12.6.24
II. "AGUSTÍ VILLARONGA. TRAS UN CRISTAL OSCURO", Pilar Pedraza, Valencia: Shangrila, 2024
10.6.24
NOVEDAD: I. "AGUSTÍ VILLARONGA. TRAS UN CRISTAL OSCURO", Pilar Pedraza, Valencia: Shangrila, 2024
Agustí Villaronga es un autor. Su vanguardismo no se ha desgastado con el tiempo ni se ha debilitado por la melancolía crepuscular de la llamada posmodernidad. El director ha sido capaz de realizar un cine comercial de calidad sin renunciar a su estilo. Ni los premios recibidos ni el reconocimiento de la crítica nacional y extranjera ni la buena consideración de su obra por parte del público han conseguido ablandar o dulcificar el inquietante talento que le ha permitido caminar por los bordes de los precipicios como su lugar natural. Ni siquiera cuando ha trabajado en producciones costosas, con medios suficientes y un público amplio y expectante, ha renunciado a plantear la historia a su manera. Su cine siempre ha sido transgresor. No ha necesitado penurias y escasez de medios para crear sus complejos universos, en los que el bien y el mal vienen a ser inseparables.
Las obras de Pilar Pedraza y Agustí Villaronga exploran terrenos similares. A veces convergen, a veces divergen, a menudo se cruzan, como líneas que serpentean en torno a los mismos problemas: el mal, la mirada, el deseo, la crueldad, la oscura noche que se extiende en nuestro interior. Era inevitable que Pedraza acabara escribiendo sobre su cine, pues encontraba en ella la armonía y contrapunto de su propia visión del mundo.
PILAR PEDRAZA
(Toledo, 1951) se doctoró en Historia del Arte por la Universidad de Valencia, donde ejerció como docente e investigadora hasta 2011, cuando empezó a dedicarse por completo a la escritura. A lo largo de su carrera, ha compaginado la investigación y la escritura, la docencia universitaria y la creación. En su obra encontramos cuentos, novelas, columnas, artículos, ensayos, ediciones críticas y traducciones de extrañas obras renacentistas como El sueño de Polífilo. Como escritora de ficción, es autora de una extensa obra, de entre la que cabe citar Las joyas de la serpiente, La fase del rubí, La pequeña pasión, Paisaje con reptiles, Piel de Sátiro, Arcano 13, La perra de Alejandría, Lobas de Tesalia, Mystic Topaz, El amante germano, Pánikas, Eros ha muerto o Nocturnas, su última antología de relatos. Como investigadora, destacan sus ensayos sobre películas, como Metrópolis, La mujer pantera o Suspiria; sobre directores, como Federico Fellini o Jean Cocteau; y sobre la construcción de lo femenino en Occidente a través de la literatura y el cine fantástico, con obras como La bella, enigma y pesadilla, Máquinas de amar, Espectra o Brujas, sapos y aquelarres. Su obra ha aparecido publicada en antologías internacionales como The Valancourt Book of World Horror Stories y la ha hecho merecedora de diversos premios como el Ignotus, Nocte, Sheridan Le Fanu, Gabriel, o el Golem Honorífico a toda su trayectoria.
8.10.20
25.9.20
VI. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
A continuación, referiremos, por su orden, lo que “cuenta” Suspiria como fábula fantástica y, en lo posible, lo que “dice”, tratando de guiar al lector y espectador por sus laberintos narrativos. No se trata de un análisis fílmico ni seguimos en él la diferenciación de las secuencias y escenas, sino más bien de sinopsis impresionista, sin mayor pretensión que la de recordar la disposición narrativa de los elementos del relato, con vistas a que el lector no se pierda cuando hablemos de ellos pormenorizadamente más adelante.
Sobre los títulos de crédito, blanco sobre negro, se inserta una voz masculina, la del propio Dario Argento, que introduce con indiferencia e impersonalidad la historia, a partir de una información tan precisa como incompleta, situándonos in re: Suzy Bannion va a estudiar danza en una academia de Friburgo. Ha salido de Nueva York a las 9 de la mañana y ha llegado a Alemania a las 22:45, hora local, un horario que apunta a lo oscuro. En el interior del aeropuerto, los viajeros del vuelo de Nueva York a Múnich salen con sus maletas al hall de entrada, pasando por un plano iluminado de rojo. La cámara subjetiva panorámica de Suzy crea un espacio irreal. Dado lo avanzado de la hora, hay tranquilidad y poca gente. Suzy mira hacia los lados: nadie la espera. El tiempo atmosférico que se vislumbra tras las puertas de cristal, por las que acaba de salir una mujer de rojo azotada por el viento, es poco tranquilizador. El viento en rachas, que en el género representa al movimiento turbulento o invasor del mal desencadenado, va a estar muy presente en todo el filme, así como la lluvia.
