25.11.24
VIII. "DESPEDIRSE. FORMAS DE DECIR ADIÓS", Revista Shangrila 46-47, Jesús Rodrigo y Mariel Manrique (coords.), Valencia: Shangrila, 2024
23.4.24
X. "EN TRÁNSITO. FORMAS DE ESTAR EN EL MUNDO", Revista Shangrila nº 45, Valencia: Shangrila, 2024.
8.11.23
IX. "DESERTAR. FORMAS DE SALIR DEL MUNDO. REVISTA SHANGRILA Nº 44, Mariel Manrique (coord.), Valencia: Shangrila, 2023
4.10.23
III. "ALICE GUY EN EL ORIGEN DEL CINE", Irene de Lucas Ramón, Valencia: Shangrila, 2023
Inicio del capítulo 3:
LA CARRERA DE ALICE GUY
EVENTOS DESTACADOS EN SU TRAYECTORIA DE CINEASTA
3.1. Los inicios en Francia con la Gaumont (1894-1907)
Alice Guy tenía apenas veintiún años cuando en marzo de 1894 (79) Léon Gaumont la contrata como secretaria de Le Comptoir Général de Photographie, por entonces bajo el mando de Félix Richard. Un año después, pocos meses antes de que Gaumont le compre la compañía a Richard en julio de 1895, Alice tiene el privilegio de asistir junto a su jefe a la primera proyección parisina del cinematógrafo Lumière. (80) A pesar de ser competidores, a Louis Lumière y Léon Gaumont les unía una larga amistad. (81) Cada verano, Gaumont iba una semana a pescar a la casa de vacaciones de los Lumière y esa cercanía se refleja en la correspondencia que ambos mantuvieron durante años. (82) Prueba de su mutuo aprecio es la acérrima defensa, pública y reiterada (83) que, años después, hará Léon Gaumont de la primacía de los Lumière en la invención del cine, incluso por delante del chronophotographe de Demenÿ –el biographe–, que él mismo adquiere en agosto de 1895 para competir con el cinematógrafo. Nada tiene de extraño, pues, que los hermanos Lumière se desplazaran al despacho de León Gaumont para invitarle en persona a la que sería la primera proyección del cinematógrafo en París. Los Lumière extienden su invitación a Demenÿ –que no pudo asistir y a la joven secretaria que casualmente se encontraba en el despacho. Guy relata en sus memorias la invitación de los Lumière, dando cuenta del secretismo que rodeaba el evento, así como la experiencia de asistir a esta proyección histórica:
Gaumont recibió la visita de dos viejos amigos: Auguste y Louis Lumière. Acababan de invitarle a asistir a una velada en la Société d’Encouragement à l’Industrie Nationale, donde los dos hermanos iban a presentar una nueva máquina de su invención. Yo asistí a la conversación y me invitaron igualmente, pero se negaron a darnos más explicaciones sobre el aparato. ‘Ya verán’, dijeron, ‘es una sorpresa’. Habiendo despertado nuestra curiosidad, nos cuidamos de no perdernos esta sesión. Cuando llegamos, una sábana blanca estaba colgada en una de las paredes de la sala; al otro extremo, uno de los hermanos Lumière manipulaba un aparato que se asemejaba a una linterna mágica. Se hizo la oscuridad y vimos aparecer sobre esta pantalla improvisada, la fábrica Lumière. Las puertas se abrieron, una marea de obreros salió de ella, gesticulando, riendo, digiriéndose al restaurante, o a su casa. Más adelante se sucedieron los filmes, convertidos en clásicos, la llegada del tren a la estación, el regador regado, etc. Acabábamos de asistir sencillamente al nacimiento del cine. (84)
