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23.3.22

RESEÑA DE "PANTALLAS DE LO MARAVILLOSO. UN RECORRIDO POR EL SURREALISMO EN EL CINE CENTROEUROPEO (1945-1990)

 



Reseña de Pantallas de lo maravilloso, de Luis E. Froiz Casal,
en Kaos en la red. Por Iñaki Urdanibia.


La huella de Bretón en el cine de Centroeuropa

Qué duda cabe que el surrealismo fue una de las corrientes más influyentes en el conjunto de las vanguardias de principios del siglo pasado; presencia que se extendió, cuando menos, hasta el fallecimiento de su gurú en 1966, André Breton, lo que no quiere decir que muerto el perro se acabó la rabia, ya que epígonos han seguido, y siguen existiendo. Nada que ver, desde luego, la Europa en que se movían André Breton y colegas con la que surgió tras la segunda guerra mundial, muy en concreto en el Este europeo, que quedó posicionado del lado de los dictados de Moscú.

Ahora acaba de ver la luz una obra que aborda un tema apenas tratado por estos pagos peninsulares: «Pantallas de lo maravilloso. Un recorrido por el surrealismo en el cine centroeuropeo (1945-1990)» del especialista gallego en comunicación audiovisual, Luis E. Froiz Casal (Santiago de Compostela, 1985), editado por Shangrila que, como es hábito en la editorial valenciana, cuida sobremanera la maquetación, las reproducciones fotográficas, el tipo y gramaje de papel, etc.

Como ya anuncia, de cierta manera, el título de la obra y también la de este artículo, el autor de la obra centra su mirada en las producciones cinematográficas de algunos países del centro del Viejo Continente: Polonia, Checoslovaquia -la sombra de Franz Kafka es alargada y pionera-, Hungría y Yugoslavia; más en concreto en lo que hace a este último, Eslovenia y Croacia. Cada uno de los países nombrados viene precedido por unas páginas que nos sitúan en la historia política de ellos; en su concisión, la mirada es realmente certera y hace que conozcamos el topos en el que surgen las producciones de los diferentes cineastas locales, tanto presentadas por industrias estatalizadas como de fuera de ellas, que, con sus diferencias, muestran, según el autor, por una parte unos rasgos que coinciden con la empresa iniciada por André Breton, al tiempo que suponen una «línea de ataque común no contra la organización económica, sino contra el autoritarismo, orientándose en la medida de la carga política de cada film, en la defensa de los derechos de la ciudadanía, contra la burguesía, contra las traumáticas guerras luchadas en Centroeuropa y contra las autoridades eclesiásticas». No eran buenos tiempos para la lírica, obviamente tampoco para la cinematográfica, y los directores hubieron de ingeniárselas para sortear los obstáculos de los celosos censores y su sacrosanto realismo socialista como el modo debido de creación artística.

No pasaré lista, pero sí quisiera destacar las páginas iniciales en las que se define el surrealismo y el uso que de la expresión se va a servir el autor para ubicar las diferentes creaciones visitadas; páginas ciertamente clarificadoras en lo que hace al surgimiento del término, surrealismo, ya utilizado anteriormente al propio movimiento por el siempre creativo Guillaume Apollinaire, al que reivindicaba Breton en su manifiesto, y que luego supuso diversas disputas acerca de la responsabilidad del bautizo; al final quien se llevó el gato al agua fue André Breton quien en 1924 puso en circulación su primer Manifiesto Surrealista, en el que se lee: «SURREALISMO: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajena a roda preocupación estética o moral». Los principios del movimiento son expuestos: la tendencia hacia lo maravilloso, el descanso otorgado a la razón para privilegiar el inconsciente, de ahí la deuda con Sigmund Freud, tratando de hacer coincidir sueño con realidad, dando cabida al azar objetivo y a las asociaciones libres que funcionasen con los efectos propios de los estupefacientes, originando ciertos estados de espíritu, lo que suponía que las ideas no se ciñesen al campo del arte, sino que desbordando éste se ampliasen a la vida misma.

El autor expone todas las disputas que no fueron pocas, desde luego, y se ve como fuera del núcleo duro, había algunos creadores que iban a su bola, por decirlo rápido, como Antonin Artaud, Man Ray o Marcel Duchamp, a los que resultaba difícil encasillar en cuadrícula alguna, del mismo modo que había algunos a los que no les resultaba fácil mantener prietas las filas y doblegarse a las posturas, y variaciones de André Breton, Louis Aragon, Philippe Soupault, Jacques Prévert, Benjamin Péret, etc.; los casos del poeta Robert Desnos o de Georges Bataille sobresalen en dicho aspecto; asoman igualmente Picabia, Tristan Tzara, Pierre Naville, y otros. Hablando de disputas estas tomaron niveles de gran amplitud en lo referente a las relaciones, complejas, con el comunismo; un movimiento de vaivén que llevaba desde la militancia en el seno del PCF, al desmarque al considerar que lo que sucedía en la URSS, bajo el mandato de Stalin, contravenía cualquier posibilidad para la imaginación y la creación; André Breton mostraba una combatividad neta en lo que hace a la crítica al autoritarismo reinante en las filas del comunismo ortodoxo, y de ahí sus devaneos con el trotskismo; mientras que otros miembros del grupo mostraron su apoyo a las posturas del comunismo oficial: así Louis Aragon o Paul Éluard, por nombrar dos de las luminarias de la época y del campo de las letras, en especial.

