Marcel Proust
"Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer
sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida
del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos: nos hundimos cada vez
más rápido en el campo, y el perro que nos sigue, el caballo que nos lleva o el
amigo que se ha callado, más aún, cuando a veces no hay ningún ser viviente a
nuestro lado, la flor de nuestra solapa o el bastón que revolotea alegremente
en nuestras manos febriles, reciben en miradas y en lágrimas el tributo
melancólico de nuestro delirio".