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9.6.22

VIII. "LA NAVE VA", Revista Shangrila nº 40, Valencia: Shangrila 2022




LA IMAGEN PROMETIDA
MEMORIA Y BIOPOLÍTICA EN PROMESAS DEL. ESTE, DE DAVID CRONENBERG

José Miguel Burgos Mazas





Promesas del Este (David Cronenberg, 2007)



Introducción

Como ejemplo de un giro definitivo hacia el marketing y la promoción, la producción de David Cronenberg titulada Promesas del Este (Eastern Promises, 2007) ha sido marginada a la nómina de las películas “interesantes”. Sin embargo, el paso del tiempo no ha impedido que la cinta conserve buena parte de su interés, hasta el punto de situarse en el centro del debate no solo cinematográfico sino también político-filosófico. Desde Una historia de violencia hasta Promesas de Este, Cronenberg ha depurado al máximo su tradicional obsesión por la materialidad orgánica en favor de una ficción que asigna al cuerpo su nuevo lugar en un mundo interconectado. En este sentido resulta asombrosa la capacidad del filme para iluminar retrospectivamente y con sutiles guiños cinéfilos la necesidad de reactivar el género de mafias bajo otra clave: mientras en Coppola, incluso en Scorsese, los lugares asignados a las cenas, la comida o la familia aparecen como reductos cargados de aparente humanidad, en Promesas del Este, un filme enfáticamente consciente de la atomización individualista tras la caída del Muro, esos lugares emergen como espacios que, pese a presentarse como espacios de socialización amables, no solo se limitan a constatar la corrupción y descomposición natural-corporal sino que ponen de relieve la lógica asesina que los sustenta. Esta característica, que en la primera fase de su obra toma la forma de irreversible descomposición de la materia (La mosca o Inseparables), y en la era virtual (Crash y ExistenZ) corrompe la vida en la pantalla de un ordenador, adquiere aquí una dimensión estrictamente política: donde la armonía simbólica es incapaz de resistir y la cámara solo puede dar testimonio de la caducidad corporal (Videodrome), Promesas del Este deviene, sin olvidar la connotación física de algunas de sus escenas, un juego político siniestro, iluminado desde su propia lógica interna.

En el drama clásico, la acción sacrificial del héroe se somete a un orden de representación que regula narrativamente la experiencia de la muerte y de ese modo hace posible la conciliación y el reconocimiento en un correlato necesario del origen. Como suele ocurrir en este tipo de dramas, la acción del héroe está orientada hacia una falta situada en el pasado (un haber sido –Gewesen), de la que una metafísica del tiempo que construye una relación lineal y continua entre presente y pasado debe dar cuenta de modo estable y satisfactorio. Por el contrario, películas como Promesas del Este no solo iluminan los efectos políticos que ese proceso constituyente trae consigo sino que ofrecen un esbozo muy riguroso del tipo humano que la hace posible. Frente a productos audiovisuales que alientan formas de gobierno que postulan una victoria directa de la vida frente a la muerte, la obra de Cronenberg hace de la experiencia de la muerte en sus distintas formas la matriz de la vida social y la convivencia entre los hombres. La composición, la inmediatez de imágenes explícitamente violentas, así como la ingravidez de su puesta en escena, delinean figuras y situaciones en las que la muerte, lejos de conformar un horizonte último, aparece como una instancia superable, capaz de dispensar un orden estable y duradero para la comunidad.

Por lo tanto, lo que inicialmente pretendía absolver a lo humano de su falta de fundamento –la grieta existencial que lo circunda–, se vuelve en el filme el “fundamento” mismo de una práctica que, tras diversos avatares, termina convirtiéndose en una praxis criminal. Una vez interiorizada como defecto y falta, la nada patentada debe ser neutralizada mediante un dispositivo regulador que en lugar de asumir su papel de mediador social no hace otra cosa que reproducir ese vacío en tanto no logra ofrecer a esa nada un carácter originario y no derivado. En la medida que no se comprende el estatuto de esa nada como un dato originario sino como una pérdida de la que hay que protegerse, cualquier tentativa de afrontar la nada supone la reproducción infinita de la misma. 

En este preciso sentido, el caso particular de Promesas del Este no solo ilumina la lógica, el funcionamiento y los efectos existenciales y políticos del nihilismo cotidiano, sino que pone de manifiesto, de forma inédita, el tema que desde siempre ha ocupado a un cineasta como Cronenberg y que no por casualidad es síntoma inequívoco de nuestro tiempo: en nuestra contemporaneidad, lejos de poder ofrecer un fundamento a la vida entera de una comunidad, el mecanismo del sacrificio que regula la construcción del mito del origen de las comunidades queda sin cumplimiento, y por consiguiente, en la necesidad de justificar su violencia produciendo más violencia. 