79. Aunque en sus memorias Guy data su primer encuentro con Gaumont de marzo 1895, el mismo mes que la primera proyección Lumière (22 de marzo), tanto Slide como Clouzot y McMachan creen que se debe a una confusión de Guy con las fechas. Guy también dice haber estado presente durante la ‘primera’ visita de Demenÿ a la oficina de Gaumont, cuando este hizo una demostración del phonoscope y le ofreció la patente, sin embargo su primera visita fue la de enero de 1895, cuando la compañía aún pertenecía a Richard. En julio de ese mismo año se volverá a presentar ante Gaumont (que acababa de comprarle la compañía a Richard) y, coincidiendo con el cambio de nombre de la compañía un mes después, en agosto de 1895, Léon comprará las patentes del phonoscope y el biographe, como relata Guy. Caben dos hipótesis: la primera es que Guy ignora la primera visita de Demenÿ porque en enero de 1895 aún no se había incorporado al Comptoir y sólo habría presenciado la visita de julio. La segunda es que Guy confunde las dos visitas con una sola –la de julio–, pues ambas tuvieron el mismo objeto y transcurren con apenas seis meses de diferencia. Atendiendo a la cronología de su propio relato, Guy ya era secretaria en el Comptoir al menos tres meses antes de que los Lumière le extiendan la invitación para asistir a su primera proyección [GUY, Alice, op.cit., p.56], lo que la sitúa en el Comptoir en enero de 1895, cuando Demenÿ le ofrece las patentes a Richard. Así, parece más probable que Guy confunda la fecha de su incorporación, que sería el mes de marzo de un año antes, como se indica en un artículo de 1957 que relata la entrevista en la que la contratan: “Esta fue la respuesta que M. Léon Gaumont, por entonces apoderado del Comptoir Général de Photographie, recibió a bocajarro un buen día de 1894”. De hecho, la propia Guy expresa sus dudas respecto a esta fecha en su redacción: “En marzo de 1895, si mis recuerdos son exactos…”, algo que no sucede con otros eventos de su relato, como la fecha de realización de su ópera prima.
SLIDE, Anthony, The memoirs of Alice Guy Blaché. Translated by Roberta & Simone Blaché. Filmmakers, No12, Metuchen, New Jersey: The Scarecrow Press, Inc., 1986, p.15.
MCMAHAN, Alison, op. cit., p.xix.
GUY, Alice, op. cit., p.45, nota 1.
GAUMONT, Louis, “Alice Guy Blaché fut en France et aux Etats-Unis la première femme metteur en scène de cinéma”, Films et documents. Revue des techniques audiovisuelles (Août, 1957)
80. GUY, Alice, op. cit., p.60.
81. Como se aprecia en la carta de Léon Gaumont a Louis Lumière del 13 de julio de 1895, agradeciendo la invitación a la proyección del cinematógrafo y compartiendo sus impresiones y su entusiasmo al respecto. Consultable en: DE LUCAS, Irene, La pionera oculta. Alice Guy en el origen del cine, tomo II, p.89. <https://www.tdx.cat/handle/10803/81302#page=1>
82. La correspondencia íntegra entre Louis Lumière y Léon Gaumont se conserva en los archivos del BIFI de la Cinémathèque Française de París. Dos de estas cartas pueden consultarse en: DE LUCAS Irene, op. cit., tomo II, p.87.
83. En su carta a Louis Lumière del 8 de marzo de 1918, Gaumont afirma haberse negado a apoyar el comité constituido para honorar a Georges Demenÿ al entender que su reivindicación de que Demenÿ había inventado el chronophotographe antes que los Lumière el cinematógrafo era injusta e inexacta. Y el 11 de septiembre de 1930 Gaumont envía una carta al director del periódico Le Figaro en defensa de la primacía de los Lumière en la invención del cine. [Ambos documentos pueden consultarse en: DE LUCAS Irene, op. cit. —Carta del 8 de marzo de 1918, tomo II, p.93; y Carta de Léon Gaumont a M. Coty, tomo II, p.97]. Asimismo, en 1934 Gaumont también defiende activamente la precedencia histórica de la cámara Lumière a la de Messter, como indica en su correspondencia con Louis Lumière entre mayo y junio de 1934.
