Botonera

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14.6.17

V. "PORNO: VEN Y MIRA", José Francisco Montero y Aarón Rodríguez Serrano (coords.), Shangrila 2017




VIDA Y MILAGROS
DEL CINE PORNOGRÁFICO  

José Francisco Montero




¿… y si lo que echaba de menos era el aspecto
puramente formal, que es lo que hace que
un chiste sea divertido, mucho más que su contenido,
de la misma manera que la sexualidad no es una
cuestión de contenido, sino de la manera
de tratar formalmente ese contenido?


Slavoj Žižek, Mis chistes, mi filosofía


En los márgenes, pero…

La historia del cine pornográfico ha discurrido desde siempre por vías paralelas. Subterráneas durante mucho tiempo, hasta finales de la década de los ‘60, limítrofes desde entonces, con entrecruzamientos poco significativos y en cualquier caso puntuales y efímeros con el resto de la producción cinematográfica. Así, durante los primeros setenta años de su existencia, la producción y distribución de cine pornográfico habita espacios clandestinos; a partir de su legalización pasó de la prohibición a la mera marginalidad. No tanto –y progresivamente menos– en su acepción social como en la meramente geométrica, esto es, en relación a un centro que ocuparía lo que, solo desde la perspectiva que ofrece esa posición marginal, se ha venido denominando como “cine convencional” –falsariamente: pocos “géneros”, por el contrario, sustentados en mayor medida en las convenciones que el porno; he ahí una de sus principales paradojas: el retrato del comportamiento “pasional” a través de una formalización particularmente rígida–. En suma, el cine pornográfico ha constituido permanentemente una suerte de gueto audiovisual, un islote en el vasto y joven –pero ya viejo– continente del cine.

Mas simultáneamente, las diferentes fases de la historia del cine pornográfico aparecen inextricablemente vinculadas a los diferentes contextos históricos en que ha evolucionado. Algo, pues, no muy diferente a lo que ha ocurrido con la evolución de cualquier género o de cualquier movimiento artístico, si bien en el caso del cine pornográfico es reseñable la docilidad con que se ha acomodado, sobre todo desde su legalización, a las demandas y maneras de su/s tiempo/s. Siguiendo los de sobra conocidos planteamientos de Foucault, lo cierto es que el tratamiento audiovisual del sexo ha discurrido en las últimas décadas de la ilegalidad a la conveniente canalización por parte del poder.

En resumen, siempre un trayecto en buena medida insular, mantenido de una forma u otra aparte, marcado con una “X” incluso en su época de mayor “consideración”, pero al unísono permeable en extremo, cuando no, más simplemente, profundamente conformista: desde estas posiciones esquinadas, oblicuamente, el cine porno se ha constituido siempre en una producción perfectamente integrada en los requerimientos ideológicos de las épocas que ha atravesado, empezando, desde luego y como es notorio, por los de una sociedad eminentemente patriarcal. Marginalidad y autarquía, por un lado, y secreta integración y sumisión, por otra, se combinan muy significativamente en la historia del cine pornográfico [...]



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