Pero si otras películas del género fijaban su atención en la descripción de estas prácticas con el fin de generar conciencia acerca su existencia o de mostrar la belleza tentadora del crimen, Promesas del Este lo hace desde una clave diferente. Tanto su concepción general como su composición anuncian de qué modo toda tentativa de construir y cerrar una comunidad en la praxis de una institución sacrificial deviene hoy una política de los cuerpos y el fundamento mismo del crimen. Buena parte de la imaginería puesta en escena por Cronenberg muestra el proceso de investidura por el cual Semyon, el jefe de los “Vory V Zakone”, pasa a ser el soberano único. Se trata de una operación que trasforma a un individuo concreto en soberano y a este en unidad que ofrece visibilidad a lo que de otra manera no sería nada: la comunidad. 


La memoria como dispositivo biopolítico

El principio representativo, concebido como el instrumento que confiere presencia a lo que permanece ausente, no solo es el que rige el orden de las acciones que la secta mafiosa trata de imprimir sino aquel que propaga el vacío que en vano trataba de controlar. Toda la celebración vacua pero esplendorosa que se evidencia en la ostentosidad de las fiestas de la mafia rusa proporciona a la comunidad la imagen de un “nosotros” compuesto por individuos completos, de vidas aparentemente satisfactorias, enteramente resueltos en sí mismos. 

En la medida en que de este modo se procura un importante estadio de perfección, reaparecen imágenes y expresiones que se asocian a las de totalidad, plenitud, deseo cumplido, solo que ahora iluminadas en su propio proceso formativo. En el centro de ese proceso de investidura se encuentra la práctica renovada del sacrificio, un leitmotiv plenamente reconocible en la trayectoria artística del autor canadiense. Incluida Promesas del Este, toda la obra de Cronenberg, desde La mosca hasta Una historia de violencia, trata de poner de manifiesto lo implicado en el doble fondo de los actos marcados por la lógica del sacrificio: lo que normalmente queda encubierto por el proceso sacrificial, es decir, la violencia y el conflicto fratricida, no solo queda marcado y excluido mediante el signo de la prohibición y olvido, sino que a la postre es lo que proporciona a la comunidad la ficción de un origen que indulta a sus individuos de su falta originaria y funda la vida de una comunidad [...]






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20.10.19

XII. NOVEDAD: "MUÑECAS. EL TIEMPO DE LA BELLEZA Y EL TERROR", Mariel Manrique (coord.), Shangrila 2019





El gobierno del ángel-muñeca
Una glosa a Mulholland Drive (David Lynch, 2001)

José Miguel Burgos Mazas


Mulholland Drive



No hay mito más irreflexivo y moralizante –espectacular, por tanto– que considerar el espectáculo como una manifestación de superficialidad, de huida materialista. Si bien es cierto que produce un vértigo paralizante ver reinar en el cielo de Los Ángeles unas letras clavadas en la tierra, Hollywood, a las que Betty –y no solo ella– mira arrobada y en actitud reverencial, no lo es menos la indudable capacidad para producir un imaginario de éxito. Betty llega a Los Ángeles como a la tierra prometida: allí obtendrá la gloria que merece su premio en la escuela de baile, un puesto glorioso en la industria. Conquistar la gloria es ser vista. Y reinar.




Mulholland Drive


I. B.

Pero frente a la gloria todo, incluida ella, es pequeño. El contrapicado con el que es fotografiada muestra ambas cosas: su postración, cierto, pero también su pequeñez. Pequeñez que es también, aunque no solo, debilidad: Betty ensaya sus salidas del laberinto, juega con el tiempo, se desliza en el espacio, pero lo hace impulsada por una demanda continua de gloria que no solo ha tomado su cuerpo sino que, al haberlo hecho, obliga a su cuerpo a ser visto como una pura exterioridad: un cuerpo construido por imágenes. El juego de escalas es sin duda su apoyo técnico: mediante su uso aparentemente fortuito se fragmenta el cuerpo al mismo tiempo que se hace imposible su recomposición. No hay imágenes de cuerpo completo.



Mulholland Drive


De este modo, fragmentar es aquí violentar, o viceversa. Lo que nos descubre la primera paradoja, quizá la más significativa, que puebla este universo gnóstico: la elocuencia de ese cuerpo luminoso se produce gracias a su capacidad para ejercer la violencia, o mejor, para mostrar que todo sueño de gloria necesita un sacrificio para su cumplimiento. O para su no cumplimiento. La segunda sigue lógicamente a la primera: el dolor sobrevive a su negación, la huella a su borrado, la culpa a su expiación; y la tercera, lejos de hacerse transparente en un estrato profundo, apenas perceptible, aparece en la superficie. Solo hace falta tener oídos para darse cuenta cómo, de forma literal, el final del sueño coincide con la desaparición de Rita y la autonomía de la cámara, la verdadera protagonista.



Mulholland Drive

Se ha dicho que esta mera exterioridad no puede pensarse sin hacer referencia a un dato existencial, y esto es solo una verdad a medias. La culpa, una vez convertida en monstruo intratable, coloca a la muerte como un horizonte único. La muerte se filtra mediante la culpa, siempre inasumible, hasta embadurnarlo todo, música, objetos, colores, cámara. Lynch viste a Betty, ahora Diana, con colores desvaídos, y la hace tomar un café aguado y masturbarse sin éxito compulsivamente. 

