Botonera

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4.5.15

XXIII. "PIER PAOLO PASOLINI. UNA DESESPERADA VITALIDAD", Revista Shangrila nº 23-24, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




PASOLINI, MIRANDO
DE FRENTE AL PODER SIN ROSTRO
Esteban Nicotra






-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Hans Christian Andersen 

Cuando un intelectual supera el umbral del miedo de morir por lo que escribe o dice, se vuelve muy peligroso para el Poder. Más aún si ese intelectual tiene la lucidez y la capacidad de interpretación de la realidad política y social que tenía Pasolini. Y no es que Pasolini no tuviera miedo, sino que –como lo manifestó– pese al miedo, continuaba escribiendo. Un terrorista suicida no es tan temido, ya que con su accionar incluso podría llegar a reforzar ese Poder, al victimizarlo. El Poder teme la interpretación y la anticipación de su accionar y sus intenciones, la dilucidación de sus debilidades, que lo presenten ante sus sojuzgados –según el cuento popular recogido por Andersen– como un rey desnudo.

El punto de atracción de gran parte de la crítica sobre la obra pasoliniana, como si fuera el imán que explicara todo su sentido, es su muerte inexplicada pero no totalmente misteriosa. Su muerte, en los últimos años semiiluminada, muestra su figura de mártir, de mártir intelectual y político. En la misma obra del escritor y cineasta esa figura es una figura obsesiva y estructuradora, inspirada tal vez por la muerte de su hermano Guido, pero que se vuelca y se reaviva en tantos mártires políticos, sociales, en todo el periodo que abarca la vida del escritor. Son los Cristos patiens o triumphans de tantas de sus obras, como el joven que levanta el puño en Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, Pier Paolo Pasolini, 1975), el cuervo ideólogo de Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini, Pier Paolo Pasolini, 1966), álter ego convertido en un amasijo de huesos y plumas humeantes; tantos Accattone, como el  Zucchetto del poema “A un Papa”, muriendo en el centro burgués de la Roma papalina, etc…
En Empirismo herético (1972), Pasolini, compartiendo la concepción sartriana existencialista de la realidad, y tomando como pretexto el asesinato de Kennedy, señala la importancia de la muerte como punto a partir del cual se realiza el “montaje” de una vida y de la realidad:

Solo los hechos acaecidos y concluidos pueden ser coordinados entre sí, y solo entonces, adquieren un sentido (como diré quizás mejor más adelante). Ahora hagamos todavía una suposición: es decir, que entre los investigadores que han visto las diversas, y por desgracia hipotéticas filmaciones, una seguida de otra, se encuentre una mente analítica. Su genialidad no podría, por lo tanto, consistir más que en la coordinación. Esta, intuyendo la verdad –a partir de un atento análisis de los diferentes fragmentos... naturalistas, constituidos por las diversas filmaciones–, estaría en situación de reconstruirla, y ¿cómo? Eligiendo los momentos verdaderamente significativos de los diversos planos-secuencias subjetivos, y encontrando, por consiguiente, su real sucesión. Se trataría, en pocas palabras, de un montaje (...)




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