Botonera

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22.10.18

X. "CARTAS, CUERPOS, ESCRITURA", Revista Shangrila nº 32, Shangrila 2018




LA INTIMIDAD FILMADA
A PROPÓSITO DE JONAS MEKAS Y
EN EL CAMINO, DE CUANDO EN CUANDO, VISLUMBRÉ BREVES MOMENTOS DE BELLEZA (2000)

Faustino Sánchez

En el camino, de cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza



Quizás sea el concepto de lo íntimo aquello que une herramientas expresivas tan similares y tan diferentes entre ellas como la carta y el diario; del mismo modo, lo íntimo siempre ha tenido relación con lo espiritual, por lo que de esta forma podríamos hablar de Jonas Mekas como uno de los grandes cineastas espirituales de la segunda mitad del S. XX. No es nuevo decir que Jonas Mekas representa mejor que nadie nuestro viejo siglo de sobresaltos, inspiraciones y turbulencias: tras nacer en Lituania, ser apresado por los nazis e internado en un campo de trabajo, Jonas Mekas, junto con su hermano Adolfas, consiguió finalmente huir a EEUU, establecerse en Nueva York e integrarse en la escena artística y experimental de los años ‘50. En ese círculo, sus amigos (poetas, cineastas, artistas vinculados al pop-art, a la generación beat y a movimientos rupturistas de todo tipo), se iban a convertir en fundamentales en su vida y en su obra, iban a delimitar su forma de vivir y de filmar, y hasta su manera de respirar. Poeta, cineasta, preservador de la memoria y del patrimonio fílmico, divulgador. Mítico en todas sus facetas, con sus libros de poemas, sus películas-diario, sus Anthology Film Archives, su columna en el Village Voice. Jonas Mekas es el S. XX.

La obra de Jonas Mekas ha ido oscilando a lo largo de su carrera entre dos polos, el de la misiva y el del diario, y en ocasiones su delimitación o clasificación no es sencilla. Como decíamos, si hay algo en común entre ambas, y que queda perfectamente visible a través del estilo y personalidad fílmica de Jonas Mekas, es la intimidad y, en una segunda derivada, la espiritualidad.


La intimidad de lo privado

Tanto la carta como el diario son, en principio, comunicaciones privadas. El diario está escrito para uno mismo, mientras que una carta está escrita para otra persona, pero una persona específica. Conocer el destinatario, por lo tanto, permite delimitar códigos, afinarlos, dejar de decir todo aquello que emisor y receptor conocen de manera implícita. No es necesario describir el contexto del mundo cuando este contexto es común, cuando se escribe conociendo las circunstancias, pensamientos, vivencias, del destinatario. Por eso, en muchas ocasiones, cartas o diarios no son legibles, o no se pueden entender en su grandiosa complejidad. Son grandes poemas elípticos, en los que un tercero no puede más que comprender la superficie de las cosas. Por esta razón, cuanto mayor es la relación y el conocimiento mutuo entre emisor y receptor de una carta, más compleja es la descodificación por parte de un tercero [...]