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29.11.16

III. "ANTES Y DESPUÉS DE AUSCHWITZ", PABLO FERRANDO GARCÍA Y JAVIER MORAL MARTÍN, Shangrila, 2016.




 Introducción
Pablo Ferrando / Javier Moral


 La cuestión humana, Nicolas Klotz, 2007



[...] llama la atención en este comienzo de siglo la presencia en las pantallas cinematográficas de numerosas películas que se han acercado de nuevo a esa oscuridad impenetrable que simboliza Auschwitz. [...]


La extrema profusión de títulos, pues, continúa alentando el debate: ¿Por qué volvemos de manera insistente a Auschwitz? ¿Por qué nos mostramos incapaces de ignorarlo, de sepultarlo en cuanto acontecimiento ya concluido, ajeno a nuestro presente? Al margen de las lógicas culturales del capitalismo tardío y su voracidad mediática y mediatizadora, la respuesta dista de ser sencilla: la complejidad del desastre impide su agotamiento desde una única perspectiva de análisis, y las motivaciones se hunden en lo más profundo de nuestra concepción social.


II
En primer lugar, el exterminio de seis millones de personas en el corazón de Europa puede ser considerado el acontecimiento que nos constituye como sociedad. Auschwitz simboliza el límite mismo de nuestra decibilidad colectiva, opera como lo impensable desde el que pensarnos. Es el núcleo exterior que nos define y nos nombra, el punto de partida insalvable desde el que establecer cualquier reflexión sobre el occidente moderno, sobre nuestra identidad social.

Acontecimiento absoluto de la historia en palabras de Maurice Blanchot, lo que ocurrió detrás de las alambradas traspasó todos los límites de la humanidad, “quemazón en que se abrasó toda la historia, en que se abismó el movimiento del Sentido, en que se arruinó el don no perdonable ni consentido”. La abyección más extrema trastornó por completo la conciencia de la civilización occidental. Auschwitz desbordó su capacidad para procesar un acontecimiento de tal envergadura, rasgó su membrana protectora y le impidió absorber el brutal impacto de lo real. El conocimiento de la barbarie no pudo ser incorporado a la experiencia social y quedó instalado en las capas más profundas de la conciencia de occidente como un exceso energético imposible de acomodar.
 
Convertido Auschwitz en un hecho histórico traumático, los síntomas de dicha condición no regresaron más que después de un periodo de latencia. No en vano, el genocidio sufrió un “eclipse casi total” en la sociedad occidental -incluyendo a la recién creada Israel-, durante los años 50 y la primera parte de la década posterior. La visibilidad del exterminio judío no comenzó hasta mediados de los 60, emergencia que puso en evidencia el retorno de lo reprimido y los procesos complementarios que lo definen: el regreso compulsivo al momento determinante en que el sistema defensivo social fue desbordado y la necesidad imperiosa de elaboración de los acontecimientos que lo excedieron. El juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961, la Guerra de los Seis Días en 1967, o la intensificación de los discursos de la memoria sobre el genocidio judío en Europa y EEUU a comienzos de los 80, momento decisivo en la visibilidad global del exterminio, pueden ser analizados desde esta perspectiva. La batería de aniversarios que se extendieron durante la década (la rememoración del ascenso de Hitler al poder en 1983, de la Kristallnacht en 1988, la apertura de un museo en la mansión donde tuvo lugar la conferencia de Wannsee en 1992, etc.), y la apremiante actividad cultural desplegada con la aparición de numerosos libros y películas sobre el asunto, se perfilan así como síntomas inequívocos de nuestra necesidad de regresar siempre de nuevo al agujero negro de Auschwitz.


III

A la respuesta psicoanalítica se superpone otra reflexión de corte filosófico que reclama con determinación nuestra responsabilidad social como señalara Jürgen Habermas:

Las catástrofes de nuestro siglo han introducido una nueva mudanza en esta conciencia del tiempo. Ahora nuestra responsabilidad se hace extensiva incluso al pasado. Este no puede aceptarse simplemente como algo fáctico y acabado. Walter Benjamin definió con suma precisión las demandas que los muertos hacen a la fuerza anamnética de las generaciones vivas. Es cierto que no podemos reparar el sufrimiento pasado ni reparar las injusticias que se hicieron a los muertos; pero sí que poseemos la fuerza débil de un recuerdo expiatorio. Solo la sensibilidad frente a los inocentes torturados de cuya herencia vivimos es capaz también de generar una distancia reflexiva respecto a nuestra propia tradición, una sensibilidad frente a la terrorífica ambivalencia de las tradiciones que han configurado nuestra propia identidad. Pero nuestra identidad no es solamente algo con que nos hayamos encontrado ahí, sino algo que es también y a la vez nuestro propio proyecto [HABERMAS, Jürgen, Identidades nacionales y postnacionales]

En esa apelación a una tradición que no es solamente encontrada, sino que es también y a la vez nuestro propio proyecto, Habermas reformula el eje esencial del pensamiento de la Escuela de Franckfurt, sintetizada en el dictum de Theodor Adorno: el hombre debe “orientar su pensamiento y acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a ocurrir nada semejante”.




