Botonera

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26.9.22

II. "ENSAYOS SOBRE JEAN-CLAUDE ROUSSEAU", VV. AA. (Valencia: Shangrila, 2022)




AILLEURS
(fragmento inicial)

Alberto Ruiz de Samaniego


Jeune femme à sa fenêtre lisant une lettre (1983)


Para que algo sea interesante,
basta con mirarlo durante mucho tiempo.
Flaubert, en carta 

Un solo misterio el de las personas y de los objetos.
R. Bresson, Notas sobre el cinematógrafo

Tan solo la necesidad de un encuadre. Haber encontrado
el encuadre justo es reconocer el lugar de la desaparición.
Jean-Claude Rousseau

Pas de lieu sans ailleurs.
Jean-Claude Rousseau


Amanecer, vibrar, apagarse, extenderse, ventana, cuadro, espejo, puente, libro, mapa... En las imágenes que capta Jean-Claude Rousseau, las acciones de los elementos del mundo, y las de los objetos del mundo mismo, parecen desplegarse separadamente, cada uno por su lado. No obstante, cuando pensamos –como espectadores– que, efectivamente, la realidad material se halla abandonada a su propia ley, en algún momento, sin embargo, acabamos por comprobar que en ella también se incluye el sujeto. Pero no a la manera del ejercicio de una conciencia singular y autónoma cuyo pensamiento tratara de imponerse sobre el devenir del mundo, sino, justamente, al contrario: por un existir que se vuelca decidido hacia el exterior, mediante un juego de sensaciones (percepciones visuales y auditivas, cosas que están o pasan, como el río de La Vallée close (1995) o los coches en Les Antiquités de Rome (1991), una cama o una simple almohada) que vienen a ocupar todo el campo de la conciencia.

Cada una de estas sensaciones abre entonces un horizonte de sentido que se incorpora gradualmente y colabora con el crecimiento y el destino de desbordamiento del curso de la imagen. Porque las situaciones se comportan como imágenes, o cuando las situaciones se comportan como imágenes. 

Podría decirse así: por un momento, quizás –una duración de límites inciertos–, alguien se ha deslizado hasta desaparecer en esa realidad y consigue llegar a vivir como un elemento más, o una cosa entre las cosas. Entonces, y solo entonces, todo se vuelve un conjunto orgánico: todo se co-responde, se resuelve en cosmos –en el sentido del étimo griego: mundo ordenado, dominio apto para la revelación de la belleza y la verdad. Y lo más recóndito, íntimo y pequeño es entonces capaz de apuntar a lo estelar, a una dimensión de inmensidad verdaderamente sideral (lo que también tendrá que ver, como veremos, con la de-sideración; esto es: con el deseo) [...]





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