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25.3.20

y II. "NICHOLAS RAY. NUNCA VOLVEREMOS A CASA" - PDF GRATUITO - REVISTA SHANGRILA Nº 14-15



El número 14-15 (diciembre, 2011) de la Revista Shangrila comenzaba con un pequeño texto escrito por Víctor Erice a modo de pórtico sobre la película que de alguna manera giraba toda la publicación:


WE CAN'T GO HOME AGAIN
Víctor Erice


Nicholas Ray


El paso de los años no ha hecho otra cosa sino confirmar su valor. A pesar del olvido generalizado; a pesar, también, de su carácter inacabado. Su valor como experiencia cinematográfica situada fuera de toda norma, en el límite; su valor, igualmente, como testimonio de algunos de los conflictos sociales que afectaron a la Norteamérica del comienzo de los años 70. Retrato de una época, en el cual, simultáneamente, aparece reflejada –como pocas películas lo han hecho– el alma de su autor.

¿Película de vanguardia? Quizás... Pero eso, al fin y al cabo, es lo de menos. Las etiquetas siempre dicen poco acerca del verdadero carácter de las obras. We can’t go home again es, sobre todo, una película fracasada, pero que hace del fracaso algo ejemplar, vivo, que sirve para hacernos reconocer el rostro dolorido, conmovedor –tan distinto al de los retratos oficiales–, de una comunidad.

Esa casa que su título evoca no es otra que la de los Orígenes perdidos –del arte en general, del cine en particular–, a la que ya es imposible regresar. O lo que es igual: la expresión del aliento utópico de una experiencia donde la vida como proyecto comunitario y el cine como creación colectiva se pretenden unidos. No es una casualidad que Nicholas Ray usara casi las mismas palabras –You Can’t Go Home Again– que el escritor Thomas Wolfe eligió en su día para nombrar una de sus novelas, aquella que justamente acaba así:

“No puedes regresar al hogar con tu familia, al hogar de tu infancia... al hogar donde un joven soñaba con la gloria y la fama... al hogar junto a aquellos lugares en el campo, al hogar de las viejas costumbres y del orden de las cosas que un día pareció eterno y que sin embargo no ha dejado de cambiar –al hogar donde escapabas del Tiempo y la Memoria”.

["You can’t go back home to your family, back home to your childhood... back home to a young man’s dreams of glory and of fame... back home to places in the country, back home to the old forms and systems of things which once seemed everlasting but which are changing all the time — back home to the escapes of Time and Memory", Thomas Wolfe, 1940, You Can't Go Home Again]



Relámpago sobre el agua, Wim Wenders / Nicholas Ray, 1980







I. "NICHOLAS RAY. NUNCA VOLVEREMOS A CASA" - PDF GRATUITO - REVISTA SHANGRILA Nº 14-15



Publicado en diciembre de 2011 y agotado hace unos años,
aprovechamos estos días para ofrecer el pdf
del monográfico de la Revista Shangrila dedicado a Nicholas Ray
y dejarlo en descarga gratuita para su lectura.






6.2.19

VIII. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





Johnny Guitar


[...] [en] las películas de Ray, más psicológicas que políticamente complejas; [...] nos encontramos con una preocupación por amar y ser amado como el problema humano central o, tal vez deberíamos decir que nos encontramos con lo que se ha convertido en el problema humano central y más difícil, ya que el western tiene ahora una importancia histórica más que temática. Esto es así aun cuando Ray era consciente, como pocos directores alguna vez lo han sido o lo son, de la casi imposibilidad de redención. Sin embargo, eso no significa que la película deba clasificarse como otro western psicológico más, como los de Anthony Mann o Budd Boetticher. Es justo decir que esos westerns exploran de manera más consciente el coste psicológico de la transición hacia una ciudad fronteriza o el problema de la violencia legal-extralegal que el problema “objetivo” en sí mismo. El marco del western es seguro en sí mismo, aunque se le haya dado un enfoque diferente, más psicológico que épico. Una pregunta como: “¿Cuál es realmente la diferencia entre un sheriff y un cazador de recompensas, si la hay?” puede explorarse preguntándonos “¿Qué quiere decir para este individuo (el personaje de Jimmy Stewart en los westerns de Mann) enfrentarse a ese desafío?” Pero sigue siendo el punto de discusión clásico. Aún estamos en el lenguaje y las preocupaciones centrales del western.