Como no hay presente que acoja el peso de la culpa, Diana muere en soledad, experimentando la vanidad del pasado. Pero el universo de Lynch no es nihilista. Siempre está dispuesto a dar otro paso. La acumulación del fracaso no es inane, intensifica la culpa, de ahí que del flashback, que siempre quiere estabilizar el presente a través de burdas autojustificaciones, se pase aceleradamente a formas larvales que, como no tienen anclaje posible en el presente, solo pueden ser instantes alucinatorios, soportados ya solo por elementos sensibles: la irrupción de la música, inesperada, aunque persuasiva, retira la expectación que crea; el color, oscilante entre lo más brillante y lo pardo y deslavado, no remite a una metáfora del estado de ánimo, sino que emerge como una angustiante ausencia de límite. Lo sensible, acelerado por la desolación, solo multiplica la potencia sensible, creando una atmósfera desasosegante que muestra la inanidad absoluta de la acción como medio para salir de la indeterminación reinante. De hecho, es esa clase de impotencia la que se pone de manifiesto en la masturbación frustrada de Diana: la ausencia total del erotismo en el intento de masturbación final es, por un lado, la impotencia que antecede a la muerte –literalmente, su antesala–, pero, por otro, la indistinción total entre Diana y el mundo. Los pasos finales con los que Diana cruza la puerta hacia su habitación son los de un cuerpo literalmente sostenido por un aparato técnico: la cámara [...] 










   



11.4.18

V. "MELANCOLÍA" - COSMÓPOLIS: LA CIUDAD MELANCÓLICA



David Cronenberg, Cosmópolis, 2012




La parte racional no existe en nosotros
desde el principio en su perfección última y en acto.
Averroes


No hay rascacielos ni figuras geométricas que completen el sueño vertical y soberano de Manhattan. No hay nada de eso. Desde el sofisticado sofá de la limusina uno mira con la cara apoyada en la ventana como quien se entrega a la luz de una pantalla. Es como si empezara una película. En el espectáculo de sus formas se descubre, como en la pintura inicial, que las acciones se resuelven en una producción infinita de materia sensible. Aquello que olemos, que escuchamos, las cosas que deseamos o anhelamos se objetivan en trazos, en sustancia efímera que fluye. Y no para, no puede parar. Sometida a su propio movimiento, todo lo sensible –sonidos, luces, olores– es una sustancia refractaria a lo que se da como destino irreparable: el neón, las ratas, el dinero. Todo aquello que desfila bajo la mirada del multimillonario punk de Cosmópolis está sometido a un cambio instantáneo que confiere a su exposición un sentido que va más allá de toda representación convencional. Todo lo que se somete a la mirada es, y todo excede, rebasa, supera; su elemento son las llamas, dice Eric en varias ocasiones [...]

La ciudad melancólica.
Apuntes sobre Cosmópolis
José Miguel Burgos








12.12.15

XXVII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.






La cuestión humana, Nicolas Klotz/Elizabeth Perceval, 2007



¿Cómo pensar una imagen que palpita desde su abismal negritud? ¿Es posible entender su estatuto como remanentes que no dejan de sobrevivir a su propia desaparición ? ¿Ante qué tipo de imagen nos sitúan los fotogramas terminales de La cuestión humana? Una primera respuesta provisional: ante una que piensa la imagen y su ausencia en una permanente dialéctica, desbordando toda posibilidad de localización del pasado. Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval han sabido dar a esa imagen final de su película una extraordinaria intensidad, hasta el punto de que no solo funciona como una revelación sino que adquiere un sentido estructural. Tal y como aparece configurada, la dicotomía entre palabras e imágenes, además de recoger todas las polarizaciones de las que está construida la película (discursivas, de símbolos, alusiones, el brillantemente traído plano/contraplano), reproduce el problema fundamental en el que la película se instala: la adaptación mutua entre estos dos elementos que tienen naturaleza distinta pero mantienen una relación de reciprocidad.

En una primera aproximación, la película constituye una tentativa por parte de Simón, y en particular de su recuerdo, de controlar la articulación entre las imágenes determinables, pasivas y receptivas y las palabras constituyentes, conformadoras y activas en un relato esclarecedor. Es preciso narrar y dejar el pasado en su sitio. Los ejecutivos son conceptos, dice Elisabeth Perceval, codirectora y guionista del filme,  “son soldados dispuestos a ejecutar una orden”. El interés de esta expresión reside en enunciar el núcleo mismo del dispositivo que buscamos: la imagen y la memoria son un soldado que está dispuesto (preparado a ejecutar una orden) y que al mismo tiempo dispone (ofrece a ¿Dios? los efectos de su acción) (...)

  "El futuro está cerrado. Acerca de La cuestión humana"
José Miguel Burgos 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




28.9.15

XXIX. EL DIOS HERZOG: "DONDE SUEÑAN LAS HORMIGAS VERDES (1984)", José Miguel Burgos Mazas: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




Donde sueñan las hormigas verdes (1984)


(...) La huella, ligera pero insistente, que dejan los filmes de Herzog tiene su origen en las dificultades de lograr una diferencia neta entre vida y las imágenes que filma. Buena parte de los documentales de signo etnográfico de Herzog convierten esta diferencia en un espacio de conflicto: civilización y barbarie, elementos considerados como arcaicos, casi premodernos, frente a una tierra cuyo destino es aparecer humillada. Es el caso de Donde sueñan las hormigas verdes.

