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13.12.15

XXXII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.







Como el western, los pisapapeles de vidrio vienen de un país que ya no existe. Si el western es el género más melancólico del cine, porque nace el cine y acaba la conquista del Oeste, los pisapeles bien podrían asemejarse a los tumbleweeds, esas ramas de arbustos secos que ruedan sin plan por las calles de las ciudades de un Oeste americano en vías de transformación. Si América se yergue sobre una doble destrucción (el exterminio del indio, barrido por el asentamiento de los colonos que simbolizan la cultura, con su civilización y su ley implantándose en la naturaleza; y el avance de la frontera, el fin del paraíso de esa wilderness sin línea de horizonte que será, de ahora en más, un paraíso perdido), el pisapapeles goza brevemente de un estatus de colección (Napoleón III envía a Madame de Castiglione dieciocho pisapeles de Baccarat, treinta de Clichy y cuarenta y cinco de Saint Louis, para que refresque sus manos en un tórrido día de julio y deslice su mirada por los jardines floridos y los motivos acuáticos apresados en esas bolas de vidrio) para pasar a las máquinas de la reproducción mecánica en serie y acabar convirtiéndose en un souvenir de plástico.

Los tumbleweeds se mueven indolentes al compás del viento, entre el silencio y el polvo de un paisaje condenado a desaparecer. El pisapapeles pisa los papeles para que el viento no los ponga a volar. Ninguno de los dos, ni los tumbleweeds ni los pisapapeles, pudieron resistir el viento huracanado de la historia, el mismo que arrastra al Angelus Novus de Klee que insiste en mirar hacia el pasado. Hacia el pasado miramos los que vemos westerns y ahuecamos la mano para asilar en ella un pisapapeles. Imagino al Angelus Novus cargando un tumbleweed entre sus ropas y alzando en su mano izquierda (la siniestra, la inhábil) una esfera de vidrio en la que nieva, en la que la nieve cae y se deshace sobre una escena que nunca existió. El pisapapel siempre tuvo en claro que lo que albergaba, y desencadenaba, era un estado mental. El western también lo sabía pero necesitaba, para mostrar el rango y la extensión de esa escenografía psíquica, planicies interminables y ríos sin nombre donde lanzarse a galopar y vadear orillas con la pistola en la cintura. Ante un pisapapel esférico de vidrio se deponen las armas y se cae rendido a un no sé qué, estimulado por la agitación del instrumento que genera, infaliblemente, un fenómeno meterológico minúsculo frente al que siempre creeremos estar a salvo. Qué inocentes. El arma del pisapapeles es espolear el ansia, un ansia como una fiebre. Fiebre de la pradera (...)

  "Sehnsucht"
Mariel Manrique 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




XXXI. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.







Hundida hasta la mitad en una simple vertical de piedra, la estatuaria griega erigía la representación de los colossoi en memoria de alguien que había muerto lejos por un accidente inesperado, sin nombre, sin identidad y sin ritos.

Junto a su tumba vacía, al borde de un sendero, en algún sitio que el perdido gustaba frecuentar, el coloso constituía su copia activa y su suplente, era el signo de alguien extraviado en otro mundo y traído aquí, en virtud de una forma de recuerdo semienterrado hasta las rodillas.

La palabra misma significa inmovilidad, parálisis, rigidez y por tanto permanencia. Coloso alude a piernas inarticuladas, que se traban, que no pueden separarse para caminar; porque, desde el momento que se erige, el coloso se queda allí donde estuvo, como un resto en alza de lo que se perdió. Entonces es algo que existe y sobrevive solo desde su falta: “presencia insólita y ambigua que es también el rastro de su propia ausencia”, como un Lázaro de piedra que está a medias, que vive a partir de una sustracción.

Pero no conviene engañarse. Un coloso no es una simple copia, ni un retrato del ser de carne y hueso al que recuerda. Como demostró Jean Pierre Vernant y subraya Wunenburger, el coloso es el doble de un doble, el ídolo que sirve a la memoria en tanto reproducción palpable del cuerpo desaparecido o, dicho de una manera más religiosa, “la imagen visible del cuerpo de gloria que nunca muere”.

Hablaríamos entonces de un fantasma pétreo que transciende su estatismo, un simulacro que apela a lo más etéreo, cuya principal descripción diera Walter Benjamin para el aura que pervive en ciertas cosas muertas, lo que subsiste y continúa en el acto de conmemorar su extinción: ¿espíritu opaco en la materia transcendida o arte quizá, sin más rodeos ni subterfugios? (...)