Queda subrayado igualmente que el centro de atención residía en el campo de la literatura, quedaban fuera de la atención las artes plásticas, y como no puede ser de otro modo el autor se detiene en lo referente al cine, y en dicho apartado vemos la presencia de Luis Buñuel y de algunas de sus obras más significativas, algunas en colaboración de Salvador Dalí, el que por cierto fue expulsado de las filas surrealistas por sus posicionamientos elogiosos para con el franquismo.

La obra tiene el mérito de abordar un tema, como ya queda insinuado líneas arriba, de manera detallada, un tema desatendido y desconocido, y también silenciado por las historias oficiales de la cinematografías de los diferentes países, si bien la humildad del ensayista le lleva a señalar que su obra no hace sino abrir el camino a profundizaciones mayores. La búsqueda de las formas que puedan suponer un nexo de unión, a modo de denominador común, es el empeño que Froiz Casal lleva a cabo en puntilloso detenimiento, y su labor de ir balizando las diferentes películas y cineastas ( Jan Nemec, Woljciech Has, Jan Svankmajer, Miklós Jancsó, Walerian Borowczyk, Jaromil Jires, y Vera Chytilová,…)le llevó al visionado de más de medio millar de cintas, de las que acabó seleccionando unas 150.

La obra es el resultado de su tesis doctoral, cuyo impulso le vino dado por el descubrimiento de varias comedias checas en las que observó un tipo de humor muy singular, en el que se mezclaba absurdo y cierto extrañamiento propio del cine fantástico; tal constatación, le empujó a ampliar la mirada a otros países de la misma zona, hallando , como queda mencionado, ciertos aires de familia que el autor pone de relieve con claridad y distinción. 





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2.2.22

SOBRE EL LIBRO "PANTALLAS DE LO MARAVILLOSO. UN RECORRIDO POR EL SURREALISMO EN EL CINE CENTROEUROPEO (1945-1990) en el programa cultural ZigZag de la Televisión gallega

 



Sobre el libro Pantallas de lo maravilloso en el programa cultural
ZigZag de la Televisión gallega a cargo de Ángel Suanzes.






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ENTREVISTA A LUIS E. FROIZ, AUTOR DE "PANTALLAS DE LO MARAVILLOSO. UN RECORRIDO POR EL SURREALISMO EN EL CINE CENTROEUROPEO (1945-1990)", Valencia: Shangrila 2021

 




Entrevista a Luis E. Froiz Casal en la revista digital elemmental a propósito de su libro Pantallas de lo maravilloso. Por Javi Camino


Desde la llegada de Internet a nuestras vidas el cine surrealista centroeuropeo está viviendo una lenta resurrección. Autores de nombres impronunciables como Oldřich Lipský o películas inclasificables como ‘Valerie and her week of wonders’ (Jaromil Jireš, 1970) están teniendo en el siglo XXI una segunda vida, al menos entre los aficionados a merodear por las catacumbas del cine de culto.

Con todo, sigue siendo un cine desconocido para la gran mayoría del público occidental. Las publicaciones siguen analizando las filmografías de estos países desde una perspectiva transnacional, tanto en castellano como en inglés, seguían siendo prácticamente inexistentes hasta ahora.

Por eso, no podemos estar más que agradecidos a exploradores del abismo como el doctor en Comunicación Luis E. Froiz Casal. Investigador cinematográfico, él se mueve como pez en el agua tanto en el ámbito académico como en el ‘underground’ (colaboró con fanzines como ‘2000 Maníacos’ y ‘El pájaro burlón’). A finales de 2021, publicó su ‘Pantallas de lo maravilloso: Un recorrido por el surrealismo en el cine centroeropeo (1945-1990)’.

Un libro perfectamente válido para zambullirse por primera vez en las extrañas aguas del surrealismo checo, así como profundizar en los pormenores de los surrealistas polacos.

La inteligente estructura del índice, dividida por países (Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia) y autores, y el amable tono divulgativo, convierten a ‘Pantallas de lo maravilloso’ en la primera gran biblia sobre esta temática.

Un libro apto tanto para consultas rápidas como para dejarse llevar con lecturas más recreativas. Un viaje de 430 páginas en el que además de descubrir películas fascinantes, también aprenderemos sobre el contexto político de estas naciones, y la historia del surrealismo y las vanguardias europeas.


P. ¿Cual dirías qué fue la película que hizo que te interesarás por este tipo de cine?

R. Pues no sabría decir una peli concreta, pero sí que podríamos decir que hubo un punto de inflexión con Jan Švankmajer. Encontré en su universo una sensibilidad que era totalmente diferente y que conectaba muchísimo conmigo y con la forma que tengo de entender el cine. Luego seguí investigando y me encontré con obras como Happy end (1967) de Oldřich Lipský. Una película que me fascinó desde el primer momento y me hizo seguir profundizando en las vanguardias de los países centroeuropeos.

P. ¿Alguna obra de Švankmajer de la que guardes un recuerdo especial?

R. Es posible que el cortometraje Dimensiones del diálogo (1983), uno de los más reconocidos, fuese de las primeras obras que me impactó especialmente. A día de hoy, por ejemplo, también podría hablar de El jardín (1968). Pero ya lo digo desde una revisión a posteriori, tras conocer toda su obra.

P. ¿Qué películas recomendarías a alguien que quiere iniciarse en este mundillo?

R. Yo creo que una buena opción sería El Sanatorio de la Clepsidra (1973) de Wojciech Has. Me parece una película tremendamente accesible y con la que es muy fácil conectar. Un gran ejemplo para ver a qué nos referimos cuando hablamos de cine surrealista desde Centroeuropa.

