Botonera

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25.9.19

VII. "VISLUMBRES", Georges Didi-Hubernan





"Hipótesis de trabajo. Ver sería usar nuestros ojos para saber algo de lo real. Mirar sería implicar nuestra visión en la economía del deseo. Vislumbrar sería apresar al vuelo, en lo real, algo que se ha encontrado con nuestro deseo –que ha venido súbitamente a sostenerlo, o súbitamente a contradecirlo. En realidad, todo es más intrincado. En primer lugar, a causa de esto: tenemos dos ojos y no uno solo (cuando era niño, pasaba horas mirando mi entorno inmediato y experimentando, es decir, pestañeando, ante los abismos conceptuales que separan, en ciertas condiciones, la visión binocular de la visión con un solo ojo; toda la perspectiva cambia e incluso se derrumba, y torna el espacio más fantástico que nunca). Ahora bien, así como tenemos dos ojos, cada acontecimiento visible, por más simple que sea, está hecho de dos cosas, dos acontecimientos por lo menos (de ahí la justeza fenomenológica y psicológica de las teorías lucrecianas sobre la idea de que cada parcela del mundo tiene su origen en el choque de dos cuerpos o, como mínimo, dos corpúsculos). Del mismo modo, cada deseo parece muy complicado, una y otra vez, por un conflicto irreductible. ¿A qué se vincula esto? Al tiempo, por supuesto, es decir, al hecho de que no miramos nada, no deseamos nada en el elemento ideal del puro presente. Todo lo que miramos, todo lo que deseamos está complicado por el tiempo, implicado en los nudos –conflictos, olvidos, remanencias, etc.– del tiempo.
Al inicio de Tristes trópicos, Claude Lévi-Strauss cuenta en este sentido, con su habitual honestidad de observación, que su propia mirada de viajero exótico siempre está complicada por un conflicto: entre una sensación de pérdida referida al pasado (todo aquello que sabe que no ve porque ya ha desaparecido) y una fatalidad de la pérdida inherente al presente mismo (todo que aquello que sabe que no ve porque todavía no sabe mirarlo). Su conclusión es tan correcta como trágica, ya que vincula el vislumbrar con el doble movimiento de una herida y un deseo: “En definitiva, soy prisionero de una alternativa: o bien soy un antiguo viajero, enfrentado a un espectáculo prodigioso del que todo o casi todo se le escapa –o, peor aún, al que todo le inspiraría burla o repugnancia–, o soy un viajero moderno que corre tras los vestigios de una realidad desaparecida. Pierdo en ambos casos, porque yo, que me lamento frente a las sombras, ¿no soy acaso impermeable al verdadero espectáculo que toma forma en este instante, pero para cuya observación mi grado de humanidad carece aún del sentido requerido? En algunos cientos de años, en este mismo lugar, otro viajero, tan desesperado como yo, llorará la desaparición de lo que yo hubiera podido ver y no he visto. Víctima de una doble invalidez, todo lo que percibo me hiere, y me reprocho sin cesar no mirar lo suficiente”.