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21.6.17

y XV. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




LA MUJER EN LA VENUS DE LAS PIELES.
DE LEOPOLD VON SACHER-MASOCH A ROMAN POLANSKI     

Tecla González Hortiguela



La Venus de las pieles, Roman Polanski, 2013


Las tres Venus

Leopold von Sacher-Masoch publicó La Venus de las pieles (Venus im Pelz) en el año 1870. Esta novela, clasificada dentro del género de la literatura erótica, integra el primer volumen de la saga El legado de Caín y está dedicada al tema del amor. Ya entrado el siglo XXI, el norteamericano David Ives, reconocido dramaturgo, guionista y novelista, realizó una adaptación libre de la novela de Sacher-Masoch. El texto de Ives, Venus in Fur, fue llevado a escena por primera vez en el teatro de la Classic Stage Company bajo la dirección de Walter Bobbie en el año 2010. A partir de la obra teatral, Roman Polanski llevó a cabo una particular adaptación cinematográfica co-escrita junto al propio David Ives. La Venus de las pieles (La Vénus à la fourrure, 2013) de Polanski llegó a las pantallas cinematográficas tres años después del estreno teatral.


Tres Venus, así pues, van a protagonizar el recorrido que propongo: el que va de la novela a la obra teatral y de la obra teatral a la pantalla cinematográfica.


La novela de Sacher-Masoch: la Diosa

La Venus de las pieles narra la relación entre Severin von Kusiemski y Wanda von Dunajew, una joven viuda de 25 años a quien él convierte en su diosa del amor. En esta novela Masoch despliega sus fantasías eróticas del amo y el esclavo, fantasías en las que Severin es flagelado y sometido por una opulenta mujer. Varios años después de la publicación de la novela, Richard von Krafft-Ebing, fundador de la moderna psicopatología sexual,  incluyó en su famosa Psychopatia Sexualis (primera edición 1886) una nueva práctica sexual perversa directamente derivada del nombre de Masoch: el “masoquismo”
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XIV. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




LA PANTALLA DIONISÍACA:
LA VENUS DE LAS PIELES (ROMAN POLANSKI, 2013)    

Eva Parrondo



La Venus de las pieles, Roman Polanski, 2013




Parece realmente como si tuviéramos que destruir
otras cosas y a otros seres para no destruirnos
a nosotros mismos, para protegernos contra la
tendencia a la autodestrucción ¡Triste descubrimiento
para los moralistas!


Sigmund Freud (1932 [1933]).
 

A modo de contexto

Si hay algo que caracteriza a esta película de Roman Polanski es su extrema densidad. La película es laberíntica y está cargadísima de referencias intertextuales y de reflexiones sobre la cultura occidental. No recuerdo haberme enfrentado nunca a una película tan difícil como esta ni haber sido tan consciente de varias lagunas innavegables. A todo esto hay que sumarle el espinoso tema de la perversión masoquista.  


Dado el carácter “ambiguo” e “inextricable” de este texto fílmico, lo que he hecho ha sido coger un hilo y tirar de él. Este hilo tiene que ver con lo primero que se me vino a la cabeza tras ver la película, que fue El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música de Friedrich Nietzsche. Intrigada por ello, lo primero que constaté fue que el filósofo intempestivo escribió este libro entre 1870 y 1871, es decir en el mismo momento histórico en el que el austríaco Leopold von Sacher-Masoch publicó su novela La Venus de las pieles (Venus im pelz), que es de 1870. Este link Sacher-Masoch/Nietzsche, que me envió el Inconsciente tras ver la película, me vino luego muy bien cuando Nieves González me remitió al Seminario 16 de Jacques Lacan. Ya que ahí Lacan señala que “la clave del sadomasoquismo” no se halla en ese “falso horror”, que es “el juego con el dolor”, sino que se halla en la muerte de Dios, muerte popularizada por Nietzsche pero ya anunciada en 1807 por Hegel en su Fenomenología del espíritu.