También sería fácil hacerlo con con cualquiera de las pelis de Jan Němec. Por ejemplo, con su primer largo, Diamantes en la noche (1964). Una obra con muy buen ritmo y al mismo tiempo profunda, capaz de impactar al espectador.

P. Mucha gente se preguntará donde puede conseguir estas películas…

R. Hoy por hoy se están editando muchísimas en Blu-Ray y en DVD. Hay autores como Švankmajer que están totalmente editados. Aun así, algunos de sus cortos son difíciles de conseguir. También, por supuesto, hay rarezas que ya implican tener que andar rebuscando en filmotecas o lugares recónditos de Internet. En ocasiones lo único que se puede conseguir son copias grabadas de pases televisivos sin subtítulos de ningún tipo que hay que ver tras leerse todo el argumento y entendiendo los diálogos con gran esfuerzo, apoyándonos en la poca comprensión que tenemos del idioma.

P. ¿Cuánto tiempo dedicaste a la labor de documentación y escritura del libro?

R. El libro nació a partir de mi tesis doctoral. Desde que empecé la tesis a su defensa pasaron seis años, y luego la adaptación de la tesis a lo que ahora es el libro y su publicación fueron dos años. En total podemos estar hablando de un periodo de unos ocho años, pero la labor de documentación empezó incluso antes, cuando comencé a adentrarme en este cine aún sin la idea de escribir nada de esto.

P. ¿Cómo fue la relación del cine surrealista con la represión de los regímenes comunistas?

R. Realmente depende muchísimo del momento histórico. Hay momentos en los que las autoridades aceptaban más libertad creativa que en otros. No es lo mismo hablar de finales de los años 50, cuando se comienza con la desestalinización y se defiende una libertad mayor en las artes, que la cultura de los años 80, cuando el inicio del fin del periodo comunista ya se veía venir.

El caso de Wojciech Has en Polonia es muy representativo. En 1973, tras una carrera bastante tranquila, se estrenó El sanatorio de la Clepsidra. Una película que es muy crítica con el sistema del momento, en el que se estaba gestando un antisemitismo brutal, con emigraciones masivas de judíos. Ésta es una obra que habla de la persecución del judaísmo desde la Segunda Guerra Mundial hasta aquel mismo momento, sin hablar realmente de ninguna de esas cosas. Además es una película que incluso gana el premio del Jurado de Cannes. Sin embargo, las autoridades prohibieron que esa película se exhiba y a Wojciech Has durante toda esa década no le volvieron a aceptar ningún proyecto. Pero en los años 80 volvió a dirigir films tremendamente interesantes.

P. Švankmajer creo que también sufrió algún problema con la censura…

R. Tuvo realmente dos problemas con las autoridades. Un primero con El osario (1970), que es un cortometraje que se suponía que iba a ser un documental sobre el Osario de Sedlec. Su primera versión tenía una banda sonora con una guía y unos niños. Los niños se estaban portando mal y la guía les echaba la bronca y les decía cosas que no venían a cuento, en vez de explicar la realidad sobre el osario. Esto no gustó a las autoridades y Švankmajer tuvo que cambiarlo. La segunda versión tenía una banda sonora con música jazz de Zdeněk Liška y una adaptación de un poema surrealista de Jacques Prévert.

Dos años después estrenó El diario de Leonardo (1972). Un corto en el que mezcla imágenes de los bocetos de Leonardo da Vinci con imágenes sacadas de la realidad en la que estaban viviendo en Checoslovaquia. Esto no gustó a las autoridades y se le prohibió dirigir durante siete años, hasta el punto de dejar su siguiente obra a medio concluir. Él dedicó ese tiempo a investigar sobre la creación artística en otras modalidades, especialmente la táctil. Cuando se le volvió a dejar dirigir solo se le permitía hacer adaptaciones de otros autores.

Lo mismo le pasó a Věra Chytilová. Todo esto viene a raíz de la Primavera de Praga. A partir del año 70 en Checoslovaquia, tras la Primavera de Praga, para volver a una normalidad se cohibió muchísimo la creación que atentaba contra los principios que las autoridades consideraban válidos.

P. Makavejev también tuvo bastantes problemas en Yugoslavia

R. Sí, se puede hablar de lo mismo en Yugoslavia. Hablo un poquito en el libro de Makavejev pese a ser serbio. Él tuvo que emigrar, lo mismo que le ocurrió a Walerian Borowczyk, lo mismo que le ocurrió a Jan Němec. De todos modos, es curioso que estos autores en el momento en que salieron del bloque comunista y llegaron a una zona en la que en teoría había más libertad, dejaron de poder hacer las películas que venían haciendo bajo el comunismo.

Porque en ese bloque sí se les dejaba hacer, aunque luego a lo mejor se prohibían y quedaban cerradas en un archivo. Pero bajo el capitalismo, directamente, como ese tipo de cine no era rentable, ya ni podían llegar a hacerlo. Es una realidad curiosa, el tira y afloja y la dureza que es siempre hacer cine subversivo.

P. ¿Podría ser que muchos de estos autores, igual que pasaba por ejemplo con Saura durante el franquismo español, abrazaban cierto cripticismo surrealista como forma de burlar la censura de las autoridades?

R. Yo creo que tiene mucho que ver con España, pero no tanto por la perspectiva represiva, sino por la propia idiosincrasia cultural de estos estados. En España ocurre muchísimo por la cultura tradicional, una cultura de la sangre y tan pasional que puede derivar muy fácilmente hacia el Surrealismo. En estos países yo creo que también es una cosa que viene marcada desde la propia idiosincrasia cultural.