 La cinta blanca, Michael Haneke, 2009


La distancia respecto al desastre del segundo en comparación con la cercanía del primero confiere aún mayor vigor a la sentencia: debemos responsabilizarnos del pasado para comprendernos mejor en el presente, y poder proyectarnos así con mayor capacidad de éxito hacia el futuro. No se trata por tanto de embalsamar el recuerdo de Auschwitz, sepultarlo bajo el peso de la conmemoración institucionalizada y la ritualización memorial. Antes bien, se trata de comprender y asumir que la barbarie nos interpela directamente, que proyecta su hedionda luz fatua sobre nuestro hoy. Tanto La cinta blanca como La cuestión humana, que sortean las interpretaciones más consoladoras del desastre, hacen suya esta premisa: Auschwitz no debe ser considerado como algo clausurado y por tanto ajeno a nuestra realidad, sino como un espejo o juego de espejos en los que la sociedad debe mirarse de frente con valentía. O en otras palabras, el presente puede (y debe) verse bajo el prisma del exterminio, tal es la tesis que defienden los dos filmes de nuestro estudio.
Es por eso que, pese a la memoria del horror, pese a la experiencia adquirida con el paso de los ciclos de la historia, aún seguimos percibiendo los turbadores reflejos de Auschwitz. De ahí que rechacemos con vehemencia la falaz idea de John Boyne cuando  afirma en las últimas líneas de su novela comercial8 que ya no volverá a suceder el exterminio masivo de seres humanos. La urgencia de los acontecimientos contemporáneos parece contradecirle y confirmar el oscuro diagnóstico: la barbarie no está tan lejos ni tan superada como podríamos suponer, el límite puede ser franqueado de nuevo en cualquier momento.

Por un lado, las desoladoras imágenes televisivas del hacinamiento de miles de refugiados en trenes y autobuses mientras atraviesan Europa y sus alambradas huyendo del horror de sus países. Las escalofriantes escenas de miles de cuerpos amontonados sobre ataúdes flotantes en mitad del mediterráneo, pendientes de las decisiones de unos poderes políticos timoratos y presos de su sumisión al poder económico. El ascenso de movimientos de ultraderecha que vuelven a nutrirse del odio al extranjero, siempre susceptible de segregación y se aprovechan del desánimo social ante la flagrante dejación de los políticos y autoridades económicas y esconden su estrechez mental en la retórica inflamada y vacua de la pureza de la raza. Todos ellos operan como signos que nos avisan de que la amenaza persiste aún hoy, de que ese maravilloso presente sin conflictos no es más que una añagaza de la derecha neoliberal para mantener su status quo y su posición de dominio. Unos signos además, que nos desafían y solicitan nuestra actuación, exigen nuestra “indignación”, el impulso ciudadano que permita reconstruir esa realidad que a veces se asemeja con demasiada claridad a aquella otra que hizo posible la barbarie.

Por otro lado, tanto la crisis económica como las deformaciones producidas en las bases educativas del sujeto contemporáneo han sido temas actuales de enorme preocupación social. En septiembre de 2015 recibimos la noticia de una chica de 13 años que había pegado una brutal paliza a otra de edad similar en un parque público de Gandía (Valencia). La agresora iba acompañada por sus amigos que jaleaban y grababan con sus móviles el acto violento. Algunas asociaciones españolas lamentaron que este tipo de sucesos esté siendo cada vez más frecuente entre jóvenes menores de 15 años. La conclusión a la que se llegaba en dicha noticia es que el sistema educativo estaba fallando, pero sin duda la familia también tendrá algo que ver.

En definitiva, la imposición de una ley patriarcal dogmática a un sujeto que sublima toda la violencia ejercida sobre él bajo la forma de una sumisión rayana en la perversión, es lo que denuncia La cinta blanca. La amoralidad de una contemporaneidad regida por el mandato económico, que transforma al individuo en una pieza instrumental sometido a las necesidades del sistema (incluso en contra del mismo sujeto), es la tesis que defiende La cuestión humana. Pasado, presente y futuro se entrecruzan así en un diálogo abierto, en permanente revisión y siempre en relación de inestabilidad; intrincado juego de espejos que permiten dibujar el siniestro rostro de Auschwitz.
 




28.11.16

II. "ANTES Y DESPUÉS DE AUSCHWITZ", PABLO FERRANDO GARCÍA Y JAVIER MORAL MARTÍN, Shangrila, 2016.




 Prólogo
CUESTIÓN DE VISIBILIDAD
Imanol Zumalde


 La cinta blanca, Michael Haneke, 2009


Entre las señas de identidad del ISIS, acrónimo del Estado Islamico de Irak y el Levante, descuella su notoria fascinación por la imagen. Solo quien concede a lo icónico un estatus trascendente es capaz de compaginar esa iconoclasia de manual que les apremia a destruir las imágenes sagradas que caen en sus manos, con la pulsión por dejar constancia de su feroz e insaciable praxis punitiva a través, precisamente, de un insólito catálogo de imágenes difundidas urbi et orbi. Porque no hablamos de imágenes cualquiera, sino de objetos visuales de impecable factura que surgen de un evidente empeño por mostrar la salvajada en las mejores condiciones de visibilidad. De manera que el snuff yihadista del ISIS violenta nuestra mirada tanto por las ancestrales técnicas de matarife que manejan sus verdugos, a menudo menores de edad inmersos en su bautismo de sangre, cuanto por la refinada elegancia de su puesta en imagen. Horror sin tapujos, empaquetado en primoroso Full HD.

Esta fe (o confianza ciega) en la imagen y sus catárticos poderes también es apreciable en el modus operandi de Al-Quaeda, su contrincante táctico en el seno de la Yihad islámica. Así lo puso de manifiesto al menos su performance suprema del 11-S, atentado colosal gestado concienzudamente con la vista puesta en infringir el mayor destrozo posible así como en provocar, sobre todo, el mayor impacto mediático, lo que en este mundo nuestro donde la realidad se nos manifiesta en imágenes significa su visualización más rentable. El despliegue coreográfico de la acción (cuatro aviones de diferentes trayectorias que impactan sucesivamente en distintos objetivos), los escenarios (amén de concurridos, todos ellos polos de irradiación simbólica de la americanidad y, por ende, lugares permanentemente vigilados), el timing (el primer avión impactó a las 8.45 hora local de Nueva York, en plena emisión de los noticiarios matutinos de la costa este de los EE.UU.), toda la dramaturgia del atentado, en suma, fue proyectada al milímetro con objeto de colocar al espectador mundial en la tesitura de No Poder No Ver, casi en tiempo real, aquel despiadado Auto de Fe a la altura de nuestros tiempos.

