DESPEDIDA
Olvido Marvao
Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Rainer María Rilke
I
La infancia estorba siempre,
cuando está siendo y cuando ha sido.
Tenía pecas,
ahora manchas.
Incierto mapa.
Hoy, los días obligatorios
llenan un léxico de imágenes
junto a sus pasos.
Despacio.
Se despide.
Restos de goma,
verdugos de una equivocación,
caen ahora por su memoria.
Una lluvia de olor.
El armario.
Asilo de la infancia,
juguetes y sueños.
Se aleja por el pasillo.
Ahora camina.
No sabe hacia dónde.
Espera la sabiduría de la vejez.
La rendición.
Nota que está naciendo,
como decía Yeats,
una terrible belleza.
La soledad.
II
Decidimos falsear nuestras vidas.
No, mejor ficcionarlas.
Así lo planeamos.
Éramos la envidia de muchas parejas.
Insolentes,
expertos en la falsa seducción.
Ajenos a los celos.
Cambiábamos la estructura
en ensayos ocurrentes.
El hastío no tenía lugar.
Preparamos los diálogos,
dibujamos los lugares conocidos.
Incluso organizábamos los guiones.
Los movimientos.
Todo.
Eso sí,
era complicado
distinguir lo que era o no verdad.
Así que las discusiones,
aunque falsas,
dejaban un poso escurridizo.
Un día de invierno
el color gris entró en la casa.
Llovía con una viscosidad insólita.
¿Nos estamos inventando la lluvia?
Dijo en voz alta.
Yo no. ¿Y tú?
Nos reímos.
Pero todo quedó ahí.
Otro día
un perro ladró en medio del salón.
¿Lo has oído?
Has sido tú.
No, yo no.
Ya en primavera,
una noche templada
mirábamos el cielo estrellado.
De pronto
las estrellas desaparecieron.
Y todo se tornó negro profundo,
un agujero encima del mundo.
¿Lo has visto?
Sí.
¿Lo estamos imaginando?
Sí.
Nos mentíamos.
O eso pensamos.
Ensayamos una discusión
seguida de una ruptura.
Él dijo adiós y cerró la puerta.
Y yo en lugar de contestar
lo acordado y reír,
lloré.
Lo sigo haciendo.
[...]
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