De hecho, en Checoslovaquia ya se empezaban a pergeñar las ideas del poetismo a través de Devětsil, el grupo de Karel Teige y Vítěslav Nezval, desde antes de la creación del Surrealismo de Breton. Varios de los miembros del poetismo, de hecho, acaban creando el grupo surrealista checoslovaco en 1934, mucho antes de que podamos hablar de la censura bajo la situación sociopolítica a la que me refiero en el libro.

Otra cosa es que teniendo esas formas culturales sí se aprovechen para esquivar la censura y poder lanzar una serie de mensajes más complejos hacia la cuestión social e individual que entronca directamente con lo que ya es la forma de ser del país.

P. Has vivido durante dos años en Praga. ¿Cuál es el status de todos estos autores en la actualidad? ¿Tiene allí Švankmajer la importancia y reconocimiento que por ejemplo le damos en España a Luis Buñuel?

R. Tienen presentes a muchos de estos autores, a otros no tanto. Švankmajer es un autor que la gente conoce pero, fuera del ámbito cinematográfico, conocí a poca gente que hubiese visto obras suyas, incluso siendo de su propia ciudad. Sin embargo, la muerte de Věra Chytilová o Miloš Forman fueron eventos nacionales.

Allí “la gran figura” relacionada con el Surrealismo, entre comillas porque es anterior al Surrealismo, aunque ellos lo adoptasen y fuesen quienes primero lo editaron en checo, es Kafka, cuya presencia sí es constante en toda la ciudad.

La mayoría de los cineastas están bastante olvidados. Ninguno tiene el reconocimiento que puede tener aquí Buñuel. Pero también hay que tener en cuenta que Buñuel tuvo un periodo de reivindicación muy grande tras su muerte y que tuvo que irse fuera para triunfar.

P. ¿Cuál fue la influencia de la nueva ola checa y todo este tipo de cine a nivel internacional?

R. Pues de la Nueva Ola Checa salió un cineasta como Miloš Forman que tuvo una enorme influencia a nivel mundial a través de las películas que hizo en el extranjero. Además, en los sesenta el cine checo tuvo dos oscars consecutivos con La tienda en la calle mayor (1965) y con Trenes rigurosamente vigilados (1966).

Lo mismo que podemos ver con los premios de Wojciech Has o Miklós Jancsó con El salmo rojo (1972) en Cannes. Eran obras que sí que tenían una salida al exterior y un reconocimiento en su momento, pero en muchas ocasiones, con la caída del comunismo, se dejó de reivindicar ese tipo de cine.

Quizás por eso en la actualidad está menos presente. También de Wojciech Has deberíamos hablar de la influencia que tuvo El manuscrito encontrado en Zaragoza (1965). Una película que Luis Buñuel compró para distribuir en México y que en los años noventa se encargaron de restaurar Scorsese, Coppola y Jerry García para Estados Unidos. Es una obra que tiene influencia en muchos autores importantes.

P. Los Quay Brothers son otros americanos que beben muy directamente de toda esta cultura…

R. Sí, es cierto, beben tanto a nivel estético como temático. Si bien Švankmajer es su gran icono, sobre todo por la stop-motion, se alimentan de toda la cultura centroeuropea y han adaptado a autores literarios polacos como Bruno Schulz en La calle de los cocodrilos.

P. ¿Cuales son las constantes vitales del cine surrealista en la actualidad?

R. Siguen a un nivel muy bajo, igual que siempre. Es muy fácil echar la vista atrás y decir «ah, antes se hacía un montón» pero es porque cogemos a lo mejor una década entera. Si miras año por año la producción actual es similar a la de aquellos años.

Hacer cine surrealista es muy difícil. Sigue habiendo autores haciendo cosas pequeñas, pero no podemos pretender siempre tener obras al nivel de Švankmajer o Buñuel, haciendo largometrajes surrealistas de primera categoría y de manera constante. En la actualidad el cine de toda esta zona para mí ha dejado de lado su tradición histórica para abrazar la narrativa hollywoodiense. Pero es algo que nos ha pasado en todos los cines.

P. ¿Habrá un Pantallas de lo Maravilloso II?

R. Tengo pensado continuar la investigación dentro del cine surrealista, quizás visitando otras latitudes pero todavía no hay nada cerrado en lo que esté trabajando de manera plenamente activa.







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1.12.21

II. PANTALLAS DE LO MARAVILLOSO. UN RECORRIDO POR EL SURREALISMO EN EL CINE CENTROEUROPEO (1945-1990), de Luis E. Froiz Casal, Valencia: Shangrila 2021




INTRODUCCIÓN


Pelo al viento (Piotr Dumala, 1984)



[...] Hace años llegaban a mí las copias de varias comedias checoslovacas: Happy End (Oldřich Lipský, 1966), ¿Quién quiere matar a Jessi? (Kdo Chce Zabít Jessii, Václav Vorlíček, 1966) y Mañana me levantaré y me escaldaré con el té (Zítra Vstanu a Opařím se Čajem, Jindřich Polák, 1977). Su humor me fascinó y su forma, cercana a la vanguardia, pero manteniendo el tono de comedia comercial, me hizo pensar en otro director checo que ya me fascinaba: Jan Švankmajer, así como en una de mis figuras literarias de referencia desde la adolescencia: Franz Kafka. Esto me llevó a interesarme mucho más por el cine del país centroeuropeo, a descubrir la Nová Vlna (1) y a analizarla en profundidad. La fascinación por Chequia terminó por llevarme a estudiar su idioma y su cultura y, definitivamente, a vivir en Praga para poder comprender mejor la historia de ese país que tanto me atraía.