  "De supervivientes y resucitados"
Esperanza López Parada 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




XXX. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




Foto: Frank Hurley





Casi al final de The Waste Land,  T. S. Eliot incluye unos extraños versos:

¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?/Cuando cuento, solo estamos tú y yo juntos/ Pero cuando miro al frente por el camino blanco/siempre hay uno más que camina a tu lado

En las notas que redactó sobre el poema, el propio Eliot explica que, al escribir esas frases, pensaba en la expedición de Shackleton a la Antártida, y en cómo esos exploradores, cuando estaban al límite de sus fuerzas, percibieron que había entre ellos alguien más: “uno más”, señala Eliot, “de los que en rigor podían contar”. ¿Qué misteriosa presencia puede ser esta que obsesionaba al poeta? Tal vez una de esas visiones que, según dicen, revolotean en torno de nuestra mente en el momento justo de morir; extraños compañeros de viaje hacia el más allá de los que algunos tanto hablan, quizás demasiado.

Puede incluso que tan solo fuese uno de esos espejismos superiores bastante comunes en las superficies heladas del Polo (fata morgana es el hermoso y significativo nombre con el que se denomina a los más espectaculares). Son fenómenos producidos en la atmósfera por las refracciones lumínicas, tanto de luz solar como lunar, que producen los cristales de hielo. A veces el agotamiento extremo, el miedo o la desesperación y, otras veces, simplemente las diferencias de temperatura en la superficie oceánica pueden llegar a producir estos espejismos. Shackleton y su tripulación los vieron a menudo, como dejan constancia las notas de su diario (...)

  "El desierto blanco"
Alberto Ruiz de Samaniego 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




XXIX. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




The White Rose, Daniel Spoerri, 2014




El zoólogo holandés Jan Swammerdam, que dedicó su vida al estudio de los insectos y a la construcción de sus propios microscopios, aseguraba demostrar la existencia de la Divina Providencia en la anatomía de un piojo. Son las pequeñas cosas las que suelen dar respuesta a las grandes preguntas. Buena parte del arte moderno se comporta como Swammerdam, cuando utiliza objetos comunes y vulgares, deshechos incluidos, para darnos pistas acerca del significado de lo que somos y de lo que hacemos. 
También un sociólogo como Georg Simmel supo encontrar en el hastío o la indiferencia de los transeúntes (rasgos al parecer menores para una disciplina que piensa en grandes magnitudes) ciertas claves para la comprensión de la experiencia típica de la vida moderna y las formas de supervivencia adoptadas frente al torbellino social de las grandes metrópolis.

El examen de las pequeñas cosas no solo funciona como un insumo para la innovación y la creación sino también como un auténtico banco de imágenes que sobrevive al paso del tiempo. Son imágenes simples, no solo porque abrevan en lo “menor” sino porque pueden ser utilizadas por cualquiera, en cualquier momento. Quizá por ello sean, también, imágenes democráticas (...)

  "Ahora que ya sabemos que somos malos"
Hernán Marturet 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




12.12.15

XXVIII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




Antiquíssima Orbis Delineatio - Mapa europeo del mundo antes de 1492




Lo desconocido es un elemento básico de la aventura. “Ir a la aventura” es una expresión que en el lenguaje cotidiano significa andar sin un plan, resolver sobre la marcha las necesidades de la vida diaria: reposo, comida, transporte o comunicación. Sobrevivir es buscarse la vida y este es precisamente el tema de la novela picaresca. El realismo que inaugura El Lazarillo de Tormes no se refiere solo al mundo social que representa literariamente el autor, o a la explícita representación crítica de la sociedad de su tiempo que el relato propone. Nos habla también del supremo pragmatismo que guía las peripecias de su protagonista. Ganarse el pan es la máxima aventura para los nacidos en el arroyo, donde no caben cuitas de caballero, ni amores corteses, ni gigantes o animales y tierras fabulosas. Aquí el escenario es el polvo de los caminos reales, los soportales de las plazas, las calles oscuras y pobladas de mendigos, los palos, la miseria, la escasez, el sometimiento a los notables, el adulterio y la prostitución. Esto es la novela moderna: el sacrificio, la suciedad y el sufrimiento de los de abajo contado en primera persona, como si no hubiera aventura bastante en sobrevivir cada día en una España imperial de desigualdades extremas, donde hasta la pequeña nobleza se encuentra en la miseria.