Las dificultades comienzan con los
travellings y panorámicas iniciales mostrando el paisaje casi lunar de las llanuras australianas. Cuando contemplamos esos grandes espacios, estos no son un mero objeto contemplado, en el no se aprecia un grado de perfección sublime; entre otros elementos, el viento y el movimiento continuo de la cámara dificulta que el espacio óptico aparezca como puro y uniforme. Tanto que para el espectador el espacio se vuelve amenazante, una superficie en la que se presiente el rumor de futuros conflictos y muerte. El paisaje australiano filmado por Herzog toma así una inquietante ambigüedad, dominada por un lado por lo que el ojo es capaz de atesorar en su mirada e inquietada por el otro en tanto esa mirada viene limitada por aquello que se le sustrae. Herzog sabe que mirar es también perder (...)




El dios Herzog:
Donde sueñan las hormigas verdes (1984)
José Miguel Burgos Mazas

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Trayectos libros - 448 páginas
Shangrila Textos Aparte





23.9.15

XXI. EL LIMBO DE LOS INOCENTES: "EL PAÍS DEL SILENCIO Y LA OSCURIDAD" (1971), José Miguel Burgos Mazas: "Werner Herzog. Espejismos de sueños olvidados".




El país del Silencio y la oscuridad (1971)


(...) Según Tomas de Aquino, la pena de los infantes, sin otra culpa que el pecado original, reside en la privación del rostro divino. Pero lejos de considerarse una tara negativa, los infantes no pueden experimentar dolor, y si lo hacen apenas sabrían como articularlo. Lo que para el adulto es el dolor menos soportable ―renunciar a la mirada divina―, en los infantes se vuelve motivo de alegría natural: es el marchamo irreparable de la pérdida lo que les pone en relación directa con la dicha.

El secreto de esa alegría es el que mueve a los personajes sordociegos de Herzog. Fini y su comunidad son criaturas que habitan más allá de la condena y la salvación. Por eso solo pueden salvarse de la salvación misma. Frente a ellas no hay pedagogía ni piedad o voluntarismo (tampoco el del ministro) que los rescate (...)




"El limbo de los inocentes:
El país del Silencio y la oscuridad" (1971)"
José Miguel Burgos Mazas

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Trayectos libros - 448 páginas
Shangrila Textos Aparte





8.5.15

XXXI. "PIER PAOLO PASOLINI. UNA DESESPERADA VITALIDAD", Revista Shangrila nº 23-24, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.





LA FIESTA Y LA NADA
José Miguel Burgos Mazas



La gran belleza, Paolo Sorrentino, 2013 / Mamma Roma, Pier Paolo Pasolini, 1962




Creo en las luces tenues 
y los espejos trucados
Andy Warhol
0.

Tras un largo paseo, Jep Gambardella, el protagonista de La gran belleza (La grande belleza, Paolo Sorrentino, 2013), vuelve a casa. Después de rehusar la invitación de cena se dirige directamente a la cama. Una vez relajado en un cómodo diván, vemos la proyección de su imaginación sobre el techo de su habitación, pintado enteramente de blanco. Se trata del encuentro con un viejo amor de juventud, una escena bella, luminosa, no exenta de erotismo. Tiene que ser volviendo al lugar de los recuerdos como Jep se dé cuenta de que vive atrapado en la diferencia misma del deseo: la diferencia entre la finitud del personaje, subrayada por su caducidad temporal, y la dimensión infinita de su deseo.

1.

La prestación de esta imaginación en Pasolini se llama vida. Pasolini lo ha puesto de manifiesto, incluso lo ha dejado por escrito: desde su poesía hasta sus últimas producciones, su preocupación esencial ha sido registrar la ambigüedad  consustancial, casi ontológica, de la vida. Desde Accattone (Pier Paolo Pasolini, 1961) hasta Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, Pier Paolo Pasolini, 1975) la vida expresada como conflicto y alegría, captura y resistencia, aparece como un espacio sacro y al mismo tiempo profanador donde se hace presente, según la expresión de Guiseppe Zigaina, el corazón de la realidad. Aunque se organice de formas diferentes, esta identificación plena de realidad y vida se ofrece como el punto de referencia donde cristaliza una consideración ontológica que, experimentada bajo el signo de lo auténtico, supone tanto una revolución de las formas, es decir, su contradicción, como una manifestación plena de lo sensible.