El perverso masoquista, nos dice Lacan, es “un singular auxiliar de Dios”, es “partidario de que el Otro existe”, es un sujeto que “se dedica a tapar el agujero en el Otro”. Cuando “el Padre eterno no está más” para desempeñar el papel del Otro completo, del Otro no-castrado, lo que hace el perverso masoquista es dirigirse “a una mujer, por supuesto a Wanda”, para enmascarar su falta fálica vía ese “suplemento” que es el objeto voz (que no el objeto mirada) [...]



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XIII. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




EL CUERPO ARREBATADO.
NOTAS SOBRE EL PORNO VIRTUAL   

Víctor Navarro Remesa
Shaila García-Catalán





1. La presencia. La VR es (potencialmente) un medio nuevo que se define por sus recursos para (y su promesa de) “estar ahí”. En su web oficial, Oculus Rift destaca “la magia de la presencia”, que activa “la sensación de estar realmente ahí”.

2. Porno inmersivo. El porno, que se cimenta sobre el acceso privilegiado a los actos y el arrebato sensorial, se beneficia de estas promesas. La productora VirtualRealPorn (especializada en vídeos de imagen real no interactivos) juega ya desde su nombre a vencer la separación entre realidades y se anuncia como “el porno VR más inmersivo”.


3. El mito de la virtualidad total. La VR parece recuperar el mito del Cine Total que describió André Bazin, la creación de una “representación total y completa de una realidad” (1967: 20).

4. Virtualidad y perspectiva. Este mito lo inaugura el nacimiento de la perspectiva como sistema de representación que genera un efecto de realidad de la imagen a través de una nueva relación sintáctica entre los cuerpos gracias a la que el sujeto soporta el mundo solo a través de la mirada, metonimia de su presencia.

5. Inmersión. El término “inmersión”, a menudo explotado por el marketing, es ubicuo pero difícil de definir. En The metaphysics of virtual reality (1994), Heim ya lo señalaba como una clave de la VR. Calleja dedica su libro In-Game: From Immersion to Incorporation (2011) a cuestionarlo, y apunta que suele relacionarse tanto con la implicación con una actividad como con la sensación de transporte a una segunda realidad
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20.6.17

XII. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




APUNTES SOBRE
LA PORNOGRAFÍA INTERACTIVA   

Ignacio Pablo Rico






Introducción

En el presente texto hemos optado por ceñirnos a una noción de lo pornográfico arraigada en el paradigma normativo/oficial predominante en buena parte de Occidente. Es decir, pornografía tal como es recogida por Lynn Hunt en el fundamental The Invention of Pornography, a través de una definición de Peter Wagner: “La presentación, de manera escrita o visual, en forma realista, de los genitales o comportamiento sexual con una deliberada violación de la moral y los tabúes sociales existentes y ampliamente aceptados”. Moviéndonos dentro de este marco –que implica que lo pornográfico es, al margen de la discusión en torno a sus valores estéticos y artísticos, una categoría exiliada al espacio de la privacidad o de la virtualidad, expulsada generalmente del devenir cotidiano y colectivo–, nuestra intención es la de reflexionar a propósito de las características de una serie de productos que, desde los años ‘80 hasta el presente, definen, creemos, con bastante precisión la evolución de la interactividad en el porno.


Aquí conviene realizar una nueva apreciación. Pensamos lo interactivo no en su sentido más amplio y general, sino desde una noción fuertemente afincada en la era hipertecnológica que habitamos; en palabras de Cory Silverberg, hablaríamos de la

aplicación de tecnologías interactivas en la presentación del porno, casi siempre porno visual. Mientras que la meta de la mayoría de los pornógrafos es simplemente hacer dinero, desde una perspectiva teórica y de salud sexual, la meta del porno interactivo puede ser entendida como la tentativa de crear formas más inmersivas o interactivas de la experiencia sexual (Cory Silberberg, "Interactive Porn", 2014)
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XI. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




PORNOGRAFÍA Y FILOSOFÍA  

Marco Antonio Núñez



Fotografía de un burdel en París, años ‘30



Preliminares

Pensar la pornografía implica aplicar la razón a una realidad esencialmente irracional. Articular en un discurso imágenes que vulneran los códigos semióticos y se muestran refractarias al sentido. Problematizar un fenómeno que apareja, ya en su propia constitución, el litigio, al transgredir cierta normatividad social edificada sobre discursos morales. En fin, pensar la pornografía supone pensar el límite y desde el límite, tanto semiótico como hermenéutico o moral.