84. GUY, Alice, op. cit., pp.59-60.
Esta primera proyección privada en sala tuvo lugar en la Société d’encouragement à l’industrie nationale el 22 de marzo de 1895 en París, y en el curso del mismo año realizan otras once proyecciones similares en Francia (en Paris, Lyon, La Ciotat y Grenoble) y en Bélgica (Bruselas, Louvain). (85) Organizadas por los Lumière en el marco de la campaña de promoción de su invento, estas primeras proyecciones en congresos y sociedades fotográficas se realizaban ante un público selecto, principalmente miembros de la industria, por lo que solo se podía asistir con invitación. Su objetivo era generar la suficiente expectación para garantizar el éxito posterior de su primera proyección abierta al público, la famosa proyección de pago en el Salon Indien del Grand Café de París, en el número 14 del boulevard des Capucines, que tendrá lugar el 28 de diciembre de 1895, proyección a la que sí asiste Georges Méliès. (86)
85. La lista de proyecciones privadas que preceden a la proyección del Salon Indien, con fecha, lugar y programa de cada una, puede consultarse en la web del Institut Lumière: <https://www.institut-lumiere.org/musee/les-freres-lumiere-et-leurs-inventions/cinematographe/les-projections-privées-du-cinématographe.html>
86. No es seguro que también asistiera Alice Guy, aunque en su descripción del programa de la sesión privada hace referencia a varios filmes que se proyectarán en la sesión pública del Salon Indien y en otras posteriores, pero no así en la del 22 de marzo.
El azar quiso así que una simple secretaria fuera invitada en persona por los inventores del cinematógrafo a ser testigo del nacimiento del espectáculo cinematográfico. Su presencia en este evento la singulariza en la Historia del cine como la única pionera de los orígenes, junto al propio inventor, Louis Lumière, en asistir a la primera proyección cinematográfica con público de la Historia. Es también un momento clave en su vida profesional. Alice Guy intuye desde el primer momento su inmenso potencial narrativo, no ya para plasmar la realidad, sino para crear relatos de ficción. A diferencia de Léon Gaumont, atraído por las prestaciones técnicas del cinematógrafo y su potencial comercial, lo que fascina a Guy no es la cámara sino la película en sí misma y las infinitas posibilidades narrativas que ofrecía este nuevo medio.
Apenas cuatro meses después, Gaumont compra las patentes de Demenÿ y saca a la venta ambos aparatos –el bioscope y el biographe– a finales de 1895, sustituyéndolos poco después por la primera cámara-proyector de la compañía, el Chronophotographe Demenÿ-Gaumont, que también utiliza película de 60 mm y que, si bien la patente es del mes de junio, al parecer sale a la venta en marzo/abril de 1896. Para entonces la compañía ha empezado a rodar pequeños filmes a modo de demostración del buen funcionamiento del aparato, en su mayoría filmados por trabajadores del laboratorio y algunos operadores que establecieron una relación comercial de franquicia con la firma Gaumont. Producidos únicamente como reclamo para vender cámaras y no con el fin de comercializarlos para su proyección, estos filmes de apenas 20 metros servían para mostrar a los clientes las posibilidades que ofrecía el chronophotographe y a menudo se incluían directamente con la compra de aparato como muestrario, por lo que Gaumont no les prestaba especial atención. Aunque no es descartable, como sugiere Breton, que con su avezado ojo comercial Léon Gaumont ya intuyera que la falta de originalidad de estos filmes podría acabar afectando a la venta de aparatos y estuviera abierto a nuevas propuestas: “los fragmentos de filmes que se incluían: inspecciones militares, inundaciones, visitas de reyes o de presidentes. (…) Todo era un poco monótono. Se siente el hartazgo. Si no se encontraba rápido otra cosa, la venta de aparatos corría el riesgo de desplomarse”. (87)
87. BRETON, Emile, Femmes d’images, Paris: Messidor, 1984, p.13.
Convencida de que una historia ficcional podía resultar más atractiva que la mera captación de la realidad, es en torno a estas fechas cuando Guy se anima a pedirle permiso a su jefe para rodar algunos cortometrajes de ficción en su tiempo libre, que servirían en todo caso para promocionar la venta de cámaras, como ya se venía haciendo con las tiras de actualidad amateur:
A Gaumont, como a Lumière, les interesaba ante todo la resolución de los problemas mecánicos. Era un aparato más que poner a disposición de su clientela. El interés que podía presentar la toma de imágenes como un medio de educación o de distracción no parecía haber captado su atención. Sin embargo, en la callejuela de Sonneries habíamos creado un pequeño laboratorio para el revelado e impresión de cortometrajes: desfiles de tropas, andenes de estaciones, rodadas por el personal de los laboratorios, que servían como filmes de muestra que siempre giraban en torno a lo mismo.
