Botonera

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18.1.22

II. "PROFUNDIDAD DE CAMPO. MIS HISTORIAS DE CINE II", Santos Zunzunegui, Valencia: Shangrila 2022



1.
LOS ESPÍAS
(Spione, Fritz Lang, 1928)




Fue Bertolt Brecht el que afirmó que había mucho más delito en crear un banco que en atracarlo. Aunque el encuentro profesional entre el dramaturgo comunista y el elegante cineasta no se produjo hasta el exilio americano de los dos con motivo de la producción de Los verdugos también mueren (Hangmen also Die, 1943). Los espías, realizada quince años antes por Fritz Lang con la impagable colaboración en la escritura de Thea von Harbou (¿para cuándo una retrospectiva específica dedicada a una de las grandes guionistas del cine mudo ahora que el viento sopla a favor de determinados “descubrimientos”?), parece una peculiar ilustración del célebre dictum. (1) No solo porque la gran mente criminal que habita en el personaje de Haghi (en una nueva asunción mucho más estilizada, eso sí, a cargo de un Rudolf Klein-Rogge que ya había encarnado, cinco años antes, nada menos que al Dr. Mabuse) combina con maestría su trabajo a la luz pública (es un banquero respetado) con la parte oculta y polimorfa de su personalidad (Haghi es un maestro del disfraz) del mismo modo que tiene su guarida (habría que decir su “sede social”), precisamente, en la trastienda de su entidad financiera. El propio Lang dejó claro en una presentación de Spione que tuvo lugar en 1967 en la Universidad de California que en su trabajo siempre había utilizado acontecimientos reales y que, en el caso de Los espías la historia estaba inspirada directamente en una serie de incidentes que implicaban a la delegación comercial (realmente un instrumento de espionaje político y económico) de la Rusia soviética en el Reino Unido que llegó a ser asaltada por Scotland Yard a mediados de la década de los veinte. Y no se privó de añadir, aunque esto parezca menos evidente, que el “super-espía inventado, de nombre Haghi, fue interpretado con un maquillaje que se inspiraba en el 'political master-mind' Trotsky”. (2)

1. Brecht pone estas palabras en boca de Macheath “el Navaja” en su Ópera de cuatro cuartos. En la versión de Miguel Sáenz: “¿Qué es un palanquetazo a un banco comparado con la fundación de un banco?” (Bertolt Brecht: Teatro completo, Madrid: Cátedra, 2006, p.387.
2. Citado en EISNER, Lotte H., Fritz Lang, Londres: Secker and Warburg, 1976, p.6.

Dicho lo cual conviene no perder de vista que, cualesquiera que sean sus fundamentos realistas, la historia (como había sucedido poco años antes en el revolucionario díptico que Lang y von Harbou dedicaron al Dr. Mabuse) es tratada como un “serial” de altos vuelos en una tradición que el cinematógrafo, en la línea ya apuntada por Griffith y expandida por Feuillade, retomó directamente de Charles Dickens y los grandes folletinistas del siglo XIX. Por tanto, una lección bien aprendida. Pero cualquiera que sean los méritos que queramos atribuir al cine anterior de Lang (y no serían pocos) lo que Spione pone sobre la mesa es una operación de depuración y estilización que se lleva a cabo sobre los materiales puestos en funcionamiento sin que la variedad de los mismos sea un obstáculo para que el filme termine siendo una obra de “línea clara”, dónde los acontecimientos avanzan a velocidad de vértigo, los niveles narrativos se imbrican entre sí con admirable maestría y la mezcla de géneros [...]





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