Hay otro elemento que vincula la historia de amor con el argumento del “western”. Para ponerlo en términos generales, ambos plantean la cuestión de la posibilidad de “un nuevo comienzo”, algún tipo de huida de, o reconciliación con, el pasado. Como en muchos westerns épicos, la cuestión es si es posible una “segunda fundación” para el país, después del odio y la brutalidad de la Guerra Civil; en esta, como en otras películas, si la refundación de una república comercial moderna es posible a la sombra de ese odio y brutalidad, en un contexto de anarquía virtual. La relación de Vienna y Johnny plantea una cuestión a un nivel psicológico y personal parecido a un nuevo comienzo, ensombrecido por la amargura de su ruptura. Vienna se ha “convertido” en una emprendedora e insiste en ser tratada como tal y, a pesar de la persistencia de Johnny en ser un “loco por las armas,” este, después de todo, se ha cambiado el nombre, tratando así de adoptar una nueva identidad, sus armas están en sus alforjas y, en su lugar, lleva una guitarra. La superficie de la imagen del final —la purificación del agua, del agua del olvido— sugiere que han tenido éxito. Pero, una vez más, no podemos escapar a la ironía del abrazo. Vienna cree que Johnny había dejado de ser un “loco por las armas” y se engaña, lo que probablemente vuelva a pasar, y tal vez se trate del mismo tipo de engaño que el país “loco por las armas” parece experimentar regularmente al tratar de mantener su frágil unión.




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5.2.19

VII. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





Johnny Guitar


[...] Ambos [Vienna y Johnny] fingen al principio, tal vez para sí mismos, que solo se trata de una relación de negocios. Pero una hostilidad profunda y, por tanto, una profunda relación emocional son aparentes enseguida. Se sienten traicionados por el otro, pero el hecho en sí mismo de que vuelvan a estar juntos indica también cierta esperanza de un nuevo comienzo, aunque ninguno de los dos esté dispuesto a admitir esa esperanza ante el otro. En una película en la que casi todas las frases están llenas de ironía, la primera indicación inequívoca de la tonalidad que Ray quiere crear entre los dos está en una frase de Vienna. Johnny quiere tocar algo y pide sugerencias. Ella le dice, con un rastro claro de amargura, que, sea lo que sea que vaya a tocar, “Pon mucho amor en ello”. Obviamente quiere decir: “Eres muy bueno fingiendo amar, representando ese amor, y después traicionándome, marchándote”. Pero, por supuesto, también quiere decir, como suele suceder con la ironía, exactamente lo que dice: por favor pon mucho amor en esto, vuelve a amarme. Lo que la música le ayuda a recordar es, en última instancia, algo demasiado intenso como para mantener su pose irónica y le pide que pare. (Quizás la frase más irónica de la película suene después de que el villano Bart [Ernest Borgnine] mate a Corey [Royal Dano], apuñalándolo brutalmente por la espalda y diciendo, simplemente y con aire de superioridad: “Algunas personas, simplemente, no escuchan” ). Más tarde, en otra conversación, Johnny revela que esperaba una reunión, pero es tan torpe y maleducado en su expresión que solo consigue enfurecer a Vienna. Dice: “Un hombre debe quedarse en algún sitio y este es tan bueno como cualquier otro”. Una proposición “conmovedora”, responde Vienna, y, otra vez la ironía: “Estoy abrumada”.

Pero el corazón de la trama del melodrama (de la parte parecida a un noir) —los ex-amantes escarmentados que no pueden evitar querer despertar la llama, aunque sea peligroso— se revela con una extraordinaria escena nocturna en el salón. Johnny no puede dormir y ha estado bebiendo. Vienna tampoco puede dormir y baja vestida con su antiguo vestido escarlata (¿o negligeé?). Las cosas no empiezan bien. Johnny va directo al grano y le pregunta lo que no puede superar: “¿A cuántos hombres has olvidado?” El obvio absurdo de la pregunta (es como preguntar a una multitud cuántas personas no están en ella; no podemos recordar un número si olvidamos a los hombres) es una indicación de que no hay solución, ni una respuesta tranquilizadora, al problema de Johnny. Ella responde: “Tantos como mujeres recuerdas”. Esto es, no eres inocente, y tal vez quiera decir: al menos he olvidado a esos hombres; no eran importantes. Pero entonces Johnny le pide que le diga algo agradable. “Miénteme”, le pide, y ella le complace. Le dice las frases que él quiere oír y ella las repite robóticamente, negándolas, en efecto, bloqueando su fuerza pragmática por el modo como las dice. Las dice, pero claramente no quiere decir lo que dice; expresa lo opuesto a lo que ha dicho. Al menos, representa esa negación. Probablemente en cierto nivel quiera decirlas.