Suzy sale a la tormenta e intenta coger un taxi. Sus elegantes ropas de color marfil, empapadas y flotantes, intensifican su aspecto indefenso. Después de tres fracasos, logra parar a un taxista (Fulvio Mingozzi), que ni siquiera se molesta en ayudarla con el equipaje. La angustia está ya servida, con unos pocos elementos cotidianos que toman un sesgo inquietante gracias a la puesta en escena. El espectador participa de ellos plenamente, de un modo hipnótico, casi físico. Nunca tomar un taxi fue tan intrigante ni tan cinematográfico como en este y otros momentos de Argento [...]
24.9.20
V. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
5. De Quincey las llama, en inglés, “Mothers of Sorrows”, lo que en castellano suele traducirse como “Madres de las Penas”. El nombre de cada una de ellas, en latín, significa “Madre de los Suspiros”, “Madre de las Lágrimas” y “Madre de las Tinieblas”.
Thomas de Quincey (1785-1859), periodista y escritor inglés, pertenecía a la élite de la literatura anglosajona visionaria del siglo XIX, entre el Romanticismo y el decadentismo. Su vida fue difícil; su obra, profunda, retórica y exquisita. Trabajó en el periodismo para vivir y fue un adicto al opio, consciente, en un momento determinado, de que no tenía posibilidades de regeneración. Su libro más importante es Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, del que forma parte Confesiones de un inglés comedor de opio, publicado en 1821. Se trata de textos autobiográficos, cortos, de prosa poética. Uno de ellos, el titulado Levana and Our Ladies of Sorrow, comienza hablando de la diosa romana Levana, que preside la aceptación del recién nacido por su padre. En 1845 apareció Suspiria de profundis. Este texto es el que inspira directamente a Daria Nicolodi y a Dario Argento. Está influido por los ensueños alucinatorios del opio, que se mezclan inextricablemente con recuerdos de vivencias intensas de la infancia del autor, como la muerte de su hermanita, a la que amaba profundamente. De Quincey se obsesionó con la creencia de que su vida entera estaba bajo la influencia de estas entidades, tanto en sus visiones gloriosas como en sus efectos destructores. Uno de estos sueños, o más bien constructos conscientes, fue vertido en tono entre solemne, poético y psicoanalítico avant la lettre en el capítulo “Levana y sus señoras de las Penas”, que contiene nociones esenciales del devenir humano en el mundo regido por el destino. Tales nociones están en la base de las Madres, aunque con un sentido diferente, más complejo y filosófico que en las películas de Argento, que las convierte en entidades asequibles al público: en brujas. Son tres, como las Gracias, como las Parcas, como las Furias: “Estas son las Penas y a las tres las conozco” (De Quincey, 1985: 93-94)
[...]
Dice Thomas de Quincey que muchas veces, en Oxford, en su disipada juventud de comedor de opio, había visto en sueños —que no en delirios— a Levana. La conocía por sus símbolos romanos. Levana, que debía su nombre al latino “levare” (“levantar”), era la diosa romana que cumplía ante el recién nacido los primeros oficios de la bondad, de la grandeza de la raza humana, y de la benignidad. En el momento mismo del nacimiento, cuando el niño aspiraba por primera vez el aire de nuestro mundo, lo acostaban en el suelo. Inmediatamente después lo cogía en brazos su padre, en nombre de la diosa Levana, con lo cual lo aceptaba como suyo. En los sueños de De Quincey, la misteriosa señora no mostraba nunca el rostro salvo a él, y actuaba por delegación del Destino. Su misteriosa misión era atormentar el corazón humano hasta extraer de él la más pura esencia espiritual.
Las hermanas no hablan, giran en laberintos, conspiran juntas; y en los espejos de la oscuridad los ojos avezados perciben retazos de sus intrigas. Los símbolos son suyos, “mías las palabras”. La suya es una presencia que avanza siempre al primer plano o se hunde entre las sombras. Son las Semnai Theai o Diosas Sublimes, las Euménides o Graciosas Señoras. De Quincey les pone nombres latinos inolvidables: la mayor de las tres se llama Mater Lachrymarum, Nuestra Señora de las Lágrimas. Delira día y noche, llamando a los que ya no están. Sus ojos son ya dulces y sutiles, ya fieros y soñolientos, y muchas veces se levantan hacia las nubes, desafían al cielo. Lleva en la cabeza una diadema y, prendidas en el cinturón, las llaves con las que abre chozas y palacios. Visita a los que no duermen. Se la llama también Madonna.
