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13.11.24

II. "EL ÚLTIMO QUE APAGUE EL PROYECTOR", Miguel Ángel Montes Beltrán, Valencia: Shangrila, 2024

 

INTRODUCCIÓN


 Brigitte Bardot en un cine parisino, 1960


Me dijo en cierta ocasión un director de cine que cada película son tres películas: la que se escribe, la que se rueda y la que se monta. A esas tres habría que añadir otra que son muchas: la que ve cada espectador.

Sospecha uno que las historias, todas las historias sea cual sea su formato, las que contamos y –sobre todo– las que tanto nos gusta que nos cuenten, funcionan como amuletos o exorcismos para ordenar la existencia, explicarla y protegerse de ella. Porque –quién más, quién menos– cualquiera, a poco que cometa el error de pararse a pensarlo, puede percibir su propia existencia como una redacción caótica en la que el sujeto no acaba de encontrar su lugar como tal, asediado como está por predicados más casuales que causales, extravagantes o abiertamente hostiles, sin el consuelo de poder cohesionar el conjunto auxiliado por verbos inquietos y caprichosos cuyo significado entiende vagamente porque, además, carece del diccionario adecuado (que no existe). Poco importa el soporte, cine, literatura o simple relato oral, ficción o documental, ensayo o novela. Donde hay relato hay orden, hay estructura, con suerte hay el bendito planteamiento-nudo-desenlace que empaqueta tan bien la vida, reconcilia con la realidad y regala la tranquilizadora impresión de que por fin hemos entendido algo. 

Como la crítica no deja de ser otro género literario, y por tanto cuenta historias, y por tanto es ficción, está sujeta al mismo principio que muy juiciosamente expresaba ese director, de suerte que cada ensayo crítico en realidad son tres: el que se piensa, el que se escribe y el que le da la gana publicar a algún otro. Más el que tiene a bien leer el lector, a su vez soporte y vehículo de otras historias parecidas o diferentes que contará o no y vuelta a empezar con el entretenido juego de espejos de la búsqueda de seguridad.

Pero volviendo al principio de esta introducción, el propósito de las páginas que siguen, si lo hay, sería contribuir a hacer emerger una quinta película: la resultante de ver el cine al trasluz de las experiencias de sus artífices, de las influencias, de contextos y pretextos y, en definitiva, de todo el entramado imaginable de historias que acaban tejiendo cada historia individual. Ampliar el campo de visión al hablar de las películas para restituirlas al relato más complejo y menos ordenado de donde proceden. Incluir el fuera de campo. Por eso no hemos respetado la voz singular del narrador y la hemos roto donde nos ha parecido a tajos de otras voces, reales y ficticias. La “coralidad” suele ser buen disolvente de la estulticia de uno solo.

Si estas páginas contribuyen a devolver al lector al magma originario del que surgen o en el que se hunden las historias, no será lo peor que le pueda pasar. 



11.11.24

NOVEDAD: I. "EL ÚLTIMO QUE APAGUE EL PROYECTOR", Miguel Ángel Montes Beltrán, Valencia: Shangrila, 2024

 

216 páginas - 16x23 cm. - Valencia: Shangrila - ISBN: 978-84-128271-8-7



La vida es esa película que escribimos mientras se proyecta,
 
sin posibilidad de segundas tomas ni cambios en el montaje.

(Malú Pantera, en La vida entre otras cosas, Shangrila, 2023)



La crítica cinematográfica es un género de ficción como otro.

La cosa funciona así: alguien concibe una historia que cuenta valiéndose de los medios expresivos propios de las películas, una historia cuyo origen se sitúa en otra parte, una novela, cuento, drama o la biografía (otro género de ficción) propia o ajena. Esa historia suscita otra en la mente del espectador-crítico, quien la cuenta usando los medios expresivos propios de la literatura y en el proceso superpone su propia historia a la primera suplantando la voz del narrador original. 

Este libro procede no de la reflexión sino de la amistad. Ángel García del Val me pidió escribir una serie de textos que complementasen un proyecto que llevaba algún tiempo desarrollando bajo el título Fantasmas del cine, entrevistas ficticias con ectoplasmas de cineastas. Lo que me obligó a escuchar a los muertos.

Por eso cuando aquí se habla de Lo que el viento se llevó resuenan los ecos de Mitchell, Selznick y sus damnificados, el King Kong en lo alto del Empire State transparenta la conquista de la cumbre del espectáculo por dos aventureros que también venían de la selva, de las imágenes de La parada de los monstruos emerge el pecado de honestidad que tan caro pagó su director, tras La noche del cazador asoma la semblanza que de Laughton hizo von Sternberg después de intentar dirigirlo, a Psicosis se le superponen la polémica de Hitchcock con Chandler y la onda expansiva que la sombra del británico, amplificada por el horror de Vietnam, estampó en el cine de terror posterior, Raíces profundas se revela trasunto de las experiencias bélicas de Stevens, por La Puerta del Diablo entra el indio más carismático y menos indio de la historia de Hollywood o el fracaso de los héroes de El hombre que pudo reinar encuentra su correlato en las películas que Huston no pudo rodar.


Porque es el hombre, al fin, el ser humano y su variable circunstancia,
  
lo que ha de hallarse en esa encrucijada
del contarnos a nosotros 
mismos de muy distintas y variadas formas.

(José María Morera: Morera, y ya está, Shangrila, 2023)



MIGUEL ÁNGEL MONTES BELTRÁN

Valencia, 1958.

Escribió en Cartelera Turia, Contracampo y otras publicaciones.

Desertó del servicio militar, lo que le brindó la oportunidad de conocer por dentro una muestra representativa de las prisiones españolas, hasta ocho, en dos estancias interrumpidas por otras tantas fugas.

Perdió la inocencia de tanto mirar por el ojo de cerradura de tanta cámara de cine y vídeo, ya en la posición relativamente resguardada del operador (Cada ver es… [Ángel García del Val, 1980-81], La muerte de nadie (El enigma Heinz Ches) [Joan Dolç, 2003], La bicicleta [Sigfrid Monleón, 2005], Huella latente [José Ángel Montiel, 2006], Operación Kobra [Carles Palau, 2008], El artificio [José Enrique March, 2009], La caída [Joan Dolç, 2012], En el umbral de la consciencia [Carlos Pastor, 1991-2012] y un largo etcétera), ya en la más expuesta del director: Hibakusha (1985), Chapao: crónica de un reto (1996), Survivir (Retazos centroamericanos) (1998), …y la tierra era fértil y el aire sano (1999-2000, presentada fuera de concurso en el International Documentary Film Festival Amsterdam), El fin de la algarabía (2002, Premio Tirant lo Blanch), Escenas de la lucha de clases (2003), L’edat daurada (2004, Premio Tirant lo Blanch)… 

El catálogo del II Mundial Cinema Film Fest se refiere a él como “cineasta de insólita y majestuosa trayectoria”.

Autor de los libros La vida entre otras cosas (Shangrila, 2023), Morera, y ya está (Shangrila (2023) y ahora El último que apague el proyector.