(...) a Hitler se le había negado la entrada en la Academia de Arte vienesa:
No fue expulsado por su estilo, como los impresionistas habían sido expulsados de los salones de Paris. Lo que generó su expulsión fue su evidente falta de habilidad a la hora de pintar rostros. Incluso cuando intentaba dibujarse a sí mismo no podía evitar realizar una suerte de caricatura.
Raul Hilberg, Perpetrators, Victims, Bystanders: The Jewish Catastrophe, 1933-1945
El joven Adolf Hitler no podía pintar rostros. Su trazo fallaba, su mano se volvía inestable. Se ha conservado una suerte de virgen aria de su primera etapa en la que los resultados son poco menos que bufonescos. La naturaleza, el edificio, el puente, la cornisa, podían ser reproducidos sin problemas. El problema era la expresión, la empatía, la presencia de humanidad del Otro. En el límite, incluso, su máscara.
El joven Adolf Hitler se reconoce en el espejo pero su espejo no lo reconoce en absoluto. Ni su trazo (...)
Espejos en Auschwitz
Aarón Rodríguez Serrano