Botonera

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24.10.16

"MAGDALENA MONTEZUMA. MUSA, MÁSCARA Y MUÑECA", DE MARIEL MANRIQUE, TRAYECTOS [MINOR] LIBROS, SHANGRILA, 2016




La muerte de María Malibrán, Werner Schroeter, 1972



Schroeter [...] es el único director con el que conversó Foucault [...] Impresionado por su forma de tratar los cuerpos en La muerte de María Malibrán, Foucault ya se había referido a Schroeter en una entrevista con Gérard Dupont para la revista Cinématographe, titulada “Sade, sargento del sexo”. Allí define a Sade como el anatomista riguroso de un cuerpo fuertemente orgánico, anclado en una jerarquía dispuesta a partir del sexo, en la que el órgano es objeto de encarnizamiento: te arrancaré el ojo con el que miraste, te cortaré la lengua que mordí. Nada más alérgico al cine que el régimen disciplinario de Sade, afirma Foucault, con sus ceremonias meticulosamente programadas que no admiten la menor adición o supresión y excluyen todo juego suplementario de la cámara. Nada más alejado de Sade que los cuerpos de La muerte de María Malibrán, cuerpos anarquizados en los que toda jerarquización, localización y denominación están en vías de deshacerse y de los que se exaltan, como brotes, sus fragmentos: labios y pómulos, párpados y dientes. Schroeter “hace cantar los cuerpos y sus prodigios”.

Schroeter, como Duras, desmantela la organicidad. La premisa es la extracción de los cuerpos de su contexto original y su función significante, del “trabajo” que les fue asignado según la narración clásica (léase: su historia dentro de la Historia). Y luego, su fragmentación, que no es recorte ni separación sino liberación del soporte y emancipación de la totalidad, que permite al fragmento (el gesto, el ojo, los labios) ser solo una superficie, encantada. Una lengua ya no es una lengua que sale de una boca, el órgano de la boca profanado y destinado al placer del otro. Es una intensidad. Algo que no puede expresarse, algo que se abre, se tiende, palpita, late y es, en definitiva, inutilizable, porque está fuera de todos los programas del deseo. Los cuerpos desorganizados de Schroeter se convierten en paisajes. En antisadismo.
Mariel Manrique




Magdalena Montezuma. Musa, máscara y muñeca