Kim Young-ha
Sobre el suicidio y otros derechos
No hay más que un problema
filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
Albert Camus
El debut en la novela de Kim Young-ha se produce en 1996 con una historia
cruzada de relaciones entre personajes, motivada por la falta de perspectivas
vitales, y el suicidio como el telón final del relato. Desde el principio, la
muerte lo envuelve todo. Con la descripción del cuadro La muerte de Marat, de Jacques-Louis David, el narrador nos
introduce en su extraño y espectral mundo, en el que él mismo se describe a
veces como un escritor, y otras como un asesor para el suicidio con aquellas
personas, sus clientes como él los llama, que se va encontrando por el camino.
La novela dará testimonio de algunos de esos personajes con los que se ha
cruzado, y especialmente del suicidio de dos de ellos, Judith y Mimi, dos
mujeres que deciden abandonar la vida demasiado pronto. Kim se centra también
en las peculiares vidas de C y K, dos hermanos distantes entre sí, pero igual
de perdidos.
El mundo que se retrata es un mundo sin horizonte ni expectativas. Ya sea
en el campo del arte al que pertenece C, o el del taxi, los automóviles y la
velocidad, en el que vive inmerso K, la novela nos sitúa en un callejón sin
salida, donde resulta difícil encontrar a qué agarrarse. Solo Judith con su
vano sueño de vivir en el Polo Norte parece tener una vaga esperanza de
encontrar algo mágico e ilusionante, por lo que merezca la pena seguir. Así,
poco a poco, entre las mariposas muertas que colecciona C, el Stella TX que
conduce K, o las flores artificiales del narrador, el autor va construyendo una
atmósfera exenta de vida, incluso marchita. Con su estructura de saltos de unos
personajes a otros, de un tiempo a otro, de un lugar a otro, Kim nos introduce
en un universo laberíntico del que parece que solo se puede salir mediante la
muerte. Con cada frase, nos adentra más en ese universo, donde la figura del
narrador va resultando cada vez más terroríficamente natural. Y al final, el
propio narrador nos introduce en su novela al desear encontrarse con sus
lectores y quizás poderlos ayudar a suicidarse.
El nihilismo subyace así a lo largo de toda la narración, de una forma tal
que ni el amor, ni el arte, ni la sociedad pueden hacer nada por evitarlo. Y
ahí parece que podemos encontrar la crítica de Kim al mundo moderno,
precisamente por la falta de vínculos que nos salven de ese abatimiento vital
que nos pueda hacer desear la propia desaparición. Hasta qué punto esta es una
visión política o antropológica es algo que no parece tener solución en la
novela, lo que la hace todavía más ambigua e inquietante. La siniestra
actividad del narrador protagonista, del que apenas tenemos información sobre
su identidad, al contrario del resto de los personajes principales, nos asusta,
tal vez porque reconocemos en él la aséptica frialdad de un tiempo presente que
es el nuestro, en el que vivimos cada vez menos conscientes de nuestras propias
identidades.
En el último capítulo, tendremos la descripción de otra obra de arte, en esta ocasión, La muerte de Sardanápalo, de Eugene Delacroix, cerrándose el ciclo de la novela. Al final, el lector siente ese distanciamiento glacial, que a través del estilo lacónico del autor, nos conduce hasta el escalofrío. Tengo derecho a destruirme es una suerte de cuento lúgubre que nos avisa y anticipa el abismo que tenemos delante de nosotros. Kim nos ha sabido la desolación y aspereza que son cada vez más frecuentes en las relaciones personales, más allá de su Corea natal, en un mundo marcado por la deshumanización y la incomunicación. Quizás esta sea la principal virtud del narrador, la de saber escuchar a sus clientes y otorgar un sentido, aunque sea el del suicidio, a sus vencidas existencias.
ENTREVISTA
En el último capítulo, tendremos la descripción de otra obra de arte, en esta ocasión, La muerte de Sardanápalo, de Eugene Delacroix, cerrándose el ciclo de la novela. Al final, el lector siente ese distanciamiento glacial, que a través del estilo lacónico del autor, nos conduce hasta el escalofrío. Tengo derecho a destruirme es una suerte de cuento lúgubre que nos avisa y anticipa el abismo que tenemos delante de nosotros. Kim nos ha sabido la desolación y aspereza que son cada vez más frecuentes en las relaciones personales, más allá de su Corea natal, en un mundo marcado por la deshumanización y la incomunicación. Quizás esta sea la principal virtud del narrador, la de saber escuchar a sus clientes y otorgar un sentido, aunque sea el del suicidio, a sus vencidas existencias.