Hija de un editor, había leído mucho y retenido bastante. Había hecho un poco de teatro amateur y pensaba que podíamos hacerlo mejor. Armándome de coraje, le propuse tímidamente a Gaumont escribir uno o dos sainetes y que unos amigos los interpretaran. Si se hubiera sabido el desarrollo que alcanzaría el negocio, nunca habría obtenido este consentimiento.
Mi juventud, mi inexperiencia, mi sexo, todo conspiraba contra mí. No obstante, la obtuve, a condición expresa de que no afectara a mis funciones como secretaria. (88)
88. GUY, Alice, op. cit., pp.60-61
Más allá de lo inverosímil que resulta que Gaumont recurriera a una joven secretaria sin experiencia alguna en la realización de filmes ni en la captación de imágenes, atribuir el inicio de la carrera de Guy a una supuesta petición de Gaumont implica necesariamente retrasar la fecha de realización de su primer filme, como mínimo hasta 1898. Y es que hasta esta fecha (más allá de algún contrato puntual con teatros y salas de exhibición como el encargo de La biche au bois que firma con el Teatro Châtelet) todo apunta a que no existía una demanda tal por los filmes del Chronophotographe que justificara un supuesto encargo de Gaumont a su secretaria. Es precisamente en torno a 1898 cuando el éxito de ventas del catálogo Pathé parece inspirar un cambio de estrategia comercial de la compañía Gaumont. De hecho, es en 1898 cuando Gaumont firma un contrato con A. C. Bromhead para la comercialización de sus filmes y no solo para la venta de equipamiento, un claro indicador de que a partir de ese momento la compañía pasa de centrarse exclusivamente en el desarrollo tecnológico y la venta de aparatos a abrir una nueva rama de producción de filmes para su venta y distribución independiente. Así, la iniciativa de Gaumont no podría haberse dado mucho antes de 1898 o incluso 1899, coincidiendo con el inicio de su venta de proyectores adaptados a filmes de 35 mm. Ello invalidaría a su vez la hipotética existencia de una versión original del filme de Guy en 60 mm –como ella defiende– actualmente perdida, y que sería anterior a la copia que se conserva en 35 mm, datada de 1900, en tanto la versión original en 60mm solo podría haberse realizado en este formato antes de 1897, año en que Decaux adapta el chronophotographe al negativo de 35 mm.
Lo cierto es que el relato que Guy siempre defendió en vida es congruente con varios hitos comprobados de la historia de la compañía. Por un lado, la fecha en la que sale a la venta el chronophotographe Demenÿ-Gaumont es compatible –y oportuna– con que Guy se sirviera de esta cámara para el rodaje de su primer filme, y por otro, la construcción del laboratorio Gaumont a la que hace referencia Guy, cerca de la ruelle des Sonneries, también ronda estas mismas fechas. Léon Gaumont asume la dirección del Comptoir Général de la Photographie en 1895, por entonces este consistía únicamente en un establecimiento situado en el 52 de la rue Saint Roch, pero ese mismo año Gaumont alquila un pequeño taller en el 28 de la rue des Alouettes (92) para desarrollar allí los trabajos fotográficos del Comptoir. (Figuras 104 y 105)
92. Esta porción de la calle es actualmente la Rue Carducci.
(Figura 104) Una foto de la Rue Saint-Roch. (Figura. 105) Una postal de la Rue des Alouettes [© Musée Carnavalet]
Para entonces, su esposa ya había heredado una casa situada también en el barrio de Belleville, en el número 55 de la rue de la Villette, cuyo amplio jardín bordeaba el lote baldío de los depósitos de agua del parque Buttes Chaumont (93) y desembocaba al fondo en un callejón: la ruelle des Sonneries. Tras emprender la fabricación del chronophotographe Demenÿ-Gaumont, a finales de 1896 Gaumont empieza la construcción de un taller de manufactura de la cámara con un laboratorio de revelado de filmes en ese mismo jardín. (94) (Figura 106)
(Figura 106) Al norte pueden verse los depósitos de agua del parque. El círculo en el extremo derecho identifica la casa de la esposa de Léon Gaumont, en el número 55 de rue de la rue de la Villette. En el jardín de esa propiedad se sitúa la terraza asfaltada –orientada hacia el sur– donde Guy rueda sus primeros filmes (círculo superior, tercero desde la izquierda). Gaumont construye su primer taller justo al final del jardín (círculo inferior, segundo desde la izquierda) en enero de 1897, situándolo en el límite de su propiedad, colindante con la ruelle de Sonneries. Al otro lado de esta callejuela, en el círculo del extremo izquierdo, se sitúa la casa que Gaumont le alquilará a Alice Guy. [© http://plateauhassard.blogspot.com]
