Botonera

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7.9.21

RESEÑA DE "DISPERSAS. VIAJE HACIA LOS PAPELES DEL GUETO DE VARSOVIA", Georges Didi-Huberman, Valencia: Shangrila 2021

 




Por Iñaki Urdanibia


«No, no nos dejaremos cercar sin hacer nada. Tenemos una máquina de hacer remolinos en al Pasado».

Henri Michaux

«El cronista que narra los acontecimientos, sin distinción entre los grandes y los pequeños, tiene en cuenta al hacerlo, la siguiente verdad: de todo lo que sucedió alguna vez, nada debe considerarse perdido para la historia. Es cierto: solo la humanidad redimida pertenece plenamente su pasado. Esto significa que solo ella, en cada uno de sus momentos, puede citar su pasado. Cada uno de los instantes que ha vivido se convierte en una “cita en el orden del día”, y ese día es justamente el último».

Walter Benjamin


El historiador del arte y teórico de la imagen que traigo a esta página, no es la primera vez que lo hago * y seguro estoy de que no será la última, no es de los que se detiene ensimismado en las imágenes o en las obras de arte como si fuesen meros objetos atemporales e independientes del contexto en que se producen; las imágenes hablan, expresan y la estética se fusiona con la ética.

En esta ocasión, en su «Dispersas. Viaje hacia los papeles del gueto de Varsovia», editado por Shangrila, sigue la pista y halla los papeles que se hallaron guardados en diez cajas de hojalata y dos latas de leche que describen el horror, la infamia, la crueldad asesina con que unos hombres trataron a otros, en especial a aquellos que no comulgaban con sus creencias, y que de fieles a una religión fueron convertidos en raza, en parásitos que trataban de echar por tierra los ancestrales y puros valores arios.

Didi-Huberman , ya de inicio posa su mirada y derrama lágrimas al ver el desastre colectivo y al centrar su mirada en nombres, como el suyo, seguramente parientes, que fueron víctimas de la barbarie nacionalsocialista; en una visita anterior a Birkeneau (Cortezas), también contabilizó asesinados con su mismo apellido; una herida honda que le impulsa a hurgar en el tema de la Shoá y en temas afines. Si decía que las imágenes nos hablan y expresan, se convierten al tiempo en ineludible prueba de los sucedido, así las fotografías ocultadas debajo de las baldosas de una siniestra estancia de Auschwitz, escondidas allá por miembros de los sondekomandos, que dan pie a su potente: Imágenes pese a todo-Memoria visual del Holocausto.

«Disperso tiene su etimología en el participio sparsum del verbo spargere, que quiere decir “arrojar aquí y allá, esparcir, diseminar”», y el título de la obra responde a lo que hallamos: cosas, cartas, confesiones, fotografías, testimonios conservados en el instituto histórico judío de Varsovia, materiales dispersos que fueron reunidos por el historiador Emanuel Ringleblum, verdadero archivista del desastre del gueto, ayudado por la organización Oyneg Shabes, éste, el gueto, como el nivel micro de lo que se llevaba a cabo, al por mayor y a nivel industrial, en el mundo de los lager. El historiador decidió permanecer, prestar auxilio y describir, apostando por una política de la verdad, de la memoria que sirviese para que se conociese lo allá sucedido, suponiendo su postura un rechazo de las posturas conciliadoras y ventajistas de los notables de los Consejos judíos. Su apuesta, qué duda cabe, era política al conservar los tesoros del sufrimiento, recogiendo y dando voz a los gritos mudos, jugándose la vida en una existencia sumida en la clandestinidad; osadía que pagó él, y su familia, con la vida asesinada. Reunía los papeles dispersos, los ordenaba, y en vez de borrar su tinta con las lágrimas, como hiciese el rabino de Kotzk, escribía y describía lo visto, anotaba en su diario y prestaba su voz a los sin voz, a los perseguidos, a quienes decían el conmovedor adiós a sus seres cercanos en el umbral de la muerte, en unos momentos en que la verdad era clandestina. Y Dios…ausente ante las tropelías que campaban por sus respetos. Un ejemplo de dignidad y responsabilidad que se alzaba contra las mentiras, la ignorancia y las componendas: su mirada era la propia de un historiador marxista y pertrechado con tal incide en la existencia de clases, y la lucha entre ellas, que ubican en sus justos términos la nebulosa engañosa del pueblo judío como uno por encima de las diferencias.