ENTREVISTA
Kim Young-ha
Lo primero que
me llamó la atención leyendo su novela, Tengo derecho a destruirme, es la
búsqueda de referencias de obras de arte y autores occidentales para situar a
sus personajes, que tampoco suelen tener nombres orientales, pues o no son
nombrados, o se nombran por iniciales o por nombres un poco neutros, como el de
Mimi. ¿Tiene esto que ver con una descontextualización de su historia y sus
personajes para liberarse de etiquetas como “literatura asiática” o “novela
coreana”?
Nombrar a los personajes solo por las iniciales no es nada especial en la
literatura coreana, e incluso este fenómeno empezó desde la época de la colonización japonesa. Las obras de
arte y los autores occidentales también son referencias muy normales y
corrientes para la sociedad coreana que recibió la educación pública. Además,
en el momento que escribí esta novela no me imaginaba que la leerían tantos
lectores internacionales.
Su primera
novela ha sido considerada como un anuncio de lo que estaba por llegar, la
crisis económica y de perspectivas sociales y laborales, y parece que esto
explicaría por qué los jóvenes coreanos acogieron bien desde el comienzo su
propuesta. ¿Cree que esta explicación socioeconómica es la que justifica el
éxito de Tengo derecho a destruirme?
Cuando escribí esta novela, la cifra de suicidios en Corea no era tan alta.
Pero es cierto que ha subido muy verticalmente en los últimos años y ahora
dicha cifra es la más alta del mundo. Esta novela se publicó en 1996, y un año
después, en el 97, llegó la crisis económica a Corea, así terminaron sus años
espléndidos de rápido desarrollo. En esta novela se puede notar un cansancio
social, el resultado de por qué se concentraron solamente en el desarrollo
económico, sin introspección espiritual o mental, y es por ello que hasta ahora
se considera como una obra problemática. Hasta 1997 la sociedad coreana creía
que el mejor valor era el desarrollo económico y que si el país ganaba,
ganarían los individuos también, pero esa confianza entre el país y los individuos se rompió
a causa de la crisis económica. Mucha gente perdió su trabajo y tuvimos que
recibir un rescate del FMI. La depresión social se extendió por todas partes y
los individuos empezaron a preguntarse: entonces ¿quién soy yo, y para qué
vivo?
Toda la novela
destila una filosofía digamos nihilista, que cristaliza en la figura marginal
del narrador. ¿Es su punto de vista el mismo que el del narrador? ¿Qué opinión
tiene de una actitud nihilista ante la vida?
El narrador es un
personaje megalómano y su visión de creación es del romanticismo del siglo XIX,
que cree que la creación es como llegar a ser Dios. Elegí este personaje como
narrador para hacer pensar si son realmente tan importantes los temas como la vida,
la muerte y la creación. No obstante, yo, como escritor, no estoy de acuerdo
con el narrador en su visión sobre la creación y estoy en contra de la absolutización
al romanticismo en la creación y los escritores.
¿Cómo se vive
el tema del suicidio en Corea del Sur? ¿Le supuso este tema algún reproche por
parte de los críticos o de otros sectores religiosos o culturales?
Cuando escribía esta novela, lo que me sorprendió era que hasta aquel
momento no había ninguna novela que tratara sobre el suicidio. Como en Corea
hay muchos creyentes cristianos, pensaba que habría reclamaciones por parte de
la religión, pero no hubo muchas. Tampoco los críticos hablaron mucho sobre
eso. En mi opinión, el narrador es un admirador del suicidio pero al mismo
tiempo es un megalómano, es por eso que los lectores pudieron buscar un
equilibrio. También es curioso que las iglesias coreanas no prestan mucha
atención al problema de los suicidios.
Su estilo, al
menos en esta primera novela, resulta un tanto lacónico, resuelto con frases
breves y concisas. En el resto de su obra, ¿ha mantenido estas características
o por el contrario cambia de registro según el proyecto que tenga entre manos?
No creo que haya cambiado mucho.
Ha escrito
varias novelas y diferentes colecciones de cuentos. ¿Puede hablarnos un poco de
su relación con ambos géneros?
En Corea los cuentos tienen una tradición más fuerte que las novelas. Yo
diría que el cuento es como ver una escena de discusión de dos personas desde
el coche mientras pasas por allí. En cambio, la novela es bajar de aquel coche,
acercarse a ellos, interrumpir y preguntar por qué están discutiendo. Es decir,
el cuento es un género que expresa una parte de la vida de manera compacta y la
novela es investigar el significado de un suceso de varias maneras.
Su prosa es,
de alguna manera, muy cinematográfica. ¿Cómo cree que ha podido influir el cine
en su forma de acercarse a la narrativa? ¿Cree que es por esa influencia del
cine en su estilo que después ha sido adaptado en varias ocasiones por los
cineastas de su país?