1. La Nova Vlná, o Nueva Ola Checoslovaca, es un movimiento cinematográfico surgido en Checoslovaquia entre 1963 y 1969, en el que destaca su acercamiento vanguardista al cine, aprovechando la liberalización artística y social que se vivía en el estado centroeuropeo.

De mi etapa en la capital de Bohemia solo guardo buenos recuerdos, y en mis interminables paseos por sus calles llenas de historia y de magia, siempre vigiladas por el castillo, la iglesia de Vyšehrad y la torre de Žižkov en un triángulo simbólico que une tres etapas diferentes de la ciudad (2), comprendí que era imposible no sentirse inspirado por la ciudad de las cien torres. Entrar en el callejón del oro –algo habitual ya que vivir en Praga implica recibir a muchas amistades y familiares que llegan a hacer turismo–, significaba irremediablemente imaginarme a Kafka escribiendo en su pequeña casa del número 22, tras la única ventana con una luz encendida en la oscura y fría noche del invierno bohemio de principios del siglo XX. La fascinación inicial se convirtió en mucho más.

2. El Castillo de Praga fue construido el año 870 aunque fue en el siglo XIV cuando se inició la construcción de su edificio más destacado, la catedral de San Vito. La iglesia de Vyšehrad, que según la leyenda se sitúa en la colina desde la que se empezó a poblar la ciudad, procede del siglo X. Por último, la torre de Žižkov, el edificio más alto de la ciudad con 216m, se construyó entre 1985 y 1992 y, aunque existe mucha polémica respecto a que su aspecto moderno destaca excesivamente, a día de hoy supone uno de los puntos de referencia del skyline praguense. 

Tras interesarme por el cine checoslovaco, el paso lógico era ampliar mis intereses a los países que compartían espacio, historia e idiosincrasia política. Descubrí que, más allá de lo que solemos asumir al respecto de cómo las doctrinas del realismo socialista habían controlado la producción cinematográfica de los países comunistas de Centroeuropa y de Europa del Este, existía una gran cantidad de directores disidentes que intentaban ofrecer algo más, profundizando en problemas y en mensajes que no fuesen simple propaganda ideológica.

Pero vayamos por partes. Antes de seguir empleando el término Centroeuropa, es importante definir a qué países nos referimos, ya que como dice Twardzisz (2018, p.93), aunque sea fácil comprender de manera general la región geográfica, no lo es tanto establecer unas fronteras. De hecho, llama la atención que incluso haya varios puntos que reclaman o han reclamado para sí el reconocimiento como centro de Europa. (3)

3. Por citar algunos ejemplos, los pueblos eslovacos Kremnické Bane y Krahule han defendido ser el centro geográfico de Europa, así como Suchowola en Polonia, Rakhiv, en Ucrania occidental, Tállya en el noroeste de Hungría, o incluso la isla de Saaremaa, en Estonia o Girija, en Lituania. Esto se debe a la dificultad a la hora de plantear cuáles deberían ser los límites –históricamente cambiantes– de Europa y a la medición que se haga para considerar el centro.

De entrada, no parece haber dudas a nivel histórico en denominar a la antigua Checoslovaquia como Centroeuropa, hasta el punto que de Praga se ha llegado a decir, por su situación geográfica y su vitalismo cultural, que es ‘el corazón de Europa’. Con esa base, y cimentándola en los estudios de Iordachi (citado en Twardzisz, 2018, p.93), podemos comprender una superposición de círculos de lo que consideramos Centroeuropa, incluyendo en el más pequeño a Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Austria y Eslovenia. 
Ateniéndonos también a las relaciones actuales e históricas entre los países, plantearemos casi esa misma selección, eliminando a Austria –no por razones geográficas sino políticas, al interesarnos estudiar la Centroeuropa que vivía bajo el sistema comunista– y añadiendo la actual Croacia. Si hacemos esto es porque Croacia, al igual que el resto de los estados escogidos –al menos en la casi totalidad de su extensión territorial actual–, formó parte del Imperio Austrohúngaro además de, en la actualidad, estar dentro del marco de la Cooperación para la Defensa de Europa Central (CDEC).

Por tanto, la lista de países que estudiaremos es la que componen Polonia, Checoslovaquia, Hungría y, por último, Eslovenia y Croacia (considerando estos dos bajo el paraguas de Yugoslavia, al ser el estado del que formaron parte en casi todo el siglo XX y siendo las dos únicas repúblicas yugoslavas que podríamos considerar centroeuropeas). Además, al hablar del período comunista nos referiremos al que va desde el fin de la 2ª Guerra Mundial en 1945 hasta el comienzo de la disolución de la URSS en 1990, en el que contemplamos la implantación y la caída de gobiernos comunistas en los estados a estudiar –de 1947 a 1989 en Polonia, 1948 a 1989 en Checoslovaquia, 1949 a 1989 en Hungría y 1945 a 1992 en Yugoslavia, si bien podemos asumir su fin a partir de 1990–.

Teniendo claro este marco, continúo con mi relato sobre la génesis de este estudio. De las conversaciones con amistades y por redes sociales, así como de la información que encontraba en libros, fanzines y recónditas páginas de internet, me fui dando cuenta de que había una idea común que se hilaba hacia la primera aproximación que yo había hecho: que existía una cierta unión a través de la vanguardia, y especialmente a través del surrealismo, en el cine que más interesaba de Centroeuropa.