93. Pues el agua de este parque provenía en realidad del Bassin de la Villette, y se recogía en estos depósitos.
94. Según los documentos conservados en los Archives de Paris, Gaumont presenta su petición para empezar la construcción el 23 de diciembre de 1896 y recibe la autorización el 15 de enero de 1897. El 17 de marzo ya se habían completado las obras, pues se procede a solicitar su revisión por parte del Commissaire voyer del 19e arrondissement, que lo constata el 22 de julio de 1897. —GIANIATI, Maurice, MANNONI, Laurent, Alice Guy, Léon Gaumont et les débuts du film sonore, New Barnet: John Libbey, 2012.
Sobre los terrenos que su mujer poseía en Belleville, Gaumont organizó talleres modelo para la fabricación de aparatos de su invención: spido, stéréo-spido (95), etc., además de un taller para el revelado e impresión de trabajos fotográficos, cuyo número aumentaba a diario. (96)
95. Ambas cámaras fotográficas concebidas como aparatos rígidos y portátiles –a mano–: spido y spido universal 9x12 y stéréospidos 6x13 y 8x16, además de aparatos plegables: spido-pliant 9x12, block-notes y stéréos block-notes. Los spido se manufacturan a partir de 1896, tanto estos como el stéréo-spido obtienen el Grand Prix en la Exposición de París de 1900. —GUY, Alice, op. cit., p.59, nota 1.
96. GUY, Alice, op. cit., p.59.
Precisamente en el jardín de estos terrenos es donde Guy dice haber rodado La fée aux choux en la primavera de 1896 (figura 107), por entonces aún no se habían construido los talleres –no hasta siete meses después–, pero su inciso puede entenderse como una referencia espacial a un edificio que se construye poco después, para ayudar a situar la terraza en cuestión:
En Belleville, junto a los talleres de impresión de trabajos fotográficos, me concedieron una terraza en desuso, con el suelo asfaltado (lo que imposibilitaba plantar un verdadero decorado), cubierta por una cristalera inestable que se abría sobre un terreno vago. Es en este palacio donde di mis primeros pasos. (…) y mi primer filme, La fée aux choux, vio la luz. (97)
97. Ibid., pp.62-63.
(Figura 107) “Una reproducción del jardín donde plantamos, Anatole Thiberville y yo, nuestro primer aparato de filmación”. El pintor es René Serand, hermano de Yvonne [© Alice Guy, 1976]
Guy también relata cómo se complican sus jornadas a partir de este momento, pues debe presentarse en las oficinas de la rue St.Roch a primera hora del día para gestionar el correo y luego correr hasta lo alto de Belleville para poder rodar filmes en este jardín, sabiendo que a las 16:30h debía estar de vuelta en la oficina, de la que no regresaba a su amada buhardilla del quai Malaquais hasta casi la medianoche. De ahí que, poco después de ese primer rodaje, y a petición del propio Gaumont, Guy acceda a mudarse al barrio de Belleville, junto al famoso jardín.
