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10.10.15

V. "INGMAR BERGMAN Y LA CENSURA CINEMATOGRÁFICA FRANQUISTA. REESCRITURAS IDEOLÓGICAS (1960-1967), Rosario Garnemark, Hispanoscope libros 8, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




Ingmar Bergman


(...) Hemos analizado una serie de reescrituras franquistas en torno a la filmografía de Bergman, ligadas al proyecto aperturista y posibilista de José Mª García Escudero, entre ellas diversos doblajes que han puesto de manifiesto el poder de la traducción como herramienta ideológica. Nuestro objetivo ha sido ilustrar cuáles fueron las interpretaciones de los films del realizador sueco que circularon durante el período estudiado, y cómo se manipularon sus narrativas con el visto bueno de la censura estatal. Hemos argumentado que los agentes responsables de su introducción en España antes del nombramiento de García Escudero en 1962 realizaron en cierto modo una labor de transición entre la etapa ultracatólica y la supuesta apertura protagonizada por García Escudero. Nos referimos aquí principalmente a la labor llevada a cabo por Carlos Fernández Cuenca y Carlos Mª Staehlin, en su doble papel como críticos de cine y supervisores de los doblajes franquistas con que se estrenaron las primeras películas de Bergman en España. Los films importados en la etapa pre-García Escudero fueron seleccionadas por su supuesto interés religioso, pero todos ellos contenían a la vez aspectos problemáticos que Fernández Cuenca y Staehlin trataron de desambiguar. Como hemos demostrado, las manipulaciones aplicadas a El séptimo sello, El manantial de la doncella y El rostro, censuradas todas ellas durante el período que hemos denominado ‘primera recepción’, persiguieron crear un mito en torno a Bergman como realizador místico preocupado por asuntos muy trascendentes para el catolicismo. Como nos han ido mostrando ciertas reescrituras de contraste –es decir, ciertas lecturas no franquistas de la obra de Bergman–, todas estas películas contenían no obstante elementos que permitían hacer interpretaciones, si no divergentes, al menos sí mucho más ambiguas que las unívocas lecturas y reescrituras realizadas por Fernández Cuenca y Staehlin. Las dos prohibiciones detectadas en esta primera etapa, que afectaron a Fresas salvajes y Como en un espejo, demuestran además que en la Junta de censura anterior a 1962 existían todavía focos de resistencia capaces de cuestionar y descartar los argumentos esgrimidos por Fernández Cuenca y Staehlin sobre la ‘evidente’ inclinación religiosa de Bergman. Muchos de los censores de la Junta ultracatólica, correspondiente al mandato de Arias Salgado, dieron además muestras de tener serias dificultades para entender la obra del realizador sueco. En cuanto a la crítica cinéfila especializada, puede decirse que no hubo nunca un consenso demasiado unánime sobre la intencionalidad de Bergman. No todos los críticos aceptaron al pie de la letra que Bergman fuera un autor eminentemente místico preocupado por defender la existencia de Dios, lo que demuestra quizás que ya empezaba a gestarse “la crisis de la reflexión católica sobre el cine”, que se inició con la salida en 1961 de una parte de la directiva de Film Ideal, encabezada por Pérez Lozano, para fundar la revista Cinestudio, que de alguna manera continuó haciendo una crítica “confesional” (...)







9.10.15

IV. "INGMAR BERGMAN Y LA CENSURA CINEMATOGRÁFICA FRANQUISTA. REESCRITURAS IDEOLÓGICAS (1960-1967), Rosario Garnemark, Hispanoscope libros 8, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




Prisión, Ingmar Bergman, 1949


En 1962 se produjo en España un relevo ministerial que supuso la evolución de un modelo de sociedad autárquica y ultracatólica hacia otro modelo de corte industrial-capitalista, encomendado a un grupo de tecnócratas que debían sanear la economía española y estimular el turismo. La censura oficial rígida e inmovilista impuesta hasta entonces por Gabriel Arias Salgado fue suplantada por la mayor flexibilidad de criterios que aplicó el nuevo Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, a pesar de que seguía habiendo representantes del clero en la Junta. La nueva imagen pública que España pretendía proyectar hacia el extranjero suponía ocultar “sus aspectos más represivos y anacrónicos”. Por razones estratégicas, España necesitaba convencer al resto del mundo de su capacidad de cambio. Como parte de esta estrategia de modernización, Fraga Iribarne decidió nombrar a José Mª García Escudero como Director de Cinematografía y Teatro, puesto que ya había ocupado entre 1951 y 1952 durante tan solo seis meses, tras los cuales se vio obligado a dimitir por la resistencia que encontró su actitud modernizadora.

García Escudero, militar de origen falangista, muy religioso sin ser moralista fanático, era un gran conocedor del cine como expresión artística y contaba con el respeto del mundo académico de la época, encarnado por el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas/Escuela Oficial de Cine. Su consolidación como intelectual del cine se produjo tras su participación en las I Conversaciones Cinematográficas de Salamanca en mayo de 1955, organizadas por el sindicato universitario falangista SEU, que canalizó ciertos posicionamientos críticos respecto de la producción cultural franquista. Las Conversaciones de Salamanca supusieron un intento de modernización de la industria fílmica y contaron con el apoyo de un nutrido grupo de intelectuales de diversas filiaciones vinculados con el cine. En ellas se reclamó un cine que hiciera uso de un mayor realismo social, muy limitado en la España franquista dada la escasa libertad de expresión existente.

