes sur la musique dans Le monde de Paul Delvaux”, op. cit., p.22.

Opina Souris, además, que para tener éxito en su objetivo dentro de un film sobre arte, la música no debe resaltar del conjunto, debe integrarse (255); su singularidad respecto de la composición de música en general es en su opinión, de hecho, la simplicidad, porque un discurso musical demasiado complejo despegaría el sonido de la imagen (256)

Los críticos han opinado que la música de Le monde de Paul Delvaux jugaba en este film un rol de primer plano. Si esto es así, la experiencia habría fracasado, porque mi objetivo era no dar a la música más que un rol complementario (...) Debe apuntarse en primer lugar que esta música es en sí misma pobre de contenido. Ejecutada en concierto, sonaría hueca y monótona. Es sólo al unirla a las imágenes en movimiento de objetos inmóviles, que su naturaleza propia de música actúa, en tanto que actividad temporal. (257)  [Fig.93] [...]

255. Ibid, p.24.

256. Ibid, p.20.
257. Ibid, p.24.






   



29.11.19

X. FRAGMENTO INICIAL DEL CAPÍTULO 6 DE "EL CINE SOBRE ARTE. DE LA DRAMATIZACIÓN DE LA PINTURA AL CINE-ENSAYO", Guillermo G. Peydró, Shangrila 2019




FRAGMENTO INICIAL DEL CAPÍTULO 6
La biografía de artista en el cine de ficción:
clichés y transgresiones



1. Reconstruir desde la ficción el proceso creativo


Fig.72 - Reconstrucción del proceso creativo del cuadro La niña enferma (1885-86), desde la sesión con modelos a la presentación pública, en Edvard Munch (Peter Watkins, 1974)



El biopic, resume Gisèle Breteau-Skira, “es un género cinematográfico en toda regla que comporta códigos narrativos, obligaciones históricas y estéticas, y estilos de escritura novelesca” (213) El género del biopic –contracción anglosajona de biographical [motion] picture, o film biográfico dramatizado– es quizá el más estudiado en los varios libros dedicados al cine de ficción sobre arte escritos en España. Ortiz y Piqueras le dedicaron un amplio capítulo en su libro La pintura en el cine (1995), Gloria Camarero ha escrito o coordinado libros específicos sobre la materia, como Pintores en el cine (2009) o Vidas de cine. El biopic como género cinematográfico (2011), y existen artículos o capítulos específicos sobre artistas que han sido objeto de atención cinematográfica preferente, como Van Gogh (214) o Goya. (215) En Italia, los biopics sobre artistas han sido estudiados por Antonio Costa, con algunos títulos que exceden el listado habitual, como el caso de películas egipcias o armenias que intentan dialogar visualmente con sus tradiciones pictóricas (216); en Francia, un número especial de la revista CinémAction (nº139, de 2011) estudia los biopics por temas, dedicando un capítulo a los artistas, especialmente músicos (217); y en Reino Unido, Jacobs realiza en un capítulo de su Framing pictures la que es quizá la síntesis más completa escrita hasta ahora sobre la cuestión, con sus raíces teóricas y motivos recurrentes. Existiendo ya suficiente bibliografía en castellano sobre las líneas generales de este tema, mi aproximación tendrá por objeto oponer las claves habituales del género con una serie de transgresiones recientes, que producen hibridaciones del máximo interés.

213. BRETEAU-SKIRA, Gisèle, Peinture et cinéma. Les entretiens de Zéuxis, París: Séguier Éditions, 2010, p.5.
214. Ver BAZÁN DE HUERTA, Moisés, “Vincent Van Gogh y el cine”, en Norba-Arte, XVII, 1997.
215. Ver capítulo “La imagen de Goya en el cine de ficción español”, en CERRATO, Rafael, Cine y pintura, Madrid: Ediciones JC, 2009, p.115 y ss.
216. Capítulo “Biopic” en COSTA, Antonio, Il cinema e le arti visive, op. cit., p.58 y ss.
217. Ver FONTANEL, Rémi (dir.), Biopic: de la réalité à la fiction, CinémAction, n° 139, Condé-sur-Noireau: Charles Corlet, 2011.