El hecho de que los historiadores, como hicieron con el pistoletazo de salida de la Gran Guerra para la pasada centuria, consideren al 11-S el momento inaugural del siglo XXI revela no solo la dimensión impar de ese suceso, sino un estado de la cultura (cierto malestar) en el que todo se fía a la imagen. Vivimos, como ha señalado con pertinencia Gérard Wajcman, en el reino de “el ojo absoluto”, donde conviven inextricablemente mezcladas dos pulsiones complementarias: Querer verlo todo y querer ser visto a toda costa. Aunque desconocemos qué suceso histórico definirá en el futuro la centuria en curso que nació de ese traumático alumbramiento, no es descabellado conjeturar que su trascendencia se medirá con un rasero bien diferente al que permite sostener que es su invisibilidad constitutiva la que ha definido el holocausto nazi, ese cataclismo del que apenas se conservan un puñado de confusas instantáneas y, que al decir de algunos, constituye el hecho nuclear (el Acontecimiento con mayúsculas y en singular) del pasado siglo.

Algo querrá decir que las performances punitivas del ISIS sean, en su puesta en escena, la inversión perfecta de la Shoah, dado que a la compleja logística técnico-administrativa de la industria de la muerte inmediata de la Aktion Reinhard los muyahidines del Dáesh contraponen sus artesanales degollaciones manufacturadas  incluso por novicios de sangre, en tanto que su fetichismo icónico e irrefrenable pulsión exhibicionista reproducen a contrario el férreo mutismo visual que caracterizó al exterminio de los judíos durante el Tercer Reich. Porque si algo califica a la solución final no es que fuera desconocida o llevada a la práctica sotto voce (los prebostes nazis, con el Führer a la cabeza, lo advirtieron a voz en grito, por activa y por pasiva), sino que fue gestionada visualmente bajo el régimen retórico del secreto; es decir, bajo la consigna de no dejar rastro o huella fotoquímica a su paso.



 La cuestión humana, Nicolas Klotz, 2007

 
Sobrevivieron testigos, algunos de los cuales nos han legado su elocuente testimonio de la masacre, pero de los Lager de la muerte solo han perdurado cuatro imágenes, de iconicidad a cada cual más precaria, cuyo valor o utilidad explicativa, para más inri, ha sido puesta en cuestión por voces como la de Claude Lanzmann o el citado Wajcman, que estiman que lejos de ayudar, la imagen oblitera(ría) el discernimiento y la comprensión de un acontecimiento categóricamente singular como el Holocausto. Esta manera de ver las cosas (negarse a admitir que todo lo real se subsume en imágenes; postular que es necesario “mirar más allá de la imagen”), que dista de ser la dominante (recuérdese la polémica que enzarzó a George Didi-Huberman con los dos anteriores), no debe confundirse con la tesis de la inefabilidad de la Shoah, con la idea de que este acontecimiento único escapa a la simbolización, de que no es concebible un enunciado capaz de agotar (aqu)el horror absoluto. Como se apreciará, estamos fuera de la órbita del aserto de Adorno quien dijo en 1952 (Crítica, cultura y sociedad) que tras el fuego inextinguible de Birkenau la creación poética es un acto de barbarie. Aunque poco antes (Todesfuge/Fuga de la muerte, 1948), y sobre todo después (Sprachgitter/Rejas del lenguaje, 1959; Die Niemandsrose/La rosa de Nadie, 1963), Paul Celan lo desmintiera en la práctica con rotundidad.

El caso es que, por unas razones y otras, el exterminio nazi de los judíos de Europa se erige en el gran agujero negro del siglo XX (consideración que algunos hacen extensiva a la Historia de la humanidad en su conjunto, y otros relativizan, incluso de forma sensata como Norman Finkelstein), también en lo que hace a su visibilidad. Es así que entre los retos que aun plantea el acontecimiento-enigma del genocidio nazi se cuenta el no menor de su confrontación (definitiva) con las imágenes, preferentemente con las del arte coetáneo de las imágenes en movimiento. Como no podía ser de otra manera, el cine ha tratado el tema del Holocausto, incluso con una insistencia digna de su significación histórica, pero la heterogeneidad de aproximaciones y abordajes ensayados delata que aun no ha dado con la cifra que le haga justicia.

Este volumen centra el foco en dos películas de ese corpus que hacen suya la tesis de la inefabilidad de la Shoah. La cuestión humana (Nikolas Klotz, 2007) y La cinta blanca (Michael Haneke, 2009), en efecto, son relatos de perfil que encaran el escollo de la representación de ese vacío (de imágenes, de sentido) dejado tras de sí por el genocidio nazi mediante fórmulas de cariz iconoclasta por cuanto eluden la mostración directa de aquella barbarie. Retratos de soslayo no solo porque ambas películas sitúan su respectivas acciones en momentos anacrónicos respecto a esa suerte de escena originaria sumida en Zyklon B (la de Haneke en la Alemania de los Junker que precedió al estallido de la Gran Guerra, la de Klotz en la Europa contemporánea de las grandes corporaciones del capitalismo postindustrial), sino porque, cada cual a su manera, afrontan ese abismo de lo irrepresentable con una serie de soluciones (las fecundas figuras de la omisión) en las que salen a relucir algunas de las prestaciones menos convencionales del dispositivo cinematográfico. Entre otros prolijos avatares, el trabajo de Pablo Ferrando García y Javier Moral Martín desvela que estas tácticas de representación en las que prima lo elíptico y lo sugerido (a saber: las formas de lo no visto) construyen pacientemente un espectador “que piensa en las imágenes que le deniegan”. Hacer pensar en lugar de Hacer ver; cuestión de visibilidad.






