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20.11.22

JEAN-MARIE STRAUB (08/01/1933 - 20/11/2022)

 

Jean-Marie Straub



Hace tiempo que no aparecía por aquí un in memoriam, pero...


Danièle Huillet y Jean-Marie Straub


Danièle Huillet (1936-2006) y Jean-Marie Straub (1933-2022) trabajaron y firmaron conjuntamente sus trabajos cinematográficos hasta el fallecimiento de Huillet.


"Straub y Huillet conciben el cine como un acto de resistencia que propone, siempre mediante la combinación de la pasión estética y política, un radical trabajo de reescritura de otras obras. Sus películas leen/reescriben piezas de teatro o de ópera, textos en verso o en prosa para realizar una sistemática depuración de los elementos primarios del cine -la imagen, el sonido, la palabra, la música, los gestos-. En sus lecturas de San Juan, Hölderlin, Mallarmé, Kafka o Pavese, Straub-Huillet construyen una obra aislada, casi sin puntos en común con otros cineastas (Griffith o Bresson) y que se entronca con los preceptos éticos y estéticos de Cézanne".

Web del Xcentric.cccb-org/es


29.9.14

IX. "MATERIA DE IMÁGENES, REDUX", JACQUES AUMONT, Contracampo libros, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014





Puede entenderse “materia” en tres direcciones:

La materialidad: la materia como principio constitutivo de las cosas (la idea aristotélica de la materia como potencia, cf. la Física). Concepción abstracta, cuya actualización es aún un misterio (el mismo de la noción de potencia: ¿qué es poder, en la naturaleza?). Esta materia en particular escapa a la temporalidad, está en cierto modo en suspenso, a la espera de su actualización, a la espera de su entrada en el tiempo. Es quizá esta virginidad temporal lo que constituye el fundamento de la igualdad concebible, en cine, entre la mímica aun inexpresiva de un rostro y el enlucido de un muro: para sentir a Bach y su lugar en la misma y luminosa penumbra espiritual, como lo quiere Straub, podemos vincularlos a un mismo tiempo pasado, más o menos mítico, pero podemos, también, dejarlos escapar al tiempo, producirlos (y, para el espectador, sentirlos) como cosas en sí, cuya imagen de cine devendría entonces, mediante la ficción, una actualización sensible.




Johan Sebastian Bach


Jean-Marie Straub



Lo material: la materia tal como existe en el tiempo, es decir, tal como tenemos su experiencia espontánea y normal; sus propiedades son la extensión (Descartes), la accesibilidad a los sentidos (cuyo problema esencial es la prioridad de la vista o el tacto), la variación en el tiempo. Las cosas del mundo, y lo que denominamos las sustancias (en el sentido corriente y no filosófico del término), son las descripciones pragmáticas de ese estado de la materia. De ese estado extendido y temporalizado, el cine no puede rendir cuenta sino de un modo imaginario. Este rostro, no lo puedo tocar, y si creo verlo es por defecto. Ciertamente, como dijo Jean Epstein de una vez y para siempre, en el cine “el universo es nervioso. Luz filosofal. La atmósfera está henchida de amor. Yo contemplo”, es decir, en el cine mi mirada no es sino afecto: si no puedo tocar el rostro, puedo experimentarlo en la intimidad, sentirlo, gozarlo. Pero exactamente por eso, no son cosas materiales lo que se ofrece como pasto a la mirada; son signos de cosas, cargados de sentido, cargados de sentimiento.



Jean Epstein



La forma material o materia informe. La materia, en efecto, en su estado temporal, no es concebible sin una forma que la afecte. Resultado de una operación de formación, de puesta en forma, divina o natural para las cosas del mundo, artificial para las cosas producidas por la mano del hombre. Decir que la imagen tiene que ver en principio con la forma de la materia es una banalidad, aunque peligrosa. Esto es apenas cierto en relación con la pintura, que no ha producido jamás, en todas sus variantes técnicas, sino objetos, ellos mismos tangibles, incluso móviles. Es un poco más cierto en relación con el cine, cuya imagen evanescente tampoco es, en absoluto, tangible. Aquí reside toda la paradoja de la imagen luminosa del cine (y no me refiero exclusivamente a la técnica: se aplica también al video, al formato digital). No tiene por sí misma, propiamente hablando, materia; no podemos tocarla y ni siquiera localizarla realmente (no está solo en la película, ni solo en la pantalla, ni solo en la proyección). Sin embargo, tiene una forma material (no es inmaterial).

