Botonera

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31.3.17

XXIII. "UNAS SOMBRAS, UN TREN". Revista Shangrila nº 28-29, marzo 2017







Mademoiselle Hortense Fleury, sentada en el gastado sillón de orejas, lanzaba su memoria a las llamas como si en tal acto de rebeldía pudiera eliminar su profundo cansancio cubierto de arrugas. Con aquel gesto creía quemar la infancia, los recuerdos de aquellos veranos familiares que se habían convertido en un tremendo peso del que necesitaba despedirse. Pero todavía se preguntaba si era posible evocar la memoria de los otros.

Mademoiselle Fleury desconfiaba a menudo de la eficacia de destruir su memoria guardada celosamente en esas enormes cajas de latón etiquetadas por su padre y también temía hacer desaparecer su pequeño estuche de madera con una libélula dibujada en la tapa. Se había cansado de recordar y solo cuando su vida llegaba al siglo tuvo la necesidad incomprensible y urgente de deshacerse de todo. La memoria y su continuo viaje al pasado la habían encerrado en una pequeña cárcel confortable de la que ahora sentía la necesidad de liberarse.

La anciana Hortense intuía que las llamas no destruyen los recuerdos ni el agotamiento de vivir. Pero pensó que, quizá, esa alegoría pudiera cerrar la derrota de su vida. Algunas veces intentaba incorporarse en el sillón y, con las manos vacías, hacía el ademán de tirar algo al fuego. Estaba sola, todos habían desaparecido, también sus hermanos, la guerra se llevó a los chicos, las dos niñas murieron, la pequeña nunca fue mayor, la tosferina no la dejó crecer. Solo ella quedaba dentro de la casa familiar como albacea de un pasado de sombras
[...]


"El peso de la memoria".
Olvido Marvao