El punto donde coincide el máximo de la realidad con la vida son las mujeres pasolinianas. Ninfas sin mácula como Stella –la inocencia perdida de Accattone-, o madres coraje como Mamma Roma (Pier Paolo Pasolini, 1962) hacen visible otra manera de entender lo íntimo. A diferentes niveles, en ellas prevalece el coraje, una fuerza obstinada que se organiza con la ambigüedad de su propio origen de otro modo. No lo hace sin una cierta violencia. Al comienzo de Mamma Roma la protagonista desata su lengua contando chistes irreverentes al mismo tiempo que su cuerpo se muestra incontrolable. En la voz ronca de Anna Magnani se hace presente un pathos trágico que recoge las paradojas de un ritmo imparable, de un devenir que no puede parar. Esta voz inarticulada, libre, sufre y de ese sufrimiento extrae una energía que se proyecta en los intentos frustrados por reconducir la vida errante de su hijo, una proyección vehemente de su madre que es enteramente inocente. La violencia contenida en esa voz y esa energía es una materia rebelde donde coinciden lo demasiado con lo demasiado poco, el futuro con el pasado (la elíptica ausencia paterna) hasta evidenciarse como materia esencialmente sensible en el polvo suspendido tras el paso de los cerdos, muy presentes en toda la obra del autor. La esencia de la tragedia, dice Nicole Loraux, reside en que las mujeres no logran zafarse de su pasado, de ahí que lo que domine su relación con el origen sea la opacidad, la brecha que la separa de sí misma y que se manifiesta no solo en el ejercicio de la prostitución, inevitable si quiere dar de comer a su camada, sino también en la imposibilidad de proyectar en los demás lo que desea para sí misma.




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5.8.14

BÉLA TARR - JACQUES RANCIÈRE - SHANGRILA




EL TIEMPO DEL DESPUÉS
ENTREVISTA A JACQUES RANCIÈRE (Junio 2013)

POR JOSÉ MIGUEL BURGOS MAZAS

[A propósito de la edición del libro Béla Tarr, el tiempo del después y del número 17 de la revista Shangrila dedicado también al cineasta húngaro: Béla Tarr. ¿Qué hiciste mientras esperabas?, Jacques Rancière nos concedió la entrevista que a continuación publicamos]





1- El cine ocupa un lugar importante en su obra ¿En qué momento sintió la necesidad de escribir sobre cine? ¿Qué significa para usted la experiencia cinematográfica?

En realidad, los primeros textos que he escrito, cuando tenía veinte años, eran sobre cine. Corresponden a mi entrada en el universo cinéfilo, con todo lo que el ser aficionado al cine suponía como interferencia respecto a los criterios estéticos dominantes. Esto es lo que el cine, de hecho, significa para mi: un arte que se ha (...)





Revista Shangrila 17

Contracampo libros 4



3.7.13

DERIVAS Y FICCIONES: "EL TIEMPO DEL DESPUÉS". ENTREVISTA A JACQUES RANCIÈRE (Junio 2013)

COORDINACION: MARIEL MANRIQUE / HERNÁN MARTURET


EL TIEMPO DEL DESPUÉS
ENTREVISTA A JACQUES RANCIÈRE (Junio 2013)

POR JOSÉ MIGUEL BURGOS MAZAS


[A propósito de la edición del libro Béla Tarr, el tiempo del después y del número 17 de la revista Shangrila dedicado también al cineasta húngaro: Béla Tarr. ¿Qué hiciste mientras esperabas?, Jacques Rancière nos concedió la entrevista que a continuación publicamos]









1- El cine ocupa un lugar importante en su obra ¿En qué momento sintió la necesidad de escribir sobre cine? ¿Qué significa para usted la experiencia cinematográfica?

En realidad, los primeros textos que he escrito, cuando tenía veinte años, eran sobre cine. Corresponden a mi entrada en el universo cinéfilo, con todo lo que el ser aficionado al cine suponía como interferencia respecto a los criterios estéticos dominantes. Esto es lo que el cine, de hecho, significa para mi: un arte que se ha desarrollado paralelamente a las legitimaciones culturales, en una zona de indeterminación entre el arte y la diversión, pero también entre los testimonios sobre el mundo y el placer de las sombras; un arte que, más que otros, pertenece a sus espectadores. En los años sesenta, teníamos la impresión de redescubrir el cine, un poco como habríamos podido pretender reinventar el marxismo. Esta experiencia me ha servido mucho cuando he tenido que pensar el cine en el marco de una crítica de la ideología modernista de la autonomía del arte. En los años setenta y ochenta, llegué a hablar de las relaciones del cine con las imágenes del pueblo producidas por la izquierda para su legitimación, pero esta polémica no es mi principal interés.


2 - Giles Deleuze, un autor al que usted ha dedicado tiempo, concibe el cine como una teoría del movimiento mismo de las cosas y del pensamiento ¿Es deseable comprender el cine como un concepto filosófico? ¿Considera la reflexión de Deleuze una aportación decisiva de la reflexión cinematográfica?

He insistido sobre el hecho de que el “cine” es el nombre para una serie de cosas homónimas. Entre estas cosas homónimas existe una teoría deleuziana de las imágenes, que es propiamente la metafísica de Deleuze y no un libro sobre el arte cinematográfico. Si sus libros nos hablan de cine, es de manera lateral –y por la acepción particular que le da a la palabra, y por lo que sus análisis pueden ofrecernos en relación a unas cuántas nociones que están en juego en el cine (percepción, afección, acción…). Pero sobre todo conviene evitar construir con ello una teoría del cine que habría que aplicar para hacer películas o para hablar de ello.