27.11.16

I. "ANTES Y DESPUÉS DE AUSCHWITZ", PABLO FERRANDO GARCÍA Y JAVIER MORAL MARTÍN, Shangrila, 2016.







Ha pasado más de medio siglo desde el final de la barbarie nazi, 70 años desde que los primeros tanques rusos atravesaron las alambradas de los campos de concentración y el mundo accedió al horror que había gobernado allí dentro, oculto pero no invisible a la mirada occidental. Desde entonces, y a pesar de que otras atrocidades han ido hilvanando el relato histórico sin tregua (Vietnam, Camboya y los Jémeres Rojos, Bosnia, Las torres gemelas, El Estado Islámico...), la industria cultural sigue mostrándose igual de receptiva a ese Objeto del siglo XX como lo denominara Wajcman. Innumerables productos vuelven una y otra vez al momento aciago en que el mundo dejó de girar. Las novelas, los ensayos, los cómics, las películas sobre la Shoah aparecen en circulación de manera regular como si todavía no estuviera todo dicho, como si la sola mención de la barbarie más cruenta de nuestra historia provocara la imperiosa necesidad de retornar compulsivamente al agujero negro de la boca de un horno crematorio, como si fuéramos incapaces de pasar página y nos viéramos obligados a mirar de frente al horror, una y otra vez, cual Sísifo ante la historia.

Es el caso de dos películas contemporáneas excepcionales que examinan a contrapelo la herencia de Auschwitz, que escrutan las motivaciones más oscuras y complejas de ese agujero negro en que el tiempo dejó de girar. La cuestión humana (Nicolas Klotz, 2007) y La cinta blanca (Michael Haneke, 2009) se enfrentan de lleno a lo inevitable, se proponen abordar el horror a partir de la comprensión del antes y el después de la catástrofe, cuestionando qué la hizo posible y qué perdura aún hoy. Es por ello que las dos tejen una tupida red de elementos referenciales cuyas puntadas y costuras, trazados y simetrías, les permiten afianzar la tesis que levantan contra toda pereza intelectual, contra toda explicación consoladora del desastre. El pasado actuó en el presente de la barbarie, argumenta el filme de Haneke: la rigidez de las estructuras feudales de la Alemania decimonónica se convirtió en el caldo de cultivo de las futuras generaciones nazis. Pero el presente de la barbarie también opera en el futuro de nuestra realidad contemporánea, expone el filme de Klotz: la burocratización de lo humano que hizo posible la fábrica de Auschwitz también rige los principios de la empresa actual.

Pablo Ferrando García. 
Crítico e historiador de cine, es licenciado en la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Comunicación Audiovisual por la Universitat de València. Ha sido docente en los Ciclos Formativos de Grado Superior de Formación Profesional de la familia de Comunicación, Imagen y Sonido en el Centro Juan Comenius (Valencia). También ha colaborado en Televisión Valenciana durante la temporada 91-92 como ayudante de realización en el programa cultural Enquadres. Actualmente ejerce de profesor en la Universitat Jaume I de Castelló donde imparte Narrativa Audiovisual y Tecnología de la Comunicación. Es autor del monográfico Roma, ciudad abierta para las editoriales Nau Llibres-Octaedro. También ha participado en el diversos libros colectivos como Teoría y Técnica de la producción audiovisual, Diccionario de conceptos y términos Audiovisuales, El universo de 2001 una odisea en el espacio, Espejismos de sueños olvidados. Asimismo ha colaborado en revistas culturales y científicas (Ámbitos, Banda Aparte, Shangrila, Archivos de la filmoteca, L’Atalante, El viejo topo, etc.). Es miembro de la Asociación Española de Historiadores de Cine (AEHC) y de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AE-ICE).

Javier Moral Martín. Crítico e historiador de la imagen, es licenciado en BBAA y Doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Politécnica de Valencia. Ha sido profesor de diversas Universidades españolas y ha impartido numerosos cursos, talleres, ciclos y conferencias sobre cine y arte en distintas Instituciones de la geografía española (IVAM, MuVIM, IVAC, Centro Párraga, etc.). Autor de los libros Guía para analizar y ver Lola Montes (2015) y La representación doble (2013), ha editado diversos volúmenes y participado en una docena de libros colectivos nacionales e internacionales. Asimismo, ha publicado diversos artículos en revistas de investigación y difusión cultural (Archivos de la filmoteca, L’Atalante, Zer, El viejo topo, etc.).




   



2.5.16

NUESTRO CINEMA - EN UN LUGAR DE LA MEMORIA. A propósito del documental "Dones de Novembre. Les fosses clandestines del franquisme" ("Mujeres de Noviembre. Las fosas clandestinas del franquismo") de Oskar Navarro y Sergi Tarín, 2015.


 POR PABLO FERRANDO GARCÍA

A Manuel Talens, in memoriam.

Yo no quiero más luz que tu sombra
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.
Miguel Hernández






POR QUÉ NO OLVIDAR

Hace apenas un mes el actual presidente en funciones, Don Mariano Rajoy, fue preguntado en el programa Salvados de La Sexta, por el periodista Jordi Évole, sobre los desaparecidos en la Guerra Civil. Rajoy puso en duda la existencia de las víctimas que aún siguen sin aparecer y sin identificar. No tenía claro que fuese cierto que miles de españoles no sepan dónde están enterrados sus abuelos y tampoco creía que el Gobierno pudiera “hacer nada para arreglarlo”. (1) Ante semejantes declaraciones uno tiene la impresión de la nula sensibilidad de nuestro actual gobernante al despreciar a los familiares que llevan media vida intentando luchar contra el olvido para recuperar a los seres queridos que fueron asesinados por pensar de manera diferente a quienes impusieron el yugo de la fuerza y del poder dictatorial, en suma, a quienes defendían la libertad y la democracia.