 
Es claro que la pornografía no es un concepto reciente, pero no es menos cierto que su difusión masiva llega con la tecnología audiovisual en las últimas décadas del siglo XX, suscitando una polémica sin visos de concluir por más que su consumo tácito esté, de facto, socialmente aceptado.


Por ello, la pornografía reclama una atención rigurosa y desprejuiciada, atenta a su naturaleza y posibles efectos colaterales. En la pionera Pensar la pornografía, Ruwen Ogien (2002), argumentaba contra los que sostienen que la pornografía es degradante para el sexo femenino, corrompe a la juventud o engendra conductas violentas, parapetado desde el compromiso con una “ética de mínimos” en absoluto incompatible con aquella. Recientemente, Susan Dwyer, con voluntad más didáctica que polémica, trazaba en “Pornography” (2009) las líneas maestras de una aproximación filosófica al fenómeno de la imagen pornográfica a partir de las siguientes cuestiones: “What is it? How is it to be defined? What are its effects? How, if at all, ought it to be regulated?”.


De inmediato reparamos en que urge abordar el problema de la “esencia”, ensayar una respuesta a la pregunta por excelencia, ¿qué es la pornografía? ¿cuáles son sus rasgos distintivos respecto, por ejemplo, del erotismo? Distinción esta nada azarosa, pues resulta crucial para el argumentario feminista.
El siguiente paso será concretar una “definición” plausible de “pornografía”. Empresas, una y otra, nada sencillas. A este respecto, es célebre el aserto del abogado Potter Stewart : “Sé lo que es cuando la veo”. Y menos inocente de lo que pudiera parecer, pues se trata de una definición que apunta ya a la conexión misma entre cognición y percepción. Definición fallida que anuda el saber sobre la sexualidad con la intervención de la mirada, como elementos primeros que articulan la imagen pornográfica. Por lo tanto, lo pornográfico no existe en el acto sexual en sí, reclama la intrusión de una mirada externa, el tercero excluido de la acción pero copartícipe desde la contemplación, el espectador propietario de una mirada alienada en su fantasía de goce
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19.6.17

X. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




FISIOLOGÍA Y ESPACIOS
DE LA IMAGEN PORNOGRÁFICA   

Roberto Amaba



Carretera perdida, David Lynch, 1997




Pornografía y método

¿Cómo hablar de pornografía sin caer en la impostura? Nos hemos acostumbrado al redescubrimiento periódico de su valor artístico ausente. En Internet, siempre habrá un magacín y un redactor dispuestos a asegurar que su atolondramiento es transgresión. Envasar caspa en un tarro de purpurina. Cierta modernidad exhausta, la trapacería posmoderna y la siempre vulgar cinefilia se han encontrado cómodos en ese terreno. La pornografía les facilita un corpus apropiado para la interpretación culturalista –incluida la de género– y reveladora –psicoanálisis–. La primera no me interesa; la segunda sí, pero no cómo método, solo como herramienta auxiliar y divertimento.


En términos técnicos y estéticos, la pornografía audiovisual carece de interés o tiene un interés muy limitado. En términos históricos su valor crece, aunque para apreciarlo es preciso abandonar la ortodoxia. Hablo de audiovisual pornográfico porque resultaría ridículo e inapropiado hablar del casi extinto cine pornográfico. Es más, el cine rara vez se ha constituido en el referente superior de la imagen pornográfica. La pornografía siempre se ha deslizado hacia la clandestinidad y la movilidad de la producción, de los formatos, de la exhibición y del consumo. La pornografía ya era un género diversificado mucho antes de que lo fuera el propio cine.


