La batalla del raíl, René Clement, 1946
Acaso uno de los elementos más definitorios de un país radique en cómo gestiona su pasado: la memoria remite al pasado, pero es el presente en realidad el que verdaderamente se revela, ese presente desde el que cualquier ejercicio memorístico, ineludiblemente, se pone en práctica. En la historia reciente de Francia, el período del Gobierno de Vichy (1940-1944) es, sin duda, y en términos generales, un motivo de vergüenza nacional. Un gobierno que colaboró, tras la derrota militar, con el régimen nazi, con la particularidad de que Francia fue el territorio ocupado en el que los alemanes dependían en mayor grado de la administración autóctona. Lo que provocó la situación aparentemente paradójica de que, por un lado, su implicación en la implementación efectiva de las exigencias nazis fue mayor que en otros países, pero a su vez estaba precisamente por ello en mejores condiciones para negociar con los alemanes, y evadir algunos de sus deseos. Así por ejemplo, en la política antisemita, después del fracaso de su oposición total a las deportaciones —es decir, al aniquilamiento de los judíos—, pudo, por un lado, evitar la “deportación” de los judíos de nacionalidad francesa —no así la de los judíos extranjeros— y, en sentido contrario, tomar medidas antisemitas al margen de las demandas nazis. No obstante, es cierto también que el resultado que obtuvo Adolph Eichmann —responsable nazi de las “deportaciones”— de las grandes redadas realizadas en territorio francés para capturar a los judíos que vivían en suelo francés fueron algo inferiores a lo previsto, y a lo conseguido en otros países, probablemente por la información facilitada por algunos de los policías franceses encargados de las detenciones acerca de la fecha de realización de estas redadas.
Ante la situación vivida durante los años de la Ocupación parece natural que la mitología de su reverso, la Resistencia —en la que realmente solo se centra, de las tres películas de Melville sobre esta época, El ejército de las sombras, siendo la oposición a la Ocupación mostrada en Le silence de la mer la de una resistencia pasiva y silenciosa, mientras en Léon Morin, prêtre la Resistencia tiene una presencia lejana e intrascendente en el relato—, satisfaga la función colectiva de lavar la autoimagen de todo un país mediante un sencillo proceso metonímico: la idealizada imagen del resistente sustituye a la mucho menos heroica del ciudadano francés común. Se impone así en la Francia de la posguerra el mito imperante durante años del resistencialismo. Si como afirmaba Roland Barthes la ideología es “el imaginario de una época, el cine de la sociedad”, la ideología del resistencialismo no podía dejar de reflejarse en la mayor parte del cine francés de la época.
Ante la situación vivida durante los años de la Ocupación parece natural que la mitología de su reverso, la Resistencia —en la que realmente solo se centra, de las tres películas de Melville sobre esta época, El ejército de las sombras, siendo la oposición a la Ocupación mostrada en Le silence de la mer la de una resistencia pasiva y silenciosa, mientras en Léon Morin, prêtre la Resistencia tiene una presencia lejana e intrascendente en el relato—, satisfaga la función colectiva de lavar la autoimagen de todo un país mediante un sencillo proceso metonímico: la idealizada imagen del resistente sustituye a la mucho menos heroica del ciudadano francés común. Se impone así en la Francia de la posguerra el mito imperante durante años del resistencialismo. Si como afirmaba Roland Barthes la ideología es “el imaginario de una época, el cine de la sociedad”, la ideología del resistencialismo no podía dejar de reflejarse en la mayor parte del cine francés de la época.
"Ocupación y Resistencia", Fragmento de
Jean-Pierre Melville. Crónicas de un samurái