Botonera

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29.11.21

SOBRE "PEQUEÑAS TEORÍAS. MINIATURAS (A)FILOSÓFICAS SOBRE ALMA, MUNDO Y DIOS", de Miguel Ángel Hernández Saavedra, Valencia: Shangrila, 2021. Por Daniel Ferrando Colom

 


Por Daniel Ferrando Colom


Tras la salutación, el autor propone que empecemos por el final.  Ahí se me enfrían los termómetros. Me entra cara de pasme. Sin embargo, le hago caso y compruebo que tiene lógica esa asomada. Y, como quien no lo quiere, me encuentro con un niño de siete años. Que topa con Dios. Empezamos a liarla.

“Recuerdo el lugar exacto donde vi a Dios, a la altura del último bar, a un minuto y medio de la puerta del colegio”. Describe el mozalbete los rasgos de los dueños del bar. Su “subconsciente infantil los percibía cual demonios que tentaban a los trabajadores”. Asistimos así a un recorrido observador entre cuentos y pinchos de tortilla. El equilibrio es cabal.   

De inmediato, Miguel Ángel habla de la mirada que nunca olvidará: la del abuelo. El retrato te corta, de un tajo, el resfriado: “me percibí percibido, consciente de él en mí, de mí en él, un poco de vergüenza recuerdo que sentí, y amado, muy amado me supe, visto me contemplé, como si mi abuelo contuviese los universos pasados, futuros y por venir y me los regalara”. De esos ojos nacen, necesariamente, todos los libros del mundo: los sueños y las teorías.

Se trata, por lo tanto, de teorías, del “arte de componer y evaluar imágenes o de contemplar y evaluar su composición”. Muestran el hociquillo muchas y diferentes, y entran ganas de discutirlas a la sombra de una taza de té. Luego, sencillamente pasas página y sigues bebiendo el libro: sabe a agua fresca. De la de fuente.

Leemos que la escritura es el resultado de la estilización del lenguaje y analiza sus tres fases. Se explaya en el objeto “alma”.  El glaciar es una metáfora de la verdad, puesto que “parece que no discurre hasta que se deshace”.  Previamente nos ha comentado la exigencia de tomar distancia respecto al “hecho” para aproximarnos a lo acontecido. De resultas, “podemos analizarlo y sintetizarlo desde múltiples dimensiones: antes y después, arriba y abajo, dentro y fuera…”. Te alegras cuando adviertes que caminas por el sendero del entendimiento. 

Relaciona la filosofía con la narrativa y la poesía. Tanto da que se refiera al instante o al detalle. Das saltitos nerviosos de estupefacción y te entran ganas irrenunciables de participar en el debate. “El instante es una reivindicación poética”. “El novelista medio posterga el detalle o lo transforma en pesada secuencia; el poeta no debe salir de él si quiere desaparecer en su poema, produciendo la apariencia de un conjunto. Los más grandes novelistas, narradores del detalle, son poetas en realidad”. Ahí, comedido y grave, como quien baila un tango, te deja: con ansias de argumentar.

Pasa del “alma” al “mundo” como quien no lo espera. Estas “pequeñas teorías” encandilan: la teoría de los detalles, la del genio blanco, la del alma, la de la adecuación inesperada, la del movimiento, la de la ropa sucia, la luminosa de las sombras…  La tira de teorías. Más de cien. Y enganchan y lees y ríes y te pierdes y te encuentras. En errabundo te conviertes: no te sientas.

Diferenciamos entre el “perfecto desconocido”, que “se presenta, como una imagen cerrada, conclusa”, y el “imperfecto reconocido”, “aquel a quien se reconoce sin conocerlo, o conociéndolo muy imperfectamente”. Profundiza, expone e impresiona. Habla, entonces, de tiempos o del aspecto verbal. 

La teoría del consenso se refiere a una osadía. La del amor no correspondido, a una certeza. Ambas garantizan una sonrisa algo dentona. No la escondes.

La del pensamiento confunde, a sabiendas, pinceles y cuchillos. Ella y él no cruzan palabra: “se piensan en silencio”. “De vuelta a casa, ya muy de noche, mientras él dormía, ella le observó de arriba abajo”. Lo inmediato te ubica en el desasosiego.

Llegas, en el texto, a “Dios”, tal como lo encontró el niño, en las proximidades del colegio. Descifras la contradicción “maravillosa” que revela la expresión “ahora no tengo tiempo”. Vagas entre la “inapariencia” de Dios y la banalidad de los chismosos. “El ausente del grupo es, por lo general, el objeto del chisme, del que viven los reporteros de la tontería”. Da de lleno cuando apunta con el arco en tensión. Y alerta: “Una noche, mientras andaba abstraído en sus pensamientos, se le presentó el nadapoderoso”. Tienes, por ende, relato. Y prestas la atención precisa. Bailas, a la postre, entre fogonazos de ideas. Lees, piensas, respiras.

Inmenso. Un libro sin límites.



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