Botonera

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26.9.21

VII. "EL HOMBRE DE TRES LETRAS", de Pascal Quignard, Valencia: Shangrila 2021



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Clitemnestra, después de matar a su esposo Agamenón, le corta las manos y se las coloca bajo sus propias axilas. Luego se pone a serrarle los tobillos. Con ayuda de una cuerda le cuelga del cuello los pies que acaba de amputar. Así el rey muerto no podrá regresar a este mundo.
—¡Agamenón, ya no cogerás nada! ¡Agamenón, ya no correrás de aquí para allá clamando venganza contra mí! ¡Agamenón, no saldrás de la tumba!
La reina se apacigua entonces: ya no tendrá que temer la venganza de su marido muerto durante los siete años que le quedan de vida en Micenas.

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Lo mismo María una vez muerto su hijo.
Ella no deseaba verlo después de que resucitase.

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Me gustaría hacer alusión al fondo mágico del amor. El fondo más arcaico, el más elemental, el más salvaje, el más pulsional.
Robar al otro, hacerse con el cuerpo de otro para siempre —quizá incluso encerrarlo a resguardo de todas las miradas que no sean la nuestra—, robarle el alma.
Así es como se preparaba un encantamiento en la Antigüedad: se ataba una tablilla de plomo a una figurita de trapo, de cera, de arcilla fresca. Se colocaban una y otra dentro de un jarro. El jarro se metía, de noche, furtivamente, a oscuras, junto al cadáver enterrado de un muerto.

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