El Lazarillo de Tormes es un ejemplo clásico de narración de la supervivencia como aventura en el marco de la novela picaresca, el relato autobiográfico de un sobreviviente doméstico que no necesita ir a las Indias para correr una aventura diaria, que ni siquiera es un hidalgo como los conquistadores sino un miembro de la clase excluida que lucha por alcanzar una posición más desahogada, aun en el orden de los subalternos. Un realismo sucio (porque la realidad lo es) anclado en el materialismo, pragmatismo puro frente a las ideas románticas de honor y grandeza que acaban navegando en el delirio. El tipo de aventura que sale buscando Don Quijote ya solo es posible en los libros, porque la condición del hidalgo en su siglo es un resto ridículo de lo que fue (como se observa en el afectuoso relato que hace el autor de El Lazarillo del hidalgo de su novela, un sujeto que, en una relación invertida, debe ganarse los favores de Lázaro y depende, en definitiva, de este último). La aventura que busca Don Quijote, aunque con antecedentes en la novela y la narrativa de viajes de la Antigüedad, se vincula con el Ciclo Artúrico, cuyos desarrollos más populares en la España de Cervantes son el Amadís de Gaula y libros similares (...)

  "Traición en las Indias. Mentira y ficción
en las crónicas del Nuevo mundo"
Mariano Cruz 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




XXVII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.






La cuestión humana, Nicolas Klotz/Elizabeth Perceval, 2007



¿Cómo pensar una imagen que palpita desde su abismal negritud? ¿Es posible entender su estatuto como remanentes que no dejan de sobrevivir a su propia desaparición ? ¿Ante qué tipo de imagen nos sitúan los fotogramas terminales de La cuestión humana? Una primera respuesta provisional: ante una que piensa la imagen y su ausencia en una permanente dialéctica, desbordando toda posibilidad de localización del pasado. Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval han sabido dar a esa imagen final de su película una extraordinaria intensidad, hasta el punto de que no solo funciona como una revelación sino que adquiere un sentido estructural. Tal y como aparece configurada, la dicotomía entre palabras e imágenes, además de recoger todas las polarizaciones de las que está construida la película (discursivas, de símbolos, alusiones, el brillantemente traído plano/contraplano), reproduce el problema fundamental en el que la película se instala: la adaptación mutua entre estos dos elementos que tienen naturaleza distinta pero mantienen una relación de reciprocidad.

En una primera aproximación, la película constituye una tentativa por parte de Simón, y en particular de su recuerdo, de controlar la articulación entre las imágenes determinables, pasivas y receptivas y las palabras constituyentes, conformadoras y activas en un relato esclarecedor. Es preciso narrar y dejar el pasado en su sitio. Los ejecutivos son conceptos, dice Elisabeth Perceval, codirectora y guionista del filme,  “son soldados dispuestos a ejecutar una orden”. El interés de esta expresión reside en enunciar el núcleo mismo del dispositivo que buscamos: la imagen y la memoria son un soldado que está dispuesto (preparado a ejecutar una orden) y que al mismo tiempo dispone (ofrece a ¿Dios? los efectos de su acción) (...)

  "El futuro está cerrado. Acerca de La cuestión humana"
José Miguel Burgos 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25




XXVI. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.









Nos mudamos. Nosotros en ellos. Yo, chico de mi chica. Los tres. Contamos, obvio, con la perrita. Desde el Prat de Llobregat (Barcelona, Catalunya) hasta Eivissa (Illes Balears). Desde 1992 hasta 2015. 23 años aquí. Mi calle.

Esta mañana, después de pasear con Oli, me he sentado en el portal, como solemos hacer. Sentir mi calle. Nunca tuvo ni tendrá dueño, mi calle. Tampoco quien escribe.

No es la muerte dueña de nuestras vidas. Solamente es una caradura de la que no sabemos nada.

Deberé volver a registrar un paisaje. Uno nuevo que desconozco aún. Otra vez nacer. Jugar incansable para doblar las hojas. Una de las cosas que vinimos a hacer. Doblar hojas. Pasar páginas. Demorarse.

Mi amor lo abarca todo. Desde subir el carro de la compra a la anciana del piso de abajo hasta, cinco minutos después, putear porque derramé café.

Escribimos porque somos tontos, esa es la única razón. Un poco extravagantes (...)

  "Nos mudamos"
Òscar Solsona 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





XXV. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.







¿Sobrevive una casa en otra casa? ¿Y en el cuerpo, en la escarcha del cuerpo que contiene otro cuerpo invisible? ¿Y en las habitaciones del desborde o en la calma que sobreviene al agua?

Tormentas de vapor en los bolsillos y nubes en la nuca arañan el trasiego del huido. Los objetos se nutren de las manos, los ojos en la apariencia de la realidad construida a través de los días y las pertenencias: un muñeco de barro al que le falta un brazo, el vidrio verde de río desgastado, un búho de madera esponjosa sin sus lentes metálicos.

La intemperie del tiempo que no existe empuja los objetos al vacío. Por eso sobreviven los restos en su órbita, huellas frágiles que los expedicionarios abandonaron a su suerte. Botas, mantas de lana vieja, picos atravesados en el hielo. 