Las Conversaciones de Salamanca también dieron cabida a ciertas voces críticas sobre la censura, en el sentido de que se planteó la necesidad de un código escrito que prestara más coherencia a la censura oficial civil. Hay que tener en cuenta que la Iglesia católica sí había contado con su propio código de censura desde 1950, fecha en que la Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad y la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) aprobaron las
Instrucciones y normas para la censura moral de espectáculos, diseñadas por las autoridades eclesiásticas con el fin de poder clasificar los films en base a criterios unitarios. Las clasificaciones ofrecidas por la Iglesia, aún siendo meramente orientativas y careciendo de carácter vinculante desde un punto de vista legal, aparecían sin embargo reflejadas en la mayoría de las reseñas de prensa franquistas, como hemos podido comprobar a lo largo de nuestra investigación (...)









8.10.15

III. "INGMAR BERGMAN Y LA CENSURA CINEMATOGRÁFICA FRANQUISTA. REESCRITURAS IDEOLÓGICAS (1960-1967), Rosario Garnemark, Hispanoscope libros 8, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




El séptimo sello, Ingmar Bergman, 1957



Aunque Ingmar Bergman escribió su primer guion en 1944 y dirigió su primera película en 1946, la crítica cinematográfica española no entró en contacto con la obra de Bergman hasta el año 1955. Así lo afirma Carlos Fernández Cuenca en su Introducción al estudio de Ingmar Bergman, donde asegura que el descubrimiento internacional de Bergman se fecha erróneamente en 1956, año en que su película Sonrisas de una noche de verano recibe el Premio al Humor Poético en el Festival Internacional de Cannes. Según Fernández Cuenca, algunos críticos iberoamericanos (uruguayos, argentinos y brasileños principalmente) ya eran conscientes de la importancia de la obra de Bergman cuando éste recibe el mencionado galardón, y el propio Fernández Cuenca acude a la cita de 1956 en Cannes habiendo podido visualizar ya una buena parte de la obra de Bergman en Iberoamérica (entre otros en el Festival Internacional de Punta del Este, celebrado en enero de 1955, en diversas proyecciones de la Cinemateca Uruguaya y el Cine Universitario del Uruguay, o en el ciclo dedicado a Ingmar Bergman por la Filmoteca del Museo de Arte Moderno de Sao Paulo, en julio de 1955). En su impresionante obra enciclopédica dedicada a Ingmar Bergman, Birgitta Steene también afirma que fue en América Latina (principalmente en Uruguay, Argentina y Brasil) donde Bergman obtuvo por primera vez cierto reconocimiento internacional, ya a comienzos de los 50. Gracias a la “indiscutible ventaja del idioma y merced de unos buenos camaradas del otro lado del Atlántico”, Fernández Cuenca alardea de poder acudir “con conocimiento de causa” a importantes eventos europeos posteriores, como fueron el ciclo de proyecciones con doce películas dedicado a Bergman por la Cinemateca Francesa de París en 1958, la retrospectiva del National Film Archive de Londres en 1959 o el homenaje con exhibición de nueve películas en el Festival Internacional de Locarno en ese mismo año.

Fernández Cuenca fue uno de los más importantes ponentes y editores, entre 1960 y 1969, de un importante evento cinematográfico del momento: la Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid. Otro de los asiduos colaboradores de la Semana de Valladolid, el jesuita Carlos María Staehlin, compartía un enorme interés por Bergman. Ambos formaron parte del jurado que otorgó el Lábalo de Oro en 1960 a El séptimo sello. Habían coincidido ya en el secretariado diocesano de Madrid-Alcalá y en la Revista Internacional de Cine, publicación patrocinada por la Oficina Católica Internacional de Cine (OCIC). Otro punto de conexión entre ambos fue la colección “ABC del Cine” del Centro Español de Estudios Cinematográficos, donde Fernández Cuenca había publicado varios libros sobre cine, y que en 1960 lanzó el estudio Ingmar Bergman y El Séptimo sello (“Det Sjunde Inseglet”), encargado a Pascual Cebollada (uno de los principales impulsores de la Revista Internacional de Cine) y al propio Staehlin. Como veremos, Fernández Cuenca y Staehlin se encargarían además de confeccionar el doblaje de la película, que sería distribuida en salas comerciales un año después de pasar por la Semana de Valladolid.