En las imágenes representativas de orden visual, la cuestión principal es la relación entre lo visible y lo tangible, y el rol correlativo de la luz. Esta relación varía mucho de una técnica a otra. En fotografía, como el término indica, una luz ya formada golpea una superficie sensible, en la que se inscribe. En el cine, esta inscripción no es sino una condición preexistente a la existencia de la imagen; es necesaria luego otra puesta en forma, en la que la imagen inscripta juega el rol de matriz de diferenciación de una luz, la del proyector, inicialmente indiferenciada. La imagen está hecha de luz, pero para poner en forma la luz se requiere un artefacto gráfico, una inscripción material sobre un soporte material. La imagen de cine está hecha de luz y tiempo, y en la experiencia que nos hacemos de la misma no tenemos sino luz y tiempo. Pero la puesta en forma es lo que nos da la imagen, la apariencia y el grano a la vez.

La materia de la imagen de película es entonces el efecto, perceptivo e imaginario, que resulta de lo siguiente: 1) la impresión sobre un soporte de una multiplicidad de imágenes, vinculadas entre sí por la técnica del movimiento y el método de montaje, y 2) la diferenciación (variable en el tiempo) de una luz (la del proyector), con el apoyo de esta impresión. Cada fotograma, que juega el rol de una pequeña pantalla filtrante, que deja pasar por grados una parte de la cantidad de luz y una parte del espectro luminoso, oculta alguna cosa de la luz proyectada. Lo que busco aprehender es el efecto de la materia de imagen (la ficción “materia de imagen” fílmica), resultante de la relación entre una luz y su alteración mientras parte de esa luz atraviesa una superficie material e impresa. La luz de la sala es modelada, puesta en forma (informada) instantáneamente por la película en tanto que filtro de la luz. Así es como se liga, a la luz, la materia de imagen.





*

En esta perspectiva, la aventura de la luz ya no es la que describe Sternberg: la aventura de la luz es lo que le sucede a una luz “blanca” modulada y transformada incesantemente por su pasaje a través del filtro, la “pantalla” de la película. Es esta aventura, esta situación, lo que hace que se comuniquen imaginariamente la materia de la película y la materia de la pantalla, lo tangible y lo visible. Todos los filmes experimentales basados en una aprehensión física de la película están hechos para despertar una sensación correspondiente a la visión de la pantalla. Recuerdo aun nítidamente la
performance de Jürgen Reble, en el gran anfiteatro del Louvre en 1995, que consistía en proyectar en bucle un film (en 16 mm) a priori bien indiferente, mientras el artista derramaba progresivamente sobre la película, a medida que esta última avanzaba, diversos productos químicos que la atacaban, y el espectador tenía que vérselas entonces con el efecto directo de estos ataques sobre la pantalla. El fantasma de materia se llevaba a su punto culminante (si bien había, a simple vista, en la sala, un operador y una película cuya existencia tangible podía verificarse).


Josef von Stenberg


Jürgen Reble


Es la misma experiencia, más ligera, más ficcional, que se tiene frente a Mothlight (Brakhage, 1963). A pesar del desplazamiento fotográfico sobre una película, a pesar, en consecuencia, del carácter puramente visual de lo que se ofrece, la materialidad genética no nos deja escapar: sabemos, y si no sabemos, podemos ver que se trata de alas de insectos, briznas de hierba, pequeñas flores pegadas a una cinta, pasadas a través de la luz del proyector y transformadas entonces en minúsculas pantallas materiales. No insisto más en este punto, sobre el que volveré más tarde, especialmente en relación con los filmes primitivos pintados. Evocaba hace instantes la categoría material del vestigium, que sin duda se aplica notablemente a las imágenes de Brakhage, fragmentos materiales dispersos “al azar” sobre el soporte, que juegan frente a la luz (blanca - “divina”) del proyector el rol de una pura impresión sin pensamiento propio, inerte. La impresión de materia sobre la pantalla es fuerte, porque nos remite a algo que no es reproducido sino citado, producido (en el sentido de “producir un testimonio”); pero es una materialidad sin propósito deliberado, ya que el propósito del filme es global, no articulable: se trata de producir una presencia, no de dar un discurso. (Por el contrario, en los filmes primitivos coloreados, por más torpe que sea la pincelada, tengo una imagen intencional, deseada: la imagen queda cautiva en un proyecto figurativo, en la producción de una imago e incluso de una similitudo).



