Prólogo a Cine y exilio. Forma(s) de la ausencia
LA CICATRIZ
Santos Zunzunegui
María Casares
En el balcón vacío, Jomí García Ascot, 1962
El espíritu de la colmena, Víctor Erice, 1973
Dentro o fuera, en el exilio interior o en el exterior, en la lengua materna o sumergiéndose en las profundidades abisales de un idioma otro, las formas que adopta el destierro pueden ser variadas, por no decir interminables. El libro que comienza una vez que el lector haya abandonado estas líneas que le sirven de pórtico, se ocupa de algunas de las más notables que han sido producidas por hombres y mujeres que tuvieron que hacer cuentas, de maneras bien diversas, con el hecho de que una guerra fraticida había trazado un surco de sangre sobre la tierra de España, empujando a una parte sustancial de su población a un éxodo físico o intelectual que les condenaba a vivir al margen de las coordenadas que hasta entonces habían venido definiendo sus espacios cotidianos.
La literatura, el teatro, el cine también, no podían dejar de tomar nota de este hecho ¿Cine español en el exilio? ¿Cine español del exilio? Discusión académica que no puede ni debe ocultar la verdadera dimensión de los trabajos que José Luis Castro de Paz ha elegido destacar como ejemplos de una memoria que no se agota en la mera repetición vacua de un pasado inalcanzable sino que se proyecta sobre el presente y proclama, a viva voz, su relevancia con relación al futuro. Memoria que, como decía Simone Weil, debe ser (ésta sería su justificación más profunda) capaz de hacernos soportable el desacuerdo entre la imaginación y el hecho. Quizás se deba al mero azar que reúne a los objetos con aquel admirable maridaje que señaló Lautreamont con tanta precisión, pero es difícil dejar de anotar como los tres trabajos aquí recogidos se ven obligados a hacer cuentas con el mito. Quizás sólo se trate del hecho de que el exilio, más que ninguna otra experiencia, obliga a practicar ciertas formas de exorcismo simbólico capaces de dar forma a la ausencia como objeto, constituyendo la presencia real de una ausencia.
Por eso es importante traer a colación estos ejemplos de ese arte verdadero que, en palabras de George Steiner, contribuye a ampliar las menguadas reservas de nuestra inteligencia moral. Una inteligencia moral tan rudamente puesta a prueba por tantos y tantos productos de consumo que inundan nuestro escuálido y acomodaticio panorama cultural. Por el contrario, el arte cinematográfico y la postura ética de Jomí García Ascot, María Luisa Elío, Víctor Erice o María Casares forma parte de ese conjunto de obras esenciales que cargan sobre sus espaldas la ardua pero necesaria tarea de señalar la rugosidad de un pasado que muchos querrían olvidar. Porque estamos ante un arte que apunta con decisión y sin titubeos hacia un hecho radicalmente incómodo: suturada la herida, la cicatriz permanece indeleble.