De uno a otro refugio se entierran en el polvo gestos torpes y vasos empañados en humo. Utensilios todavía calientes, mellados por el uso y el corte y la necesidad de alimentarse. Cucharas de madera madre. Siluetas de pájaro en la nieve.

De la casa que debe vaciarse la mayor parte de la cosas están rotas porque la gravedad sigue abriendo su partida secreta. El cuerpo, adelgazado, tropieza sin embargo con las mismas esquinas donde hubo muebles, huesos, alambres, contracturas.

El moho aún no trepará por las paredes (...)

  "¿Sobrevive una casa en otra casa?"
Pepe Maiques 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





11.12.15

XXIV. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




Le caddy, Sylvie Fleury, 2000




Soy la chica de las bagatelas. Era niña bagatela hasta que el hombre chispa apareció en el supermercado. Qué niña más rica, me halagan babosos y babosas al acercarse al anclaje de los carritos. Y yo dedico una sonrisa angelical a cada baba. Llegó él y me dijo: Tú serás una bagatela en mi ciudad de chispas. Erosiono a las cajeras, solo el hombre chispa comprende.

Cuando el hombre chispa llegó a Baviera, el príncipe ya había sido asesinado y perdió el ritmo inicial del tiempo.
Este será un edificio en ruinas, repite constantemente chica chispa. Y sin disimulos va corroyendo las paredes de la portería desde los cimientos. Ella, mientras corroe paredes y cajeras automatizadas: De todos los frentes que mantiene abiertos, el más alarmante es saber que las casas son tumbas abiertas, manzanas agujereadas que continuamente son refugio de termitas. Él, según va comprobando cómo ella tiene cada mañana sus colmillos más afilados: No podrá corresponder a las dentelladas de mis colmillos con la misma intensidad (...)

  Fragmentos escogidos
de una nouvelle de MJ Romero 
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





XXIII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.






Zoom, Istvan Banyai (detalle)



Una hilera de piernas
Se desplaza en diagonal
Hacia el centro del escenario
Se forma un círculo
Hay siete cabezas
Encontradas en el centro del salón.
La madera ajada me lastima los pies y sigo girando
Nuevamente vamos en diagonal, en hilera.
Los movimientos de brazos y piernas 
Son pausados y blandos,
A veces los pies aceleran el paso
Casi de manera imperceptible. (...)

  "Manune",
Gi Ahumada
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





XXII. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




El tahúr del as de diamantesGeorges de La Tour, 1635

Intentemos llegar a un acuerdo. El juego puede salvarnos. Correcto. El juego puede matarnos. Correcto. El juego nos salva. Incorrecto. El juego nos mata. Incorrecto. Es el “puede” lo que nos libera de lo falso, lo que nos previene del error. El “poder” admite matices, pues basta con una ocurrencia del suceso para no poder descartar la proposición. No importa que todo se derrumbe mientras un último escalón siga en pie. Podemos sobrevivir. Podremos volver a decir que podemos, aunque la probabilidad se haya reducido al mínimo. Lo importante es no llegar al 0. Tampoco al 100. En los extremos se habrá acabado todo. Victoria o game over, no hay nada después. Más allá de los límites está la muerte. Celebremos que aún podemos. Celebremos el relativismo, las probabilidades, la lógica difusa, aunque puedan encarnar el mayor de los peligros. ¿Nos queda alguna otra opción? (...)

  "La felicidad, probablemente. Juego y combinatoria",
Faustino Sánchez
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25





10.12.15

XXI. LA SUPERVIVENCIA. HERRAMIENTAS MÍNIMAS - REVISTA SHANGRILA Nº 25.




Axel Hütte





(...) Y en la imagen ahora desdibujada por el tumulto de los tiempos, escudriñando con la lengua la carne atascada entre un diente y un molar, durante los almuerzos sobre un tablón en el centro de la avenida empalizada por la obra, los hombres de mameluco naranja comiendo en silencio, o carcajeando, o mensajeando, o cerrando los ojos por el cansancio, el agobio del turno bajo tierra, Passa intentaba rememorar su rostro destiñéndose, dispersos los ojos de la princesita por el paso del tiempo, como si toda esa historia no hubiese sido más que un devenir interior, impulsada, tan solo, por una mirada imaginaria, furtiva, errante, que había trabado alguna vez con una joven empleada del turno noche de una estación de servicio sobre la ruta que conduce hacia el sur (...)

  "Lentas, intimidadas y torpes.
Fragmentos escogidos de una
novela inédita de Pablo Judowski",
en La supervivencia. Herramientas mínimas

Revista Shangrila nº 25