A pesar de que las lecturas místicas de la obra de Bergman sean tildadas de reduccionistas en estudios recientes, lo cierto es que el sistema cultural franquista aplicó criterios de corte religioso para seleccionar aquellas películas que inaugurarían la recepción de la obra de este realizador en España. Así, la primera película que llegó a las pantallas españolas fue El séptimo sello, proyectada en la V Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid de 1960, donde obtuvo el Lábalo de Oro, galardón supremo del certamen. El séptimo sello fue la película con la que “Ingmar Bergman first became the cinema’s religious philosopher par excellence”. La temática religiosa resultaba muy atractiva para el sistema cultural de la España franquista, que había puesto en marcha la Semana de Cine Religioso en el año 1956 “como un complemento de la compleja manifestación espiritual y artística de la Semana Santa Vallisoletana”. Dado que la cantidad de películas de temática estrictamente religiosa no siempre era suficiente para poder componer un certamen, el festival sufre su primera gran remodelación en 1960, para incluir además films cuyo contenido ensalzara valores humanos, lo cual explica su nueva denominación: Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid. En 1960 se iniciaron también las Conversaciones Internacionales de Cine de Valladolid, de forma paralela al Festival, para dar cabida a una discusión más profunda entre “un selecto grupo de intelectuales católicos dedicados a los problemas del cine”. Pedro Rodrigo, antólogo de las cinco primeras Conversaciones Internacionales de Cine de Valladolid, hace mención a Bergman en su introducción a la Antología, lo que demuestra la importancia que se concedió a la importación de este autor en el entorno franquista: “las Conversaciones […] nacieron con carácter universal en la primavera de 1960 coincidiendo con la V Semana, la de “El Séptimo Sello”. ¿No es tan feliz circunstancia todo un símbolo?” (...)






6.10.15

I. "INGMAR BERGMAN Y LA CENSURA CINEMATOGRÁFICA FRANQUISTA. REESCRITURAS IDEOLÓGICAS (1960-1967), Rosario Garnemark, Hispanoscope libros 8, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




Hispanoscope libros 8
17x25cm. - 426 páginas









En la década de los '60 se produjo en la España franquista un intento de apertura y modernización del sector fílmico que contribuyó a que se importaran al sistema cultural español repertorios extranjeros novedosos como el del realizador sueco Ingmar Bergman. Uno de los objetivos de este volumen es ilustrar cómo la censura estatal franquista utilizó la traducción como herramienta de manipulación ideológica en la importación de Bergman durante el período mencionado. Además de estudiar algunos doblajes aprobados por la censura, también se analizan los expedientes oficiales de censura y diversas reseñas cinematográficas, que revelan cuáles fueron los parámetros ideológicos que aplicó el sector cultural español para reinterpretar la obra de Bergman. Ello lleva a desvelar el crucial papel que desempeñaron personalidades como José Mª García Escudero, Carlos Fernández Cuenca o Carlos Mª Staehlin. Mediante la confrontación de las interpretaciones franquistas con otro tipo de lecturas generadas fuera del sistema cultural franquista se pone de manifiesto, además, que las tendenciosas explicaciones franquistas no siempre hicieron justicia a la ambigüedad mostrada por el realizador sueco. En un primer momento se manipuló sobre todo su visión de Dios y de la religión, obviando aspectos centrales de su obra como la reflexión sobre la figura del artista. Más adelante, los esfuerzos de una parte del sector cultural franquista se centraron en hacerle pasar por un realizador eminentemente moralista, desvirtuando su visión del erotismo, de la violencia o del papel de la mujer en la sociedad. A pesar de que la crítica especializada y cinéfila que se interesó por Bergman en aquellos años cuestionó en numerosas ocasiones las interpretaciones oficialistas y la actuación de la censura, las películas llegaron al público enormemente desvirtuadas por los cortes impuestos y por unos doblajes ideológicamente adulterados, algunos de los cuales circulan todavía en DVDs comerciales en la actualidad.

La disciplina académica conocida como Estudios de Traducción experimenta durante los años 90 un giro hacia enfoques centrados en la cultura como motor de la traducción y se aparta de las explicaciones meramente lingüísticas, abriéndose así a nuevos métodos para abordar el estudio del proceso traductor. Estos enfoques destacan la importancia de las condiciones históricas y culturales en las que se producen las traducciones, prestando especial atención al potencial manipulador de éstas y a las relaciones de poder que las determinan y generan. En este contexto se enmarca el presente volumen, que aborda la recepción y censura de la filmografía de Ingmar Bergman en España entre los años 1960 y 1967.


Rosario Garnemark (Madrid, 1972) es Doctora en Estudios de Traducción por la Universidad de Oslo (Noruega). Entre 1991 y 1995 Garnemark participó en el programa “Lenguas Aplicadas Europa”, obteniendo una triple Licenciatura en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada (España), la Universidad Thames Valley de Londres (Reino Unido) y la Universidad de Provenza (Francia). Antes de doctorarse trabajó durante más de diez años en el sector de la traducción y cursó estudios de posgrado en la Universidad de Barcelona (España) y la Universidad de Gotemburgo (Suecia), combinando siempre sus dos intereses principales: el cine y la traducción. Garnemark cuenta con numerosas publicaciones académicas, entre las que destaca su participación en el volumen temático de Meta: Translator’s Journal dedicado a la manipulación de la traducción audiovisual. En la actualidad combina su labor investigadora con la actividad docente en la Universidad de Linköping (Suecia).