—Te he estado esperando todos estos años.
—Habría muerto si no hubieras vuelto.
—Aún te quiero como tú me quieres a mí.

Una exhibición teatral en una película llena de teatro, gesticulación e inversiones irónicas; reclamando con una mano lo que se le da a la otra. Vienna representa aquí algo del patetismo de una postura irónica; habla solo en citas (las frases que le dice Johnny), no puede estar “en” las frases por sí misma. Esto parece otra indicación de que no hay nada en sus intentos de explicación y exculpación mutuas que sirvan de algo en la superación de su impasse; desde luego no las palabras que acaba de decir. Tal vez todas suenen como palabras de otras personas, citas. Johnny salió corriendo cuando Vienna sugirió que echaran raíces y sigue “loco por las armas”, mientras que ella no ha esperado en silencio su vuelta, sino que ha usado sus talentos para construir un incipiente imperio, dejando claro que no lo necesitaba, que podía vivir sin él. (No hay duda de lo que ha tenido que hacer para adquirir el capital necesario. Trata de decirle a Johnny que “cada tablero, cada tabla, cada viga” en el salón le han costado su dignidad y respeto personal, pero Johnny no quiere oírlo ). Ninguno de esos hechos puede cambiar ni explicarse [...]




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4.2.19

VI. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





En un lugar solitario


[...] La frase final, “Viví unas cuantas semanas mientras me quisiste”, agrupa varios temas de la película y, apropiadamente, deja cuestiones sin zanjar. Laurel está citando una frase de la nueva película de Dix, frases que Dix ya había expresado como si presagiara el final de su propia relación. (“Nací cuando me besó; viví unas cuantas semanas mientras me quiso. Morí cuando me dejó.”) En primer lugar, hay un patetismo genuino en la frase; ellos, Laurel especialmente, han perdido su oportunidad de una “vida”. Luego está el hecho de que Laurel se exprese con una frase de película, no con sus propias palabras, de manera que el segundo nivel de reflexión vuelve: la relación de la película con el público, su propia genuinidad u honestidad, y la cuestión de la cita o el sentido que tiene que Laurel la use para expresarse a sí misma. (Se ve a sí misma con frases sacadas de una película, lo que podría significar que l guion de la película ha captado algo genuino o que Laurel es tan “real” como un personaje de película). En tercer lugar está su alteración: cambiar la tercera persona (ella) por la primera (yo). Laurel parece darse cuenta de que el hecho de que Dix “la deje” es resultado de su desconfianza y de que está en el mismo sitio donde empezó, una aspirante a estrella con un pasado sombrío. Sorprendentemente, en su imaginación, Dix la ha dejado. (“Morí cuando me dejaste” sería la continuación ). No han roto; una manera extraña de decirlo, dado lo que acabamos de ver.

Stanley Cavell ha argumentado que el escepticismo de las otras mentes, aunque sea una expresión de incertidumbre respecto a los demás, no es propiamente escepticismo en sentido filosófico, sino tragedia, y que no hay una alternativa humana a la tragedia. Creo que Nicholas Ray estaría de acuerdo [...]




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30.1.19

V. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019






Johnny Guitar


[...] El tópico donde coinciden en Johnny Guitar esas dos temáticas, la socio-política y la personal-psicológica, es la prostitución, la forma más explícita de intercambio capitalista, la encarnación misma del capitalismo. (Vienna es la persona de negocios más sensata del lugar; no es una desviación de las normas capitalistas; es su encarnación; se niega a avergonzarse y por ello presenta un desafío tanto para su amante, Johnny, como para su viciosa y no tan secretamente envidiosa enemiga Emma).

Obviamente, dicho con este nivel de generalidad, la afirmación podría parecer vana o trivial. Cualquier detalle de relieve para el tema, detalles que solo son posibles mediante una lectura atenta, cercana de las películas, debe emerger de esa lectura. ¿Qué ocurre exactamente con esa forma social que puede mostrarse creíblemente que produzca, en algún sentido de producir, semejantes pasiones y tormentas emocionales, muchas de las cuales rozan lo patológico? ¿Por qué esa forma de vida económica y social es tan hostil para el establecimiento de relaciones de intimidad y amor? ¿Por qué son más probables la incertidumbre, la duda mutua, la sospecha y los celos en esta forma de vida? Además las películas no son tratados y cualquier descripción intencionada por parte del director debe entenderse de manera que haga justicia a la riqueza de los detalles en los personajes y las situaciones en cada película, su tonalidad única, su atmósfera, puesta en escena, iluminación, diálogo, montaje y una selección visual del director y su equipo para cada película. Lo que sigue es un mero inicio de un intento de lectura de ambas películas.