3.10.23
II. "ALICE GUY EN EL ORIGEN DEL CINE", Irene de Lucas Ramón, Valencia: Shangrila, 2023
Prólogo
PALABRAS PARA IRENE
Juan Miguel Company
Cuando, en diciembre de 2022, la revista británica Sight & Sound publicó el listado de las diez mejores películas de la historia del cine, renovando así el canon de títulos de 2012, te debiste preguntar, tal vez, qué hubiera pensado Alice Guy, siglo y medio después de su nacimiento, de que dicho listado estuviera encabezado por un filme de más de tres horas dirigido por una mujer en 1975 y cuyo título no era sino la transcripción de una mera dirección postal. Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. 1639 votantes habían decidido que fuese la mejor película de la historia, desplazando así a Vertigo y Citizen Kane al segundo y tercer lugar respectivamente. Las razones de este reconocimiento póstumo al filme de Chantal Akerman son, empero, fruto de un malentendido y lo ha señalado, de forma harto clarividente, Carlos F. Heredero en el número 173 de Caiman. Cuadernos de Cine, correspondiente a enero de 2023, cuando afirma que el mayor daño que pueda sufrir la credibilidad y el prestigio de la encuesta de Sight & Sound proviene de los argumentos empleados por alguno de sus defensores:
Celebrar que Jeanne Dielman encabece ahora el canon porque demuestra “la toma de conciencia definitiva y la opresión inherente a la mujer en la pantalla (Laura Mulvey)” o pensar que este nuevo listado es ‘más justo’ porque es más diverso, porque incorpora más películas dirigidas por mujeres o por cineastas negros, es otra forma más de candorosa ingenuidad bienintencionada, si estamos hablando de arte.
Yo hablaría de idealismo más que de ingenuidad, reivindicando con ello lo que fue el caballo de batalla de mi generación de estudiosos del cine de hace ya cincuenta años contra la impresión de realidad defendida a ultranza por la que entonces denominábamos crítica socialgacetillera y que hoy vuelve a manifestarse, sin ir más lejos, en los escritos de Carlos Boyero. Nuestras armas eran el marxismo y el psicoanálisis freudo-lacaniano y afirmábamos ya lo que más tarde Jean-Luc Godard dijo en sus Histoire(s) de Cinéma (1988-1998) a propósito de Hitchcock. Heredero parece, incluso, glosar a Godard:
De hecho, si Jeanne Dielman es una gran conquista realmente importante (no tengo ninguna duda al respecto) lo es por el rigor casi entomológico de su apuesta formal, por la fascinante aleación de radicalidad y emocionalidad que propone la consideremos o no la mejor película de la historia del cine, lo que desde luego no es mi caso. Son las formas, entonces, una vez más; es el estilo que interpela verdaderamente a la razón crítica. Esta es la tarea más difícil (mucho más difícil y más interesante que valorar si tal o cual película expresa o no una toma de conciencia social sobre lo que se quiera) pero sin duda es la que realmente merece la pena y la que más nos ayuda a entender los secretos del arte.
Como acabo de decir, mi generación crítica hacía énfasis en la materialidad de la forma para diferenciarnos de aquellos gacetilleros que solo llegaban a glosar temáticamente los filmes de los que hablaban. Has tenido a bien rescatar en tu libro aquella alusión mía a dicha materialidad de la forma fílmica en el Prólogo del libro de Imanol Zumalde Los placeres de la vista. Mirar, escuchar, pensar (2002) a propósito de un texto de 1925 donde Eisenstein hablaba de la victoria ideológica en el dominio de la forma practicada en Stacka (La huelga, 1924) que ya no dependía del simple reflejo de unos contenidos revolucionarios sino de un procedimiento formal correctamente determinado sobre el material histórico-revolucionario que le servía de base. Gracias a tu precisión historiográfica sabemos que aquel niño cabezón de ocho años sufriría el impacto de ver, en 1906, Les résultats du féminisme (“Las consecuencias del feminismo”) donde las mujeres eran desalojadas de los cafés por sus maridos para que cumplieran con sus faenas domésticas en el hogar. El futuro hacedor del montaje de atracciones, se sintió atrapado emocionalmente por una acción dramática inscrita en la pantalla por un intertítulo leído en voz alta por el enunciador de turno: “Están sacando a las mujeres fuera del café.”
