Botonera

--------------------------------------------------------------
Mostrando entradas con la etiqueta El ejercicio ha sido provechoso Señor. Palabras sobre el cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El ejercicio ha sido provechoso Señor. Palabras sobre el cine. Mostrar todas las entradas

3.6.19

BIBLIOTECA SERGE DANEY DE SHANGRILA





Hasta el momento, los libros publicados de
LA BIBLIOTECA SERGE DANEY DE SHANGRILA.

Seguiremos construyéndola y, como siempre,
desde ese espacio sellado al ruido que cada vez tenemos más claro que
debemos seguir estando: fuera de cuadro.






20.12.18

DIÁLOGO CON SERGE DANEY






Antes de la felicitación por las fiestas que se avecinan, cuatro cosas más:

La primera un estupendo diálogo entre Serge Daney y Roberto Amaba
a partir de un libro que consideramos especial en nuestro catálogo,
El ejercicio ha sido provechoso, Señor,
del propio Daney (Shangrila 2018), publicado en ese blog de Roberto
que invitamos a seguir y leer, De rerum natura.

Aquí el diálogo




22.6.18

IV. "EL EJERCICIO HA SIDO PROVECHOSO, SEÑOR. PALABRAS SOBRE EL CINE, Serge Daney, Shangrila: 2018



Salve quien pueda (la vida), Jean-Luc Godard, 1980



[...] Si el cine es una ventana, podemos arrojarnos de ella (suicidio), divisar (hermana Ana) milagros (RR), tomarla por el puente de Murnau (“tan pronto como cruzó el puente...”), por el agujero negro del goce, lo real imposible, etc. Ya sea que creamos o no en ella, hay una función “más-allá”, un pasar al “otro lado”, un “otro mundo” o “trasmundo” (Nietzche, que no cree en eso). De todos modos, es un eje perpendicular, vertical, penetrante-penetrado (pantalla-himen, etc.).

Eróticamente, podríamos decir: es el lugar de una metáfora posible; el reemplazo de una cosa por otra, porque se ha “pasado” una línea (cf. la risa breve de Normandin, el “vivo”), se ha oscilado hacia el otro lado del espejo, hacia una especie de muerte, pequeña (orgasmo) o grande. Pasaje de un signo a la “cosa misma”, del cuerpo al alma, del significante al significado. De estos pasajes, uno siempre vuelve (“juego generalizado de reenvíos”, decía Derrida; somos reenviados desde ese lugar precioso y oscuro, inefable). Eróticamente, pues, podríamos decir: es el agujero por el que alcanzamos otra “realidad” (otra dimensión de la existencia, confusión del objeto y el sujeto, amour fou, coalescencia del signo con el referente, etc.).

Algunos cineastas re-inventan esta función del agujero por todas partes. Y no solo en cuanto al erotismo. Godard, por ejemplo. Pero en materia de sexo, Godard no imagina nada fuera del hecho de dar por el culo y mirar la carita indiferente y fresca de los enculados –Salve quien pueda (la vida). En Godard no hay erotización de las cosas, solo la metáfora seca, siempre posible y en todas partes, de un cuerpo penetrado (por el lenguaje, el Otro, un sexo). Por lo tanto, la prostitución se torna muy rápidamente su tema favorito, porque ironiza por definición esa penetración, porque es una técnica. El amor, por su parte, no tiene nada que ver con la sexualidad. Esta última es una formalidad siniestra (histeria), filmada desde el punto de vista del proxeneta voyeur.

La violación (María violada por Dios) es la única realidad en materia de sexualidad (de ahí el trayecto recorrido por JLG con las feministas, su secreto: asegurarse de que no se goce, jamás).

