Botonera

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22.5.20

IX. "JOSEF VON STERNBERG. ESTILIZACIÓN Y DESEO", Rubén Higueras Flores (coord.), Valencia: Shangrila, 2020




La modernidad desde el clasicismo:
el cuerpo de Marlene Dietrich
en las películas de Josef von Sternberg

Núria Bou


Marlene Dietrich. Foto: Edward Steichen, 1934



En el inicio fue un cuerpo clásico

¿Puede una actriz contarnos a través de su manera de actuar cómo funcionaba el cine clásico? ¿Puede una star revelarnos las ganas que tenían los creadores de Hollywood de transgredir las convenciones clásicas? Lo puede el cuerpo de Marlene Dietrich. Para probarlo, me parece necesario empezar por reducir la leyenda que enmascaró la importancia de esta figura femenina, la leyenda que insiste en que Marlene Dietrich fue descubierta y moldeada por Josef von Sternberg. Historiadores y biógrafos (Walker, 1974, Spoto, 1992 o Dyer, 2001) (1) coinciden en describir que Von Sternberg se sintió cautivado en un teatro berlinés por el “erotismo natural” de Dietrich cuando buscaba a la actriz para su Lola-Lola de El ángel azul (Der blaue Engel, 1930). El relato cuenta que con esta película Marlene Dietrich obtuvo fama internacional, Hollywood se fijó en ella y la productora Paramount la contrató para lanzarla como la nueva star de los años treinta. Pero como demuestra el historiador Joseph Garncarz (2007) los acontecimientos se sucedieron de modo diferente: la actriz, cuando conoció a Josef von Sternberg, era más que una intérprete de papeles secundarios, era ya una figura que no solo en Europa, sino también en Estados Unidos, empezaba a ser conocida por los melodramas que había protagonizado en Alemania. Había empezado a llamar la atención de la crítica por una serie de películas en las que copiaba descaradamente la imagen, la gestualidad y el estilo de la actriz más importante del cine clásico del momento, Greta Garbo. El historiador Joseph Garncarz, en su apasionante artículo Playing Garbo: How Marlene Dietrich Conquered Hollywood (2007), recopila las opiniones de los críticos alemanes y norteamericanos que valoraron las exhibiciones imitativas de Dietrich, argumentando que estos comentarios, la mayoría admirativos, fueron los que convencieron a la Paramount para emplear a la actriz alemana, en un periodo en el que esta productora buscaba un rostro para poder competir con la Metro Goldwyn Mayer, que tenía en exclusiva a la Divina Garbo. De hecho, El ángel azul solo se había estrenado en Europa cuando la nueva estrella fue contratada. Aún más: los productores que la habían visto pidieron a Josef von Sternberg que, para la nueva película Marruecos (Morocco, 1930), Marlene Dietrich no tuviera nada que ver con la “vulgar” Lola-Lola y recreara la imagen de mujer misteriosa à la Garbo que había irradiado en los melodramas alemanes anteriores.  

1. Walker, Alexander, El sacrificio del celuloide: aspectos del sexo en el cine, Barcelona: Anagrama, 1972; SPOTO, Donald, Marlene Dietrich, el ángel azul, Barcelona: Ediciones B, 1992; DYER, Richard, Las estrellas cinematográficas: historia, ideología, estética, Barcelona: Paidós, 2001.

No es mi objetivo sumergirme en una reivindicación de Marlene Dietrich para restar importancia al talento innegable de Josef von Sternberg. Pero me parece imprescindible recalcar que la actriz participó activa y creativamente en estas obras. James Naremore (2) apunta lo difícil que es en estas películas saber cuándo el director dejaba de regir la puesta en escena actoral para que empezara la dirección de la estrella. Partiendo de esta idea utilizaré la fórmula Dietrich/Von Sternberg para referirme a los hallazgos interpretativos que tanto podrían haber surgido del director como de la actriz. Porque el poder que tuvieron las stars sobre la producción durante la Edad de Oro de Hollywood es enorme: el historiador Mick Lasalle (3), fijándose en los contratos de Greta Garbo y Norma Shearer, relata que estas actrices tenían la potestad de decidir sobre el encuadre de sus planos, y podían intervenir en el montaje final de la película. De la misma manera, Joseph Garncarz explica que, en Alemania, el sistema de producción de los años veinte permitió que los actores tuviesen absoluto control sobre su imagen. Marlene Dietrich, pues, decidió empezar por ser un cuerpo clásico —nada menos que el de Greta Garbo— para entrar a trabajar en la fábrica de sueños. Luego, prefirió alimentar la leyenda de Pigmalión a dar a conocer su criterio y personalidad, porque, como intuye Garncarz. (4) Marlene entendió que la fábula de la pobre chica desconocida que sueña con ser actriz y logra fama y éxito en Hollywood invitaba a los que habían sufrido el crack del 29 a volver a creer en el sueño americano [...]

2. NAREMORE, James, Acting in the Cinema, Berkeley, Los Angeles, Londres: University of California Press, 1988, p.156.
3. LASALLE, Mick, Complicated Women. Sex and Power in Pre-Code Hollywood, Nueva York: Thomas Dunne Books, 2000.
4. GARNCARZ, Joseph, “Playing Garbo: How Marlene Dietrich Conquered Hollywood”, en Dietrich Icon, Durham: Duke University 



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