Dicen que es muy cinematográfica ya que se ven muy
claramente las imágenes. Pero en realidad están omitidos los elementos
fundamentales cinematográficos y resulta que no es fácil pasar mis obras a la
pantalla. Por ejemplo, para hacer una película de la novela Tengo derecho a destruirme, tiene que
haber sin falta un personaje opuesto que interrumpe al narrador que admira el
suicidio. Pero en la novela no sale dicho personaje. En varias ocasiones han
intentado hacer películas con mis obras, pero muy pocas veces han logrado tener
éxito.
El sexo,
relacionado con la muerte, el dolor o la violencia parece ser una de las señas
de identidad del nuevo cine coreano. También aquí aparece una ecuación
parecida, por ejemplo, en el personaje de Mimi. ¿Es esta una característica de
la nueva generación de autores coreanos?
Para mí también es curioso, por qué aparece tanta violencia, además fuerte,
en el cine coreano. Ya que en realidad en Corea hay muy pocos casos de crímenes
fuertes y la tasa de detención es muy alta. Además, el uso de armas como
pistolas está prohibido y tampoco están muy extendidas las drogas. Pero la
sociedad que se ve en el cine coreano es distinta a la realidad. A lo mejor es
porque esa violencia está martillada en la realidad y expresada en el cine. En
Corea la violencia se realizaba a nivel social y en masa, no a nivel
individual. La Guerra de las dos Coreas, la dictadura militar, el genocidio en
Gwang-ju y el accidente del Ferry Sewol, que es lo más reciente, podrían ser
algunos ejemplos. En la historia contemporánea de Corea han tenido lugar estos
actos violentos, y sin tener tiempo de curarse, solo se enfocaban en el
desarrollo económico. Pues quizás todos los miembros de la sociedad coreana
somos unos sufridores traumatizados. Creo que la violencia oculta u olvidada
vuelve a la inconsciencia
del público a través del cine.
Kim Young-ha
Mimi es un
personaje que me parece que juega un papel crucial en su novela, también en lo
que tiene de reflexión sobre el propio papel del autor/artista en el mundo
moderno. ¿Está el arte moderno llegando a un callejón sin salida?
Creo que el arte del siglo XXI sólo se queda imitando al arte y los
artistas del siglo XX, que fue una época espléndida. Ningún sector del arte del
siglo XXI ha encontrado una salida concreta, ni la literatura tampoco. Se
siguen produciendo obras parecidas a las del siglo XX sin compensación alguna,
sin nuevos artistas asombrosos y sin nuevos movimientos literarios.
Aunque también
ha tratado temas históricos y políticos de gran interés, como en Black Flower o en Your
Republic Is Calling You, usted siempre
parece más preocupado por el individuo y por cómo repercuten estos grandes
acontecimientos en las pequeñas vidas de sus protagonistas. ¿Cuál es su visión
de la situación política actual?
En una sociedad como la coreana, que ejerce una influencia enorme sobre los
ciudadanos, un individuo siempre tiene que estar atento al país y a la
sociedad, ya que los sucesos históricos han devastado muy fácilmente las vidas
individuales. Actualmente en Corea, el desarrollo económico está suspendido, la
tasa del paro de los jóvenes está cada vez más alta y políticamente también hay
una crisis. Los políticos seguirán intentando animar al pueblo con la visión
del país igual que en el pasado, pero ya los jóvenes no están convencidos de
eso. Hay que reformar la economía que está concentrada solo en grandes empresas
como Samsung y Hyundai y pensar cómo establecer un sistema de seguridad social
en el que puedan vivir los jóvenes con esperanza de cara al futuro.
Ha trabajado
también en la radio y parece que le gusta el encuentro directo con el público.
Aparte del interés del cine por su obra y de su dimensión mediática. ¿Ha
pensado alguna vez en jubilarse del oficio de escritor?
Sigo soñando con ser un escritor. Aunque ya lo soy, quiero serlo en el
futuro también. A veces salgo de mi cueva e interactúo con el público, pero
siempre quiero volver a mi cuarto en apenas dos horas.
Hay algo de
kafkiano en la forma de presentarnos su universo en Tengo derecho a destruirme. Como
lector, tengo la sensación de adentrarme en una estructura laberíntica, en la
que me siento constantemente en peligro. ¿Es ese el sentido de que al final el
narrador se dirija en primera persona al lector, imaginando un posible encuentro?