En JLG, el lugar de la metáfora se condena y se señala interminablemente. La muerte (patada al cadáver, desde Al final de la escapada) es, en JLG, inimaginable. La pequeña muerte, también. En El desprecio, terrible genialidad en la primera escena de Bardot hablando de su cuerpo, parte por parte, sustrayéndolo así a la supuesta lubricidad del público. Godard inventa un cine muy moderno y en carne viva, en el que el mundo ya no es fragmentable. Cuando filma una cosa o un cuerpo, JLG no hace desear “lo que está fuera de campo” (como sucede, todavía, en Bresson o Antonioni) o incluso, justo al lado. Dicho de otra forma: JLG retrocede ante la metáfora (la imagen-agujero) y rechaza la metonimia (la imagen-borde). Hace uno de los primeros cine a-metonímicos conocidos. Solo Moullet, que lo descifró tan rápido y tan bien, fue tan lejos e incluso más lejos todavía (en ambos casos, el mismo burlesco antipático del hombrecito orgulloso de sus límites) [...] 


El ejercicio ha sido provechoso, Señor
Palabras sobre el cine
Serge Daney





   



21.6.18

III. "EL EJERCICIO HA SIDO PROVECHOSO, SEÑOR. PALABRAS SOBRE EL CINE, Serge Daney, Shangrila: 2018




(2) Presentación de
El ejercicio ha sido provechoso, Señor
Palabras sobre el cine, de Serge Daney

Jean-Claude Biette



Moonfleet, Fritz Lang, 1955 / Serge Daney



Serge Daney supo muy joven que no estaba poseído por el deseo de hacer películas. Quizá sus ensoñaciones lo conducían a veces en esa dirección, pero jamás se detuvo allí. Amaba sobre todo ver las películas de los otros, entrar en su funcionamiento, definir algunos principios singulares, hacer comparaciones con su sentimiento pasajero del mundo, dejar reposar, encontrar otros principios, en otra parte, algunas películas más lejos, conectar, olvidar, regresar, hablar, escribir, encontrar un espacio y un público.

Veía las películas, creo, como quien ve a actores de una compañía inmensa en la que, en la divina comedia del cine, incluso los figurantes tienen un rol que interpretar, y las incompatibilidades escandalosas, una parte que sostener. Vio a esa compañía abandonar la escena protectora de los teatros, dividirse, perder un poco de su alma en el camino e irse, cada uno a lo suyo, rumbo a los poco seguros laberintos mediáticos. Acompañó los tiempos que cambiaban, que se oscurecían, consignando lo que los filmes súbitamente le dictaban acerca del mundo, pero la escritura no era sino una etapa transitoria. Daney tenía más bien como pasiones la palabra –ensayada, propuesta, lanzada como una pelota, retomada como un eco, mantenida en alerta– y su alter ego físico, la marcha a pie: uno le daba, desde el fondo de sí mismo, coraje al otro. Luego de 1968, los numerosos viajes delimitaron en él una suerte de vasta “nomad’s land” donde se consumó el encuentro sosegado del mundo y su examen. Pero uno de ellos tuvo que ser, después, el decorado. Daney también amaba esa soledad que vela sobre el buen estilo de un texto donde todavía sabía guardar, viva, la huella de una palabra desposeída. Y que concede asimismo un lapso de silencio a cada lector que teme no escuchar el fresco susurro de la vida en el corazón de lo que lee.
    
A ese deseo de escucha solitaria atribuyo la pasión, táctil y visual, que Daney tuvo, casi siempre, por los libros. Había reunido gran parte de sus textos publicados en los Cahiers du Cinéma entre 1970 y 1981 en La Rampe; luego, en Ciné-Journal (1), los textos escritos en el marco de sus responsabilidades diarias en la sección Cine de Libération entre 1981 y 1986 y, finalmente, en Le salaire du zappeur (2) y Devant la recrudescence des vols de sacs à main, los artículos publicados en Libération que tenían por objeto la televisión ordinaria, los filmes filtrados por la televisión y los acontecimientos del mundo socializados por esta última. En 1986, cuando abandona la dirección de la sección Cine de su diario, Daney sueña con fundar una revista. Recién en 1991 pudo hacerla. Fue Trafic

1. [N. de T.]: Cine-diario, Valencia: Shangrila (en prensa). 