1. Diario Público, publicado el 4/04/2016 .
Consultado el 11/4/2016.

Estas afirmaciones mantienen una actitud similar al del portavoz parlamentario del Partido Popular, Rafael Hernando. En noviembre de 2013, cuando fue preguntado por la Ley de Memoria Histórica en la tertulia de una cadena televisiva afiliada a la extrema derecha se atrevió afirmar, en un tono chulesco y despreciativo, que los familiares de las víctimas del franquismo “sólo se han acordado de su padre cuando ha habido subvenciones.” Pero, desgraciadamente, estas no han sido declaraciones aisladas. Otros tantos políticos de la derecha española contemporánea han negado (2), asimismo, de forma rotunda, la presencia de fosas comunes en nuestra geografía. Esta persistente letanía de la denegación permite entrever la emergencia de lo reprimido. Cabe preguntarse entonces: ¿por qué tanto empeño en obligarnos a olvidar? ¿Qué autoridad moral tienen estos políticos, representantes de los españoles, al rechazar la condena del fascismo?¿Por qué no llegaron a votar la tímida iniciativa del Partido Socialista Obrero Español sobre la Ley de Memoria Histórica efectuada a finales del 2007? Estas preguntas sólo evidencian que la derecha española no quiere ni saber la verdad, ni que se haga justicia. Voluntaria o involuntariamente los partidos conservadores (3) de nuestro país protegen “la impunidad del franquismo”. (4)


2. Una de las declaraciones más enconadas fueron las del senador del Partido Popular, Dionisio García, que negó de forma vehemente la existencia de fosas clandestinas del franquismo.
3. Resulta significativo que la nueva fuerza política neoliberal, liderada por un joven abogado cuya presencia fotogénica se erige en la franquicia del Partido Popular, también se haya expresado en términos similares. No hay más que recordar la tensa intervención del presentador y showman del programa El Intermedio, El Gran Wyoming, al preguntarle a Albert Rivera en la última campaña electoral sobre esta cuestión éste respondió con indiferencia sobre los 150. 000 muertos durante el período de 1936 a 1975.
4. ORTIZ, Jean, Carta abierta al Partido “Popular” y al senador Dionisio García”, La rosa blindada. En: http://www.rosa-blindada.info/?p=770&print=1. Consultado el 4/4/2016.

Esta falta de indulgencia, de humanidad y compasión sólo puede obedecer a una razón: la derecha no ha roto con el pasado franquista. “Lo reprimido siempre vuelve” (5), dice Freud. El sentimiento de lo siniestro se basa en la represión que el sujeto hizo de aquello que siempre fue familiar en su vida y que relegó al inconsciente. Algunos de los cachorros del franquismo son ahora los que nos gobiernan. Por tanto, no resulta extraño que, al amparo de la mayoría absoluta, el gobierno conservador pretenda imponer la alienación, la desmemoria, así como el rechazo por recuperar la dignidad y justicia de los fusilados. Es la mejor manera de tenernos bajo la vigilancia y el control para así campar a sus anchas y salir indemne de sus propios desmanes. La Ley Mordaza ha sido otro gesto coactivo más en la misma dirección.

5. FREUD, Sigmund, Lo siniestro (Das Unheimlich), Obras Completas, III, Madrid: Biblioteca Nueva, 1973, pp.2497-2498.






LA MEMORIA DEL PASADO

Oskar Navarro y Sergi Tarín, con motivo del reciente aniversario de la proclamación de la República han presentado una vigorosa iniciativa con el documental Dones de Novembre. Les fosses clandestines del franquisme (Mujeres de Noviembre. Las fosas clandestinas del franquismo, 2015) pues ayuda a resarcirnos de esa verdad histórica que ha sido tan ignorada como olvidada. “Durante la transición, y por razones políticamente comprensibles, se pasó como sobre ascuas por encima de nuestro inmediato pasado. Fue tal la generosidad de la abrumadora mayoría de los españoles que no se quiso ser hiriente entonces, ni menos ahora, con quienes tanto habían herido. Pero olvido no significa ablación de la memoria ni tener que escribir a base de eufemismos para no perturbar la buena conciencia de los eternamente vencedores por la gracia de Dios y de la desmemoria institucionalizada”. (6) Por eso mismo, ahora que la sociedad española está manifestando su deseo de regenerar el sistema democrático es el momento, de una vez por todas, de resolver los conflictos que aún están por zanjar. No hace mucho una buena parte de los ciudadanos expresaron en voz alta su queja por el enquistamiento de las instituciones políticas y administrativas. Y es en esta misma línea de actuación la que emprenden los responsables del documental a la hora de abordar la denuncia político-social.

6. REIG Tapia, Alberto, Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu, Madrid: Alianza Editorial, 1999, pp.38-39.

Por este motivo vemos necesaria la aportación de Oskar Navarro y Sergi Tarín porque mira al pasado desde el presente. Dones de Novembre habla del ostracismo de una tragedia colectiva cuyas verdaderas dimensiones aún están por precisar. En este sentido la película tiene una clara voluntad por adherirse a la literalidad de los sucesos cotidianos con el fin de aproximarse a los familiares de las víctimas no sólo de la Guerra Civil sino también de la brutal represión llevada a cabo durante toda la Dictadura. La objetividad del documental mantiene el criterio, así como el firme compromiso, de pronunciarse sobre el afloramiento de la verdad que se deriva, según Kracauer, de una “calidad cinemática” (7), o sea, de esa permeabilidad entre el mundo real con aquello que es mostrado en imágenes. La película sigue el itinerario de una mujer, Josefa, cuyo deseo es enterrar los restos de su padre junto a los de su madre. A través de la palabra evoca el fatídico desenlace de su progenitor: José Celda Beneyto, un labrador de Massamagrell fusilado a los 45 años por los franquistas en “El Terrer”, el campo de tiro situado en los aledaños de Paterna. El documental sigue el testimonio de la familia Celda con el fin de servir de ejemplo como uno más de los 2.300 republicanos que fueron asesinados en dicha zona. Se trata del segundo lugar de España más sangriento y aún hoy se erige en una tierra lacerante (8) para quienes sobrevivieron de aquella enorme tribulación. No en vano la película refleja con elocuente transparencia el vivo y doloroso recuerdo de una infancia truncada por la desdicha.