Todo esto nos devuelve al tema principal y a una reflexión final. He advertido que la única cualidad que mucha gente asocia con el melodrama o las películas “romántico-expresionistas” es el exceso, la aparente extremidad e hiperintensidad del registro emocional de los personajes. Si la sugerencia que acabo de hacer respecto a que hemos de considerar esa extremidad históricamente conjugada es correcta, entonces hay una posible explicación. Las grandes películas melodramáticas de los años cincuenta manifiestan una especie de desesperación que emerge de la próspera forma de vida de clase media, segura, socialmente autorregulada e individualista que surgió tras la recuperación de la Segunda Guerra Mundial. La presión creada en ese mundo para la conformidad, la represión y el mero seguir adelante pueden crear una atmósfera de sospecha mutua, de estar siempre en guardia, y suscitar tanto la dificultad como la desesperación a la hora de encontrar relaciones de confianza absoluta, intimidad y reciprocidad, el tipo de cualidades propias de la amistad y el amor. En otras palabras, el exceso es sintomático y, si nos resistimos a él, no es porque hayamos resuelto todo eso, sino porque ya no nos damos cuenta de lo que hemos perdido. Para una gran parte del público que va al cine, el anhelo, el esfuerzo, la desesperada esperanza de una escapatoria de un mundo social manipulado y artificial podrían haber quedado simplemente olvidados [...]




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28.1.19

IV. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





En un lugar solitario


[...] Aunque a menudo se haya caracterizado En un lugar solitario (In a Lonely Place, 1950) como una película noir, tiene también la intensidad emocional, la sensación de intimidad, la ternura en el tratamiento de sus personajes imperfectos y la complejidad psicológica que asociamos a una película de Nicholas Ray. También presenta un intenso enfoque sobre el amor romántico o, al menos, la posibilidad del amor romántico que, como es común en los noirs, sería una cuestión de apego obsesivo o, en la mayoría de los casos, sumisión a una femme fatale asesina y, por tanto, una relación contaminada por una lucha subyacente por el poder. La película es modesta en escala y parece ofrecerse como material para la reflexión, como si planteara una pregunta en lugar de limitarse a narrar y resolver una historia. Hay mucha más conversación que acción, lo que aumenta sus aspectos más reflexivos.

También es reflexiva en otro sentido y volveré a eso enseguida. Hay dos hilos narrativos entrelazados en la trama. En la trama principal, un amargado guionista de Hollywood, en apariencia acabado, Dixon Steele (Humphrey Bogart) es relacionado accidentalmente con una víctima de asesinato, una tal Mildred Atkinson (Martha Stewart), guardarropa de su restaurante favorito, a quien había pedido que le acompañara a su casa después del trabajo para que le contara el argumento de un libro popular que le habían pedido que adaptara a la pantalla. Como Dix ha sido la última persona en ver a Mildred con vida y tiene un largo historial de peleas, ataques a otros e incluso, tal vez, abusos domésticos, la policía lo considera un tipo violento y sospechoso del asesinato. Como en muchos noirs, hemos de interrumpir con frecuencia el resumen de la trama. Esta última parte —que Dix sea “conocido por su violencia”— puede no ser lo que parece. Como Victor Perkins señala, el detective de la policía a cargo de la investigación, el capitán Lochner (Karl Benton Reid) aparece dictando, con lentitud y solemnidad, casi cómicamente (como si creyera que lo que está diciendo es cómico), un listado de todos los líos de Dix, pero está leyendo claramente recortes de prensa, no registros policiales. (Podríamos esperar de cualquier público cinematográfico que conociera a los agentes de prensa y su controvertida relación con la verdad). Pero Dix tiene una coartada. Una tal Laurel Gray (Gloria Grahame, que entonces aún era la mujer de Ray), aspirante a estrella sin trabajo, es la nueva vecina de Dix y llegó a casa a la misma hora que Dix y Mildred (una entrada espectacular, cercana a las apariciones de la femme fatale que condenan a tantos héroes del noir; no nos llevará demasiado descubrir que tiene un pasado sospechoso, con asociaciones de “cazafortunas”) [...]