2. [N. de T.]: Hay traducción castellana: El salario del zapeador, Santander: Shangrila, 2016. 


Pero tenía otro sueño: escribir un libro “verdadero”. Economizando sus últimas fuerzas para su revista, no pudo terminar sino un solo capítulo, Le travelling de Kapo (3), que destinó, al no poder escribir más, a la apertura del número 4 de Trafic. Ese libro, que hubiera debido dar cuenta de su propia vida leída en relación con esa vida más vasta que el cine le había revelado y dado la misión de conocer, debía contener una discreta lección moral cuya designación conmovedora él encontraba en una réplica del niño John Mohune, pronunciada muchas veces en Moonfleet, de Fritz Lang, que él deseaba emplear en su versión francesa y que sirve de título a la presente recopilación. Desde 1988 hasta fines del año 1991, Serge Daney anotó en los disquetes de su ordenador sus reflexiones, sus preguntas, sus hipótesis, sobre filmes, cineastas, fenómenos sociales o políticos mediatizados. Algunos sirvieron de material de base para artículos, otros no, pero todos fueron revisados y corregidos con la perspectiva de un diario de a bordo –continuado, en forma más reducida, en los primeros números de Trafic– en el que se relatara lo que él sabía que sería su última travesía de las apariencias. 


3. [N. de T.]: Incluido como primer capítulo en Persévérance, París: P.O.L, 1994 [trad. cast.: Perseverancia, Santander: Shangrila, 2015, pp.15-34]. 


Nada se dice allí de su enfermedad, que sin embargo, por una suerte de solidaridad fraterna y con una neutra obstinación, hizo pública. A lo sumo puede observarse, a partir de 1990, una radicalización de sus puntos de vista, con esa impiadosa aceleración del pensamiento que reduce las cosas a su dibujo. Algunos probables errores de fechas subsisten en el año 1988, pero no afectan el orden de estos textos. 

A pesar de la abundancia de textos reunidos en este volumen, un cierto número de ideas o de sentimientos expresados oralmente no fueron escritos. No he olvidado esa imagen que un día le vino a la cabeza a Serge hablando de las sinfonías de Bruckner, respecto de las que, al detectar esa experiencia de la marcha en el bosque que él también tenía, dijo: “Se ve muy bien, en sus sinfonías, que hay en ellas pausas-claros”. En el curso del verano de 1991, Serge Daney partió a los Vosgos para hacer, por última vez, largas marchas a pie. 





   



20.6.18

II. "EL EJERCICIO HA SIDO PROVECHOSO, SEÑOR. PALABRAS SOBRE EL CINE, Serge Daney, Shangrila: 2018




(1) Presentación de
El ejercicio ha sido provechoso, Señor
Palabras sobre el cine, de Serge Daney

Emmanuel Crimail



Serge Daney



Serge Daney murió en la noche del 11 al 12 de junio de 1992, debido a las consecuencias del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). 

Hubiéramos podido pensar que aquellos que llamábamos, en homenaje a Spinoza, “Ultimi barbarorum” (los últimos bárbaros) dejarían descansar a Serge. No fue así, en absoluto. ¡Gracias a Dios!

Algunos años después de su muerte, la redacción de TF1 se quejaba (!), en Libération del 13 de octubre de 1992, “de los artículos homicidas de Serge Daney” que desmontaban la mecánica de la información-espectáculo durante la guerra del Golfo. 

Sin saberlo, esos últimos bárbaros rendían a Serge un bello homenaje. 

Encontrarán en este libro ese pensamiento ferozmente dichoso tan característico de su escritura. 

Que me sea permitido, también, dar testimonio de que, durante los últimos años de su vida, quizá finalmente reconciliado, ya no se consideraba al margen de la sociedad, sino un minoritario. No es una buena palabra, sino una palabra bella, decía Serge.