No quiero decir que todo el cine centroeuropeo sea surrealista, ni mucho menos. Es más, teniendo en cuenta el devenir de los significados del adjetivo surrealista, que con el paso del tiempo y de la poca profundización en el movimiento que dio origen al mismo se ha ido convirtiendo en sinónimo de extraño, en muchas ocasiones cuando la gente me comentaba que una película era surrealista, o en un blog se decía que las situaciones extravagantes de otra eran surrealistas, me surgía la duda sobre cuánto de surrealista habría realmente, cuánto era una simple casualidad temática y cuánto una vulgarización del término surrealista.

Esto se sumaba, en gran medida, a mi interés por el surrealismo. Desde que de adolescente había descubierto el cuadro de Salvador Dalí La Persistencia de la Memoria (1931) en una ilustración de un libro de lengua castellana al lado de una explicación sobre las ideas que desarrollaban tanto el dadaísmo como el surrealismo, me sentí inmensamente atraído por lo allí planteado. Llegar a descubrir a pintores como Magritte, a literatos como Breton o a cineastas como Buñuel fue un camino lógico. Es curioso, y resaltable, comentar que hasta ese momento mi afición por el arte había estado casi en suspenso. Me interesaba lo subversivo dentro de las artes más populares, desde la música extrema hasta el cine de explotación más violento, pero no había encontrado en las artes consideradas como parte de la historia oficial un espejo en el que mirarme. Descubrirme frente al surrealismo y ver que esos señores de traje en su día representaban la misma revolución que mi yo adolescente buscaba me abrió un mundo nuevo. Comencé a buscar más información y a adentrarme en lo surrealista, tanto como espectador curioso como en mis trabajos como creador. 

Desde estas investigaciones fui descubriendo las diferentes tradiciones surrealistas reconocidas a nivel pictórico y literario en diversos países, cuestión que hilaría con mis descubrimientos cinematográficos. Centrándonos solamente en Centroeuropa, en Checoslovaquia encontramos uno de los grupos más importantes después del de París, con pintoras de la talla de Toyen, fotógrafos como Karel Teige o escritores como Vratislav Effenberger y Vítězslav Nezval; en Polonia es necesario pensar en las pinturas de Zdzisław Beksiński, Kazimierz Mikulski o Jacek Yerka y en Hungría, las obras que nos legarían autores de la Escuela Europea como Margit Anna, Endre Rozsda o Béla Bán. Siguiendo este listado en absoluto exhaustivo, podríamos citar, desde las repúblicas del norte de Yugoslavia, a los pintores eslovenos Štefan Planinc y France Mihelič o a los escritores croatas Radovan Ivšić y Šime Vučetić, todos ellos influenciados por el Grupo Surrealista de Belgrado. Artistas primordialmente individuales, especializados en disciplinas que a priori permiten una mayor independencia creativa que un arte colectivo y con una necesidad mucho más industrial –especialmente hasta la democratización y abaratamiento de los medios de producción actuales– como lo es el cine.

Así, en mis primeras aproximaciones ya había comprobado que existían disidentes. Autores y autoras que, pese a que las industrias cinematográficas existentes bajo el comunismo eran mayoritariamente estatales, con un férreo control burocrático a la hora de decidir qué películas se producían y estrenaban, buscaban un cine mucho más personal y cercano a las ideas de Breton. De todos modos, que surgiesen pensadores contracorriente es algo que parecía tener lógica, y siguiendo las palabras de Antonín J. Liehm en el 4º Congreso de Escritores de Checoslovaquia en 1967 (citado en Kusin, 1971/2002),

la historia recordará como un período de oscuridad cultural cualquier período en el que la cultura tenga una sola voz, en el que junto a la cultura oficial u oficialmente reconocida no exista una no reconocida e inconformista, en el que la cara de la cultura se distorsione hasta ser irreconocible por la unilateralidad como resultado de la existencia de arreglos políticos y una cierta política cultural. (p.56)

Unas palabras incluidas en un discurso que provocaría la inmediata expulsión de Liehm del Partido Comunista (Kusin, 1971/2002, p.57), reforzando así su evidente fuerza contra el régimen que se vivía en Checoslovaquia. Por ello, parecía especialmente importante reivindicar estos trabajos que escapaban de una política cultural pretendidamente unificada, nacidos de una actitud subversiva y que arriesgaban e innovaban en sus narrativas para conseguir mensajes más allá de las propuestas del realismo socialista o del cine de evasión y explorar las inquietudes de sus creadores, reflejando al mismo tiempo las obsesiones del imaginario colectivo.

Para llevar a cabo el estudio planteamos una óptica exploratoria, analizando la mayor cantidad de films posibles de cada uno de los países, siguiendo la bibliografía disponible y recopilando filmografías de autores en los que la influencia surrealista parecía esencial. A partir de ello, efectuamos un análisis narrativo de las obras para establecer qué películas podemos considerar surrealistas, asumiendo en el camino la complejidad de considerar o no un film como surrealista. Para ello, seleccionamos nuestro corpus desde una óptica basada en lo puramente interpretacional, inferido a través del análisis narrativo de los films y teniendo en cuenta que, como señala Smith (2000, p.332), “mientras las explicaciones requieren una verificación o una falsación empírica, las interpretaciones no”, motivo por el cual la propuesta intentaba ceñirse a una visión científica y siempre justificada, buscando obras que tanto desde nuestro análisis como desde el de autores que se hayan aproximado a ellas anteriormente, siguiesen unos patrones básicos, que explicaremos en el capítulo siguiente, fundamentales a la hora de catalogar a una película de surrealista. 