7. KRACAUER, Siegfried, Teoría del cine (La redención de la realidad física), Barcelona: Paidós, 1989, p.320.
8. En el primer documental de Oskar Navarro y Sergi Tarín, El Terrer, un poble emmudit (El Terrer, un pueblo silenciado, 2012) hay un testimonio fehaciente del trauma infantil aún no sanado por la experiencia del genocidio. El prólogo del largometraje dramatiza esta vivencia desde los ojos de un niño. Incluso el mismo testigo, ya mayor, ha llegado a pintar el fusilamiento. Resulta particularmente curioso que en el cuadro las víctimas aparezcan como gigantes humanos mientras los asesinos son reducidos a la mínima expresión. Y los niños son testigos privilegiados de la tragedia humana al cobijo de los árboles.

El documental acompaña a Josefa Celda desde el 1 de noviembre de 2011 hasta el 14 de abril de 2013 con el fin de lograr la exhumación de su padre. Tales fechas no son, pues, producto de la casualidad. Constituyen días de marcado carácter simbólico que subliman y trascienden el golpe de lo real. En la clausura, del mismo modo que se procede en la primera película, El Terrer, un poble emmudit, ambos realizadores acuden al cementerio de Paterna con la intención de convocar a los protagonistas del relato fílmico. En dicha conclusión muestran una pudorosa y cauta distancia sobre los sentimientos encontrados entre Concha Gómez y Josefa Celda a la hora de plantear el levantamiento de los restos óseos de sus familiares. La imágenes transpiran verdad, no hay voz en off, ni voz over.  Ni siquiera emergen marcas enunciativas del narrador implícito (como pudiera ser el recurso de la música extradiegética) que subrayen de manera ostensible su presencia. Más bien hay respeto hacia una realidad emergente y literal que dota a las imágenes de experiencia vívida (9) al espectador. El empleo, por un lado, de la cámara al hombro, “hace de la objetividad, y de lo denotativo, un aliado natural de la retórica documental” (10) como gesto de afirmación que manifiesta una verdad. Por otro lado, el recurso de planos cortos (primeros y planos medios) sobre los rostros de Concha y Josefa al inicio de la conversación, cada una en un extremo del mismo encuadre, certifica en términos visuales las discrepancias de ambas mujeres. Además, también evidencia las emociones expresadas en sus rostros ante el recuerdo de la última voluntad de sus padres asesinados. Es con la palabra la que hace revivir la presencia de ellos.


9. El empleo del sonido directo refuerza la pregnancia física de las imágenes.
10. NICHOLS, Bill, La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental, Barcelona: Paidós Comunicación, 1991, p.61.

Esta intensa escena deja, en un momento dado, en fuera de campo a Concha Gómez mientras postula (en off) la idea de mantener las fosas tal cual por deseo expreso de su padre fallecido al querer estar junto a los compañeros caídos por la República. A su vez Josefa Celda la escucha e insiste en el anhelo por sacar al suyo de las sepulturas de Paterna y llevarlo a Massamagrell junto a su esposa. Josefa alega el respeto mutuo ante las enfrentadas opiniones y finalmente sale por el lado izquierdo del encuadre tratando de acompañar a Concha, dejando un expresivo campo vacío: los muertos son testigos de la discusión entre los supervivientes; sólo vemos las tumbas del cementerio. También hay un epílogo con sendos planos cortos y cámara al hombro brindando la palabra a cinco familiares de víctimas asesinados por el régimen franquista: Vicente Roig Tortosa (de Alginet), la hija de José Morato Sendra, Antonio Font Soler, Juan Álvarez, Agustín Chaler Martínez y la hija Rosario Olcina Silvaje. Pero la imagen que cierra definitivamente la película es acompañada por los últimos acordes del cálido tema musical compuesto por Jorge Agut, Tanca els ulls (Cierra los ojos). Oskar Navarro y Sergi Tarín presentan un plano general del interior del cementerio sin gente a través de una toma aérea impregnada de una plástica mortecina. Todo ello parece sugerir una próxima liberación de los muertos a la par que su abandono y soledad. 

Sin embargo en la siguiente producción, en Dones de Novembre, ambos directores responden al debate planteado al término de la primera película acerca del valor moral, simbólico y emocional que supone la identificación de los cadáveres y el posterior traslado de los mismos al lugar donde los familiares desean. Aquí los nietos y bisnietos ejercerán de testigos privilegiados a la vez que activos participantes en el cumplimiento del último propósito de Josefa: poner las flores de la nueva lápida creada para reunir a sus padres en el cementerio de Massamagrell. (11) Esta escena apunta a una mirada hacia el futuro, el relevo de una nueva generación cuyo legado servirá para tomar conciencia de la triste historia de su familia y, a la postre, de su país. La inscripción del nicho informa que José Celda Beneyto fue fusilado en tiempos de paz y que el indulto llegó tres meses más tarde de morir. Los planos finales son nuevamente recogidos con la cámara al hombro y con sonido directo. Dichas imágenes van mostrando las vivas y emocionadas reacciones de los familiares de Celda. Los sucesivos primeros planos y planos medios que proliferan en esta parte final pretenden acercarnos a sus rostros, al mundo interior de los protagonistas frente al evento simbólico. El cumplimiento del deseo de Josefa parece una batalla ganada por los políticos y la administración pero la injusticia cometida por la dictadura franquista sigue sin ser aún reparada, quedan muchos muertos en las cunetas por reconocer y dignificar.

