Botonera

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26.4.24

XIII. "EN TRÁNSITO. FORMAS DE ESTAR EN EL MUNDO", Revista Shangrila nº 45, Valencia: Shangrila, 2024.



HABLEMOS AHORA DE LOS ARTISTAS SIN OBRA
EN TRÁNSITO A NINGUNA PARTE
[fragmento inicial]

Manuel Arranz






a Jesús Rodrigo 

 
No tengo nada que decir, y lo estoy diciendo.
John Cage

Todo lo que hay en usted me recuerda a usted, menos usted.
Groucho Marx, Una noche en la ópera 




Hablemos ahora de los artistas sin obra.

Pero antes, algunas previas y obvias consideraciones:

1. Un escritor es un hombre que escribe, como un pintor un hombre que pinta, un escultor un hombre que esculpe y un músico un hombre que compone música, o que la interpreta. Si un hombre no escribe, ni pinta, ni esculpe, ni compone o interpreta música, no puede llamarse escritor, ni pintor, ni escultor, ni músico, por mucho que esas artes le apasionen y le quiten el sueño.

2. Un hombre puede elegir entre escribir, o hablar, y guardar silencio. Si elige escribir puede escribir incluso sobre las razones que lo llevan a escribir, o a hablar, pero si elige guardar silencio no puede escribir ni hablar sobre las razones que lo llevan a guardar silencio, ya que eso sería una contradicción en los términos.

3. Un artista sin obra sería por tanto una contradicción en los términos. ¿Podemos concebir acaso un novelista sin novela, un pintor sin cuadros, un escultor sin esculturas o un músico sin composiciones musicales?

4. Evidentemente, no.

Sin embargo, hay autores, autorizados autores, críticos y profesores, que contestarían sin vacilar: evidentemente sí. Veamos por qué. Veamos sus razones. Veamos sus argumentos. Veamos por qué a su juicio se puede llegar a ser lo que no se es. Y algo más meritorio todavía: convencer a los demás de que no ser es preferible a ser.

  
En tránsito a ninguna parte 

Jean-Yves Jouannais, en su sugestivo libro Artistas sin obra (1), nos dice: “Numerosos creadores han optado por la no creación”, o lo que es lo mismo, numerosos artistas “han preferido no ser artistas”. Analicemos someramente estas dos frases. ¿No son acaso dos flagrantes ejemplos de oxímoron? Negar lo que se afirma o afirmar lo que se niega en la misma frase. Por lo demás, ¿puede llamarse creador a alguien que no ha creado nada? ¿Puede alguien preferir no ser a ser? Sin duda puede. Pero no por preferir no ser quien uno es deja por ello de serlo. Ni por preferir ser lo que no se es se llega a serlo. Por otra parte, la inteligencia, la cultura, la sabiduría, el genio, no tienen por qué plasmarse necesariamente en una obra, sea ésta de la índole que sea. Y no veo ningún motivo para considerar artistas a esos hombres superiores, que sin duda han sabido disfrutar y aprender del arte, pero que no lo han producido. Dicho de otro modo, han vivido “de un modo conveniente”, en el sentido que da Montaigne a esta frase, (Apuntamos, entre paréntesis, que quizá la confusión haya estado inducida por el lugar común de considerar al artista un hombre superior. De manera que si todo artista es un hombre superior, todo hombre superior será sin duda un artista. Claro ejemplo de aparente o falso silogismo en el que ninguna de las dos premisas es verdadera). Tampoco es cierto que el lector de un libro sea su autor, como no es cierto que arte es todo lo que lleva la etiqueta “arte”. Puede ser ingenioso, puede ser provocativo, o transgresor, puede ser todo eso y muchas cosas más, pero no es arte. Se puede estar de acuerdo con esto o no estarlo. Si no se está, mejor no seguir leyendo.

1. Jouannais, Jean-Yves, Artistas sin obra. “I would prefer not to”, trad. Carlos Ollo Razquin, Barcelona: Acantilado, 2014.

Sigamos. Sólo conocemos, o podemos conocer, las obras que han visto la luz, pero no podemos conocer aquellas, innumerables, que no han llegado a verla. Ni las que se han perdido, han sido robadas, destruidas, o a las que su autor, en un arrebato de lucidez, de humildad, o de sensatez, ha destruido. Esto, que parece una perogrullada, y que probablemente lo sea, pone en evidencia la simpleza teórica de afirmar lo que se niega, o por el contrario, negar lo que se afirma. No se puede hablar, al menos con la coherencia debida a la razón, del valor de lo que no es, de lo que no se ve, no se toca, no se escucha. Como mucho se podría hablar, e incluso esto es más que dudoso, del valor del no ser de las cosas que no son. Porque las cosas, y también las personas por supuesto, para ser algo, no basta con que lo pretendan, o decidan, finjan o aparenten serlo, tienen que serlo realmente en algún momento. Somos, mal que nos pese, como los otros dicen que somos, somos como nos ven los demás, no como pretendemos ser o cómo nos vemos a nosotros mismos. Y es indudable que siempre ha habido hombres que han influido en la historia de la literatura sin llegar a escribir una sola línea, como los ha habido en la historia de la pintura sin dar una pincelada, o de la música sin componer ni tocar una sola nota. Pero eso no nos autoriza a llamarlos escritores, pintores o músicos. Tampoco a ellos a considerarse como tales. Distinto es el caso de hombres, con una exigua y casi testimonial obra, que sí entran en esa categoría, muchas veces por la fuerza y el potencial revulsivo de esa misma obra, otras por circunstancias y causas más difíciles de explicar a primera vista. Éste es el caso de Vaché que cita Jouannais en su libro, o el de Arthur Cravan, con un puñado de poemas, 5 números de una revista (Maintenant) escritos íntegramente por él, y un puñado de cartas turbadoras y majestuosas a Mina Loy. Y como esos dos, algunos casos paradigmáticos más que hoy ya no escandalizan a nadie, pero que supusieron en su día un revulsivo cuestionamiento del estatuto del arte y del artista no siempre fácil de asimilar. 


Tener algo que decir y no decirlo

Tener algo que decir parecería en principio la condición necesaria para escribir. No lo es. En cualquier taller de escritura creativa les enseñarán a escribir sin tener nada que decir. Parece un contrasentido, pero insisto, no lo es. Incluso es más fácil escribir cuando no se tiene nada que decir que cuando se tiene algo que decir. Pero los artistas sin obra al parecer sí tienen algo que decir, pero prefieren callarlo (I would prefer not to). 




Los primeros artistas sin obra, los pioneros, aparecieron a principios del S. XX, cuando el arte empezaba a cuestionar su estatuto. Artistas de la provocación cuando la provocación todavía provocaba algo. Bástenos el ejemplo de la célebre obra de teatro DADA, cuyo nombre no recuerdo, y que consistía en una sola frase, es decir, la obra duraba apenas unos segundos, el tiempo de pronunciar le bureau de poste est en face (2) (La oficina de correos está enfrente). 

2. En realidad, compruebo, la obra, de Paul Eluard, era algo más larga y se trataba de un ejemplo DADA. Aquí la tienen completa y traducida: Se levanta el telón, dos personajes, uno de ellos con una carta en la mano, entran en escena cada uno por un lado y se encuentran en el centro de la misma. A continuación se produce el siguiente diálogo: – La oficina de correos está enfrente. – ¿Y a mí qué me importa?Perdón, como lleva una carta en la mano, creía…No se trata de creer, sino de saber. Dicho lo cual continúan su camino y cae el telón. (Como es fácil suponer, hubo que llamar a la policía y devolver el precio de las entradas).


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