Cabe pensar que la mayor singularidad de este libro reside en su capacidad para evitar algunos de los lugares comunes simplificadores de la obra de Alice Guy. La etiqueta que muy tempranamente se le adjudicó de ser la primera realizadora cinematográfica de la Historia parecía desviar la atención del incentivo que sus películas ofrecen al análisis en la actualidad, como señalas al final del tercer capítulo de la Primera Parte:
Irónicamente, el justo título de ser la primera mujer directora de la Historia del cine ha terminado eclipsando el interés y las contribuciones de su obra como cineasta de los orígenes. Su ausencia multiforme se perpetúa así en distintas épocas: primero con el olvido de su figura como primera mujer directora y luego con la infravaloración del conjunto de sus aportaciones y del impacto de su carrera cinematográfica en la historia del cine, no ya como mujer, sino como cineasta pionera. Más allá del orgullo herido como autora, de ver cómo le atribuían sus méritos vitales a otras personas, hombres y mujeres por igual, lo que más le importó a Alice Guy durante toda su vida fueron sus películas. Rescatarlas, compartirlas y valorarlas en su justo merecimiento. De forma que volver a su obra, disfrutar, analizar y hablar de sus películas es el mayor reconocimiento que podemos hacer a su figura, lo único que Alice Guy realmente anhelaba.
De la misma forma, cuando te enfrentas al tópico de considerar La fée aux choux (El hada de las coles, 1896) como la primera película de ficción de la historia del cine, tus reflexiones se me antojan modélicas en tanto satisfacen esa curiosidad detectada por Foucault como inherente a toda labor investigadora. Y cuando concluyes que ese filme de tan solo un minuto de duración es, en realidad, el segundo relato ficcional del naciente cinematógrafo -el primero fue L’arroseur arrosé (El regador regado, 1895) presente ya en la primera sesión de los Lumière- lo haces, apoyando tu razonamiento en una exhaustiva relación, dada en nota a pie de página, de las fuentes argumentales del mismo en las tiras cómicas publicadas en la prensa gráfica del momento. Dicha relación no es una muestra gratuita de vana erudición sino la prueba fehaciente de que, cuando algo se investiga, no hay que dar nada por supuesto ni asentado. Por mi edad, tengo tantos ayeres como el mismísimo Macbeth y aún recuerdo cómo Víctor Nieto Alcayde fulminó en la UNED a un aspirante a Titular de Historia del Arte en su lección magistral cuando le reprochó que no hacía sino prolongar un antiguo error descriptivo de cierta vidriera gótica de la catedral de Burgos por parte de un historiador que una simple constatación in situ habría desmentido. Dices, cerrando el segundo capítulo de la Segunda Parte:
En resumen, la hipotética versión en 60 mm de La fée aux choux que Guy rodó en los primeros meses de 1896 (suponiendo que fuera idéntica o casi a la copia en 35 mm conservada), no sería la primera ficción cinematográfica pero sí la primera película de fantasía y la primera ficción con escenografía de la Historia del cine, incluso el primer filme de ficción en poner en escena un argumento original.
Alice Guy ordenó pintar las coles de cartón del atrezzo escénico, eligió personalmente el atuendo del hada y concibió la composición de la toma en profundidad, lo que hace que, en algún momento del libro la califiques como mujer orquesta que, estando aún tan lejos de tener su propia productora, cuidaba hasta el más pequeño detalle del filme, con tanta vocación autoral y de estilo como Chantal Akerman.
Despido este texto enlazándolo con su principio. La reflexión idealista justificadora del primer puesto otorgado a Jeanne Dielman en la lista de las mejores películas de la historia del cine no dejaba de ser un regalo envenenado ofrecido a la memoria de su realizadora: un malentendido que jugaba con el equívoco de adjudicar al filme una suerte de imponderable femenino que se reflejara en las imágenes de forma inmanente merced a la adscripción de género de la autora de las mismas. Tú has sabido demostrar que esa construcción de lo femenino no es una simple operación mimética sino toda una poiesis. Un hacer creador de Alice Guy sobre sus materiales de trabajo. Freud nos dijo claramente a principios del siglo XX cómo los equívocos y fallidos del lenguaje nos hablaban de la verdad del sujeto. En el transcurso de mis reflexiones he tratado de practicar ese ejercicio escolar del pensamiento dialéctico propio del discurso (interrumpido o no) de Walter Benjamin. Frente a la mera exterioridad desde la que se erigen algunos estudios culturales, los filmes de Alice Guy ofrecen toda una propuesta de sentido intrínseca a los mismos, dotada de una intención moral y que demanda una participación activa del espectador para ser leídos. Tal sería la grandeza de la cineasta y del libro que has escrito sobre su vida y su obra. Ahora hay que callarse, escuchar tu voz y caminar a tu lado.