11. Dicho cementerio es mostrado no ya como un espacio de memoria sino como lugar natural y cotidiano.

El gesto con el que concluye Dones de Novembre es un sereno y luminoso primer plano de las manos de Josefa enrollando la última fotografía tomada a su padre antes de morir y aproximándosela a su pecho. El momento previo al fundido en negro definitivo comenzamos a escuchar la vibrante canción Cuando el piquete me está apuntando, que es interpretada por Lucho Roa, la cual servirá a su vez para arropar la presentación de los títulos de crédito. Junto a éstos también irán emergiendo sobre el fondo negro las fotografías de los asesinados y de las familias que honran a los suyos cada año que han celebrado el día de los muertos y de la República. Lo que las fotografías reproducen de manera sucesiva es aquello que “ha tenido lugar una sola vez: repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. En ella el acontecimiento no se sobrepasa jamás para acceder a otra cosa: la Fotografía remite siempre el corpus que necesito al cuerpo que veo, es el Particular absoluto, la Contingencia soberana, mate y elemental, el Tal (tal foto, y no la Foto), en resumidas cuentas la Tuché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en su expresión infatigable”. (12) La fotografía afirma con perseverancia “esto es así o esto ha sido”, lleva el referente siempre consigo. Por esta razón no puede escaparse del lenguaje deíctico. Constituye el testimonio del tiempo pretérito, pero también recoge el instante de una vida ya extinta mientras sus allegados han resistido al olvido. Año tras año los familiares han vivido en el lugar de la memoria, las imágenes fotográficas que vemos aquí dejan la estela de una comunión con los fallecidos. Pero en estas fotografías vuelve a ponerse en escena otra vez la voz de los muertos. (13) Es uno de los pocos instantes en los cuales Oskar Navarro y Sergi Tarín convocan fotografías de archivo para hacer presentes a las víctimas. (14) El resto de la película usa imágenes actuales producidas para la elaboración de esta propuesta alentadora por necesaria. Así pues, la apelación a la memoria histórica se lleva a cabo a través de la oralidad de las familias con el firme propósito de invocar a los seres queridos que fueron encarcelados, torturados y fusilados.


12. BARTHES, Roland, La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía, Barcelona: Paidós Comunicación, p. 31.
13. La letra de la canción citada ha sido recuperada por Miguel Mateo, Enriqueta Mateo y Mª del Mar Montoya. El texto era cantada por los condenados en las prisiones franquistas. Los arreglos musicales han sido llevados a cabo con enorme calidez por Jorge Agut.
14. Hay una producción portuguesa muy radical y sugestiva, titulada 48 (2010), escrita, dirigida y montada por Susana de Sousa Dias, en la que a través del marco de la dictadura de António Oliveira Salazar (transcurrida durante casi medio siglo: de ahí el título) evoca con mortecina lentitud la transformación plástica de encarcelados y torturados en las cárceles. La película combina la densa oscuridad de las imágenes fijas con las luces, así como el vivo testimonio anónimo de las víctimas que evocan, también, sus traumáticas experiencias mediante el uso de la palabra, a través de la voz over.







LENGUAJE Y SILENCIO

La representación de la memoria en Dones de Novembre se lleva a cabo mediante la palabra para aflorar la herida del pasado. La película, pues, obedece a aquella célebre frase de Aristóteles en la que afirmaba que “el hombre es el ser de la palabra (…) el poeta ha hecho del habla un dique contra el olvido, y los dientes agudos de la muerte pierden el filo ante sus palabras”. (15) Así, el lenguaje verbal y corporal de Josefa Celda, de Concha Gómez y otros tantos familiares ya mencionados, establecen el vivo e intenso testimonio del funesto pasado. Oskar Navarro y Sergi Tarín elaboran la puesta en escena no tanto sobre la narración sino con la captura de la realidad. De este modo el espectador no opera sobre unas expectativas dramáticas sino a través del saber inferido por la vivencia de las imágenes gracias al fluir subterráneo que del mundo real brotan las mismas. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la planificación de la primera secuencia. En ella vemos a Concha Gómez con Amparo Silvestre rememorando la violenta captura de sus padres por los fascistas cuando apenas eran unas niñas. Empieza con un plano simétrico al que cierra el documental: un primer plano de las manos de Concha abren una carpeta azul para enseñar las fotos de sus familiares visitando el cementerio y las de sus padres de jóvenes. Así se destapa el baúl de los tristes recuerdos. Justo a la inversa de lo que sucede con Josefa en la conclusión: pliega una foto, satisfecha y tranquila por haber cumplido el deseo de su padre. Si en la apertura se impone la palabra durante la clausura emerge el silencio. Los planos iniciales se producen de noche en el salón de una de ellas y el documental finaliza en un exterior, en una soleada mañana. Pero hay más detalles dignos de tenerse en cuenta: en la apertura predominan los primeros planos y los planos medios. Dicha escala visual va a destacar a lo largo de toda la película. Durante las cinco imágenes preliminares muestran las fotos de las protagonistas a través de la cámara al hombro. Son, pues, planos vivos, palpitantes, dinámicos. Luego van combinando primeros planos de las dos amigas (Concha y Amparo) con planos medios frontales sentadas en un sofá.

15. STEINER, George, Lenguaje y silencio, Barcelona: Gedisa, 1994, p.65.

 Los primeros planos de Concha y Amparo son retratos, pero en los extremos de dichos encuadres aparecen en escorzo respectivamente cada una de ellas. Así, a lo largo de la trágica evocación de la pérdida de sus padres nunca están aisladas, siempre figuran unidas en las mismas imágenes sugiriendo un común sentimiento de melancolía y solidaridad. A lo largo de la conversación introductoria el lenguaje del cuerpo (16) y el rostro de las mujeres acompañan las voces provenientes de una palabra que se remonta al trauma infantil. Representan el pasado cambiando los tonos de voz de los personajes que sufrieron la violencia del régimen franquista. Asimismo, tras el relato de la tragedia evocan los muchos días y años que han compartido sus familiares la visita a los cementerios para honrar a los suyos, fusilados por la Guerra Civil y la sangrienta posguerra. Por tanto, a lo largo de esta escena cotidiana y lacónica puede comprobarse la enorme fuerza de la palabra mediante una narración puramente fenomenológica en la cual se recurre a una mirada externa de los realizadores, al tiempo contenida en un saber limitado por la intención de desarrollar la mostración de la realidad. Esto explica la razón por la cual Oskar Navarro y Sergi Tarín no recurren a la incorporación de imágenes de archivos ajenos al marco diegético del filme. Hay un claro deseo de abandonar el sentido de la representación con el fin de adquirir verdaderos instantes de vida. Se trata, en definitiva, de mostrar la vida y no demostrarla.