3 - En alguna ocasión usted ha afirmado que el cine es también un dispositivo ideológico productor de imágenes que confirman la idea que tenemos del presente ¿Es este el único horizonte del cine? ¿Hay alguna posibilidad de distinguir lo que es propaganda y pertenece a la industria y lo que pertenece al dominio estrictamente cinematográfico? ¿Considera pertinente abordar la experiencia del cine desde ese ángulo?

No creo que se pueda establecer un criterio que permita decir: aquí estamos en el arte del cine, aquí en la propaganda de las imágenes. El problema, de hecho, no es el de la propaganda. Es el consenso, es decir, la constitución de un sistema “normal” de relación entre los modos de presentación de las cosas y las formas de construcción de significados. El arte de las imágenes móviles juega sin cesar con este orden consensual. Puede serle enteramente homogéneo, desafiarlo frontalmente o perturbarlo ligeramente mediante una articulación improbable de los eventos, un tiempo inusitado consagrado a lo que aparentemente es evidente, la insistencia sobre un espectáculo o una cara, etc. El consenso quiere decir dar a las imágenes justas el tiempo necesario y suficiente para comprobar las palabras que las articulan en relatos coherentes y reconocidos sobre el estado del mundo. Lo que puede hacer el cine, es entonces parar la mirada o desviarla, hacer que se callen las palabras, cambiar las velocidades, suprimir los enlaces de casualidad para proponer experiencias del mundo que rompen el sistema consensual de articulación entre lo visible, lo decible y lo pensable.


4 - Nicholas Ray, Straub, Godard, Rossellini, Pedro Costa y ahora Béla Tarr, todos ellos autores con los que mantiene una relación especial, son realizadores con rasgos formales muy diferentes ¿Existe algún rasgo en común que los unifique?

Digamos primero que me intereso por películas y acontecimientos que singularizan estas películas más que por la caracterización de estrategias de autores: me interesa lo que puede acercar, por ejemplo, Los amantes de la noche y Europa `51 o Obreros, campesinos más que los rasgos comunes entre Nicholas Ray, Rossellini y Straub. Desde este punto de vista, podemos definir un rasgo común entre las películas que ustedes evocan: un uso singular de los cuerpos, que borran las identificaciones normales de los personajes y de sus universos de referencias: es verdad para la Keechie de Nicolas Ray, que no corresponde ni a una identidad social ni a un tipo de femineidad consagrada y que puede, de hecho, dar pie a una historia de amor y de muerte que cuestiona el funcionamiento normal de la articulación entre las “cosas de los hombres” y las “cosas de las mujeres”; es el caso de la mujer que descubre materialmente el mundo de los pobres en Europa 51 y que desde allí sigue una trayectoria de santa/loca; pero es el caso también, de una manera distinta, de los cuerpos obreros y campesinos que Straub y Danielle Huillet sitúan en su teatro de verdor para transformarlos en virtuosos de la lengua y de la dialéctica. Por supuesto, el cuerpo testarudo del Estike de Sátántango que atraviesa en línea recta hacia la muerte los círculos en donde dan vueltas sus mayores, el cuerpo del alucinado de la orden de los astros en Las armonías Werckmeister o el cuerpo señorial y al mismo tiempo enfermo de Ventura en Juventud en marcha pertenecen a esta misma familia de cuerpos singulares que objetan a la distribución normal de identidades, de sitios y de roles.


5 - Una de las preocupaciones constantes de su análisis es la resistencia a toda posición de poder ¿Es posible hacer una lectura directamente política del cine de Béla Tarr? ¿Es posible deducir de sus imágenes algún tipo de praxis?

No sé exactamente lo que podríamos llamar una lectura “directamente política” de una película. Por un lado, hacer imágenes es siempre un tipo de praxis. Por otro, está claro que una película no es la constitución de un sujeto político. Tiene que ver con la política en un doble aspecto: según la manera que tiene de apropiarse de los significantes de la política y según la manera que tiene de construir formas de comunidad entre los personajes y los acontecimientos. Así Sátántango nos habla del comunismo, bajo su doble aspecto de llamamiento a la capacidad de superación de la gente común y de la manipulación de esta capacidad. Nos habla del vacío que ha dejado, de las formas según las cuales es posible sobrevivirle. Pero igualmente, asocia esta idea a formas de relato y a bloques de sensaciones nuevos: da a sus palabras una potencia nueva de interpelación haciéndolas salir de una cara soñadora o confrontándolas con la monotonía de una llanura inundada de lluvia, con la soledad de un edificio deteriorado, con la postura y con los gestos de dos que están continuamente divididos entre la fe y la incredulidad.


6 - En alguna ocasión ha subrayado la necesidad de que el cine no sea solo concebido como un recurso para el entretenimiento y la introspección ¿En qué sentido puede ser también considerado como el lugar donde se realiza un reparto democrático de la imagen? ¿En qué sentido Béla Tarr construye relaciones sociales distintas a las experimentadas en la vida cotidiana?

