Prólogo
A PROPÓSITO DE CHICHO
Concepción Cascajosa Virino
En febrero de 2016, con ocasión de la defensa de su tesis doctoral, le dije a Ada Cruz que tenía dos años, a lo sumo tres, para darle forma de libro, antes de que yo misma ordenara mis notas sobre Narciso “Chicho” Ibáñez Serrador para hacerle la competencia. Aunque han pasado algunos años más (casi siete), nunca llegué a intentar ordenar esas notas: el trabajo de Ada Cruz, en su rigor y profundidad, era difícilmente superable. Fuera de las modas de la actualidad, su tesis era una sólida labor en historiografía de los medios, de la forjada en muchas horas de archivo y hemeroteca. Y ello precisa perseverancia: como en la búsqueda de un tesoro, pueden pasar meses u años hasta dar con la persona adecuada y la pista necesaria para poder entender, desde el presente, un pasado que se aleja a gran velocidad dejando reductos fragmentados. Yo misma lo pude comprobar en Argentina en el verano de 2007, con el descubrimiento de que nada de la producción televisiva de Ibáñez Serrador en Argentina en su primera etapa se conservaba. Sin embargo, pude conseguir, a través de admiradores de su padre Ibáñez Menta, obras que en ese momento eran inaccesibles en España.
Las buenas tesis doctorales, como fue el caso de Los inicios de lo fantástico en la televisión española: Historias para no dormir y su herencia audiovisual (1966-1976), merecen ser convertidas en buenos libros para, saliendo de los cerrados pasillos de la academia, llegar a más lectores. En este caso, Ada ha optado por centrarse en lo que era la sección más relevante, el análisis de la producción televisiva de Narciso Ibáñez Serrador desde sus raíces literarias hasta sus prolongaciones en cine, radio y prensa. Ya en sus primeras obras se aprecian los elementos que pronto convertirían a Chicho en un icono popular: un joven irónico e inteligente, quizás algo redicho, pero gustoso de desafiar a los espectadores con historias a menudo más allá de los límites que entonces estaba fijando el medio televisivo. La “poética” de Chicho Ibáñez Serrador se basa en lecturas voraces, una imaginación desbordante y un particular arrojo para adaptar el lenguaje cinematográfico a un medio en ciernes como la televisión. Y hacerlo combinando el humor negro y la crítica social con un dominio preciso del suspense. La adaptación que Chicho hizo de El corazón delator de Edgar Allan Poe con el título de El último reloj permanece como una obra extraordinaria en el contexto de lo que la televisión en España era capaz de ofrecer en el año 1964. La investigación de Ada Cruz es especialmente interesante en su análisis del caldo de cultivo favorable que encontró en una España encaminando la senda del desarrollismo. La clave era ubicar la obra de Narciso Ibáñez Serrador en el contexto cultural y social de un país donde la emergencia de la ciencia-ficción, terror y fantástico permitió sublimar algunas de las ansiedades de un país roto por una guerra civil y una dictadura.
Chicho, además de polifacético, también fue transnacional, creando en Argentina y Uruguay hasta encontrar su acomodo definitivo en España tras encontrarse con la ruina económica en Argentina. Tomó todo lo aprendido en tiempo récord allí y lo puso en práctica contando con excepcionales recursos como parte de la “Operación Premios” que tan bien analizó Manuel Palacio en su Historia de televisión en España. Luego Chicho fue muchas cosas, tanto en programas míticos (Un, dos, tres) como en títulos rápidamente olvidados (Los Premios Nobel). E incluso, durante un corto y convulso periodo, director de programas de TVE. Pero donde más claramente ha permanecido su influencia ha sido en géneros (como el terror y la ciencia-ficción) denostados por la crítica, aunque capaces de crear industria y, sobre todo, de cruzar fronteras. Gracias a ello, Ibáñez Serrador recibió importantes reconocimientos durante toda su vida profesional y especialmente en sus últimos años, incluyendo el Premio Nacional de Televisión en 2010, el Premio Feroz de Honor en 2017 y el Goya de Honor en 2019. Su legado en la cultura audiovisual española no solo vive en su trabajo, sino también en los directores que inspiró, como Álex de la Iglesia, Juan Antonio Bayona y Paco Plaza. Pero Chicho no solo tuvo herederos, sino también colaboradores: Ada Cruz traza en su investigación la relación de Chicho con otros profesionales como Juan José Plans y Juan Tébar, sin los que es imposible entender su obra. “Ningún hombre es una isla”, como escribió el poeta John Donne. Y no solo se puede traer a colación para hablar de Chicho: el sólido trabajo de investigación de Ada Cruz debe valorarse como parte de la labor realizada por el Grupo de Estudios sobre lo Fantástico (GEF), dirigido por David Roas en la Universitat Autònoma de Barcelona. Durante un seminario organizado por el GEF en junio de 2019 nos llegó la noticia de la muerte de Narciso Ibáñez Serrador. Recuerdo la tristeza de ese momento, que sorprendió a Ada ampliando su investigación. Ahora este libro es testimonio de su legado como un creador irrepetible.