16. Los cuerpos se muestran impotentes a la hora de expresar los sentimientos más profundos. Tanto Josefa Celda como Miguel Colás (el anarquista que se solidariza con las víctimas republicanas) en El Terrer, un poble emmudit sufren un shock traumático derivado de una trágica experiencia cuando fueron niños. Al ser testigos de primera mano de la violencia ejercida a los familiares y amigos por los franquistas son incapaces de alejarse del dolor de lo real. Ellos dos -incluso también la madre fallecida de Concha tras enterarse del fusilamiento de su marido- no llegan a derramar lágrima alguna. Hay en ellos una forclusión (en términos lacanianos), un tapón emocional que les impide desahogarse. Al igual que le sucede a Gabriela, la protagonista de En el balcón vacío (Jomí García Ascot, 1962), Gabriela, “toma imagen de la propia infancia sufrida como amputación, de la niñez cortada sin remedio, construye su recuerdo como objeto de (imposible) duelo.” (CASTRO DE PAZ, José Luis, Cine y Exilio. Forma(s) de la Ausencia. En el balcón vacío (Jomí García Ascot, 1962), el film exiliado o la ventana del fantasma, A Coruña: Vía Láctea Editorial, 2004, p.26).

El documental está articulada, no obstante, mediante una serie de momentos que significan la lucha empecinada por honrar la muerte del padre de Josefa: rueda de prensa en el Centro de Cultura Contemporánea Octubre el 16 de mayo de 2012, el Pleno Municipal de Paterna el 30 de mayo de 2012, el inicio de las exhumaciones en el cementerio municipal de Paterna (3 de Julio, 2012), la identificación oficial de los restos humanos (10 de noviembre, 2012), finalización de la exhumación, reunión de los familiares junto a las cajas de los restos en el lugar del fusilamiento (El Terrer) y entierro del padre de Josefa en el cementerio de Massamagrell (12 de abril, 2013). Todos estos avatares son recogidos por un montaje vivo y ágil, donde prevalecen los planos generales y primeros planos. En ellos pretenden mostrar el marco privilegiado del relato (el cementerio de Paterna) y sus familiares unidos por un sentimiento común: defensa de la memoria histórica. Los planos cerrados proyectan hacia fuera los rostros surcados por el sufrimiento que sienten la enorme injusticia cometida a sus familiares asesinados.

Los protagonistas del documental transmiten con sus cuerpos y sus rostros el palpitante recuerdo de una herida aún no suturada. Los muertos hablan –parecen decirnos Oskar Navarro y Sergi Tarín de forma implícita- por ellos como fehaciente alegato a favor de los principios democráticos y defensa de las libertades. Conforman la herencia de un pasado histórico que hay que recordar y transmitir en el futuro para preservar nuestra memoria. Bien sabemos que sin ella “la vida resultaría un infierno y esa carencia, como pone de manifiesto el mal de Alzheimer es la que hace especialmente angustiosa la vida tanto para quien la padece como para sus más próximos. Por tanto, no hay razón política alguna que justifique cierto silencio u olvido (17) pudoroso a más de treinta años de la Constitución más democrática que hemos conocido los españoles como pueblo”. (18) Este es, entonces, el estimulante debate que nos proponen los realizadores Oskar Navarro y Sergi Tarín. Es inútil intentar correr un tupido velo sobre el pasado. El pasado siempre vuelve, sale a la superficie de la consciencia Es un principio que por norma habitual suele producirse en la mayoría de las ocasiones con perturbadora frecuencia.




17. Es muy significativo que la Iglesia no se haya pronunciado al respecto. El sacerdote que interviene en el primer documental, El Terrer, un poble emmudit se obstina en la necesidad de olvidar el pasado, a los responsables del genocidio. En esta escena apreciamos una actitud paternalista del religioso a la hora de alentar el perdón y el olvido hacia el colectivo que honra a las víctimas. 
18. REIG Tapia, Alberto, op. cit, p. 39.

Por tanto, Oskar Navarro y Sergi Tarín en Dones de Novembre presentan un trabajo honesto, fiel a la modalidad documental de observación (19), basada en una respetuosa actitud de no intervenir sobre los propios avatares que transcurren delante de la cámara mientras el montaje fortalece la impresión de temporalidad auténtica. En este sentido podemos afirmar que, tratándose de una producción modesta (por el limitado presupuesto con el que se contaba, por la ausencia de mecenas y productoras) y valiente (en tanto que aborda el tema sin ambages, con un discurso políticamente incorrecto ya que cuestiona el relato institucional de la Transición Democrática llevado a cabo por todos los partidos políticos) creemos que en los duros tiempos que atravesamos es una propuesta que puede parecer quijotesca, pero sin embargo se nos antoja imprescindible. Máxime cuando las aspiraciones discursivas de Oskar Navarro y Sergi Tarín se alejan por completo de las producciones convencionales del reportaje televisivo dada su dimensión ética así como también su proyección metafórica sobre el ejercicio de la memoria histórica. A través del presente dirigen la mirada en un lugar de la memoria cuyo nombre si queremos recordar.

19. NICHOLS, Bill, La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental, Barcelona: Paidós Comunicación, 1991, p.72.