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26.5.20

XI. "JOSEF VON STERNBERG. ESTILIZACIÓN Y DESEO", Rubén Higueras Flores (coord.), Valencia: Shangrila, 2020




Chicas y pistolas:
Josef von Sternberg en los '50

Jaime Pena


Una aventura en Macao


La filmografía de Josef von Sternberg en los años cincuenta es mucho más confusa de lo que pudiera parecer inicialmente, delatando la precariedad de sus trabajos y su definitiva pérdida de peso en la industria de Hollywood; una continuación de lo que ya venía sucediendo desde que terminara su ciclo de películas con Marlene Dietrich para la Paramount, lo que supondrá el anticipado fin de su carrera. Esta filmografía oficial la componen tres películas, fechadas como sigue: Una aventura en Macao (Macao, 1952), Anatahan/The Saga of Anatahan (1953) y Amor a reacción (Jet Pilot, 1957). Sin embargo, la realidad es mucho más complicada: Amor a reacción se había rodado en 1951 y cuando se estrene, más de seis años después, lo hará con metraje de aviación añadido y con un nuevo formato de proyección; tras ser despedido Von Sternberg, Una aventura en Macao pasará por las manos de distintos directores, entre ellos Nicholas Ray, responsable del montaje final, aunque sin ser acreditado; mientras, las peripecias de la última película rodada por Von Sternberg son de otra índole: conocida indistintamente como Anatahan o The Saga of Anatahan (o como The Last Woman on Earth en un reestreno posterior), en 1958 el propio cineasta le añadirá planos rodados ex profeso, conformando el que puede considerarse como montaje definitivo de la película.

Tanto a Amor a reacción como a Una aventura en Macao, Von Sternberg apenas les dedica cuatro párrafos de sus memorias. Sobre la primera en rodarse, Amor a reacción, sus comentarios se centran principalmente en una prueba a la que se vio obligado a presentarse junto a otros directores. Sus palabras traslucen resentimiento, una clara herida en su orgullo: “Me vi obligado a someterme a una prueba en la que debía demostrar que seguía capacitado para ejercer mi profesión. (…) Dejando fuera del debate mi talento, me resultó interesante tener tan curiosa propuesta como prueba, más de mi carácter que de mis aptitudes, y me presté a ello.” Para acabar concluyendo que “Mi trabajo duró siete semanas y vio la luz siete años más tarde”. (1)

1. VON STERNBERG, Josef, Diversión en una lavandería china. Memorias, Madrid: Ediciones JC Clementine, 2002, pp.234-235.

Amor a reacción es una producción de Howard Hughes y, como tal, debe considerarse uno de sus característicos caprichos que conjuntaban dos de sus aficiones: la aviación y las mujeres, en este caso su nuevo descubrimiento, Janet Leigh, a las que se podría añadir una tercera, su feroz anticomunismo. Los créditos son muy explícitos a este respecto al presentarnos a sus protagonistas: John Wayne, Janet Leigh y “United States Air Force”. Hughes ya había realizado alguna que otra película sobre la aviación y esta nueva producción, como nos cuenta John Baxter (2), no sería  sino una adaptación a los tiempos de los vuelos a reacción, justo cuando se intentaba romper la barrera del sonido (de hecho la película contó con la colaboración de Chuck Yeager, el piloto que retrataría Tom Wolfe en Lo que hay que tener [The Right Stuff, 1979] y Philip Kaufman en su adaptación cinematográfica de 1983, titulada en España Elegidos para la gloria). No sin múltiples problemas con los actores, el rodaje se prolongó desde diciembre de 1950 a mayo de 1951, si bien la película acabaría almacenada y, tras pasar por varias manos para acabar de nuevo en las de Hughes, se estrenaría por fin en septiembre de 1957, con nuevas escenas aéreas y readaptando su ratio a la nueva moda de las películas panorámicas.

2. BAXTER, John, Von Sternberg, Lexington, Kentucky: The University Press of Kentucky, 2010 (Kindle Edition), s/p. La mayoría de la información sobre la producción está sacada de esta biografía.

Es probable que la vinculación de Von Sternberg con esta película tenga un único culpable, Jules Furthman, el guionista de muchas de las películas de su primera etapa, ahora productor de la RKO a las órdenes de Howard Hughes y de nuevo guionista de esta Amor a reacción en la que a duras penas podemos encontrar ecos, no tanto de Marruecos (Morocco, 1930) o El expreso de Shanghai (Shanghai Express, 1932), ambas escritas por Furthman, como de Fatalidad (Dishonored, 1931), en la que Marlene Dietrich interpretaba a una espía, X-27, capaz de traicionar a su país por amor. Amor a reacción es también una película de espías o, rizando el rizo, una película de aviadores que son también espías; espías un tanto improbables, en el caso del personaje que interpreta John Wayne, el coronel Jim Shannon, y más característico el de Janet Leigh, la teniente Anna Marladovna. Y es una producción que debe mucho a su ambiente, el de la Guerra Fría, que se había ido acrecentando a medida que transcurría su rodaje y llegaba su tardío estreno, un escenario en estricto presente en el que no tiene cabida el exotismo de aquellas localizaciones coloniales de los años treinta, por más que Von Sternberg siempre parezca tentado por las ambientaciones lejanas. Efectivamente, Amor a reacción se inicia en Alaska, para trasladarse luego a California y otros estados norteamericanos y viajar también a Siberia. Es de hecho el breve excurso siberiano lo que permite acrecentar la parodia soviética (una URSS en la que todos hablan inglés: qué lejos los tiempos del multilingüismo de Marruecos o El expreso de Shanghai) y las carencias a las que el régimen somete a sus ciudadanos. Cuando le surge la posibilidad de regresar a su país, Anna se apresura a recoger una de las prendas con las que la ha agasajado su marido: “¿Crees que voy a regresar a Rusia sin ese camisón?”. Incluso su final, la inevitable fuga de los Shannon a Estados Unidos, parece motivado antes por el deseo de Anna de comerse un buen filete que por el amor que pueda sentir por su marido [...]