Una película –o una obra particular– nunca construye relaciones sociales ajenas. Béla Tarr vuelve a escenificar y a poner en juego el tiempo de las grandes esperanzas sociales al acercar la historia de estas esperanzas de las sensaciones y de los gestos más cotidianos, al estrechar el espacio y al dilatar el tiempo alrededor de un juego de percepciones, de miradas, de gestos, de actitudes que constituyen una experiencia del mundo. Es una forma de experimentación que entra en un juego mucho más grande de experimentaciones que pasan por la escritura, la imagen, la performance o los múltiples usos derivados de los medios para construir formas de sentido común separadas del orden consensual.


7 - Los juegos postmodernos, el pastiche y el manierismo están fuera de sus intereses, así como todos los cineastas afines a estos recursos (De Palma, Tarantino, Peckinpah) ¿Qué diferencia el cine de Béla Tarr de esta tendencia?

Se ha atribuido sin duda una importancia excesiva a los autores llamados manieristas porque, al retomar y pervertir los géneros, ilustraban cómodamente la idea de un momento crucial postmoderno del arte. Pero existen muchas maneras de llegar “después”. El lamento de las Historias del cine es sin duda más significativo de su época que las películas de Peckinpah o de Tarantino. Y Béla Tarr, él, nunca se ha preocupado de parodiar los géneros. Al contrario, se ha dedicado a eliminar lo superfluo de las historias, a estrechar los relatos entorno a su corazón: la marcha del tiempo, la tensión entre la espera de la repetición y la espera de lo nuevo. De la misma manera, no se ha entretenido en burlar las creencias sino en acotar las formas de experiencias sensibles en las cuales se forma la posibilidad misma de creer en el mundo, para hablar como Deleuze.


8 - Buena parte de la crítica especializada clasifica la historia del autor húngaro en dos, una realista, anterior a la caída del muro, y otra en la que se impone una mirada cósmica de inspiración metafísica ¿Es esta una clasificación plausible? ¿Es posible seguir viendo en su cine dos etapas tan bien definidas?

Podríamos hablar justamente de una profundización del realismo. Porque lo esencial del realismo es interesarse por la densidad sensible de las situaciones, de las experiencias vividas por los seres y por las relaciones entre seres, más que por los encadenamientos de causas y efectos de la ficción tradicional. En el marco del Estado socialista, Béla Tarr estaba por supuesto obligado a pensar las relaciones entre los cuerpos presentes dentro del marco de los “problemas” definidos por la política del Estado –el alojamiento en particular. Con respecto a eso, el hundimiento del sistema socialista fue una liberación: le permitió interesarse por las situaciones, por la relación entre los seres, y por la relación de estos con su universo sensible de una manera directa: la lluvia, el viento y el barro, los espectáculos ordinarios o extraordinarios percibidos por una ventana sustituyen entonces las directivas del Partido y bastan para concentrarse sobre la dificultad de los individuos para resistir al simple entierro de la inercia o, al contrario, al furor animal.


9 - ¿De qué manera Béla Tarr se diferencia políticamente de las vanguardias “históricas" de principios del S.XX y del "arte por el arte" y ofrece una "tercera vía" o "micropolítica" del arte?

Béla Tarr, por toda la historia del comunismo europeo, está lejos de esta época en la cual los cineastas buscaban hacer del arte nuevo de las imágenes móviles el lenguaje de una sociedad nueva. Nada resulta más opuesto a sus planos-secuencia sobre superficies desoladas o los movimientos sobre el lugar que el frenesí de las sinfonías vertovianas del movimiento. El comunismo vertoviano era la simultaneidad de todos los movimientos en el mismo ritmo acelerado. Era el comunismo ya realizado en los cuerpos, en el ritmo común de sus actividades. Béla Tarr no es solo el que representa las cuentas póstumas de esta embriaguez. Es, sobre todo, el que vuelve a situar el comunismo en el tiempo y en el medio sensible que los vanguardistas querían suprimir: el tiempo y el sensorium de la espera y del conflicto de las expectativas. Si existe una micropolítica del arte hoy en día, me parece que está situada ahí: la atención a las modificaciones ínfimas que pueden producirse en la manera de vivir lo ordinario, de soportar en él la repetición o de introducir en él las desviaciones, de hacer el balance de una experiencia o de ponerla en suspenso. En este tipo de micropolítica podríamos considerar también películas diversas como Jeanne Dielman de Chantal Akermann con la drástica desvalorización de su vida cotidiana que se evidencia en los asesinatos, el diálogo del hijo y de la madre en Sicilia de Straub/Huillet, la historia contada/reinventada de Ventura en Pedro Costa, las micro-historias que José Luis Guerin construye entorno a un inmueble en construcción o a una escena vista por la ventana.


10 - En el cine de Béla Tarr no hay historias contadas pero tampoco un fin de la historia ¿Qué pesa más en su obra, la peripecia de los personajes que la pueblan o el trabajo específico de sus imágenes? ¿Cuál es el papel de la narración en su cine?

