Las actividades laborales del actor prosiguen a ritmo creciente en los años 1968 y 1969. Su nueva situación personal no impide, más bien al contrario, que diversifique los trabajos que, además del teatro, la televisión y el cine –este, de momento, de forma más esporádica y en personajes de menos peso–, continúan, como ya vimos más arriba, en el doblaje y en las actuaciones como cantante. Todo un récord de actividad en cuanto a versatilidad artística que siempre acomete con entusiasmo.
Sin duda, la mayor parte de ese trabajo se produce en TVE y Luis Varela, tan asiduo al medio, como bien conocemos, llega a participar en catorce títulos dentro de varios espacios dramáticos, con particular incidencia en los de Estudio 1 y Novela en este caso, dividida en capítulos, de lunes a viernes. (93) Resulta llamativo, por ejemplo, que nuestro actor sea capaz de intervenir en ocho dramáticos de televisión a lo largo de 1969 con lo que suponen de ensayos, preparación y grabación, al tiempo que estrena una obra teatral de evidente envergadura como A mitad del camino en la que forma parte del elenco principal, y continúa con su trabajo de doblaje.
93. Aunque esa fue la norma, en algunas ocasiones, el espacio Novela se emitió durante dos semanas, es decir, en diez capítulos y, con menor incidencia, en tres o, incluso, en cuatro, adquiriendo el carácter de lo que normalmente se considera como serie.
Aunque de forma concisa, es preciso hacer referencia a buena parte de esos trabajos, alguno de los cuales forma parte de lo mejor en la carrera del actor en este segmento de su biografía artística. Veámoslo.
En el mes de junio de 1968, Pilar Miró requiere a Varela para formar parte de un amplio reparto de grandes intérpretes en la adaptación de Los cascabeles de la locura realizada por el matrimonio formado por el realizador de cine y escritor Gonzalo Delgrás y la también escritora y actriz Margarita Robles basada en un relato novelado del hoy olvidado Antonio de Hoyos y Vinent. (94) Un reparto, como se ha dicho, espléndido, en el que figuraban rostros y nombres tan frecuentes como populares en la televisión de aquellos años como Mercedes Prendes, Lola Lemos, Tomás Blanco, Paco Morán o Marisa Paredes, entre otros. Prácticamente encadenando una grabación con otra, interpreta Los que no tienen paz, de Ramón Solís, que había sido finalista del Premio Planeta de 1956 y posteriormente dramatizada por José María Pemán, emitida igualmente para el espacio Novela e interpretada por Luis Varela junto a Emilio Gutiérrez Caba y Paloma Valdés.
94. Antonio de Hoyos y Vinent, Marqués de Vinent (Madrid, 1884-1940). Novelista, ensayista, autor teatral, se distinguió aún más por su personalidad, en modo alguno acomodada a las exigencias sociales de su clase, por ser un transgresor y por vivir abiertamente su homosexualidad en un medio y sociedad no precisamente proclives a aceptarlo. Tras una vida intensa y muy creativa, falleció en la cárcel en el mayor abandono. Su obra es tan extensa como variada, tanto en lo relacionado con los temas tratados como en el propio valor artístico, estético y literario. Poco conocido y muy mal estudiado, bien merece un reconocimiento acorde con su calidad como escritor y su valentía para hacer frente a los convencionalismos.
En ese frenético verano de continuada presencia en TVE, dos Estudio 1 contaron con importantes interpretaciones del actor: El puente, basada en la obra homónima del argentino Carlos Gorostiza, realizada por Juan Guerrero Zamora (95) y una cuidada adaptación de El pueblo veraniego (96) de Ugo Betti que realizó Alberto González Vergel. En esta ocasión el actor formó parte de un grupo de intérpretes de la envergadura de Lola Herrera, María José Alfonso, Pedro Sempson (este muy frecuente también en doblaje) y la gran Mercedes Prendes.
95. Esta obra teatral fue adaptada para el cine en 1950 por el propio autor, quien se ocupó también de la dirección.
96. Con la variante en el título de Il paese delle vacanze, fue estrenada en 1937.
Ya acabando el año, volvemos a encontrar a Varela en La encantadora familia Bliss, una comedia característica de Noel Coward, llena de situaciones divertidas con equívocos y momentos delirantes siempre dentro de una elegancia manifiesta que envuelve toda la acción, el lenguaje y la propia caracterología de los personajes. Guillermo Marín y Mayrata O’Wisiedo formaron la excéntrica pareja Bliss mientras que Luis Varela y Roberto Llamas completaban los papeles esenciales del reparto junto a una espléndida Maite Blasco, en una nueva dirección de Juan Guerrero Zamora.
Asistimos, sin temor a equivocarnos, a la plenitud de Luis Varela como actor televisivo, precisamente en un momento, aquellos años, en los que TVE sirvió de medio para tantos intérpretes que llenaban con su trabajo la gran cantidad de espacios en los que las dramatizaciones literarias eran el centro, donde el teatro, en cualquiera de sus manifestaciones, se ofrecía a diario y propiciaba que la inmensa mayoría de los españoles tuviesen acceso al mismo a través de la pequeña pantalla. Entretenimiento, sin duda alguna, pero también difusión cultural.
El nuevo año, 1969, supone el momento álgido de entre todos los que conforman su larguísima trayectoria en televisión, desde su niñez hasta nuestros días, es decir, a lo largo de casi sesenta años. Dejando a un lado las apariciones continuas en el espacio musical tantas veces citado aquí, Escala en Hi Fi, serán catorce los programas en los que intervendrá como actor dramático, repartidos entre varios Estudio 1, una Novela de cinco capítulos y un par de series en las que también participa. El actor es tremendamente popular, forma parte de la iconografía general del espectáculo español y, gracias a la televisión, se ha convertido en un rostro familiar y querido, algo a lo que no es ajena su desenfadada simpatía y el inconfundible aire de muchacho cercano, sencillo, que bien pudiera formar parte de cada uno de los círculos y ambientes de la gran mayoría de españoles de aquellos años. Una característica, por otro lado, que nunca ha abandonado a Luis Varela y que forma parte de su personalidad, tanto como intérprete proteico y diversificado como de su propia persona.
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