Puede que en la pornografía no encontremos resto alguno de refinamiento narrativo y dramático. Y es difícil desmentir que cuando se intenta dotar al producto con alguno de esos atributos, el resultado sea catastrófico. La pornografía artística, igual que la propaganda, es ejemplar a la hora de identificar la baja estofa. No obstante, decía que cabe apreciar la pátina que la historia ha ido depositando sobre algunos ejemplos –recurrentes y cansinos– hasta convertirlos en documentos relevantes. Podemos estimar cierto sedimento histórico en aquellos cuerpos convencionales, quizá repletos de drogas mal llamadas recreativas pero más o menos limpios de anabolizantes y de prótesis. Cuerpos donde convivían la fibra y la lorza, el bigote y la arruga. Existen películas pornográficas donde el monóculo no era atrezo, sino rima histórica. Cuerpos donde el pubis prefería ser Pollock en lugar de Malevich
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IX. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




LAS MÁQUINAS DESEANTES.
APUNTES PARA UNA HISTORIOGRAFÍA
DEL PORNO GAY PRE-INTERNET   

Manu Argüelles



Frisky Summer 4, Georges Duroy, 2002



Lo que debes saber es que todo gira alrededor
del sexo. Es verdad. De hecho, los hombres piensan
en sexo cada 28 segundos. Eso es con los heteros.
Los gays, cada nueve.


Queer as folk,
episodio 1-temporada 1, Russell Mulcahy, 2000.



Con este monólogo de apertura a cargo de uno de los protagonistas principales (Michael Novotny encarnado por Hal Sparks), arrancaba el remake norteamericano de la serie Queer as folk (Ron Cowen, Daniel Lipman, 2000-2005), una de las ficciones más relevantes en lo que se refiere a la naturalización de la comunidad gay dentro del audiovisual contemporáneo. Cierto, la serie no supo mantener el listón a la altura de lo que fue su primera temporada y acabó degenerando en una vulgar soap-opera con guiones cada vez más imposibles, pero daba en el clavo a la hora de reflejar cuál era la relación del gay con el sexo. Sin fútiles y castradores moralismos, sin preocuparse de lo políticamente correcto y dibujada desde dentro, en definitiva, no parecía preocuparse en absoluto por la más que probable sanción de lo heteronormativo. Sin duda, podían encontrar argumentos para reforzar el estereotipo del gay como frívolo, hedonista y solo preocupado por el sexo. Pero lo importante es que la serie imprimía una consigna indeleble: nos da igual lo que penséis. Se mostraban estilos de vida alejados del dictado heterocentrista y modelos alternativos de familia. Por mucho que la serie progresivamente fue entrando en una deriva  asimilacionista del patrón heterosexual, siempre trató de mantener su contenido político desde el club, muy oportunamente llamada Babylon, la discoteca que era el templo de reunión fundamental para los caracteres.  Un personaje como Brian Kinney (Gale Harold) con su “no excuses, no apologies”, personificó como pocos el pensamiento queer que había florecido en la década anterior en los entornos académicos a partir de los trabajos de Judith Butler (1990), Donna Haraway (1990) o Eve Kosofsky Sedgwick (1990) y que no tardó en tener su plasmación fílmica en los primerizos trabajos de Todd Haynes, Rose Troche, Gregg Araki y el más iconoclasta y más cercano al porno, Bruce La Bruce [...]



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15.6.17

VIII. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




ERO-MONOGATARI.
LA EVOLUCIÓN DE LA REPRESENTACIÓN
PORNOGRÁFICA EN LA SOCIEDAD JAPONESA  

Álvaro Arbonés



Entrails of a Virgin, Kazuo Komizu, 1986 (Splatter-eros, subgénero del Pinku Eiga)



Introducción

No existe sociedad que no pueda ser comprendida a través de cómo gestiona sus pulsiones. A partir del momento que asumimos que todo ser humano comparte, aunque solo sea en potencia, ciertos impulsos básicos con cualquier otro individuo, comprender cómo la sociedad moldea nuestra forma de gestionar nuestros impulsos es cuestión de decidir cuál de ellos resulta más fácil de analizar; dada su dimensión, además de la importancia que se le confiere, cómo vive su sexualidad la sociedad parece ser la puerta de entrada más cómoda al análisis de la misma. Ahora bien, no nos engañemos: eso no significa que no haya formas más idóneas de hacerlo. Analizar las propias formas del lenguaje resultaría más efectivo, pues sirve tanto como herramienta para comunicarnos como corsé a través del cual se moldea nuestra forma de pensar. El problema es que donde el lenguaje requiere un estudio minucioso que, además, resulta difícil de trasladar a otras lenguas debido a la paradoja de tener que explicar las formas de dominación de un lenguaje desde las formas de dominación de otro, la sexualidad tiene una ventaja esencial a la hora de ser analizada: todo el mundo folla, sabe (al menos en teoría) cómo se hace y el porno es la sexta industria más lucrativa del mundo. Y la primera entre las denominadas “culturales”.