Dada la estructura que he presentado (escepticismo, otras mentes, autenticidad, fraude, revelación, reconocimiento), no debería sorprender que la aproximación que siga sea la discusión de Stanley Cavell del problema del escepticismo en The Claim of Reason (Reivindicaciones de la razón) y el uso que él mismo hace de su aproximación en ensayos como ‘Knowing and Acknowledging’ (Conocimiento y reconocimiento) y ‘The Avoidance of Love’ (La evitación del amor) en Must We Mean What We Say? (¿Debemos querer decir lo que decimos?) y ‘Otello and the Stake of the Other’ (Otelo y el lugar del otro), originalmente la discusión final en Reivindicaciones de la razón, reeditada en Disowning Knowledge in Seven Plays of Shakespeare (Conocimiento repudiado en siete obras de Shakespeare). Me interesa Cavell porque proporciona una aproximación distinta y, con frecuencia, un vocabulario lúcido para discutir una idea hegeliana que muchos han considerado opaca o peligrosamente iliberal o ambas cosas (en Hegel y también en la fuente de Cavell, Wittgenstein): que conocernos a nosotros mismos como sujetos se concibe erróneamente desde el principio si se entiende como una especie de relación particularmente íntima entre un pensador o un agente y el sujeto, como algo esencialmente “interno” y dirigido a un tipo particular de objeto. (Tanto Hegel como Wittgenstein presentan sus insatisfacciones en términos de repensar algo así como la lógica de lo “interno y externo” en la psicología filosófica. Para ambos, volverlo a pensar implica que “conocer” a los demás puede no ser más que la fantasía de mirar “dentro” de ellos u obtener telepáticamente una intuición de “lo que experimentan”. Para ambos, esto se debe a que es el modelo equivocado para la persona misma, para su propio autoconocimiento). Cavell llega a decir que toda noción del conocimiento de los demás está enmarcada erróneamente. La dificultad de tratar de entender a los demás requiere algo distinto a un tipo especial de conocimiento proposicional; requiere lo que llama su “reconocimiento”. El contexto en el que surge la duda sobre lo que considero conocer a los demás es, a menudo, en la discusión de Cavell, particularmente íntimo; hay mucho en juego en la carga de esa duda y en lo que se logra si se puede aliviar. Con tanto en juego, una forma de autoprotección —una consideración inevitable— es asegurarse de que cada uno está tan expuesto como el otro, en riesgo, aunque no haya nunca disponible una forma estable de consuelo al respecto. (Desde luego ese es el caso en la película; hay mucho en juego en que Laurel conozca lo que “Dix es capaz de hacer”; hay mucho en juego en el conocimiento de Laurel de “lo que Dix es realmente capaz de hacer”; hay mucho en juego para Dix en que pueda confiar en Laurel, en lo que “significa” que ella fuera la mantenida de un magnate inmobiliario ). Lo que significa, para Cavell, que intentar conocer algo de los demás es inseparable de lo que llama “adoptar una actitud” hacia los demás [...]




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23.1.19

III. "NICHOLAS RAY Y LA POLÍTICA DE LA VIDA EMOCIONAL", Robert B. Pippin, Shangrila, 2019





En un lugar solitario / Johnny Guitar


[...] Es cierto que las apasionadas expresiones de necesidad y amor del personaje de Humphrey Bogart en En un lugar solitario son insólitamente intensas y extraordinariamente honestas, expresadas con franqueza en un estilo de actuación al que ya no estamos acostumbrados. En Johnny Guitar, el patetismo y el dolor de un amor fallido son asimismo explícitos y en un registro mucho más intenso de lo que es ahora la norma cinemática, mientras que la histeria del personaje que interpreta Mercedes McCambridge parece transformarla en una fuerza mítica, una furia vengativa, más que en una persona reconocible.

