Botonera

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12.10.20

XIV. "NIEVE. POSTALES DESDE EL FRÍO", Pasión Rivière (coord.), Shangrila 2020




LENI EN PANTUFLAS CON PLUMITAS
Mariel Manrique



Leni Riefenstahl - Die Weiβe Hölle vom Piz Pallü 
(El infierno blanco de Piz Palú), Arnold Fanck - G.W. Pabst, 1929




Vendrá el fascismo y tendrá los ojos de Leni Riefenstahl, con su historia clínica de adicta al alpinismo colgada en las pestañas. Oh, sí, la nieve es tan blanca. Prístina nieve. 

El fascismo lava más blanco. Remueve la mutilación, la escoria, la impureza. Amputa la mano gitana, el pene homosexual, la boquita torcida. Oh, sí, el desvío es tan negro. Pútrido desvío. 

Al fascismo le encanta el deporte, lo marcial y lo liso. La hipótesis beligerante, el músculo tenso, la misión heroica. Siempre está en movimiento, pero no se pregunta para qué. Le arroja monedas a la lengua que lo lame. La lengua se esmera, se empeña, se extralimita en su función. Se pone pesada. La rematan en la casa de empeños, la envuelven en un trapo, la descartan. La lengua militante no sale de la infancia, necesita un Papá que le traduzca el mundo. Se ríe como una boba de los chistes de Papá. Pusilánime lengua.  

Al fascismo lo excitan los niños. Es un gran criador. Los viste, los peina, los perfuma. Les pasa jabón de mitos y leyendas que por supuesto terminan en Papá. Tiene predilección por la carne fresca. Adora violar con un palo de escoba. Cuelga el trapo con el que envuelve lenguas en la punta del palo que viola. Lo llama bandera. Después se va a esquiar y es un punto en la nieve, después tiene que conquistar el pico nevado, para dejar de ser un punto abajo y ser un punto arriba que contempla a los pobres mortales. Todas las líneas del fascismo fugan a un punto único en la altura. Perspectiva dorada, sin sótanos ni cloacas, sin pliegue ni extravío. Un Caspar David Friedrich sin Lado B. Romanticismo expurgado de inconsciente. Irracionalidad con plan. Stählerne Romantik. Leni te mira pero no te ve. Metálica pupila, pupila de su Herr

Todo es rústico y seco en la cabaña alpina, y está cubierto de polvo. La nieve cubre la mesa y los bancos de exterior. Apenas llega, Leni limpia esa nieve como una maniática, subida a la mesa sin dudar. Y desembala. Entre el calzado alineado contra la pared, sobresalen, por su sinrazón, un par de pantuflas con plumitas. Están fuera de lugar, no van con la cabaña ni con Leni. No van con esta película de montaña. Sin embargo, parecen verdaderas, ridículamente verdaderas. Más que todo el paisaje circundante, tan próximo a un cartón pintado. En otro plano, Leni se las calza y advertimos que tienen un taconcito que refulge. Todo en diminutivo, encantador. Unos pocos segundos de coquetería, kitsch y desatinada. Como una excrecencia irresistible, guantes para la pantera o rouge en la boca del soldado [...]






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