Partiendo de ese paradigma, la sociedad japonesa es tal vez la que se muestra más opaca vista desde el exterior: a ojos occidentales, todo lo que la rodea está envuelta en un halo de extrañeza. De ahí que de Japón suelan decirse muchas cosas equivocadas. Desde presuponerle un machismo mayor que en los países occidentales hasta creer que formas de fetichismo más o menos extremas son canon sexual del país; y si bien hay cierta parte de verdad, esa imagen responde a un único motivo: la dimensión, y particularidad, de su industria pornográfica. Enorme dada las dimensiones del país, pero atravesada de decisiones legislativas controvertidas. Y para entender cómo llegaron hasta los tentáculos violadores y las actrices que, sí, gimen, pero de dolor, el mejor camino que podemos tomar es viajar por la cultura japonesa del siglo XX [...]



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VII. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




LA PARODIA PORNOGRÁFICA
(O LOS EXCESOS DE UNA GENERACIÓN) 

Israel de Francisco



Blancanieves, Snow White XXX: An Axel Braun Parody (Axel Braun, 2014)



Uno de los aspectos que definen al éxito es la bastardía: los hijos ilegítimos perpetúan el ADN del triunfo más allá del modelo original, su primer motor. Incluso podríamos decir que la clonación es el índice que delata la influencia de un determinado producto en una determinada sociedad: la copia revela la capacidad de retratar la cultura en la que se forja, apta para reflejar aquellos elementos más profundamente anclados en el inconsciente colectivo. Rastrear el origen de las formas supone un viaje por las pulsiones de una comunidad, pues constituye un recorrido por las filias y las fobias que, explícita o disimuladamente, aparecen incorporadas en sus manifestaciones más recurrentes.

La actual tecnología digital ha facilitado enormemente la tarea de recabar y filtrar aquellos elementos que nos hagan reconocer la genética de la pujanza. Los memes y el big data son un preciso indicador de la moda, aunque esta sea tan efímera como la que en la actualidad marca la tendencia dominante. Porque, en la mayoría de los casos, estamos hablando de banalidades: la vulgaridad –en sus términos etimológicos: “aquello que interesa al vulgo”– domina estos páramos, inseminando con trivialidad –la única especie que es capaz de arraigar en los más estériles secarrales– un terreno de cosecha temprana.

Otro aspecto muy diferente es el que nos ofrece la parodia: desde las comedias de la Grecia clásica hasta El Quijote, pasando por los cantares de ciego o los versos del bufón de corte, la realidad ha sido caricaturizada haciendo uso de la libertad que ofrece cierta picardía. Pues, como bien dijo Billy Wilder, “si quieres decirle a la gente la verdad, sé divertido o te matarán”. La ironía o el sarcasmo pueden ser espadas afiladas que en buenas manos hacen cosquillas en el intelecto, pero que con el dueño equivocado conducen irremediablemente al haraquiri. Estos modos de burla no dejan de ser formas de selección natural: el talento lleva a la supervivencia, la zafiedad al cadalso [...]



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14.6.17

VI. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




DESEO, PELIGRO: INTRODUCCIÓN AL
CARÁCTER SUBLIME DE LA IMAGEN PORNOGRÁFICA   

Diego Salgado





La indagación en lo sexual puede que sea
tan solo un pretexto para la práctica de otro
juego más excitante, más apasionado.


Jean Baudrillard


Saliva, sudor y semen

En la industria estadounidense de cine pornográfico, los primerísimos planos de penetraciones y otras actividades en las que están involucrados órganos sexuales, no reciben el nombre de flesh shots, sino de meat shots. El arrinconamiento de un término en inglés, flesh, que hace referencia a la carne de un ser vivo y, en especial, la del ser humano, por otro, meat, que alude a la carne inerte y tratada de animales para su consumo, puede leerse –suele leerse– como síntoma paradigmático de la cosificación para muchos inherente al porno; en términos de lamento por la supuesta deshumanización del género, tanto en lo que se refiere a la condición de sus imágenes, como a su aparato de producción y visionado y su ligazón con nuestros modos de vida.