Todos estos aspectos, en estas películas pero también en otros melodramas, implican que permitamos que las películas nos instruyan sobre cómo hemos de verlas y pongamos entre paréntesis las suposiciones a las que nos habíamos acostumbrado desde los años sesenta sobre el montaje, el ritmo e incluso, tal vez de un modo especial, las suposiciones que traemos con nosotros sobre la “lógica” de la vida emocional interna de los individuos. Por algo no queremos aceptar que nuestra comprensión de nuestra vida emocional, su significado, su etiología, puedan clasificarse social e históricamente. Aprendemos qué pensar acerca de lo que estamos sintiendo y, de diversas maneras que nos haría falta un libro para explorar, esa autocomprensión interpretativa puede desempeñar un gran papel en lo que sentimos en realidad. Eso significa que la intensidad de la expresividad de las películas de los años cincuenta plantea una pregunta, una pregunta sociohistórica a la vez que cinemática, erróneamente planteada como una cuestión simplemente de cambio de gusto. Además, lo que sugiero en lo que sigue es que se trata de una premisa filosófica ampliamente extendida acerca de la “vida interior” supuestamente autocontenida de los personajes y la relación entre esas experiencias psicológicas y el “mundo exterior” que impide nuestro acceso a las películas. No vemos lo que esas películas intentan lograr porque no entendemos bien la naturaleza de ese vínculo con nuestra propia experiencia. Pensamos que no solo tenemos un acceso privilegiado a nuestras vidas emocionales, sino que, dado ese acceso, poseemos una especie de certeza acerca de “qué es” lo que sentimos y la sensación de que nadie más puede tener acceso a ese contenido ni a por qué lo sentimos. La idea de que la vida emocional no sea autónoma y autocontenida sino imitativa, derivada y, sobre todo, no tenga contenido ni “signifique” lo que damos por hecho que significa (o signifique lo que significa solo en cierta organización social del poder) es inquietante, una amenaza a nuestra individualidad.

Obviamente se trata de un vasto tema y en mi trabajo se remonta a las contribuciones de Hegel a esta discusión. Pero es un tema inevitable en las películas de Nicholas Ray (y tiene una relación directa con otros grandes autores de melodramas: George Stevens, Max Ophüls y, sobre todo, Douglas Sirk). Las dos películas en las que me centraré son incomprensibles sin focalizar esa cuestión. La relación entre la estructura de un orden social —la modernidad americana burguesa y capitalista en el periodo de la postguerra— y las experiencias de estados emocionales intensos como la envidia, la autocompasión, el resentimiento, el orgullo, el desprecio, los celos, la paranoia y cómo se experimenta el amor, tanto familiar como romántico, es lo que reclama nuestra atención en muchas de las mejores películas de Ray [...]




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19.5.16

(3) NICHOLAS RAY - VÍCTOR ERICE




Humphrey Bogart y Gloria Grahame
en En un lugar solitario, Nicholas Ray, 1950


"[...] Como muchos testimonios (...) lo indican, Ray nunca logró liberarse de su experiencia americana en sus métodos y procedimientos como director. Educado dentro de los modelos narrativos clásicos, propios del ilusionismo de Hollywood, la originalidad del estilo de Ray, su fuerza expresiva, brotaba justamente de la puesta en cuestión de los mismos, de la búsqueda narrativa de su reverso, grieta a través de la cual filtrar una forma y una verdad distintas. No se trata tanto de una ruptura como de una disidencia de la que, al menos en un  principio, se desprendía el deseo de establecer un acuerdo, sin duda problemático, entre el pasado y el futuro del cine, sin renunciar por ello a una búsqueda de carácter estético. De ahí que sus obras más personales -incluso la última, Relámpago sobre el agua, que rodó con Wim Wenders- estén construidas alrededor de la confrontación -un diálogo continuo, a veces sereno, otras muy crispado, lleno de silencios y repentinos estallidos de furia- entre dos hombres: un viejo y un joven, un padre y un hijo, un maestro y un discípulo. Sólo la muerte -a veces en forma de sacrificio- pondrá fin al largo contencioso entre autoridad y disidencia, naturaleza y civilización. Muerte violenta del hijo por lo general, pero también, en algunos casos, del padre. Los supervivientes despertarán en medio de una realidad a la que desde ese momento observaran con ojos nuevos, prolongando así la revelación a la que el otro accedió con su último suspiro [...]".

Víctor Erice, "Nicholas Ray y la independencia en Hollywood",
Conferencia dada en la Universidad de Gerona, en 1995. Publicada en la revista Banda Aparte nº 9-10, 1998.







6.11.14

NICHOLAS RAY (9)




Transcurridos tres años de su publicación, ”liberamos” la agotadísima edición en papel de la revista SHANGRILA nº 14-15: NICHOLAS RAY. NUNCA VOLVEREMOS A CASA. Ahora se puede leer gratuitamente en su versión a color


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NICHOLAS RAY (8)






Nicholas Ray