En el contexto de este estudio, centrado en el cine de no ficción sobre arte, este acercamiento permite iluminar desde su reverso en la ficción el trabajo del cineasta: en el biopic, las decisiones estéticas que toman los realizadores, guionistas, directores de fotografía o de arte deben construirse ex profeso, artificialmente, allí donde gran parte de dichas decisiones vienen dadas cuando el cineasta de no ficción entra a filmar en el museo o en el taller del artista. De esta manera, al ser pura construcción, estas decisiones están expuestas de tal forma que se pueden aislar y valorar con más claridad. Y no sólo esto: también desde la perspectiva pedagógica que busca cierto tipo de documental sobre arte, muchos films de ficción han reconstruido las distintas técnicas artísticas para el espectador incluso mejor de lo que suelen hacerlo los documentales técnicos, o por supuesto los manuales ilustrados. Me refiero, por ejemplo, a secuencias como la que reconstruye la compleja técnica de la escultura en bronce en el film Cellini: una vita scellerata (1990) de Giacomo Battiato, la creación de drippings en el Pollock (2000) de Ed Harris, o desde luego la reconstrucción del proceso de creación del cuadro de Munch La niña enferma al que dedica gran parte del metraje de su Edvard Munch (1974) el cineasta Peter Watkins. [Fig.72]


2. El biopic: claves de un género

El gran éxito en taquilla del género del biopic ha sido, por lo general, inversamente proporcional a su respeto crítico, que ha recibido escasa consideración académica hasta hace muy pocos años. Este desinterés durante décadas por la forma más popular de cine sobre arte no debería extrañarnos, si atendemos al dato revelador de que la primera teorización consistente del biopic no llegó hasta una fecha tan reciente como 1992, con el estudio pionero de George F. Custen, Bio/Pics: how Hollywood constructed public History. Sobre él, que se limita a la época clásica de Hollywood, se apoyan todos los estudios posteriores, incluido el reciente de Steven Jacobs para el biopic de artista, que es quizá el más completo. Hay sin embargo estudios posteriores sobre el género del biopic que han completado e incluso contradicho algunos de los puntos del estudio de Custen. Ante todo, frente a su afirmación de que este género prácticamente desapareció como tal con el fin de la Era de los Estudios de Hollywood, las últimas investigaciones constatan que las nuevas metamorfosis del modelo, aparte de ciertamente proteiformes, son más numerosas que nunca. Me refiero a artículos escritos desde los Estudios Culturales, como Biopics as Postmodern Mythmaking (2011) de Valentina Cucca, y a libros como Whose Lives are They Anyway?: The Biopic as Contemporary Film Genre (2010), de Dennis P. Bingham. También a la monografía española Vidas de cine: El biopic como género cinematográfico, editada por Gloria Camarero en mayo de 2011, que visibiliza en algunos de sus capítulos algunas de las insólitas formas recientes de biopic de artista, con especial atención al biopic musical. La aportación de Jacobs basada en Custen debe completarse por tanto con estas nuevas fuentes que detectan nuevas posibilidades de reconstrucción de biografías filmadas, que arrojan luz sobre un tipo de film que ya es consciente de su historia como género, y que opera desde las nuevas coordenadas psicológicas, políticas y estéticas de la posmodernidad.

Para su estudio de 1992, George Frederik Custen investigó en los archivos de los Estudios Twentieth Century-Fox, Warner Bros., MGM, y RKO, y también consultó los informes de censura de la Production Code Administration. Su conclusión fue que, a partir de la selección de biografías por los productores y de su uso de ciertas fórmulas, la visión de la Historia transmitida por Hollywood presentaba evidentes taras ideológicas, según las cuales se habían encajado sistemáticamente vidas reales en fórmulas dramáticas de éxito, donde primaba el entretenimiento sobre la veracidad. El estudio de Custen abarcaba la Era de los Estudios (1927-1960) y entendía el biopic como un género cinematográfico ya en desuso, que una vez fue importante, y que en el momento de escribir el libro pervivía marginalmente absorbido por las biografías producidas por y para la televisión. Los estudios posteriores sobre el tema, referidos siempre a esta obra pionera, funcionarán en base a distintas coordenadas teóricas y metodológicas, pero tendrán un punto de partida común: el género del biopic no sólo no terminó con el fin de la era de los Estudios, sino que en las últimas décadas su presencia en las carteleras es mayor que nunca. [Fig.73] [...]



Fig.73 - Film procesual original Jackson Pollock 51 (Hans Namuth, 1951)
y reconstrucción ficcionada en Pollock (Ed Harris, 2000)