Buscando los elementos destacables a lo largo del metraje de cada obra intentamos definir qué tropos existen dentro de cada autor y hacer, como explica Bardin (1977/1991, p.31), una “puesta a punto de un sentido en segundo plano” para comprender los significados secundarios, dependientes del contexto psicológico, social, político y/o histórico, enlazándolos dentro de las cinematografías nacionales y comprobando la existencia de una posible tendencia transnacional. 
Exponemos nuestros análisis desde una lógica descriptiva, planteándolos desde una perspectiva más narrativa que formal, ya que atendiendo a la lógica surrealista debemos acercarnos antes al fondo y a la intención de las obras que a destacar formalismos vacuos e insustanciales.

Recogemos esta línea de pensamiento del crítico y teórico surrealista Ado Kyrou (1953/2005, pp.26-27), quién asumiendo una equiparación entre técnica y forma, decía que “adorar la técnica (y por desgracia para el cine, este código tiene muchos adoradores fanáticos, sobre todo entre los críticos pretendidamente intelectuales) sería equivalente a arrodillarse frente a la imprenta. Llegamos a la adoración de la forma”. Aseveración que matizaba después: “no rechazo la técnica, pero me niego a disociarla del fondo. Del mismo modo, no rechazo ninguna mejora técnica actual o futura” admitiendo también que la técnica “ha permitido nuevas visiones de la vida; estas visiones me interesan porque, destruyendo el orden establecido, pueden ayudar a penetrar en la vida. Por eso, y solo por eso, nos interesan la técnica y las transformaciones que permite”. 

En una línea similar, Luis Buñuel (1927/2000) también renegaba de esa obsesión por la técnica para centrarse en el fondo:

Se ha hablado mucho de la técnica de films como Metrópolis y Napoleón. Pero de la de films como El Colegial nunca se hace ninguna referencia, y es porque esta última está indisolublemente mezclada con los restantes elementos que nunca se evidencian, igual que cuando vivimos en una casa no nos preocupamos de los cálculos de resistencia de los materiales que la forman. Los superfilms deben servir para dar lecciones a los técnicos: los de Keaton para dar lecciones a la realidad misma, con o sin la técnica de la realidad. (p.62)

No es nuestra intención, de todos modos, llegar al radicalismo de Buñuel y Kyrou a la hora de rechazar la forma, ya que la asumimos como parte intrínseca a la narrativa de cualquier film, y por tanto al mensaje y al fondo. Sin embargo, para atender a aquello que resultaría importante para los surrealistas, es importante escapar de un enfoque centrado en elementos que se muestren más cercanos al exhibicionismo técnico que a profundizar en las intenciones inherentes de lo narrado, y por tanto dejaremos paso al análisis de la forma solo en cuanto esta se emplee para profundizar de un modo específico y personal en la narración.

Por otro lado, la dificultad que los tropos surrealistas pueden presentar a la hora de establecer narrativas complejas nos obligará, en ocasiones, a plantear análisis que deban hacerse mediante una exposición e interpretación pormenorizada de todos los elementos que aparezcan en un film. A estos pasajes intentamos aproximarnos siguiendo el consejo de Berg (1989/2001, p.243), atendiendo de igual modo al contenido manifiesto y al contenido latente y siendo conscientes de que, como señala Krippendorff (1980/1997, p.30), “los mensajes no tienen un único significado que necesite ‘desplegarse’. Siempre será posible contemplar los datos desde múltiples perspectivas, en especial si son de naturaleza simbólica”. A partir de ello podremos comprender cada uno de los significantes, influencias y motivaciones que llevan a la plena significación de cada película ya que

la mayoría de las comunicaciones no son tanto entidades fijas como desafíos ambivalentes. Desafían al lector o al analista para que los absorba y reaccione ante ellos. Solo al acercarse a estos enteros con todo su ser, el analista podrá descubrir y determinar su significado, o uno de sus significados, y así ayudar a que se cumplan. (Kracauer, 1952, p.642)

Presentamos, por tanto, un estudio que mezcla lo descriptivo con lo analítico, relacionando los matices de cada obra con la filmografía de su autor/a, las cinematografías nacionales, la propia historia del cine surrealista y la visión transnacional que hila nuestro estudio. 

Por último, querría reconocer que hay otro aspecto que también resultaba atrayente a la hora de enfrentar esta investigación: el hecho de que apenas existe bibliografía científica en castellano sobre las cinematografías centroeuropeas. (4) La mayor parte de los escritos son, o bien pequeños artículos en revistas y fanzines, o con suerte libros sobre autores reconocidos. (5) Sin embargo, en la última década el interés internacional por las cinematografías de las que nos haremos eco parece estar creciendo, en multitud de ocasiones con estudios que coinciden en la importancia de lo vanguardista. (6) Por tanto, otra de nuestas pretensiones es ayudar a abrir el campo de estudio de las vanguardias cinematográficas centroeuropeas en lengua hispana, colaborando en la comprensión y difusión de un cine y una cultura que desde el ámbito europeísta nos debería resulta cercana, pero que ha resultado ampliamente ignorada.

4. Reconozcamos, aun así, honrosas excepciones como Losilla, C. y Monterde, J. E. (eds.) (2006). Vientos del Este: Los nuevos cines en los países socialistas europeos 1955-1975. Valencia: Institut Valencià de Cinematografía Ricardo Muñoz Suay, Festival Internacional de Cine de Gijón, Centro Galego de Artes da Imaxe, Filmoteca Española; o Gómez Lucas, C. (2020). El nuevo cine checo. Revolución cinematográfica en los 60. Valencia: Shangrila.