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APOYA UN PROYECTO FUERA DE CUADRO





15.9.15

III. PREHISTORIA: TIEMPO DE BUSCA, Jaime Pena: "Paulino Viota. El orden del laberinto".




Tiempo de busca, 1967


No sé hasta qué punto es justo abordar los primeros cortometrajes de Paulino Viota como una parte de su filmografía y al mismo nivel que sus largometrajes. Entre 1966 y 1968 Viota realizó tres cortometrajes en Super 8 (Las Ferias, José Luis, Tiempo de busca), además de uno en 16mm (Fin de un invierno), que en buena lógica debería de ser considerado junto a Duración (1970, también en 16mm) como los primeros de su carrera. El soporte y las ambiciones de estos dos últimos son muy distintas y guardan una relación muy estrecha, además, con su primer y último largometrajes.

La propuesta conceptual de
Duración, verdadero agit-prop, constituye un antecedente del trabajo sobre el tiempo que Viota desarrollará en Contactos (1970). Por su lado, fragmentos de Fin de un invierno serán introducidos en Cuerpo a cuerpo (1982) a modo de flash-backs santanderinos del pasado de una de las protagonistas, Mercedes (Guadalupe G. Güemes), una forma de sacar partido de un trabajo anterior desconocido que tiene la virtud de retrotraernos a catorce años atrás sin ningún tipo de artificio. Es cierto, como se ha encargado de recalcar el propio Viota, que el personaje que interpreta Güemes es otro, pero bien podría ser el mismo que encarnaba en Tiempo de busca, Fin de un invierno y Contactos y que respondía al nombre de Tina. De hecho, el personaje de Tina constituye una suerte de engarce temático entre todas estas películas y se llame Tina o Mercedes, al estar interpretado por Guadalupe G. Güemes es fácil interpretarlo como un único personaje que Viota fue desarrollando desde 1967 (si bien a Güemes ya la podemos ver en José Luis y creo oír que en Las ferias) y hasta 1982.

Pero no se trata tanto de personajes como de un estilo (...)






"Prehistoria: tiempo de busca"
Jaime Pena


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Hispanoscope libros - 404 páginas
Shangrila Textos Aparte





15.12.13

XXIV. "ASCENSIÓN Y CAÍDA", Jaime Pena, Shangrila revista nº 18-19, "Theo Angelopoulos. El paso suspendido: punto de encuentro".




La eternidad y un día, Theo Angelopoulos, 1998




El triunfo de La eternidad y un día (Mia eoniotita ke mia mera, 1998) en el Festival de Cannes de 1998 tiene algo de canto de cisne para la carrera de Theo Angelopoulos. Lo podemos entender así a la luz de lo que vino después, apenas otros dos largometrajes realizados en los siguientes catorce años (Angelopoulos murió en abril de 2012 cuando estaba preparando el que sería el tercero). Ni Eleni (Trilogia I: To livadi pou dakryzie, 2004) ni El polvo del tiempo (Dust of Time , Trilogia II: I skoni tou hronou, 2008) parecen contarse entre sus mejores logros. Su repercusión tanto en festivales como en el circuito comercial fue mínima (El polvo del tiempo ni siquiera llegó a estrenarse en España), quizás confirmando algo que ya se intuía en las propias imágenes de La eternidad y un día: que el cine de Angelopoulos había quedado atrapado en su propia retórica visual. Como si se tratase del protagonista de su propia película, el escritor Alexander, Angelopoulos parecía vivir su último día enfrascado en sus recuerdos, revisitando su pasado.

Quizás la Palma de Oro colmó todas sus aspiraciones o, quizás también, La eternidad y un día ya fue en su momento algo así como un digest de su cine anterior, un artefacto prefabricado que, limando buena parte de las aristas de su cine, tenía como objetivo prioritario alcanzar el máximo galardón en el principal certamen cinematográfico mundial. En realidad el cine de Angelopoulos ya había sido objeto de una suerte de lifting que intentaba acercarlo a un público más amplio desde varios años atrás. Ya desde Alejandro el Grande (O Megalexandros, 1980), en la que había contado con la participación del actor italiano Omero Antonutti, pero sobre todo a partir de El apicultor (O melissokomos, 1986), en la que contó con la presencia de Marcello Mastroianni, al igual que luego en El paso suspendido de la cigüeña (To meteoro vima tou pelargou, 1991), los papeles protagonicos acostumbran a reservarse a una gran figura internacional. Esta tendencia culminará con Harvey Keitel como insospechado protagonista de La mirada de Ulises (To vlemma tou Odyssea, 1995) y Bruno Ganz en La eternidad y un día, antes de plantear todo un cast de estrellas internacionales en El polvo del tiempo (Willem Dafoe, Bruno Ganz, Michel Piccoli, Irère Jacob). No es el único signo de esta internacionalización de sus producciones. Desde 1984 con Viaje a Citera (Taxidi sta Kythira, 1984), el guionista italiano Tonino Guerra se convierte en colaborador habitual en las escritura de sus películas. Santos Zunzunegui, en un magnífico artículo para Caimán Cuadernos de Cine, “El gusano en la manzana”, atribuye al encuentro con Guerra el “anquilosamiento retórico” del cine de Angelopoulos. En cualquier caso, esta  (...)


Ascensión y caída
Jaime Pena







THEO ANGELOPOULOS
EL PASO SUSPENDIDO: PUNTO DE ENCUENTRO
Shangrila revista nº 18-19
20x28cm. - 328 páginas