La segunda hermana es la Mater Suspiriorum. No asciende a las nubes ni camina en los vientos. No lleva diadema. La suya es una dolorosa historia llena de sueños destruidos y ruinas de un delirio olvidado. La cabeza, cubierta por un viejo turbante, siempre está inclinada, siempre vuelta hacia el polvo. No llora ni se queja, pero a menudo suspira de manera audible. Es humilde hasta la abyección. Puede murmurar, y en sueños susurrar, pero solo para sí y en la penumbra. No pide nada, solo da su consuelo. Visita al paria, al judío, al galeote, al penitente, al esclavo de las plantaciones, a las monjas, a las prostitutas, al cautivo.
La tercera hermana, Mater Tenebrarum, que también es la más joven, es la desafiadora de Dios, la rebelde, la madre de las locuras y la inductora de los suicidios. Se mueve con saltos de tigre. No tiene ninguna llave, pues asalta con su solo poder todas las puertas [...]
Argento y Nicolodi dedicaron su esfuerzo a reflexionar sobre estas mujeres nacidas de los Suspiria de profundis de Thomas De Quincey, construyendo una leyenda propia a partir de sus ideas sobre el origen de las brujas. Para Daria y para él, tal como aparece explicado en los filmes Suspiria e Inferno, las Tres Madres eran tres seres malvados que habían sentado las bases de la brujería en el siglo XI. Tras haber sembrado por doquier la muerte y la desolación, desarrollando sus propios poderes, se habían reunido para encontrar tres lugares donde instalarse para siempre y desde donde dominar el mundo.
Para el nombre de Emilio Varelli, el arquitecto de las casas de las Madres, Daria y Dario se inspiraron en el alquimista moderno e histórico Fulcanelli, personaje real fascinante, cuyo origen y nombre completo se desconocen. Su apodo se relaciona con los dioses Vulcano y Helios. Nació en los años setenta del siglo XIX y se sabe que estuvo muy activo en la segunda década del siglo XX. Viajó mucho, en parte por España. Escribió varios libros de esoterismo alquímico, entre ellos El misterio de las catedrales (París, 1926) y Las moradas filosofales (París, 1930). Ambas obras hacen pensar en arquitecturas secretas y esotéricas, similares a las casas de las Madres de Argento. Parece haber sido amigo de Eugène Emmanuel Viollet le Duc, el gran arquitecto neogótico, y su figura es comparable, salvando las distancias, a la de Giacomo Casanova y el conde de Saint Germain. (6) [...]
6. Sobre Fulcanelli véase Nataf, 1994 y Corral Lafuente, 2008. Fulcanelli estaba de moda en los años setenta, debido al resurgir del interés por el tema de la alquimia, cuando Alejandro Jodorowsky rodó La montaña sagrada (1973), película totalmente hermética cuyo tema es la obtención de la piedra filosofal y la reunión de los grandes iniciados en un lugar secreto. Fue proyectada en varios festivales internacionales, entre ellos el de Cannes de 1973 y Dario Argento la conocía.
IV. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
Suspiria es conocida y apreciada como joya cinematográfica en todo el mundo. Inferno, más atormentada y sulfurosa, es la más querida por los amantes del cine de Argento, pero fue tildada por la crítica contemporánea de fragmentaria, de “tetra banalitá”, y sus colores, de absurdos. La madre del mal, muy posterior y casi obligada como tercer panel del tríptico, pertenece a otro registro: el del fantástico católico, cuyo tema es el mal real que habita en la sociedad, desatado por brujas humanas o “malas mujeres”, con la cúpula de San Pedro al fondo.
Suspiria, con su imagen ultrarrealista y su música celeste o demoníaca, de rock progresivo— rupturista y alejada de los cánones del cine clásico—, es algo más que un objeto de culto para amantes del género fantástico y de terror. No se trata solo de una historia de hadas malignas, sino de un exquisito fetiche mágico en sí mismo, que lanza destellos tan incomprensibles como reveladores de una sensibilidad artística manierista de alto voltaje. Nos empuja a entrar en un universo que algunos denominan con simpleza “onírico”. Nos enfrentamos, acompañando a la joven protagonista Suzy Bannion (Jessica Harper), con un odioso y fascinante nido de brujas presidido por su reina asmática y centenaria. ¿Qué hacen y quiénes son estas damas singulares, estas madres malignas, mantenidas en las mansiones que creó para ellas un arquitecto alquimista? Tiernas y feroces guardianas velan por un máximo secreto o Silentium, cuyo quebranto trae consigo la muerte a quienes tratan de violarlo. ¿Qué misterio es ese?
