Botonera

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28.9.20

V. QUEER HORROR. LA DECONSTRUCCIÓN DEL GÉNERO Y DE LA SEXUALIDAD EN EL CINE FANTÁSTICO, Carlos A. Cuéllar Alejandro, Shangrila 2020




Dracula’s Daughter (Lambert Hillyer, 1936)




[...] Dracula’s Daughter (Lambert Hillyer, 1936) fue planteada por la productora Universal como una secuela de su anterior éxito Drácula (Tod Browning, 1931). La condesa Marya Zaleska, hija del conde Drácula, fue interpretada de manera trágica e inquietante por la actriz Gloria Holden, cuya elegante belleza no se correspondía exactamente con los cánones de la época, al menos no parece estar concebida para satisfacer la libido de un público masculino heterosexual, pero hacía verosímil su relación familiar con Drácula, pues en cierto sentido se buscó un parecido con el actor Bela Lugosi. Alta, morena, distinguida, la condesa es una vampira lesbiana o, al menos, bisexual, que en el filme muestra más interés por sus potenciales víctimas femeninas que por las masculinas. Algunos autores han puesto en conexión esta película clásica con la posmoderna Nadja (Michael Almereyda, 1994) como si la segunda fuera un “remake” manierista de la primera. (48) Es el origen familiar y el carácter del personaje protagonista lo que hermana ambos filmes [...]


48. La conexión solo se verifica desde el punto de vista temático. Ni la estética ni la calidad son equivalentes. Nadja me parece el típico ejemplo estéticamente hipertrofiado e ideológicamente impostando de cierto tipo de cine posmoderno tan común en los últimos veinte años.




Dracula’s Daughter (Lambert Hillyer, 1936)


De notable factura técnica y agradable visión, La hija de Drácula destaca por la originalidad y valentía de su planteamiento. El relato enlaza con el final del filme que le precedió, Drácula, y nos muestra el arresto del profesor Van Helsing, acusado de asesinato por haber matado al conde Drácula, pues la policía ignora que se trataba de un vampiro. Inicio semejante supone un desafío al poder patriarcal y puritano representado por el cazador de vampiros, pero la carga más transgresora del filme (para la época en que fue rodado) radica en la concepción de una mujer vampiro cuyas preferencias lésbicas son explícitas en la selección de sus víctimas. De hecho, el vampirismo como metáfora de la homosexualidad (en este caso del lesbianismo) queda claro cuando la condesa decide visitar a un psiquiatra con la intención de que la libere de su condición vampírica. El vampirismo, pues, se presenta como una enfermedad mental, tal y como la psiquiatría veía la homosexualidad, la condesa quiere ser “curada” de su vampirismo/lesbianismo. Pero aquí la película ataca al patriarcado contemporáneo ridiculizando uno de los pilares intelectuales sobre los que se sustenta: el psicoanálisis freudiano. Y lo hace mostrando claramente la debilidad, inmadurez e impotencia del protagonista masculino, psicoanalista de profesión. El héroe aquí es pasivo, frágil, delicado y co-dependiente de las mujeres [...]






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