LA BRUJA EN LA CULTURA POPULAR CONTEMPORÁNEA
CARLOS ARENAS
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En los siglos XX y XXI, la bruja ya no habita solo en cuentos infantiles o películas de animación, sino que también puede ser una estrella de rock, una artista bohemia, celebridad hollywoodiense, escritora de culto, una influencer intrépida o una supermodelo deslumbrante. Las brujas contemporáneas infunden miedo y respeto por igual y son reales, están entre nosotros. Es más, hacia final de siglo el feminismo reivindicó la imagen de la bruja como símbolo de empoderamiento desafiando su definición tradicional. Por tanto, la bruja contemporánea existe en los espacios fronterizos y no cesa de metamorfosearse, no encaja del todo bajo una única etiqueta. Ha sido reformulada como un arquetipo feminista, así como la encarnación contemporánea de una feminidad desafiante y no autorizada, siendo reforzada por el feminismo reciente, el activismo político, el movimiento #MeToo y la interseccionalidad. Ser bruja está de moda porque refleja el poder y potencial de las mujeres bajo un aura mística y profundamente sugestiva. La imagen de las brujas sigue estando marcada por los estereotipos de la cultura pop y los prejuicios, pero si duda, es importante para el mainstream que no duda en relanzarla una y otra vez en campañas de moda o anunciando nuevas producciones audiovisuales que revisitan iconos antiguos para transformarlos en nuevos arquetipos, como la hechicera posmoderna que vemos en Sabrina o en Harry Potter. Por otro lado, la llegada de los medios digitales y las redes sociales en el siglo XXI han inundado el imaginario colectivo de brujas de todo tipo, con mujeres de todas las edades (sobre todo jóvenes) en actitudes brujeriles que alimentan diariamente sus perfiles y cuentas virtuales con selfies creando nuevos estilos a través de la combinación de elementos esotéricos. Las cifras del interés por la brujería en redes sociales como Instagram son abrumadoras: en 2020 etiquetas como #witch (casi 14 millones de publicaciones), #witchesofinstagram (6,1 millones) #witchcraft (5,5 millones), o #witchy (3,2 millones), revelan algo más que una tendencia. La abundancia de estos hashtags desvela la visibilidad que las fotos con brujas o sobre aspectos relacionados con la brujería despiertan auténtico furor y conforman un imaginario que incluye arte, joyas, maquillaje, tatuajes, moda, cristales, hierbas medicinales, paisajes ancestrales, y por supuesto, una miríada de selfies góticos. Los aspectos espirituales y de estilo de vida del fenómeno son un tanto confusos y ambiguos, hecho que convierte la categoría de bruja incluso en una mercancía que se vende. La revista británica Sabat ilustra el fenómeno mediático. Elisabeth Krohn, editora y directora creativa de la revista, comenta: “Queríamos fusionar la estética, la historia y los valores de la brujería, las ideas tradicionales con un toque contemporáneo. La publicación cubre la brujería, el feminismo, los arquetipos antiguos y el arte instantáneo para pintar un retrato y ofrecer una idea de lo que significa lo oculto en la actualidad”. El objetivo de Sabat consiste en explorar el significado de la brujería aquí y ahora rastreando los rincones ocultos de Instagram y descubriendo una legión de diferentes personalidades e interpretaciones de la brujería. Algo así como un estudio antropológico del tema y de las narrativas implicadas en adentrarse en el lado oscuro de la feminidad. Para Krohn, su definición de bruja estaría en línea con la que presenta la poetisa y modelo Segovia Amil en un número de la revista: que todas las mujeres tienen el potencial de ser brujas, es una fuerza que se puede elegir aprovechar o ignorar.
Gracias a esta popularidad el estigma que rodeaba a la bruja está perdiendo fuerza en favor de una práctica inclusiva que asocia la brujería y la magia como parte del sentir contemporáneo que propugna una vuelta a la naturaleza, una conexión y comunión con espacios de libertad como pueden ser el campo, el bosque y los medios rurales. Actualmente “practicar la brujería” puede implicar actividades como la meditación diaria, la respiración consciente o los rituales de energía que se ven reforzados con conocimientos esotéricos como pueden ser el tarot o los cristales curativos. Por ello, si rastreamos las redes sociales y las páginas online hallaremos multitud de imágenes de rituales paganos en bosques y montañas que en ocasiones responden más bien a escenografías artificialmente preparadas. Además de este fenómeno mediático, el arte y la cultura siguiendo la tradición centenaria, han continuado cultivando la fascinación por la figura de la bruja en las últimas décadas. Documentar las brujas modernas implica señalar referentes diversos que han configurado las múltiples caras de la bruja en disciplinas creativas tales como el arte, la fotografía conceptual, el mundo de la moda, la música rock, los videojuegos y la ilustración fantástica. (5)
5. Con el fin de acotar este estudio no se incluyen las brujas del cine y la televisión.
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