Se trata, sin embargo, de una interpretación que dice más de las limitaciones de quienes lo analizan, que de las cualidades intrínsecas del porno. Es posible que el extreme close up de un pene monstruoso obcecado en tronchar una pelvis, de un ano dilatado hasta lindar con el desgarro porque trata de abrazar un extintor, de la pulpa vaginal tumefacta y encharcada en saliva y semen, aboque la mirada a un extrañamiento sujeto a consideraciones ideológicas. Pero apela también a nuestra sensibilidad y erudición en lo tocante a lo imaginario y lo simbólico, y a la dialéctica esquiva de ambos aspectos con lo real oscuro, lo extraño a lo conceptual. Es capaz de suscitar un abandono en el que diluyen sus rasgos la devoción visceral y la reacción intelectual, el arrobo ante lo espléndido y el vértigo ante una naturaleza convulsa, la experiencia simultánea de lo concreto abrumador y la singularidad estética. Tiene el poder, en definitiva, de alumbrar lo sublime
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V. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




VIDA Y MILAGROS
DEL CINE PORNOGRÁFICO  

José Francisco Montero




¿… y si lo que echaba de menos era el aspecto
puramente formal, que es lo que hace que
un chiste sea divertido, mucho más que su contenido,
de la misma manera que la sexualidad no es una
cuestión de contenido, sino de la manera
de tratar formalmente ese contenido?


Slavoj Žižek, Mis chistes, mi filosofía


En los márgenes, pero…

La historia del cine pornográfico ha discurrido desde siempre por vías paralelas. Subterráneas durante mucho tiempo, hasta finales de la década de los ‘60, limítrofes desde entonces, con entrecruzamientos poco significativos y en cualquier caso puntuales y efímeros con el resto de la producción cinematográfica. Así, durante los primeros setenta años de su existencia, la producción y distribución de cine pornográfico habita espacios clandestinos; a partir de su legalización pasó de la prohibición a la mera marginalidad. No tanto –y progresivamente menos– en su acepción social como en la meramente geométrica, esto es, en relación a un centro que ocuparía lo que, solo desde la perspectiva que ofrece esa posición marginal, se ha venido denominando como “cine convencional” –falsariamente: pocos “géneros”, por el contrario, sustentados en mayor medida en las convenciones que el porno; he ahí una de sus principales paradojas: el retrato del comportamiento “pasional” a través de una formalización particularmente rígida–. En suma, el cine pornográfico ha constituido permanentemente una suerte de gueto audiovisual, un islote en el vasto y joven –pero ya viejo– continente del cine.

Mas simultáneamente, las diferentes fases de la historia del cine pornográfico aparecen inextricablemente vinculadas a los diferentes contextos históricos en que ha evolucionado. Algo, pues, no muy diferente a lo que ha ocurrido con la evolución de cualquier género o de cualquier movimiento artístico, si bien en el caso del cine pornográfico es reseñable la docilidad con que se ha acomodado, sobre todo desde su legalización, a las demandas y maneras de su/s tiempo/s. Siguiendo los de sobra conocidos planteamientos de Foucault, lo cierto es que el tratamiento audiovisual del sexo ha discurrido en las últimas décadas de la ilegalidad a la conveniente canalización por parte del poder.

En resumen, siempre un trayecto en buena medida insular, mantenido de una forma u otra aparte, marcado con una “X” incluso en su época de mayor “consideración”, pero al unísono permeable en extremo, cuando no, más simplemente, profundamente conformista: desde estas posiciones esquinadas, oblicuamente, el cine porno se ha constituido siempre en una producción perfectamente integrada en los requerimientos ideológicos de las épocas que ha atravesado, empezando, desde luego y como es notorio, por los de una sociedad eminentemente patriarcal. Marginalidad y autarquía, por un lado, y secreta integración y sumisión, por otra, se combinan muy significativamente en la historia del cine pornográfico [...]



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