Si el Silentium es quebrantado por una joven inocente, se produce la destrucción del monstruo, del aquelarre y del decorado; en suma, del Mal y sus ministras. Se nos obligará a dar un salto mortal catártico junto con la heroína, que se salva in extremis de la tempestad provocada por la muerte de la bruja. Suspiria e Inferno son una puerta al inconsciente colectivo y también a nuestro propio interior. El suyo es un terror laico, mágico; mientras que el terror de películas como El exorcista, o La semilla del diablo, por ejemplo, es fundamentalmente cristiano y realista. En este género, muy popular, hay un poderoso diablo en acción, y por lo tanto un Dios, mientras que en la Trilogía de las Madres de Argento, especialmente en las dos primeras películas, las brujas son de estirpe pagana y matriarcal. Siembran el mal que se cuece en unos infiernos femeninos, sin una figura de poder masculina de la que dependan. Se producirá cierto cambio regresivo en La madre del mal, de terror cristiano, aunque no patriarcal, que corresponde a una nueva etapa vital y estética del director italiano [...]
23.9.20
III. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
II. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
[...]
La prosa de Pilar Pedraza comparte un terreno común con el cine de Argento. En el tono malsano de La pequeña pasión (1990) resuenan ecos de Suspiria: los gusanos anuncian la llegada de la muerte, un murciélago golpea repetidamente la ventana, desesperado por entrar, hasta manchar de sangre el cristal. Algo hay de las brujas de Argento en el culto femenino y secreto de Paisaje con reptiles (1997). La fase del rubí (1987) no solo comparte con Inferno su estructura episódica, con capítulos como atracciones visuales, sino también su fascinación por el mal, su mirada hacia lo prohibido. No en vano, la mujer malvada ocupa incontables páginas en las reflexiones pedrazianas (Espectra, Máquinas de amar, Brujas, sapos y aquelarres) y otro de los ensayos cinematográficos de Pedraza, Agustí Villaronga, se centra en otro director igualmente atraído por la perversidad.
Sin embargo, es en Suspiria e Inferno donde Pedraza encuentra las figuras que mejor encajan en su mitología personal: las Madres del Mal, titanes terribles y monstruosos, vestigios de un tiempo anterior al nuestro. La Trilogía de las Madres se sitúa en un mundo en el que los antiguos dioses sobreviven confinados en mansiones encantadas, soñando, y aguardando su regreso en carros tirados por panteras. Es también el mundo de Malpertuis, de Jean Ray, otra de las obras fetiche de Pedraza; es el mundo del Orfeo (Orphée, 1950) de Jean Cocteau —a quien Pedraza dedica también una monografía—, un mundo en el que basta zambullirse en un espejo para entrar en el reino de los muertos. Sin embargo, las Madres de Argento son, sobre todo, arcanos de lo oculto y lo inconsciente, una Hécate triple bajo cuya égida exploramos los abismos interiores.
A ella nos encomendamos ahora, cuando Suspiria no existe todavía; en este instante en el que Argento extiende los dedos hacia la pantalla, acaso con temor de ser absorbido por ella; en este instante en el que comienzas a leer antes de que el libro haya empezado. Cuando termine el filme, habrás salido del incendio a la tormenta, del fuego al agua. Quizá no descubras demasiado sobre la casa o sobre el origen de las Madres; pero la pregunta que Suspiria y Argento realmente te dirigen es si tienes el valor para mirar y para ver lo que hay ante tus ojos: un filme que te devuelve el reflejo de tus sueños.
22.9.20
NOVEDAD - I. "SUSPIRIA. LAS MINISTRAS DEL MAL", Pilar Pedraza, Shangrila 2020
En Suspiria. Las ministras del mal, Pilar Pedraza investiga sobre el proceso de creación del filme, sobre sus fuentes y avatares, e indaga en la mitología que sustenta la trilogía: tres películas, tres madres, tres ciudades, tres moradas del mal. Más allá de Suspiria, el tiempo ha ido agrandando la sombra de las madres hasta llegar a nuestros días, con la nueva versión recientemente dirigida por Luca Guadagnino, con la que se cierran las páginas del libro, pero no la fascinación que nos transmite Dario Argento.
12.12.16
y XVIII. "JEAN COCTEAU. EL GRAN ILUSIONISTA", PILAR PEDRAZA, Shangrila, 2016
Desde Baudelaire se ha ido comprendiendo
poco a poco que la poesía era uno de los medios
más insolentes de decir la verdad.
Jean Cocteau