Los personajes de Franz Kafka están llamados por algo e intentan ir a un
lugar, pero siempre se pierden en las situaciones como en un laberinto. En mis
novelas también se pueden encontrar unos elementos kafkianos. Por ejemplo, mi
novela Your Republic is Calling You trata de un espía de Corea del
Norte al que se le ha ordenado volver al Norte en 24 horas, y mientras se
encuentra con varios personajes en pleno centro de Seúl. Esta es una novela
típica kafkiana. Creo que Franz Kafka es el autor que acertó a ver la situación
laberíntica de ciudades o de países modernos con la que se puede encontrar un
individuo. Siempre me ha atraído Kafka, sobre todo me encanta su humor inusual.
¿Considera que
el mundo del mañana será un mundo sin alma, como parecen simbolizar en su
novela esas flores artificiales de las que presume el narrador, al igual que C
ha presumido de su colección de mariposas muertas, o K de los coches?
De pronto viviremos en un mundo dominado por la IA (Inteligencia
Artificial). A veces hablo con Siri de Iphone. Como Siri aprende las cosas
lentamente, intento hablar de una manera en la que Siri entienda las cosas.
Cuando llegue el mundo dominado por la IA, los humanos también se convertirán
en IA. Cada vez más, los espíritus sobrarán y los humanos actuarán como si
fueran IA. Decimos que nosotros usamos Smartphone, pero en realidad podríamos
ser un transporte y un cargador de Smartphone o quizá un robot que hace cosas
ordenadas por un Smartphone.
Me gustaría
saber cómo ve el estado actual de la literatura, y quién o quiénes considera
como autores de referencia.
La última obra que leí y que me gustó fue Las benévolas de Jonathan Littell. Ese
autor excavó intensamente en la mediocridad de la maldad. Cuando salen
novedades de autores como Michel Houellebecq o Ian McEwan no me las pierdo.
Después de
haber conseguido el reconocimiento como escritor, ¿en qué momento creativo se
encuentra? ¿Cómo ve su relación con la literatura en estos momentos?
Al principio no leía mucha literatura clásica, yo escribía según se me
ocurría en la cabeza. Pero últimamente la literatura clásica es lo que me
inspira. Por ejemplo, mi novela Your Republic Is Calling You está inspirada por Edipo Rey, de Sófocles, y La Odisea,
de Homero. Cuando vivía en Nueva York, iba a menudo al teatro. Cuando veía las
obras de teatro no entendía mucho a causa del idioma, pero curiosamente se me
ocurrían muchas ideas creativas. Ya que como no seguía muy bien la historia,
creaba mis propias historias y en ese proceso salían muchas ideas. La
literatura contemporánea ha perdido mucho el valor de la literatura
tradicional. Cada vez más, el sector editorial obtiene menor beneficio. Pero
quizá la literatura está volviendo al pasado, tal y como fue durante miles de
años, que era un acompañante atractivo de los teatros y la música. A lo mejor
en un futuro deberemos descubrir la literatura en el cine, las series de TV o
las letras de hip- hop.
Entrevista realizada por Nacho Cagiga y traducida por Lee Minjae. Gracias al
Centro Cultural Coreano en España por facilitar el contacto con el autor.
Bibliogracía de Kim Young-ha
Novelas
Tengo derecho a destruirme, 1996
Why, Arang, 2001
Balck Flower, 2003
Your Republic Is Calling You, 2006
Quiz show, 2007
I Can Hear Your Voice, 2012
Muder's Way to Memorize, 2013
Libros de relatos:
Calling, 1997
Whatever happened with the guy trapped in the elevator, 1999
Photo Shop Murder, 2001
Volvió mi hermano, 2004
Nadie sabe qué ha pasado, 2010
Ensayos
Pesca de una corvina amarilla seca, 2000
Historia del cine de Kim Young-ha e Yi Woo-il, 2003
Lalala House, 2005
Post it, 2005
El viajero (Helidelberg), 2007
Kim Young-ha, Viajero, Tokio, 2008
Recuerda lo que te has olvidado, 2009
Ver, 2014
Hablar, 2015
Leer, 2015
Bibliogracía de Kim Young-ha
Novelas
Tengo derecho a destruirme, 1996
Why, Arang, 2001
Balck Flower, 2003
Your Republic Is Calling You, 2006
Quiz show, 2007
I Can Hear Your Voice, 2012
Muder's Way to Memorize, 2013
Libros de relatos:
Calling, 1997
Whatever happened with the guy trapped in the elevator, 1999
Photo Shop Murder, 2001
Volvió mi hermano, 2004
Nadie sabe qué ha pasado, 2010
Ensayos
Pesca de una corvina amarilla seca, 2000
Historia del cine de Kim Young-ha e Yi Woo-il, 2003
Lalala House, 2005
Post it, 2005
El viajero (Helidelberg), 2007
Kim Young-ha, Viajero, Tokio, 2008
Recuerda lo que te has olvidado, 2009
Ver, 2014
Hablar, 2015
Leer, 2015