5. Sirvan como ejemplo Martín López, G. (ed.) (2010). Jan Švankmajer: La magia de la subversión. Madrid: T&B; Moldes González, D. (2005). Roman Polanski: La fantasía del atormentado. Madrid: Ediciones JC o Ballester, C. (2007). Miloš Forman. Madrid: Cátedra.

6. Solamente hay que ver Owen, J. L. (2011). Avant-Garde to New Wave: Czechoslovak Cinema, Surrealism and the Sixties. Oxford: Berghan Books; Wielebska, K. y Mikurda, K. (eds.) (2010). A Story of Sin, Surrealism in Polish Cinema. Cracovia: Korporacjia Ha!art o Kuc, K. y O’Pray, M. (eds.) (2014). The Struggle for Form. Perspectives on Polish Avant-Garde Film, 1916–1989. Nueva York: Wallflower Press.

Debido a esta carencia de textos en castellano, para facilitar la lectura evitando una excesiva presencia de textos en inglés, francés o lenguas eslavas, las citas originales han sido traducidas ex profeso, salvo en los casos en los que sí se haya podido consultar una edición en castellano, tal y como se indica en la bibliografía. Para referirnos a las obras emplearemos los títulos españoles en los casos posibles, empleando como segunda opción el título internacional en inglés y, de no existir, el título en el idioma original.

Recogemos, por último, las inspiradoras palabras de Chénieux-Gendron (2014) sonbre las líneas para investigar el surrealismo en la contemporaneidad:

Una de las investigaciones críticas más interesantes hoy en día es, sin duda, el medir la validez conceptual de las diferentes vías de inspiración que han estimulado al movimiento desde su origen, y para los artistas, reconocerse en las diferentes formas de invención. (p.151)

Esa será la intención que nos guíe [...]




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30.11.21

NOVEDAD - I. PANTALLAS DE LO MARAVILLOSO. UN RECORRIDO POR EL SURREALISMO EN EL CINE CENTROEUROPEO (1945-1990), de Luis E. Froiz Casal, Valencia: Shangrila 2021



434 páginas - 16X23 cm. - Valencia: Shangrila 2021



Poco podía imaginar André Breton la importancia que su movimiento llegaría a alcanzar en todas las artes cuando escribía en 1924 su Manifiesto del Surrealismo y llamaba a los artistas a una revolución personal y social. También le resultaría difícil suponer los cambios políticos que estaban por llegar en el viejo continente durante las siguientes décadas: Tras el horror de la 2ª Guerra Mundial los países de Europa Oriental hacían su revolución y se alineaban con las tesis del comunismo. Centroeuropa pasaba a ser una frontera entre ambos sistemas. Una frontera que pertenecía casi en exclusiva al lado comunista, con industrias nacionalizadas, sistemas censores férreos y economías controladas por las democracias populares, pero en la que hasta ese momento habían existido conexiones e intercambios culturales con la Europa Occidental. Estados en los que el movimiento de Breton había calado en los círculos artísticos de entreguerras y en los que la nueva realidad impondría las tesis del realismo socialista como las únicas válidas para la creación artística y especialmente en el cine, que ya Lenin había definido como la más importante de entre todas las artes.

Todo ello crearía un caldo de cultivo único para que en los 45 años que transcurrieron entre que el telón de acero cayó sobre esta frontera hasta que se retiró pudiésemos asistir al auge y decadencia de directores y directoras que decidían alejarse de los principios que se le imponían desde la censura y recoger el surrealismo como base desde la que subvertir y crear films comprometidos, complejos y llenos de magia. Films que por la censura de sus países, por la censura económica e ideológica que imponía al otro lado del telón el capital y por las dificultades de interpretación de sus propuestas han quedado muchas veces relegados en las historiografías oficiales del séptimo arte.

En este volumen intentamos remediar ese olvido y recuperar un cine casi ignoto, lleno de imaginación, que nos habla de una parte fascinante de la historia política de Europa. Porque este no es solo un libro de cine, como ninguna historia del cine lo es.



Luis E. Froiz Casal (Santiago de Compostela, 1985). Licenciado en Comunicación Audiovisual y Doctor en Comunicación e Información Contemporánea por la Universidad de Santiago de Compostela, su vinculación con el audiovisual comienza en 2004. Desde entonces ha publicado en revistas, webs y fanzines como Fotocinema, Abríu, 2000 Maníacos, El pájaro Burlón o Matanza Caníbal así como en el libro colectivo Space Fiction: Visiones de lo cósmico en la ciencia-ficción (2020). Entre 2017 y 2019 dirige la web cultural Mola! A subcultura en galego. También ha formado parte del jurado de los festivales FKM (2019) o GFFF (2020) y ha dado clases de edición de vídeo en Escola Unitaria. A nivel artístico destaca la dirección de cortometrajes como Un hombre está tumbado en el suelo (2011), Lemniscata (2015) o Gólgota Compostela (2020), además del largometraje documental Escuros, Roncos e Compasados (2012).

Después de que en 2012 preparase un estudio sobre la nueva ola de cine checoslovaco para su Máster en Comunicación e  Industrias Creativas, su vocación investigadora y su pasión por las culturas centroeuropeas le llevan a afincarse en Praga entre 2015 y 2016 para empaparse de la realidad local. De ello, mezclado con su interés personal por el surrealismo, surge el presente estudio.
 

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