Foto: Eva Rubenstein
Nos sentimos muy solos con las escenas, siempre solteras, de nuestros sueños. Abandonados en ellas, abandonados por ellas. Por un lado, nos encierran en la imposibilidad de repetir, de contar a los demás la importancia que tienen para nosotros, esa importancia que ni nosotros mismos comprendemos; por otro, nos abandonan y, la mayoría de las veces, nos dejan solo fragmentos de imágenes que, según percibimos claramente, nos miran, nos llegan a lo más profundo, aunque nunca conocemos ni conoceremos todos sus pormenores. Las escenas de nuestros sueños nos dejan solos, algunas veces hasta la desesperación, cuando no conseguimos sacarlas de esa masa de olvido –nuestro propio dormir– con la que sin embargo, según nos damos cuenta, se traman toda nuestra vida lúcida y nuestro pensamiento (...)
"La soledad compañera" en
Fasmas. Ensayos sobre la aparición 1
Georges Didi-Huberman