Georges Did-Huberman fue a Varsovia en donde pasó tres días, del 1 al 3 de octubre de 2018, en el instituto judío de la ciudad y allá desempolvó los materiales; resultando de tal visita, este libro que desvela los hechos narrados por el historiador nombrado, señalando fechas y circunstancias de los testimonios, de las fotografías que les acompañaban, y a través de todo ello entramos en el terror del gueto, se nos da a conocer los modos de subsistir, las maneras usadas, clandestinas con sus claves u códigos, para sortear la vigilancia férrea de los nazis y sus colaboradores, más allá de cualquier pretensión de historia monumental, y conocemos también los planes de educación de los niños, con un firme adoctrinamiento que era acompañado por las conversiones forzadas al catolicismo por parte de los celosos polacos, mientras que otros, en paralelo, creaban redes clandestinas de enseñanza para los muchachos. Y Didi-Huberman afila su mirada e intenta ver más allá de lo que a primera vista puede ser visto, a eso vine dice. Analiza las fotos en la interioridad o exterioridad, en su cercanía y lejanía, de las tomas, y expone con absoluta nitidez las diferentes posturas existentes entre los habitantes del gueto: unos haciendo piña con el gobierno de los opresores, los componentes de los domesticados Judenrat, y los distintos uniformes que cohabitaban en su labor de vigilancia y represión, y en medio, debajo más bien, de ellos el pueblo ingobernable; límites que muchos se han empeñado en borrar o al menos en hacerlos borrosos sin ningún remilgo moral o ético. Llegando a hablar Ringelblum con expresiones más duras que las de Hannah Arendt, que le valieron a ésta no pocos disgustos y sonadas rupturas con antiguas amistades, o el despelleje de Raoul Hilberg…al tachar a la policía judía de “policía de gánsters” o jauría de “gestapistas judíos”. El pulso es tomado en diferentes aspectos como los referidos a los rumores que circulaban, los chistes que se contaban, muchos de ellos cercanos al humor negro, y el destino que se reservaba a los bienes judíos que o bien eran robados por los nazis y epígonos, o en algunos casos destruidos o quemados, por contener ideas judías y bolcheviques ya de paso, o bien eran vendidos por algunos judíos en busca de fondos, alcanzando esto último a textos como el Talmud, ¡pura falta de simonía! Estaba igualmente extendido el tráfico de alimentos, o los cambalaches con el fin de tratar de escapar afuera de los muros.

Papeles sublevados, muestra de resistencia, papeles-conflicto, que desvelan las diferencias existentes en el seno de la comunidad y abren la puerta a la existencia de pueblos judíos, en plural, y reflexiona el autor sobre del deber de memoria emprendido por el historiador Ringelblum, en ese campo de batalla que es la historia (Enzo Traverso dixit) y dirige su mirada a la Europa de hoy, con sus muros, «Europa ya no está en guerra pero no sabe recibir a los refugiados de la guerra. Su memoria flaquea constantemente. Sin duda, porque, sin que lo sepa demasiado bien, su memoria está en guerra».

Y Georges Didi-Huberman lanza la botella al mar, «las botellas lanzadas al mar no siempre llegan a la orilla, pero algunas sí lo hacen», con la esperanza de señalar a un futuro, de mostrar un deseo, como lo hiciese Georges Perec en su W o el recuerdo de la infancia: «Recuerdo fotografías que mostraban las paredes de los hornos laceradas por las uñas de los gaseados y un juego de ajedrez construido con bolitas de papel».


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