El trabajo de las imágenes, en el caso de Béla Tarr, no se separa nunca del trabajo que hace existir a sus personajes como cuerpos sensibles que registran la ley de una cierta exterioridad, sufriéndola o tratando de hacerle resistencia. Sería totalmente inútil oponer a ello un trabajo formal de las imágenes y un interés para lo vivido de los personajes. Lo vivido de los personajes y la potencia de la imagen tienen la misma materia: ambos son primero una experiencia del tiempo. La narración está siempre más o menos hecha de las relaciones entre un tiempo repetitivo y un tiempo de excepción –una trayectoria circular y una trayectoria rectilínea.


11 - ¿Qué sentido le da al uso reiterativo –casi una marca de estilo- del plano secuencia?

Es una marca de estilo en el sentido en que el estilo es, en palabras de Flaubert, una manera absoluta de ver las cosas. El plano-sequencia instaura el tiempo en el que es posible ver los cuerpos afectados por la ley del mundo sensible que les rodea, actuar los unos y los otros, dar vueltas sin rumbo o desviarse de este movimiento circular. Es la marca más visible de la ruptura con el tratamiento normal del tiempo que constituye la abreviatura. La abreviatura es el modo normal de la información en el cual nunca se tiene tiempo, en el cual es necesario colocar-poner-pegar de forma inmediata lo uno y lo otro, el efecto y la causa. Se supone que el cine es un arte del tiempo. Y sin embargo se ha nutrido con frecuencia de la práctica que lo elimina: el héroe se va a algún lugar y sale de su coche en el plano siguiente. Béla Tarr siempre nos hace experimentar el desplazamiento como una experiencia del tiempo y del cuerpo. Imaginen a Estike pasando de su puesto en la ventana de un albergue al castillo en ruinas de su suicidio…


12 - Italo Calvino decía que todo elemento puesto fuera de contexto se convierte en un elemento mágico ¿Toda irrupción de lo fantástico (la gigantesca ballena de Las armonías de Werckmeister) debe ser leído como una alegoría o, por el contrario, debe comprenderse con la materialidad con la que se asocia a Béla Tarr?

Las armonias de Werckmeister son un “cuento de hadas” decía Béla Tarr. No es, desde luego, una bella historia para niños. Pero en todo caso, es una historia en la cual el elemento que pone el cuerpo en movimiento y la historia en marcha tienen una dimensión fantástica, en vez de ser un simple tráfico o superchería. Uno piensa antes en Kafka o en los románticos alemanes que en Melville. La ballena no es una alegoría. Es más bien el gran cuerpo enigmático entorno al cual se organiza el enfrentamiento entre varios mundos: el de la pequeña ciudad ordinaria, el de los astros o el de las armonías de Janos y del Señor Eszter, el de los manipuladores y el de los seres excluidos de toda otra espera que no sea la de la destrucción.


13 - Pedro Costa, un autor al que usted ha dedicado algunos ensayos,  da importancia a la presencia corporal de sus actores en un entorno de exclusión y pobreza ¿Qué caracteriza a los personajes de Tarr? ¿Sus caras impenetrables pueden interpretarse como esculturas exentas?

Los personajes de Béla Tarr están esculpidos por la historia que llevan: la ociosidad de Karrer, la dejadez de los campesinos en Sátántango, la soledad física y la humillación social de Maloin, el estatus de idiota que los demás le han atribuido a Janos. Se parecen al mundo que los ha producido incluso si intentan a veces desvincularse de él como los campesinos de Sátántango. En Pedro Costa, al contrario, los personajes están enseguida como desvinculados del mundo que sufren, dotados de la capacidad de hablar de su historia, de jugarla y juzgarla. Es el lado straubiano de Pedro Costa. Está ligado también, por supuesto, al hecho de que ya no tiene que lidiar con actores que interpretan sus personajes en escenarios ficcionales. Sus películas se vuelven encuestas sobre la posibilidad que tiene cualquiera de contar y jugar su propia existencia.


14 - En un momento del texto se dice que “el tiempo del después” no es el tiempo de los que no creen en nada, sino el tiempo de los acontecimientos materiales puros ¿Qué relación guarda la sensibilidad materialista de Tarr con el tiempo del después? ¿Qué es el tiempo del después?

En la época en la cual era cineasta en la Hungría socialista, Béla Tarr fijaba ya su cámara sobre los eventos materiales con los que estaba tejida la experiencia de los días de trabajo o de fiesta. Confrontaba esta materialidad de la experiencia cotidiana con los discursos dominantes. Así, estaba inmunizado contra la forma dominante del pensamiento del después: el que denuncia la realidad que recubren los bellos discursos. En lugar de ello podía poner las cosas al revés para centrarse en lo esencial: cómo puede nacer, de la materialidad de la experiencia cotidiana, una modificación del juego de las esperas, una conversión de los cuerpos y de los espíritus que las lanzan a la conquista del orden de lo normal de las cosas o a la conquista de un sueño.

Traducción: Aurelie Vialette






Revista Shangrila 17

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