Stan Brakhage


Jacques Aumont,
Fragmento de "Preambulo. Prolegómenos a la materia",
Materia de imágenes, redux






23.9.14

VI. "MATERIA DE IMÁGENES, REDUX", JACQUES AUMONT, Contracampo libros, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014



Jean-Marie Straub


Con este comentario de un plano de su Crónica de Anna-Magdalena Bach [“Se considera que eso que llamo la materia cinematográfica sería descubierta por el propio espectador: uno ve a alguien en proceso de ejecutar algo bajo el ojo de la cámara, ante una pared débilmente iluminada, porque es el crepúsculo, casi la noche. Esta pared es tan importante como el rostro, sobre el que sucede algo y que, en mi opinión, debe ser la materia cinematográfica pura”], Jean-Marie Straub asigna a la materia del cine un estatuto a la vez mental y ontológico: la “materia cinematográfica pura”, en la imagen que comenta, no es otra cosa que la relación entre una figura humana y su lugar: un rostro es filmado en la penumbra delante de una pared neutra; uno y otro, la figura y el fondo, el hombre y el decorado, devienen igualmente habitados, igualmente interesantes. La “materia” es aquello que une y asimila un rostro –objeto fetiche de la representación, considerado a veces como su absoluto– y un fragmento del mundo, el muro que tan a menudo es emblema de lo insignificante (ver Leonardo). La materia es entonces la mundanidad de lo uno y lo otro o, para decirlo más simplemente, su presencia. Esta declaración del joven cineasta remite todavía al esencialismo de André Bazin,


André Bazin


Robert Bresson


reforzado de otra manera por el credo bressoniano, que no ha cesado, a través de Straub pero también de Pialat, Eustache o Malick, de representar uno de los ideales posibles del arte cinematográfico, un ideal tan seductor que ha sobrevivido al argumento indiciario que había permitido descubrirlo y promoverlo. La imagen argéntea, la única que conocía Bazin, era considerada una huella, como el vestigium de Tomás de Aquino o San Buenaventura, que significa al mismo tiempo la presencia de la huella, la invisibilidad de su causa y, no obstante, la certeza de que esa causa existe.



Maurice Pialat


Jean Eustache


Terrence Malick


Se entiende que esto haya podido parecer vertiginoso y quedan, por otra parte, a la hora de los números, suficientes cineastas que ilustran y prolongan esta tradición, desde Jia Zhang-ke a ciertos Sokurov. Materia “cinematográfica”; una materia ideal, en el espacio conceptual y psíquico del ser y el hecho de habitarlo; una cierta concepción, “materialista” si uno quiere, del arte del cine, basada en el ser obstinado de aquello que se encontró allí, ante la cámara, y que se nos restituye pensando que no ha sido cambiado, pensando, tal vez, que se lo reveló.



Jia Zhang-ke

Alexander Sokurov


No es de esta materialidad de lo que se ocupa este libro. Me interesa otra relación, igualmente concreta, entre la imagen y otra cosa distinta de la imagen. Pero me empeño en establecer esta relación, de manera más elemental, entre las imágenes de un filme y todo aquello que, concreta y materialmente, las ha determinado en tanto tales; su apoyo, su forma primera, las modulaciones subterráneas o superficiales de esa forma por la historia de las imágenes. No busco en todo ello la descripción prosaica de un fenómeno que se agotaría en su manifestación sensible y que uno creería explicar hablando de material y fabricación; busco lo que permanece como la aspiración primera y última del cine en tanto medio: el afecto y el pensamiento, indisociables. He allí en pocas palabras la aspiración, paradójica, en parte incierta, de este libro: preguntarse de qué están hechas esas cosas enigmáticas que llamamos las imágenes de una película. Y preguntárselo no como el químico satisfecho con la identificación de partículas y elementos, sino más bien como el biólogo que sabe que, luego de esta identificación, todavía queda en pie el misterio de la vida. 


Jacques Aumont,
"Preambulo. Prolegómenos a la materia",
Materia de imágenes, redux